El
retorno de los escuadrones de la muerte
Por
John Pilger
Znet.
junio 2006
Traducido
por Mirta López y revisado por Miguel Montes Bajo
Los
ascensores del New York Hilton emitían imágenes de la CNN en una
pequeña pantalla que no se podía dejar de observar. Irak encabezaba
las noticias; las expresiones acerca de una “guerra civil” y de
“violencia sectaria” se repetían sin cesar. Era como si la invasión
estadounidense nunca hubiera ocurrido y la aniquilación de decenas de
miles de civiles por los norteamericanos fuera una ficción
surrealista.
Los
iraquíes eran árabes descerebrados, obsesos por la religión, el
enfrentamiento étnico y la necesidad de hacerse estallar a sí
mismos. Serviles marionetas políticas desfilaban sin mostrar indicios
de que su patio de ejercicios estaba encerrado en una fortaleza
norteamericana. Y esto te perseguía, cuando dejabas el ascensor,
hasta tu cuarto, hasta el gimnasio del hotel, al aeropuerto, al próximo
aeropuerto y al próximo país. Tal es el poder de la propaganda
corporativa de los EEUU que, como Edward Said señalaba en Cultura e
imperialismo, “penetra electrónicamente”, con su equivalente de
doctrina política.
La
doctrina cambió el otro día. Durante casi tres años consistió en
que al Qaeda era la fuerza impulsora detrás de la “insurgencia”,
capitaneada por Abu Musab al Zarqawi, un jordano sanguinario que fue
claramente ataviado para que gozara de la misma clase de oprobio de
que disfruta Sadam Hussein. Poco importa que al Zarqawi no haya sido
visto nunca vivo y que sólo una fracción de los “insurgentes”
siguiera a al Qaeda. Para los EEUU el papel de al Zarqawi era el de
distraer la atención de aquello a lo que casi todos los iraquíes se
oponen: la brutal ocupación anglo–americana de su país.
Ahora
que al Zarqawi ha sido reemplazado por la “violencia sectaria” y
la “guerra civil”, las grandes noticias son los ataques de los suníes
a las mezquitas y bazares chiíes. La verdadera noticia, que no es
referida por la “predominante” CNN, es que fue activada en Irak la
Opción El Salvador. Consiste en la campaña de terror a cargo de
escuadrones de la muerte armados y entrenados por los EEUU que atacan
tanto a suníes como a chiíes. El propósito es la incitación a una
real guerra civil y la desintegración de Irak, que era el objetivo de
guerra original del gobierno de Bush.
El
ministerio del interior en Bagdad, que está administrado por la CIA,
dirige los principales escuadrones de la muerte. Sus miembros no son
exclusivamente chiíes como cuenta el mito. Los más brutales son los
Comandos de la Policía Especial, liderados por suníes que fueran
altos funcionarios del Partido Baaz de Sadam. Fueron formados y
entrenados por expertos en “contrainsurgencia” de la CIA,
incluyendo veteranos de las operaciones de terror de la CIA en
Centroamérica en el decenio de 1980, especialmente en El Salvador.
En
su nuevo libro, Empire’s Workshop (El taller del imperio,
Metropolitan Books), el historiador norteamericano Greg Grandin
describe la Opción El Salvador así: “Una vez al frente del
gobierno, [el presidente] Reagan se echó encima de Centroamérica con
dureza dejando, en efecto, que los más comprometidos militaristas de
su gobierno establecieran y ejecutaran la política. En El Salvador,
suministraron más de un millón de dólares diarios para financiar
una campaña letal de contrainsurgencia... En consecuencia, los
aliados de los EEUU en Centroamérica durante los dos mandatos de
Reagan, asesinaron a más de 300.000 personas, torturaron a cientos de
miles y enviaron a millones al exilio.”
Aunque
el gobierno de Reagan generó a los actuales bushitas o neocons, el
modelo fue establecido anteriormente. En Vietnam, escuadrones de la
muerte entrenados, armados y dirigidos por la CIA mataron a más de
50.000 personas en la Operación Fénix. A mediados de la década de
1960, en Indonesia, oficiales de la CIA recopilaron “listas de la
muerte” para la juerga asesina del General Suharto durante su asalto
al poder. Después de la invasión de 2003, era sólo cuestión de
tiempo que esta venerable “política” fuera aplicada en Irak.
Según
el escritor e investigador Max Fuller (National Review Online), al
coordinador clave de la CIA para los escuadrones de la muerte del
ministerio del interior “le salieron los dientes en Vietnam antes de
continuar su camino dirigiendo la misión militar de los EEUU en El
Salvador”. El profesor Grandin menciona a otro veterano de Centroamérica
cuyo trabajo ahora es “entrenar una fuerza contrainsurgente brutal
compuesta de esbirros ex baazistas”. Otro, cuenta Fuller, es
conocido por su “producción de listas de la muerte”.
Una
milicia secreta organizada por los norteamericanos es el Servicio de
Protección de Instalaciones, que ha sido responsable de la explosión
de bombas. “Las fuerzas especiales británicas y norteamericanas”,
concluye Fuller, “junto a los servicios de inteligencia [de creación
estadounidense] del ministerio de defensa iraquí, están fraguando
los atentados insurgentes contra chiíes.”
El
16 de marzo, Reuters informó del arresto de un “contratista de
seguridad” norteamericano que fue encontrado con armas y explosivos
en su coche. El año pasado, dos británicos disfrazados de árabes
fueron sorprendidos con un coche repleto de armas y explosivos; las
fuerzas británicas demolieron la prisión de Basora con un bulldozer
para rescatarlos.
El
Boston Globe recientemente refirió: “La unidad antiterrorista del
FBI ha iniciado una amplia investigación de las bandas de ladrones
asentadas en los EEUU después de descubrir que algunos de los vehículos
usados en mortíferas explosiones en Irak, incluyendo ataques que
asesinaron a tropas estadounidenses y civiles iraquíes, fueron,
probablemente, robados en los EEUU según altos funcionarios del
gobierno.”
Como
digo, todo esto ya ha sido ensayado antes, tal como la preparación
del público estadounidense para un ataque atroz a Irán es similar a
las patrañas sobre las armas de destrucción masiva de Irak. Si el
ataque llega, no habrá aviso, ni declaración de guerra, ni verdad.
Apresados en el ascensor del Hilton, clavada la vista en la CNN, mis
compañeros de viaje merecen ser disculpados por no encontrarle
sentido a lo de Oriente Medio, o a lo de Latinoamérica o a lo de
cualquier sitio. Están aislados. No se les explica nada. El Congreso
está en silencio. Los demócratas están moribundos. Y los medios más
libres de la tierra insultan al público cada día. Como lo expresó
Voltaire: “Aquéllos que pueden hacerte creer absurdidades pueden
hacerte cometer atrocidades.”
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