La guerra está perdida sin remedio
Por Tariq Alí (*)
The
Guardian, 20/12/06
Red Voltaire, 27/12/06
La invasión de Irak y la posterior ocupación de este país
por la administración Bush se ha convertido en un verdadero
atolladero geopolítico para los EEUU. Los informes de inteligencia
aconsejan un repliegue pero la arrogancia e intereses políticos
piensan enviar más tropas.
Cuando una guerra va rematadamente mal y las
justificaciones de la misma se revelan puras mentiras, insistir en que
un Irak «democrático» está a los alcances y en que «debemos
mantener el rumbo» se convierte en una fantasía total. ¿Qué hacer?
En EE.UU. se reclutó a un grupo de veteranos del
Departamento de Estado para que confeccionaran un informe. Admitieron
lo que todo el mundo (salvo Downing Street) ya sabía: que la ocupación
es un desastre y que la situación resulta allí más y más infernal.
Después de que los ciudadanos de EE.UU. votasen en consecuencia en
las elecciones de la mitad del período del actual gobierno, la Casa
Blanca sacrificó al señor de la guerra del Pentágono, Donald
Rumsfeld.
Sin embargo, el señor de la guerra de Downing Street
anda suelto, cual zombie obstinado en negar que algo importante vaya
rematadamente mal en Bagdad o Kabul. Todo, para él, puede remediarse
con una dosis de medicina humanitaria (un veneno tan poderoso y audaz,
que no hay antídoto que se le resista). Ha quedado en ridículo tanto
en las capitales árabes amigas como en la Zona Verde de Irak con sus
intentos desesperados de interpretar el papel de hombre de estado.
Irak es el cordón umbilical que lo ata a su destino.
Mas los veteranos reclutados en Washington no pueden
menos de reconocer la magnitud del desastre. Sus descripciones son
recias; sus prescripciones, débiles y patéticas: “Estamos de
acuerdo con el objetivo de la política de EE.UU. en Irak, conforme ha
sido enunciado por el Presidente: un Irak que pueda gobernarse a sí
mismo, sostenerse a sí mismo y defenderse a sí mismo”. En otro
lugar, recomiendan un acuerdo con Teherán y Damasco para preservar la
estabilidad después de la retirada, lo que da a entender que Bagdad
no puede ser nunca independiente. Finalmente, tuvo que ser un militar
realista, el teniente general William Odom, quien exigiera una
retirada total durante los próximos meses, opinión compartida por
los iraquíes (tanto chiítas como suníes) en sondeos sucesivos. La
ocupación, según nos informa Kofi Annan, ha creado una situación
peor que bajo Sadam.
¡Qué diferente fue en los embriagadores días que
siguieron a la captura de Bagdad! Dos líneas de acción se dibujaban
para el bando victorioso. El Pentágono buscaba un rápido acuerdo con
los generales de Sadam, a fin de establecer un nuevo régimen para que
EE.UU. y las tropas comparsas pudiesen retirarse a las bases del norte
de Irak, y Kuwait supervisar el resultado. Pero el Departamento de
Estado y su auxiliar en Downing Street querían la aplicación
inexorable de un “poder duro” y una larga ocupación que
instituyera un nuevo Irak como modelo de un “poder blando” de
EE.UU. para el conjunto de la región.
Jamás fue ésta una opción seria. El apoyo
incondicional de EE.UU. a Israel descarta cualquier posibilidad de
poder blando en Irak o en cualquier otro sitio. Servirse de Fatah para
promover el conflicto civil en Palestina no es probable que mejore las
cosas. Incluso los regímenes árabes más proestadounidenses en la
región –Arabia Saudí, Egipto, Jordania y los estados del Golfo,
que hacen lo que antoja a Washington– se permiten virulentas
denuncias de las políticas occidentales en los medios de comunicación
para contener a su propia ciudadanía.
Ninguna de las posibilidades barajadas en la campaña
electoral en Washington, incluidos las del partido demócrata, prevé
una retirada total de las tropas estadounidenses. Una derrota
demasiado insoportable para enfrentarla de cara. Pero la guerra ya se
ha perdido, junto con la vida de medio millón de iraquíes. La vía
de aplazar la derrota (como en Vietnam) con recurrentes
“incrementos” de tropas difícilmente puede funcionar.
El parlamento británico, más indolente aún que su
equivalente estadounidense, votó contra cualquier investigación
oficial –aun en un caso como el Hutton (1)– sobre la participación
británica en la guerra, a sabiendas de que una mayoría del país se
opone a la continuación del conflicto. El fanatismo ideológico de
Blair ha contribuido a la destrucción de Irak, al rebrote de los
talibanes en Afganistán, al aumento de la amenaza terrorista en Gran
Bretaña y a la introducción de leyes represivas que ni siquiera
lograron imponerse durante la Segunda Guerra Mundial. Su desdichado
partido y la oposición han sido condescendientes con tales medidas
repulsivas. Llegó aquí la hora de un cambio de régimen.
(*) Tariq Alí: escritor y activista paquistaní afincado
en el Reino Unido. Uno de sus últimos libros en castellano: “Bush
en Babilonia”.
(1) Nota del traductor: La investigación Hutton (por
Lord Hutton, el juez) fue la encargada de aclarar la muerte de David
C. Kelly en julio de 2003, un experto en guerra biológica y uno de
los inspectores de armas en Irak. Su extraña muerte puso bajo
sospecha al gobierno de Blair. Kelly estaba acusado de ser la fuente
informativa de la BBC, en dónde se habló de las pruebas exageradas
sobre armas de destrucción masiva que sirvieron de justificación
para invadir Irak. Las armas de destrucción masiva que nunca
aparecieron.
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