La
estrategia estadounidense para aislar
la resistencia
Por Auni
Qalamyi La
Haine,
01/12/06
La experiencia de los pueblos nos ha enseñado que los
ocupantes no abandonan su botín por medio de negociaciones, sobre
todo cuando la otra parte no tiene la suficiente fuerza para
obligarles a retirarse. La liberación de Iraq de forma pacífica, sin
una resistencia armada y eficiente, es una fantasía.
A
ningún observador de la situación en Iraq le cuesta ver con claridad
que los estadounidenses han caído en la trampa diseñada por la
resistencia nacional. Tampoco tiene dificultad alguna para ver que los
objetivos de los estadounidenses han sido puestos en evidencia, y que
se conocen sus falsas pretensiones; en suma, que su derrota en Iraq ya
es segura. La misma Administración estadounidense no ha conseguido
ocultar esta verdad, tras ser incapaz de escapar de las manos de la
resistencia pese al uso de todos los medios militares a su alcance,
incluyendo armas de destrucción masiva. Al final, los estadounidenses
se han visto obligados a reconocer que la resistencia aumenta y que
acabar con ella puede llevarles diez años o quizás más.
Esta
situación deplorable que conoce la mayor fuerza militar del mundo, ha
cambiado la política estadounidense, que además de seguir con la
opción militar se centra ahora en convencer a las fuerzas nacionales
que se oponen a la ocupación de que participen en lo que se conoce
como el “proceso político” con el fin de favorecer que los iraquíes
dejen de apoyar a la resistencia y facilitar así su aislamiento de su
entorno y su eliminación. Así, desde hace algún tiempo,
responsables estadounidenses y miembros del antiguo y actual gobierno
han empezado a referirse a una resistencia honesta frente a otra
terrorista, y a la necesidad de hacer partícipes a los sunníes del
proceso político y de la redacción de la Constitución. Con este
fin, el ex-embajador de EEUU en Iraq, John Negroponte, visitó la sede
de la Asociación de Ulemas Musulmanes (AUM), una visita que se saldó
con un fracasó inmediato, del mismo modo que fracasó la de Rumsfeld
al presidente iraquí Saddam Huseín en la cárcel, cuando fue a
pedirle que parase la resistencia a cambio de conservar la vida. En el
mismo marco tuvo lugar la última visita de Condolezza Rice a Iraq.
En
contrapartida y a otro nivel, los servicios secretos estadounidenses
vienen divulgando durante los últimos meses rumores sobre la
existencia de negociaciones entre la resistencia y los estadounidenses
con el fin de animar a estas fuerzas a subirse al carro antes de que
sea demasiado tarde. El escritor de estas líneas tampoco se libró de
tales rumores, ya que se difundió en algunas páginas web en internet
que me había entrevistado en Oslo, en calidad de representante de la
resistencia, con los estadounidenses y ante la presencia del ministro
de Asuntos Exteriores noruego, y que próximamente iba a ser nombrado
en un gobierno en el exilio.
Pese
al fracaso en sus intentos, la Administración estadounidense sigue
esforzándose para acercarse a las formaciones políticas
nacionalistas e implicarlas iraquíes a fin de que inicien un diálogo
con el gobierno, a cambio de una cuota en el poder y en el Parlamento.
Si bien es cierto que hasta ahora el esfuerzo estadounidense no ha
dado resultados, existen indicios —y esperamos estar equivocados—
de que algunas fuerzas, como el Congreso Fundacional Nacional Iraquí
(CFNI) y la AUM, están dispuestas a aceptar el diálogo con el
gobierno si éste reclama a los estadounidenses un calendario de
retirada. No debemos olvidar a este respecto el intento de Mohamed
Chalabi de implicar a Muqtada al Sáder.
Estas
consideraciones de algunas fuerzas nacionalistas, independientemente
de sus causas y sus objetivos, debilitarán la resistencia contra la
ocupación, empujando a los iraquíes a discusiones sin sentido sobre
la posibilidad de que las fuerzas de la ocupación se retiren
empleando métodos pacíficos. Lo decimos sin dudarlo ni un momento,
estas señales son de lo más peligroso, pues indican la preparación
de una alianza contra la resistencia y aislarla de su entorno a fin de
conseguir eliminarla militarmente con facilidad.
A
este respecto, cabe recordar algunas consideraciones sobre el alcance
de la ocupación estadounidense de Iraq, de la misma manera que
debemos recordar la importancia del papel de la resistencia como única
vía para liberar Iraq y que cualquier lucha pacífica o política
debe estar basada en el apoyo a la valiente resistencia y no a la
inversa.
La
primera verdad es que el objetivo de EEUU al ocupar de Iraq es
quedarse y no irse. Si EEUU se convence por cualquier causa de que se
tiene que retirar, el sionismo internacional y la entidad sionista en
la Palestina ocupada, que dirige ahora más que en cualquier otro
momento en las decisiones estadounidenses, se opondrá, pues la
destrucción de Iraq y mantener el país bajo su dominio directo es
uno de los más importantes objetivos del sionismo mundial.
La
segunda, que la ocupación de Iraq forma parte de una estrategia
estadounidense cuyo objeto es dominar a otras potencias mundiales y a
sus pueblos. Estamos ante el principio de la dominación total de Iraq
y de Oriente Medio, y no es una coincidencia que la Administración
estadounidense haya propuesto el proyecto del Gran Oriente Medio
inmediatamente después de la invasión de Iraq.
Por
último, la tercera verdad es que la ocupación de Iraq significa
controlar todo el petróleo del Golfo Árabe. Si a ello añadimos que
EEUU controla ya el petróleo de Asia Central y del mar Caspio tras la
invasión de Afganistán, dominar los demás países industrializados
se convierte en tarea fácil. Por estas razones y por otras, la
Administración estadounidense no dejará voluntariamente Iraq,
sencillamente porque eso supondría el fracaso de toda su estrategia
de dominación mundial.
Si
nos alejamos ligeramente de todas estas conclusiones y nos acercamos a
la realidad, nos daremos cuenta de que la Administración
estadounidense afirma siempre que se le presenta la ocasión que su
presencia en Iraq no se puede limitar a un período determinado. Al
mismo tiempo toma todo tipo de medidas para reafirmar la ocupación en
todos los ámbitos, por ejemplo, construyendo bases militares
gigantescas, hasta el momento 14 en diferentes zonas de Iraq, además
de los 145 puestos militares que han de unirlas entre sí. En lo que
se refiere al proyecto de dividir Iraq y romper la unidad de su pueblo
está funcionando a la perfección: está claro que la división de
Iraq tiene por objeto permitir a cualquier fuerza de ocupación
dominar eternamente este país.
Si
esto es cierto, y lo es sin duda alguna, ¿por qué piensan estas y
otras formaciones en entablar el diálogo con un gobierno cuyas
decisiones dependen de los estadounidenses? Si suponemos que este
gobierno acepta las reivindicaciones de estas formaciones, ¿los
estadounidenses las aceptarían aun cuando sean contrarias a su
maldita estrategia? ¿Acaso los estadounidenses son tan imbéciles
como para no obtener a cambio un beneficio más grande que el que ya
han obtenido, al reconocerles como fuerza de ocupación y no una
fuerza agresora, contra la que es legítimo luchar con todos los
medios a nuestro alcance? ¿No es esta una forma de abrir a los
estadounidenses el camino que les permita escapar de la derrota,
cuando lo que hace falta es que estas fuerzas políticas se trasladen
a las trincheras de la resistencia para amplificar las claras
victorias que consigue a cada momento, para que llegue cuanto antes
ese día tan esperado por los iraquíes que es, por supuesto, el de la
liberación de Iraq?
Esperamos
que estas fuerzas no olviden verdades que son ya de dominio público,
que cuando los estadounidenses deciden mostrarse flexibles ante sus
propuestas no lo hacen ni por ellas ni por la cara bonita de los iraquíes,
sino que lo hacen para volver a ajustar sus cálculos y obtener un
periodo de calma a fin de afianzar la ocupación y reafirmarla como un
hecho consumado. Los estadounidenses han reconocido que la resistencia
no podía ser eliminada por la fuerza si no se emplean al tiempo
medios políticos además de militares. Si no existiera una
resistencia armada los estadounidenses no habrían mostrado esta
flexibilidad y habrían gobernado directamente Iraq a través de un
gobernador militar o civil hasta el fin de sus días.
La
experiencia de los pueblos nos ha enseñado que los ocupantes no
abandonan su botín por medio de negociaciones, sobre todo cuando la
otra parte no tiene la suficiente fuerza para obligarles a retirarse.
La liberación de Iraq de forma pacífica, sin una resistencia armada
y eficiente, es una fantasía. Algunas experiencias en las que los
ocupantes fueron expulsados pacíficamente, como ocurrió en India con
el líder Gandi, han sido excepcionales y, como bien sabemos, la
excepción no confirma la regla. La lucha pacífica de Gandi y su
pueblo no tiene ninguna relación con lo que está ocurriendo desde
hace tiempo y con las circunstancia de dos mundos separados por más
de medio siglo. Por lo demás, Gandi basó su lucha en principios
inamovible de que no habría trato alguno con las fuerzas de la
ocupación británicas, cualquiera que fuera su forma, antes de que
anunciasen que estaban dispuestas a irse de la India.
Lo
necesario es apretar el cerco en torno a las fuerzas de la ocupación
y rechazar cualquier forma de resolución política, cualesquiera que
sean las concesiones que aquéllas puedan hacer. El objetivo central
de todas las fuerzas nacionales debe ser la liberación basándose en
la unidad, la independencia y la democracia. Solo esto puede ayudar a
alcanzar la totalidad de los objetivos que compartimos.
No
hay duda de que la batalla será larga, que puede durar años. En
contra de lo que creen algunos, los estadounidenses no van a anunciar
su derrota ni hoy, ni mañana, ni a finales de este año: con ello
infunden esperanzas a los iraquíes que no se cumplirán y, sin duda
sin proponérselo, alientan entre ellos un desánimo que nos puede
costar muy caro. Sí, sin duda ésta es una batalla a largo plazo y su
coste será muy alto. Pero la victoria está asegurada. Los iraquíes
conseguirán al final, más tarde o más temprano, su objetivo: la
liberación y borrar su odioso rastro.
Sí,
existen indicios de que se va a conseguir la liberación. Esta es
nuestra esperanza y la de todos los iraquíes. Dejemos que la batalla
transcurra entre dos ejércitos, sin un tercero: la resistencia
nacional iraquí, con todos sus grupos militares y políticos, contra
las fuerzas de la ocupación y sus colaboradores en el gobierno y el
Parlamento. Todos los iraquíes y árabes honestos deben apoyar la
resistencia nacional iraquí bajo todas sus formas. La liberación de
Iraq no es sólo la victoria de los iraquíes, es la victoria de la
toda la nación árabe y todos los pueblos del mundo.
.-
Auni Qalamyi, dirigente de la Alianza Patriótica Iraquí es
naserista. Exilado en Dinamarca, no ha sido autorizado a regresar
a Iraq. Al-Fanar. Texto publicado en el periódico Al Quds al
Arabi, 24-11-2006, traducido en Boletín de Prensa Árabe,
boletin.org.
|