Bush
e Iraq
La
madre de todas las derrotas
Por
Immanuel Wallerstein
La Jornada, 26/11/06
Traducción de Ramón Vera Herrera
George W. Bush es un
jugador que apuesta fuerte. Cuando un apostador así pierde, pierde en
grande. George W. Bush ha perdido en grande. En Iraq y en Estados
Unidos.
Cuando en 2003
Estados Unidos invadió Iraq, parecía que, pese a su avasallador
poderío militar, podía perder la guerra. No tardó mucho en darse
cuenta que estaba perdiéndola. Estamos en un momento en que Estados
Unidos ha perdido la guerra, irremediablemente. El objetivo
estadounidense en Iraq era instalar en el poder a un gobierno estable,
amigable, que le permitiera el asentamiento de bases militares. Es
claro ya que si es estable, no será amigable. Y si es amigable, no
será estable.
El 7 de noviembre, el
Partido Republicano perdió las elecciones de mitad del periodo. Como
admitió el propio Bush, en todas las cerradas competencias el margen
fue estrecho, pero en lo general se trató de un "golpazo".
El grado del golpazo quedó subrayado por el hecho de que, después de
las elecciones, las encuestas señalaron que Bush seguía cayendo
todavía más.
La razón número uno
fue el hecho de que casi todos los estadounidenses sintieron que la
guerra en Iraq iba mal y querían regresar a sus soldados a casa.
Incluso en los distritos donde el candidato demócrata no hizo de esto
un punto de campaña, pesó en el trasfondo. Sin duda hubo otras
razones. Muchos votantes de centro votaron contra la derecha
cristiana, y el hecho de que algunos candidatos demócratas asumieran
una postura más centrista en los aspectos "sociales", no
les hizo daño.
La pregunta es qué
va a pasar ahora. Bush no es, y no ha sido, un ideólogo. Es un pragmático
político de derecha, que hace lo que piensa necesario para ganar
elecciones. Ha sido muy bueno en esto, y está consciente de los
errores que cometió en años recientes, no en lo geopolítico (donde
básicamente no entiende nada y le importa muy poco), sino en la política
estadounidense, donde le dieron un "golpazo". Se está
ajustando. Despidió a Donald Rumsfeld, puso en el asiento trasero a
Dick Cheney y no hay duda de que siguiendo el consejo de Karl Rove
pidió ayuda de la vieja ala "realista" del Partido
Republicano: su padre, James Baker y el entrante secretario de la
Defensa, Robert Gates. Confía coptar al liderazgo demócrata hacia su
revitalizada vena bipartidista.
¿Puede hacerlo?
Específicamente, ¿qué puede hacer respecto de Iraq? ¿Y qué puede
hacer acerca del avance de los demócratas? La respuesta más corta
sobre Iraq es que es difícil vislumbrar algún modo para desembrollar
con elegancia a Estados Unidos, y a él mismo, del fiasco de Iraq. La
comisión Baker–Hamilton pronto nos hará saber qué "nuevos
derroteros" avizora, pero dudo que pueda concretar algo que
funcione.
Algunas personas
hablan de dividir Iraq en tres partes. Este no es un punto de partida.
Ni Turquía ni Irán pueden tolerar un Kurdistán independiente, y los
kurdos estarán mucho mejor con su actual autonomía de facto
que luchando en una guerra contra sus vecinos. La mayor parte de la Chía
no quiere un Estado aparte. Por una razón. ¿Para qué hacer un Chía–stán
cuando pueden, mal que bien, dominar un Iraq unificado? Y, en
cualquier caso, ¿qué pasaría con Bagdad? Y por supuesto, los
sunitas se oponen por completo. Así están todos los vecinos de Iraq,
sin excepción. Y como hemos visto en Yugoslavia, la separación en
estados no pone fin a los conflictos étnicos; de hecho, los agrava.
Básicamente, hay únicamente
dos modos en que Estados Unidos puede retirarse de Iraq con muy pocas
pérdidas adicionales de vidas y con un mínimo daño político. Puede
pedirle a Irán que sea su intermediario para amortiguar el conflicto
interno en Iraq, lo que podría funcionar. O, alternativamente, la
facción Al–Sadr de la Chía, y la resistencia sunita, pueden unir
fuerzas en una plataforma antiestadounidense y pedirle a Washington,
con delicadeza, que se vaya de inmediato (es decir, despedirlo con una
patada), lo que también podría funcionar.
Ninguna de estas
alternativas es ni tantito del agrado de Bush o del Congreso
estadounidense. Pero estas dos alternativas representan probablemente
el mejor arreglo que, en esta etapa, puede conseguir Estados Unidos.
Cualquier otra vía seguramente conduce a un final donde los helicópteros
transporten a la gente fuera de la zona verde a Kuwait.
Lo único seguro es
que no habrá tropas estadounidenses en Iraq conforme nos aproximemos
a las elecciones de 2008. Los votantes y los militares lo dejaron
claro en las elecciones de 2006. Por supuesto habrá, a nivel masivo,
un juego de echarse la culpa (entre los republicanos en cuanto a quién
perdió las elecciones de 2006, y entre los demócratas y los
republicanos al respecto de quién perdió Iraq). Pero la palabra en
boca de todos es "perdió".
También podemos
estar seguros de que bombardear Corea del Norte o Irán está fuera de
la agenda real (aun para Israel). Las fuerzas armadas estadounidenses
y el electorado no van a tolerarlo (ya no digamos el resto del mundo).
¿Dónde dejará esto a Estados Unidos como potencia mundial?
Seguramente tendrá el efecto de darle un fuerte empujón que lo haga
irse hacia dentro. Ya vimos en las elecciones de 2006 que muchos
candidatos ganaron oponiéndose al "libre comercio". Iraq
era una grosería. La tentación política será poner énfasis en lo
local. Uno de los principales efectos colaterales será una notable
reducción en el respaldo estadounidense a la política exterior
israelí, lo que será un apretón para Israel.
Los demócratas están
unidos respecto a la legislación económica interna (salarios mínimos
más altos, una mejor y más costeable atención a la salud,
asistencia financiera a los estudiantes universitarios). También
impulsarán aspectos de ecología y avances médicos (por ejemplo, la
investigación en células embrionarias procreadoras, conocidas como stem
cells). Si los republicanos esperan recuperar fuerza, tienen que
mover en dirección centrista su programa económico y su programa
relativo a aspectos sociales.
El resultado, como ya
es obvio, provoca un revuelo importante en el Partido Republicano
mientras lo reduce en el Partido Demócrata, exactamente lo opuesto a
lo que fue el caso en los últimos 10 años. Y a principios de 2009,
Bush se desvanecerá en la espesura, y será recordado (si nos
preocupamos) por ser el testaferro de la madre de todas las derrotas
en Iraq, en el sistema–mundo, y en casa, para el Partido
Republicano.
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