Mentiras para
invadir… ¿mentiras para retirarse?
Por Alberto
Piris
Estrella
Digital, diario electrónico en español, 12/12/06
En un
informativo televisado español se emitieron el viernes pasado dos
secuencias sucesivas. La primera se refería a un bombardeo
estadounidense en Iraq, que produjo una treintena de muertos (entre
ellos algunos combatientes de Al Qaeda, según fuentes de las tropas
atacantes), incluyendo mujeres y niños, con las consabidas escenas de
tragedia familiar: ruinas domésticas, llanto, sangre y cadáveres.
Acto seguido,
en la misma pantalla del televisor apareció un beatífico coro
formado por la feliz familia Bush junto con sus allegados más
inmediatos, cantando dulces canciones navideñas para festejar el
encendido del árbol de Navidad en la Casa Blanca, con la participación
musical de la banda del Ejército de EEUU en uniforme de gala.
Sonrisas, besos, parabienes, espíritu de paz y concordia.
El contraste no
podía resultar más repugnante. Los dos acontecimientos tuvieron
lugar casi a la vez. Ambos tenían su origen en la misma Casa Blanca
que, por un lado, muestra un semblante de felicidad navideña y, por
otro, la ya prolongada violencia que gestiona implacablemente. El
mismo rostro inexpresivo y oficial del presidente de EEUU avalaba
ambos sucesos. Radiante felicidad pública en casa; sangrienta
violencia oficial en el desdichado Iraq.
Pero las cosas
se están torciendo en esa Casa Blanca donde Bush ve, entre irritado y
obcecado, cómo sus planes para Iraq —y para todo Oriente Próximo—
se van al traste ante la creciente oposición que sus monumentales
errores y no menos abultadas mentiras han hecho crecer en EEUU. Igual
que los errores y mentiras de Aznar y su camarilla les enviaron a la
oposición en el 2004, al perder la confianza mayoritaria de los españoles.
Ni el mismo
Bush se cree ya su repetida frase: “Continuaremos allí [en Iraq]
hasta terminar nuestro trabajo”, porque sabe que la presión
opositora va a crecer hasta hacerse insoportable si las cosas siguen
igual. El giro que tomarán los acontecimientos no es del todo
imprevisible. La hipótesis más probable es que, del mismo modo que
el Gobierno de EEUU recurrió a la mentira para forzar la invasión y
ocupación de Iraq, con el resultado por todos conocido, también
ahora hará todo lo posible por engañar a la opinión pública —y a
los gobernantes aliados, empezando por el crédulo primer ministro
británico— vistiendo con mentiras y engaños una retirada militar
que se anuncia irremediable.
De la última
reunión entre Bush y su más fiel vasallo europeo, Blair, cabe
deducir que ambos intentarán responsabilizar del fracaso iraquí a
todo el mundo menos a sí mismos. Lo mismo que hizo el ex presidente
español respecto a su fracaso electoral del 14M. Ninguno de ellos
parece capaz de aprender lecciones de una derrota, que es la
circunstancia más favorable para hacerlo: las victorias enseñan poco
y ni siquiera obligan a reflexionar sobre lo ocurrido.
Anticipemos cómo
nos explicarán el abandono (parcial: las bases militares de EEUU
permanecerán allí mientras sea posible) de Iraq. En primer lugar, se
responsabilizará al pueblo iraquí. El nuevo jefe de la mayoría demócrata
en la Cámara de Representantes del Congreso de EEUU ya ha apuntado en
esa dirección: “Los iraquíes habrán de tomar decisiones difíciles
y aceptar la responsabilidad de su futuro”. ¡Formidable argumento!
Destruya usted primero su ejército, liquide la administración civil,
hunda al país en el caos, abra las puertas al terrorismo, fuerce la
emigración de la población que —por su mayor nivel cultural y económico—
puede todavía irse y, a continuación, exija a ese mismo pueblo que
tome en sus manos las riendas del futuro. Riendas que usted mismo se
ha preocupado de romper e inutilizar. ¿Cabe mayor hipocresía?
Puede intuirse
también que se escuchará en los círculos dirigentes de Washington y
Londres un dolido reproche hacia ese pueblo ingrato que no apreció
los esfuerzos liberadores y desinteresados de la coalición ocupante.
Con esto se cerrará el círculo de la falacia: el culpable de lo que
suceda después será el mismo pueblo víctima de lo que está
sucediendo ahora. ¿Cabe mayor dislate?
No es
descartable, por último, que se nos insista en que la ocupación
ayuda todavía a la recuperación y, por tanto, se está favoreciendo
al pueblo iraquí manteniendo allí los ejércitos. Se dice: sólo nos
iremos, bien a nuestro pesar, cuando los dirigentes iraquíes nos lo
pidan. Pero muchos dirigentes iraquíes independientes —no los del
actual Gobierno marioneta— han sido claros al respecto: “La raíz
de nuestros problemas está en los errores cometidos por los
americanos desde que nos invadieron”, opinión que comparten chiíes
y suníes.
Lo peor de la
sarta de mentiras que está al caer será que, al no haber aprendido
nada del fracaso, se esté predispuesto a repetirlo en otro lugar: por
ejemplo, Irán.
Bush admira a
los que llama “líderes fuertes” (así calificó a Aznar), entre
los que él se considera, sin advertir que suelen ser líderes
testarudos y obcecados. Los griegos de la Antigüedad ya lo sabían:
“Los dioses ciegan a quienes quieren perder”.
.– General de Artillería
en la Reserva. Analista del Centro de Investigación para la Paz (FUHEM).
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