Bush
y Blair, la catástrofe final
Pese
a que en Irak solo han logrado destruir el país, ambos siguen con su
política de sangre y fuego
Por
Sami Naïr [1]
El
Periódico, 31/10/06
Ha
llegado el momento de la verdad. El 19 de octubre, el presidente George
Bush reconoció el fracaso de su estrategia en Irak. Cuando el
periodista Thomas Friedman, de The New York Times, le
preguntó sobre la similitud cava vez más evidente entre la situación
actual de Irak y la de Vietnam --especialmente si recordamos la
ofensiva del Tˆt, en invierno de 1968, que preparó la victoria
definitiva de los comunistas vietnamitas--, Bush respondió que
sí, que el periodista "podría tener toda la razón". Esta
respuesta llegaba unos días después de que, en contra de las
afirmaciones mentirosas de Tony Blair, el jefe del Estado Mayor
del Ejército británico en Irak, Richard Danatt, hubiera
declarado que la presencia de las tropas británicas en el sur de ese
país provoca el auge de la resistencia a la ocupación y favorece el
terrorismo. Según el general, es necesario volver a casa.
Sobre
el terreno, mientras tanto, asistimos al crecimiento de la guerra
civil con un telón de fondo a la vez religioso, interconfesional y
nacionalista; al desarrollo de las organizaciones terroristas, sobre
todo Al Qaeda, y también de grupos de gánsteres que aprovechan el
caos creado por EEUU y sus aliados para someter al desgraciado pueblo
iraquí al terror cotidiano.
Está
claro que esa invasión es un fracaso sin precedentes para EEUU. También
es evidente que su efecto principal es la degeneración de la
resistencia nacionalista legítima de los iraquís, en guerra civil
interna. El único éxito para Bush y Blair es haber
destrozado una nación y haber provocado el auge del terrorismo
islamista. El mismo integrismo islamista que utilizan ahora como
excusa para seguir colonizando y matando a los iraquís. Y es que
después de su declaración, y para borrar su tremendo efecto mediático,
Bush añadió: "No retiraremos nuestras tropas de Irak
antes de haber vencido al terrorismo". En la misma línea, Blair,
para contestar a Danatt, dijo que "la retirada no será
posible antes de que la situación de la seguridad haya sido
restablecida". El mejor comentario lo ha hecho el editorialista
de The Guardian, al recalcar que "en Irak, el señor Blair
es el único que parece seguir convencido de la ilusión que ha
creado".
El
conflicto ha causado ya más de 650.000 muertos entre la población
civil iraquí, las torturas se han vuelto totalmente normales en las cárceles
del Gobierno proamericano, tanto como las ejecuciones sin
juicio y el acoso a toda persona sospechosa de oposición a las
fuerzas de ocupación. El jefe de Estado de Irak, en su último
viaje a EEUU, declaró: "EEUU debe quedarse de manera permanente
en Irak, pues por razones de inseguridad no podemos gobernar sin su
apoyo". ¡Nada menos!
Ahora
bien, ni las declaraciones de Bush ni las de Blair son
palabras en el aire. Con el hundimiento sufrido en Irak, EEUU no puede
actuar ni en contra de Irán ni en contra de Corea del Norte. Es más:
ni siquiera puede encontrar una solución en Afganistán. Es una parálisis
total, aunque los barcos de guerra estadounidenses en el mar árabe,
en el Índico y en el Pacífico se están preparando para posibles
ataques en esas regiones. La prensa de EEUU sigue de manera muy
precisa las declaraciones de los altos oficiales del Ejército
norteamericano que llaman la atención sobre estos preparativos. Todo
parece posible con este Gobierno. Una guerra después de las
elecciones de noviembre próximo para movilizar el sentimiento
nacionalista en EEUU no es una opción imposible con la vista puesta
en las próximas presidenciales. ¿Contra quién? Teniendo en cuenta
la diversidad de enemigos que se han creado en estos últimos seis años,
Estados Unidos tiene donde escoger.
La
situación es muy seria. De ella se aprovechan las fuerzas más
incontrolables y peligrosas: los integristas islamistas, los
dictadores aliados de Estados Unidos, los fundamentalistas
neoconservadores de ese país. Y da mucho más peso al discurso de los
integristas en Europa.
Dicho
de otra manera, la guerra en Irak, en Palestina y en el Líbano ha
provocado una nueva ola de resentimiento en contra de Occidente que se
puede leer en los periódicos árabes, escuchar en la calle, ver en
las emisoras de televisión. Nunca el odio había sido tan tajante. Y
eso explica los discursos locos del presidente iraní, y hace de Hasán
Nasralá, el dirigente islamista de los chiítas libaneses un héroe
en el mundo musulmán.
¿Frente
a ese desastre, qué se hace en el resto del mundo? Europa no hace
nada, como siempre. Rusia espera su hora. China sigue comprando los
bonos del tesoro de Estados Unidos para pactar mejor con la
superpotencia imperial. Corea del Norte hace estallar su bomba, e Irán
quiere conseguir la suya. Este es el nuevo orden mundial que ha
instalado el imperio norteamericano. Los pueblos, ya sean iraquís,
palestinos, israelís, y nosotros mismos, somos rehenes de esta
situación. Y, si bien el señor Bush y su amigo Blair
reconocen el fracaso de estas políticas, siguen defendiendo su
estrategia de sangre y fuego. Con total impunidad.
.- Profesor
de Ciencias Políticas en la Universidad Carlos III, Madrid.
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