La
ocupación se desmorona
Por
Jim Lobe
Inter Press Service (IPS), 18/10/06
Si el primer ministro
iraquí Nuri Kamal al–Maliki se sentía plenamente confiado en la
promesa del presidente de Estados Unidos, George W. Bush, de que
mantendría sus soldados en Iraq en forma indefinida, debería
pensarlo mejor. La ocupación se torna cada vez más difícil de
sostener.
Aunque Bush se
mantiene firme en su determinación de conservar a las tropas, las
circunstancias políticas, sin mencionar el acelerado declive de la
situación en Iraq hacia una guerra sectaria generalizada, claramente
conspiran contra sus planes.
Hay claras señales
de que el apoyo a la estrategia del presidente de "mantener el
curso" de sus planes se está erosionando.
Cada vez más líderes
del gobernante Partido Republicano, como el presidente del Comité de
Servicios Armados del Senado, John Warner, expresan preocupación por
la situación en Iraq y ponen en duda la promesa del mandatario de que
ese país se convertirá de alguna forma en un modelo de transformación
democrática para Medio Oriente.
Además, el cada vez
más probable triunfo del opositor Partido Demócrata en las próximas
elecciones legislativas estadounidenses del 7 de noviembre, en las que
podría recuperar el control de la Cámara de Representantes, y quizás
también del Senado, pone en jaque los planes de Bush.
La gran mayoría de
los demócratas apoyan la idea de fijar el plazo de un año para el
repliegue de las tropas. Esa postura les ha permitido ganar un
creciente apoyo popular, pese a que han sido calificados de "débiles"
en la lucha contra el terrorismo.
Similares señales se
ven en Londres, el más estrecho aliado de Washington en la
"guerra mundial contra el terrorismo" y el mayor
contribuyente de tropas fuera de Estados Unidos en la coalición que
ocupa Iraq.
El nuevo jefe del Ejército
de Gran Bretaña, Richard Dannatt, en una larga entrevista para el
diario Daily Mail, usó los mismos argumentos esgrimidos el año
pasado por el más destacado propulsor de la idea del repliegue de
tropas entre los demócratas estadounidenses, el congresista John
Murtha.
El gobierno británico
"debería sacarnos (de Iraq) pronto, porque nuestra presencia
exacerba los problemas de seguridad", dijo al periódico, y añadió
que lo menos que se podía esperar ahora de ese país de Medio Oriente
es que tenga una democracia liberal tal cual pronosticó Bush.
Las declaraciones de
Dannat, según una columna del ex instructor en la Real Academia
Militar británica y ahora director del Centro para Análisis de Política
Exterior, Paul Moorcraft, reflejan el pensamiento de todo el
"sistema militar británico".
El hecho de que la
columna de Moorcraft haya sido publicada el lunes en el periódico The
Washington Times, incondicionalmente partidario de las políticas de
Bush, deja la impresión de que incluso los republicanos más
conservadores han llegado a un punto de quiebre en relación con la
guerra en Iraq.
De hecho, el diario
anunciaba en su portada del lunes un artículo que contrastaba las
evaluaciones optimistas a inicios de este año hechas por el máximo
comandante de Estados Unidos en Iraq, George Casey, con sus más
recientes declaraciones, en las que ponía en duda la capacidad de las
fuerzas de seguridad iraquíes para reemplazar a las estadounidenses,
la condición básica de Bush para iniciar un repliegue gradual.
Casey había
pronosticado a inicios de este año que Estados Unidos podría reducir
el número de soldados en Iraq de los actuales 130.000 a unos 30.000
para diciembre.
Sin embargo,
Washington aumentó su contingente a más de 140.000 efectivos en los
últimos meses, un nivel que según el jefe del Ejército, Peter
Schoomaker, debería mantenerse hasta 2010. Esta estimación provocó
verdadero pánico entre los congresistas republicanos, concientes de
que la ocupación de Iraq es el mayor escollo para su triunfo en las
elecciones de noviembre.
El incremento en el número
de soldados se debió sobre todo al agravamiento de la violencia en
Bagdad, donde el número de muertes registradas al mes por el
Ministerio de Salud iraquí aumentaron de 1.400 en los inicios del
verano boreal a más de 2.600 en septiembre.
Incrementando la
presencia de tropas en la capital iraquí, Washington espera contener
la violencia sectaria, pero eso parece muy lejano.
"Los militares
estadounidense tienen un programa de dos fases para la seguridad en
Bagdad", explico en una entrevista televisiva el lunes el
analista Juan Cole, especialista en Iraq de la Universidad de
Michigan.
"Pero la batalla
por Bagdad ya se libra desde agosto, y no sólo no hubo una disminución
de los ataques, sino que estos aumentaron. Hemos tenido 50, 60, 70 cadáveres
apareciendo en la capital todos los días, con disparos detrás de las
orejas", señaló Cole, quien propuso un "repliegue
paulatino". Pero la violencia no está limitada a Bagdad ni al
baluarte insurgente sunita en la provincia de Al Anbar, fronteriza con
Jordania.
El fin de semana, una
serie de asesinatos en represalia entre sunitas y chiitas dejaron más
de 100 muertos en la ciudad de Balad, unos 80 kilómetros al norte de
la capital, en un área cuya vigilancia fue cedida a las fuerzas iraquíes
por parte de Estados Unidos apenas el mes pasado.
Mientras, las bajas
estadounidenses también aumentaron desde agosto, cuando fueron
enviados más soldados para pacificar Bagdad.
El número de
efectivos caídos aumentó de 63 en agosto a 74 en septiembre, y en lo
que va de este mes ya llegó a 60. Octubre así se podría convertir
en el mes con más bajas en casi dos años, añadiendo argumentos a
favor de los que piden un urgente repliegue.
Todo esto creó pánico
entre los partidarios de la ocupación, incluso y especialmente entre
los neoconservadores que impulsaron con entusiasmo la invasión en
2003.
En un artículo
publicado esta semana en el Weekly Standard, el analista Reuel Marc
Gerecht, del centro académico conservador American Enterprise
Institute, admitió que "crece un consenso en Washington",
en todos los sectores políticos, sobre la necesidad de una "rápida
salida" de Iraq.
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