Se
acerca al "momento de Saigón"
Por
Patrick Cockburn Counterpunch /
Rebelión, 03/12/06
Traducido por Germán Leyens
Iraq se está
despedazando. Los signos del colapso están por todas partes. En
Bagdad la policía recoge a menudo más de 100 cuerpos torturados y
mutilados en un solo día. Los ministerios gubernamentales se hacen la
guerra. Una nueva y siniestra etapa en la desintegración del Estado
iraquí sobrevino este mes cuando comandos de la policía del
Ministerio del Interior controlado por los chiíes secuestraron a 150
personas del Ministerio de Educación Superior dirigido por suníes en
el corazón de Bagdad.
Iraq puede estarse
acercando a los que los USamericanos llaman "el momento de
Saigón",
la ocasión en la que se hace evidente para todos que el gobierno
expira. "Dicen que los asesinatos y los secuestros son realizados
por hombres en uniformes de la policía y con vehículos
policiales," me dijo este verano el Ministro de Exteriores iraquí,
Hoshyar Zebari, con una sonrisa desesperanzada. "Pero todos en
Bagdad saben que los asesinos y secuestradores son verdaderos policías."
La cosa se pone peor.
El ejército y la policía iraquíes no son leales al Estado. Si el ejército
de USA decide enfrentar a las milicias chiíes, puede encontrarse con
unidades militares chiíes del ejército iraquí que cortan la
principal ruta de suministro USamericana entre Kuwait y Bagdad. Un
convoy fue detenido este mes en un puesto de control supuestamente
falso cerca de la frontera con Kuwait y capturaron a cuatro encargados
de la seguridad USamericanos y un austriaco.
La posición de USA y
Gran Bretaña en Iraq se parece mucho más a una casa construida sobre
arena de lo que comprenden en Washington o Londres, a pesar de los
desastres de los últimos tres años y medio. El presidente Bush y
Tony Blair muestran una singular incapacidad de aprender de sus
propios errores, en gran parte, para comenzar, porque no quieren
admitir que han cometido algún error.
La guerra civil se
desencadena en todo Iraq central, donde vive un tercio de los 27
millones de habitantes del país. Mientras chiíes y suníes huyen los
unos de los vecindarios del otro, Iraq se convierte en un país de
refugiados. La Alta Comisión para Refugiados de la ONU dice que 1,6
millones están desplazados dentro del país y otros 1,8 millones han
huido al extranjero. En Bagdad, distritos vecinos suníes y chiíes
han comenzado a dispararse con morteros. El día en que Sadam Husein
fue condenado a muerte, llamé por teléfono a un amigo en un área
suní de la capital para preguntarle qué pensaba del veredicto.
Respondió, impaciente, que: "Esta mañana me despertó la
explosión de un obús de mortero sobre el techo de la casa de mi
vecino de al lado. Estoy más preocupado de sobrevivir que de lo que
le pasa a Sadam."
Amigos iraquíes solían
tranquilizarme diciendo que no habría guerra civil porque tantos chiíes
y suníes están casados los unos con los otros. Ahora sus familias
obligan a esas parejas mixtas a divorciarse. "Amo a mi esposo,
pero mi familia me obligó a divorciarme porque somos chiíes y él es
suní," dijo Hiba Sami, madre de cuatro hijos, a un funcionario
de la ONU. "Mi familia dice que ellos [la familia del esposo] son
insurgentes y que vivir con él es una ofensa a Dios." Miembros
de matrimonios mixtos establecieron una asociación para protegerse
mutuamente llamada Unión por la Paz en Iraq, pero pronto fueron
obligados a disolverla, después del asesinato de varios miembros
fundadores.
Todo Iraq está
dominado por lo que solíamos llamar en Belfast "la política de
la última atrocidad." Las tres comunidades iraquíes – chiíes,
suníes y kurdos – se ven como víctimas y rara vez se conduelen de
las tragedias de otros. Cada día trae nuevos horripilantes
descubrimientos. Este mes visité Mosul, la capital del norte de Iraq
con una población de 1,7 millones, de los cuales unos dos tercios son
árabes suníes, y un tercio kurdos. No es la ciudad más peligrosa de
Iraq, pero a pesar de ello es un sitio plagado por la violencia. Un líder
tribal local llamado Sayid Tewfiq, de la vecina ciudad de Tal Afar, me
habló de un lugareño que fue a recuperar el cuerpo torturado de su
hijo de 16 años. El cadáver estaba atado a explosivos que estallaron
y mataron al padre, así que los dos cuerpos fueron enterrados juntos.
Khasro Goran, el
eficiente y muy efectivo vicegobernador de Mosul, dijo que todavía no
hay guerra civil en Mosul, pero que podría ocurrir fácilmente. Agregó
que 70.000 kurdos ya han huido de la ciudad debido a los asesinatos.
Es extraordinario cómo en Iraq la carnicería, que sería noticia de
primera plana en cualquier otra parte del mundo, pronto parece formar
parte de la vida normal. El día que llegué a Mosul, la policía había
encontrado 11 cuerpos en la ciudad, lo que habría sido poco en
Bagdad.
Hablé con Duraid
Mohammed Kashmula, gobernador de Mosul, cuya oficina está decorada
con fotos de sonrientes jóvenes de caras frescas que resultaron ser
su hijo y cuatro sobrinos, todos asesinados por insurgentes. Su propia
casa, junto con sus muebles, fueron quemados totalmente hace dos años.
Agregó, de pasada, que el señor Goran y él son objetivos
principales para asesinatos en Mosul, un hecho que fue probado dramáticamente
el día después cuando insurgentes hicieron estallar una bomba junto
a su convoy – por suerte él no estaba presente cuando ocurrió –
matando a uno e hiriendo a varios de sus guardaespaldas.
Por el momento, Mosul
está mejor controlada por fuerzas pro–gubernamentales que la mayor
parte de las ciudades iraquíes. Es porque USA tiene poderosos aliados
locales a través de los kurdos. Las dos divisiones del ejército en
la provincia son primordialmente kurdas, pero los 17.000 policías en
Nineveh, la provincia de la que Mosul es la capital, son casi todos
suníes y su lealtad es dudosa. Uno fue despedido el día del juicio
del Sadam por colocar una foto del antiguo dirigente en la ventana de
su coche. En noviembre de 2004 toda la fuerza policial de Mosul
abandonó sus comisarías a los insurgentes, los que capturaron armas
por un valor de 40 millones de dólares.
"Los terroristas
no controlan un solo distrito en Mosul," afirma orgullosamente el
general Wathiq Mohammed Abdul Qadir al–Hamdani, jefe de policía de
Nineveh. "Los desafío a pelear cara a cara." Pero la
situación es muy frágil. Fuimos a ver la sala de operación de la
policía en la que un oficial gritaba por un micrófono: "¡Hay
un atacante suicida en un coche en la ciudad! ¡No dejen que se les
acerque, ni a ninguno de nuestros edificios!" Había motivos para
tener miedo. En camino a Mosul había visto los muros de hormigón
destrozados de la central del partido de la Unión Patriótica de
Kurdistán, uno de los dos grandes partidos políticos kurdos. En
agosto, dos hombres en un coche repleto de explosivos se habían
abierto paso a tiros por el puesto de guardia exterior y luego se habían
hecho volar por los aires matando a 17 soldados.
El equilibrio de
fuerzas en Nineveh entre USamericanos, árabes, kurdos, turcomanos,
suníes y chiíes es complicado incluso según estándares iraquíes.
El poder está fragmentado. Sayid Tewfiq, el líder tribal chií de
Tal Afar, resplandeciente en su amplia túnica, admitió: "Yo no
duraría 24 horas en Tal Afar, sin el apoyo de la Coalición
[USA]" "Probablemente sea cierto," confirmó el señor
Goran, explicando que la tribu turcomana chií de Sayid Tewfiq está
rodeada por tribus suníes. Antes le había escuchado mientras
invitaba confiadamente a todo el consejo provincial de Nineveh a
visitarlo en Tal Afar. Nadie pareció entusiasmado por la oferta.
"Podrá tener 3.000 combatientes de su tribu, pero él mismo no
puede visitar la mayor parte de Tal Afar," dijo otro miembro del
consejo llamado Mohammed Suleiman al declinar la invitación. Unas
pocas horas antes, antes de que alguien tratara de asesinarlo, el
gobernador Kashmula me dijo que "la seguridad en Mosul es la
mejor en Iraq, aparte de las provincias kurdas." Es una medida de
la violencia, que es un punto discutible. Khasro Goran dijo que
"la situación no es perfecta, pero es mejor que en Anbar. Baquba
y Diyala." Lo puedo confirmar. En Iraq, siempre cuando las cosas
van mal, siempre hay un sitio donde van peor.
Es obviamente muy difícil
para un periodista descubrir lo que ocurre en las provincias más
violentas de Iraq sin ser asesinado. Pero a fines de septiembre viajé
al sur a lo largo del lado iraquí de la frontera con Irán, pasando
por aldeas kurdas para tratar de llegar a Diyala, una provincia mixta
suní–chií al noreste de Bagdad, donde había habido violentos
combates. Es una carretera en la que una curva equivocada puede ser
fatal. Condujimos de Sulaimaniyah por las montañas, pasamos por el túnel
Derbandikhan y luego tomamos la ruta que pasa junto al río Diyala, su
valle, una franja vívida de verde exuberante en el semidesierto de
color beige. El área es un paraíso para contrabandistas. Por la
noche, camiones conducen sin luces por el desierto; los conductores
encuentran su camino utilizando anteojos de visión nocturna. No está
claro qué cargas llevan – probablemente armas o drogas – y nadie
se atreve a preguntar.
Nos habían advertido
que era esencial doblar a la izquierda después del desmoronado pueblo
kurdo Kalar, antes de llegar a la aldea mixta árabe–kurda de Jalula.
Cruzamos el río por un largo y desvencijado puente, partes del cual
habían caído a las arremolinadas aguas, y pronto llegamos al
baluarte kurdo de Khanaqin en la provincia Diyala. Si hubiera
concebido alguna idea de seguir camino a Bagdad, la dejé de lado al
ver en un rincón del patio del cuartel de policía local, el resto de
un vehículo policial azul y blanco desgarrado por una bomba.
"Cinco policías murieron cuando lo volaron en una intersección
en As–Sadiyah hace dos meses," me dijo un policía. "Sólo
sobrevivió su comandante, pero le amputaron las piernas."
Los funcionarios en
Khanaqin no tenían dudas sobre lo que ocurría en su provincia. El
teniente general Ahmed Nuri Hassan, comandante, de aspecto agotado, de
la policía federal, dijo: "Aquí hay una guerra civil sectaria y
se pone peor cada día. El jefe del consejo local calculó que matan a
100 personas por semana. En Baquba, la capital provincia, los árabes
suníes están expulsando a los chiíes y a los kurdos. El ejército y
la policía están divididos por líneas sectarias. La única división
del ejército iraquí en Diyala es predominantemente chií y sólo
arresta a sunies. El día después de mi partida, policías suníes y
kurdos se enfrentaron con fusiles en Jalula, la aldea a la que me habían
advertido que no penetrara. La lucha comenzó cuando la policía kurda
se negó a aceptar a un nuevo jefe de policía suní y a sus
seguidores. Aquí en Diyala, en miniatura, era posible ver a Iraq
despedazándose. La provincia está gobernada por sus escuadrones de
la muerte. La policía dice que han sido asesinadas por lo menos 9.000
personas y después de un baño de sangre semejante es difícil ver cómo
suníes y chiíes en la provincia podrán llegar a volver a vivir
juntos algún día.
En gran parte de Iraq
rodamos hace tiempo por los rápidos que llevan de la crisis a la catástrofe,
aunque sólo en los últimos seis meses esos dramáticos hechos han
comenzado a ser aceptados en el extranjero. Durante los primeros tres
años de la guerra, los republicanos en USA afirmaron regularmente que
los medios liberales ignoraban los signos de paz y progreso en Iraq.
Algunos derechistas incluso colocaron sitios en la Red dedicados a
difundir las noticias de los logros USamericanos en este país
arruinado. Recuerdo a un equipo de un canal noticioso USamericano que
vivía en mi hotel en Bagdad y que se quejaba, mientras se ponían su
blindaje corporal y sus cascos, que una vez más sus mandamases en
Nueva York, que por su parte eran presionados por la Casa Blanca, exigían
que "salieran y encontraran algunas noticias buenas e informaran
sobre ellas."
Los tiempos han
cambiado en Washington. La dimensión del desastre en Iraq es admitida
por casi todos, a excepción del presidente Bush. Incluso antes de la
victoria de los demócratas en las elecciones al Congreso del 7 de
noviembre, la revista Vanity Fair comentó agriamente que "en
este momento, el único grupo en el campo de Bush, es la gente que
espera pacientemente noticias de las armas de destrucción masiva y
que sigue creyendo que Sadam y Osama fueron un día amantes."
Antiguos partidarios de la guerra muestran un apuro embarazoso por
repudiar sus convicciones pasadas y por convertirse en críticos
vueltos a nacer de la Casa Blanca.
Estos días, sólo en
Gran Bretaña, y más específicamente en la sede del primer ministro,
siguen teniendo una audiencia políticas ahogadas en sangre en Iraq en
los años después del derrocamiento de Sadam Husein. Volví este mes
de Mosul a Londres justo a tiempo para escuchar a Tony Blair cuando
habló en el banquete del Alcalde de Londres. Fue una presentación
mucho más extraordinaria de lo que apreció su público. Mientras
hablaba el primer ministro, con su acostumbrado encanto a la Hugh
Grant, quedó claro que no había aprendido nada ni olvidado nada en
tres años y medio de guerra.
Un error conceptual
tras el otro salía de sus labios. Contrariamente a las opiniones de
sus propios generales y de todos los sondeos de la opinión iraquí,
ignoró la idea de que la resistencia armada en Iraq es alimentada por
la hostilidad a los ocupantes extranjeros. En su lugar, ve a fuerzas
oscuras que se alzan en el este, dedicadas como Sauron en el Señor de
los Anillos a principios de mal puro. El enemigo, en este caso, se
"basa en una interpretación totalmente retorcida del Islam, que
es fanática y letal." Incluso según las pautas de las teorías
conspirativas medio–orientales fue material pueril. Blair veía por
todas partes la acción de manos ocultas – "fuerzas fuera de
Iraq que tratan de crear el caos." Un experto en política de
Iraq y Líbano me dijo hace poco: "El error más peligroso en
Oriente Próximo en la actualidad es creer que las comunidades chiíes
en Iraq y Líbano son peones de Irán."
Pero eso es
exactamente lo que cree el primer ministro. El que la mayor milicia
chií en Iraq – el Ejército Mahdi de Muqtada al– Sadr – sea
anti–iraní y nacionalista iraquí es convenientemente ignorado.
Esos errores conceptuales son importantes en términos de política práctica
porque apoyan el peligroso mito de que si USA y Gran Bretaña sólo
atemorizan o ajustan las cuentas a iraníes y sirios, todo se arreglaría
porque sus instrumentos chiíes en Iraq y Líbano se alinearían
inevitablemente. De un modo muy británico [y desde luego también
USamericano] los oponentes a la guerra en Iraq se han concentrado no
en los actuales eventos, sino en los pecados pasados del gobierno al
involucrarnos en la guerra. Sin duda, estuvo muy mal que el gobierno
pretendiera que Sadam Husein tenía armas de destrucción masiva y
constituía una amenaza para el mundo cuando sabía que no era así.
Pero este énfasis en los orígenes de la guerra en Iraq ha distraído
la atención del hecho de que, según declaraciones oficiales, el
gobierno británico no sabe más sobre lo que sucede en Iraq en 2006
que lo que sabía en 2003. El cuadro de Iraq que pinta Blair tiene
pocas veces algo que ver con la realidad. Por ejemplo, dice que los
iraquíes "votaron por un gobierno explícitamente
no–sectario," pero todo iraquí sabe que el voto en dos
elecciones parlamentarias en 2005 siguió totalmente líneas sectarias
y étnicas. Las elecciones fueron el tiro de partida para el comienzo
de la guerra civil.
Blair se niega
tenazmente a aceptar que la oposición a la ocupación USamericana y
británica de Iraq fue la principal causa de la insurgencia. El
comandante del ejército británico, general Sir Richard Dannatt, casi
fue despedido por haber señalado lo que era obvio: que "deberíamos
irnos dentro de cierto tiempo porque nuestra presencia exacerba el
problema de seguridad." Iraq es un país tristemente célebre por
lo complicado, pero la manera más rápida de comprender las características
más importantes de su política es mirar las cifras del más reciente
de una serie de sondeos de opinión realizados por el grupo basado en
USA WorldPublicOpinion.org a fines de septiembre. Explican por qué
Dannatt tiene razón y Blair se equivoca. El sondeo muestra que un 92%
de los suníes y un 62% de los chiíes – incrementado de un 41% a
comienzos del año – aprueban los ataques contra las fuerzas
dirigidas por USA. Sólo los kurdos apoyan la ocupación. Cerca de un
78% de todos los iraquíes piensan que la presencia militar de USA
provoca más conflicto del que impide y un 71% quiere que las fuerzas
dirigidas por USA se vayan de Iraq dentro de un año. La amenaza mayor
y más amenazante de este año es la creciente hostilidad de los chiíes
de Iraq a la presencia USamericana y británica.
Solía decirse que la
ocupación extranjera por lo menos impedía una guerra civil, pero con
1.000 iraquíes asesinados cada semana, es bastante obvio ahora que no
es así. Al contrario, es la propia ocupación la que ayudó a
provocar la actual guerra civil. No quiero decir que alguien haya
conspirado en Washington y Londres para hacer que los iraquíes se
degollaran los unos a los otros. Siempre fue verdad que en Iraq
post–Sadam habría fricción – probablemente involucrando
violencia – entre las comunidades chií, suní y kurda. Pero los
iraquíes también fueron obligados a decidir si estaban a favor o
contra un invasor extranjero. La comunidad suní siempre iba a
combatir la ocupación, los kurdos a darle la bienvenida y los chiíes
a cooperar con USA y Gran Bretaña mientras estos últimos sirvieran
sus intereses. Se combinaron el patriotismo y el interés propio
comunal. Antes de 2003, un suní podía ver a un chií como miembro de
una secta diferente, pero una vez que comenzó la guerra comenzó a
verlo como un traidor a su país.
Desde luego, Bush y
Blair arguyen que no hay ocupación. En junio de 2004 devolvieron
supuestamente la soberanía a Iraq. "Que reine la libertad,"
escribió Mister Bush en el trozo de papel que lo informó de la
devolución cuidadosamente coreografiada del poder a un gobierno iraquí
en el corazón de la Zona Verde. Pero la realidad del poder siguió
estando firmemente en las manos de USA y Gran Bretaña. El primer
ministro iraquí Nouri al–Maliki dijo este mes que no podía mover a
una compañía de soldados sin pedir permiso a la Coalición (USA y
Gran Bretaña). Funcionarios en Mosul me confirmaron que no podían
realizar una operación militar sin el acuerdo de las fuerzas de USA.
Existe una historia
oculta de la ocupación de Iraq que ayuda a explicar por qué ha
resultado ser un desastre semejante. En 1991, después de la primera
Guerra del Golfo, un motivo crucial por el que el presidente George
Bush padre no continuó hacia Bagdad fue porque temía que el
derrocamiento de Sadam Husein sería seguido por elecciones que vendrían
a ser ganadas por partidos religiosos chiíes simpatizantes de Irán.
En Washington no se podían imaginar un resultado peor de la guerra.
Después de la captura de Bagdad en 2003, USA enfrentaba el mismo
dilema. Gran parte de las contorsiones de la política de USA en Iraq
desde entonces han sido intentos encubiertos de evitar o diluir la
dominación de la mayoría chií de Iraq.
Durante más de un año
el astuto enviado de USA en Bagdad, Zalmay Khalilzad, trató de
conciliar a los suníes: Poner a sus políticos en el gobierno,
modificar la constitución federal e iniciar conversaciones secretas
con la resistencia armada suní. Fracasó. Los ataques contra las
fuerzas de USA aumentaron. Los soldados muertos y heridos de USA
totalizan ahora casi 1.000 por mes. Pero USA se prepara ahora para una
lucha con el Ejército Mahdi, la mayor milicia chií. Un gobierno
iraquí sólo tendrá verdadera legitimidad y libertad para operar
cuando se hayan retirado las tropas de USA y Gran Bretaña. Washington
y Londres tienen que aceptar que si Iraq ha de sobrevivir tendrá que
ser una federación laxa dirigida por una alianza chií–kurda,
porque juntos suman un 80% de la población. Pero gracias a los
errores de cálculo de Mister Bush y de Mister Blair, el futuro no será
decidido en negociaciones, sino en el campo de batalla.
.–
Patrick Cockburn es autor de "The Occupation" (Verso).
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