El éxito de la
ocupación estadounidense
depende de Irán
Análisis de Gareth
Porter
Inter
Press Service (IPS), 23/09/06
Washington.– El
gobierno de Estados Unidos acusa a Irán de entrometerse en Iraq,
amenazando la estabilidad de ese país. La ironía es que Teherán
bien podría ser la razón principal de que no se haya desatado una
guerra sin cuartel entre combatientes chiitas y soldados
estadounidenses.
La realidad
subyacente en Iraq, y que Washington no parece captar del todo, es que
Estados Unidos ahora depende de la tolerancia de Irán y de los
chiitas iraquíes, sus aliados político–militares, para mantener la
ocupación.
Tres años y medio
después de la invasión a Iraq, el ejército estadounidense ya no es
quien tiene el verdadero poder en ese país, y no ha logrado debilitar
el control que, según el último informe de la jefatura de
inteligencia del cuerpo de infantes de marina (marines), los
insurgentes sunitas tienen sobre la vasta provincia occidental de
Anbar.
Pero la principal
amenaza a la ocupación no son los combatientes sunitas sino las
fuerzas chiitas iraquíes, alineadas con Irán, y lideradas por el Ejército
Mahdi del clérigo chiita Moqtada al Sadr.
Las milicias chiitas
ahora tienen el suficiente poder como para obligar el fin de la
ocupación estadounidense.
Quedaron atrás los días
en que el ejército de Estados Unidos podía ignorar a las fuerzas de
Sadr, que le hicieron frente en Najaf en abril de 2004. Entonces se
creía que contaban con 10.000 efectivos mal entrenados.
Desde entonces,
funcionarios estadounidenses se niegan a proporcionar estimaciones de
la cantidad de efectivos del Ejército Mahdi.
Pero el no
gubernamental instituto Chatham House, de Londres, publicó el mes
pasado un informe que sin duda refleja la visión de la inteligencia
británica respecto de Iraq, señalando que esa fuerza podría estar
integrada por "varios cientos de miles de combatientes".
Aun si esas
estimaciones exageran el potencial del Ejército Mahdi, sí refleja la
sensación de que es la fuerza político–militar más poderosa de
Iraq, debido a la lealtad que le profesan muchos chiitas.
Esa fuerza controla
Ciudad Sadr, el populoso barrio chiita del este de Bagdad que
concentra la mitad de la población de la capital.
Pero lo que quizá es
más importante es que controla las provincias del sur, de gran
predominio chiita, y como bien sabe lo sabe Sadr, eso lo coloca en una
posición estratégica desde la cual puede paralizar a las fuerzas de
ocupación.
Patrick Lang, ex
funcionario de la Agencia de Inteligencia en Defensa de Estados
Unidos, explicó las razones de ello en un importante análisis
publicado por el periódico Christian Science Monitor el 21 de julio.
Un convoy de camiones debe abastecer a los efectivos estadounidenses
atravesando cientos de kilómetros en pleno territorio chiita, por lo
que el Ejército Mahdi y sus aliados del sur pueden practicar
"tiro al blanco" con ellos.
"Un objetivo
extenso y lineal, tal como un convoy de camiones, es muy difícil de
defender de grupos irregulares operando dentro y alrededor de los
pueblos", explicó.
Funcionarios de
Washington y del gobierno del primer ministro iraquí Nouri al–Maliki
se dan cuenta de que Sadr es demasiado poderoso para derrotarlo por la
fuerza.
Cuando los efectivos
de Iraq atacaron Ciudad Sadr el mes pasado, acompañados de consejeros
estadounidenses, Maliki denunció la operación por televisión y
prometió: "Esto no volverá a suceder".
Una "coalición
de funcionarios experimentados" admitió la semana pasada al
diario The Washington Post que "no hay una solución
militar" para el Ejército Mahdi.
Pero tanto, el
gobierno como el ejército apostado en Iraq parecen seguir creyendo
que hay alguna forma de contener a Sadr. No han aceptado que el clérigo
chiita tiene la intención y la capacidad de terminar con la ocupación.
El Ejército Mahdi no
oculta sus planes. "Si dejamos que (los estadounidenses) tomen la
decisión, no se van a ir. Se quedarán. Para que los ocupantes se
vayan, necesitan (hacer) algunos sacrificios, dijo en una entrevista
publicada el 11 de agosto por The Washington Post el segundo de Sadr,
Mustafa Yaqoubi.
Los chiitas nunca le
perdonaron a Estados Unidos su "traición" cuando llamaron a
un alzamiento contra el ex presidente iraquí Saddam Hussein
(1979–2003), tras la Guerra del Golfo de 1991, y luego se
mantuvieron al margen cuando él ordenó el asesinato de miles de
chiitas que se alzaron en armas. Muchos de ellos nunca estuvieron a
favor de la ocupación.
Wayne White,
principal experto sobre Iraq de la Oficina de Inteligencia e
Investigación del Departamento de Estado (cancillería) de Estados
Unidos, recordó que una encuesta de esa dependencia hecha poco después
del comienzo de la ocupación, y nunca revelada, mostró que una clara
mayoría de chiitas ya eran contrarios a la misma.
La furia creciente
ante las atrocidades cometidas por los soldados estadounidenses y el
cada vez mayor sentimiento de poder de la comunidad chiita alimentaron
la intención de Sadr de enfrentarse con las fuerzas de ocupación de
Estados Unidos.
En la última
primavera boreal, esa comunidad hervía de odio contra Estados Unidos
y ya profesaba un gran respaldo a la guerra contra los ocupantes.
El portavoz del
ayatolá Mohammed Taqi Moderessi dijo que el título de la oración
del viernes en Karbala fue "Muerte a Estados Unidos", según
fue citado por el periodista Borzou Daraghi del diario Los Angeles
times en una nota del 6 de mayo.
El ayatolá informó
que la población se preparaba para un enfrentamiento militar con
Estados Unidos, diciendo: "Los estadounidenses no se irán a no
ser por el funeral de sus propios hijos".
.– Gareth Porter es un
historiador y experto en políticas de seguridad nacional de
Estados Unidos. "Peligro de dominio: Desequilibrio de poder y
el camino hacia la guerra en Vietnam", su último libro, fue
publicado en junio de 2005.
|