Memorias
del genocidio
El
Imperio y sus perversos juegos en Iraq
Por
Stella Calloni (*)
Red Voltaire, 17/01/07
Sadam fue asesinado y
los movimientos de sus verdugos fueron captados y transmitidos con la
pulcritud de una típica operación nazi. La imagen está cada día
instalada en nuestras casas, en los restaurantes y bares pobres o
ricos del extenso arrabal del Tercer Mundo. Implacable la TV del poder
mundial nos recuerda que ese es nuestro destino si resistimos a sus
designios: Saddam Hussein no ejecutado sino asesinado públicamente.
La lentitud de los movimientos de sus verdugos son captados con la
pulcritud de una típica operación nazi. Una ofrenda para comenzar el
año 2007.
Un mensaje muy
esclarecedor. Saddam Hussein era hasta el 30 de noviembre pasado el
presidente de Iraq, porque ese es el caso, ya que no fue su pueblo el
que lo sacó del poder, ni el que lo secuestró, después de torturar
a centenares de personas cercanas o “sospechadas” de saber donde
podía estar. Se sabe–y en Europa lo saben muy bien– cuántas
mujeres, y adolescentes de ambos sexos fueron violados en actos de
terrorismo estatal por las tropas ocupantes para quebrar a todos
aquellos que podían informar sobre Saddam.
Lo actuado por George
W. Bush en los últimos días habla a las claras de que el
linchamiento público de Hussein era parte de la continuidad de la
estrategia, que alborozadamente anunció el presidente de Estados
Unidos hace unos dos años. Es decir mostrar una guerra civil,
provocada e incluso actuada por los propios ocupantes y extender la
provocación y la misma estrategia a toda la región: llámese
Palestina, Líbano, Siria, Jordania, Irán o lo que sea, algo que
trazan con fina perversión los asesores de inteligencia de Israel.
Para muestra bastan
varios botones activados en estos momentos. El mismo estilo, la misma
estrategia, las mismas matanzas. “Los bárbaros se matan entre
ellos” y eso justifica que los “civilizados permanezcamos allí y
usemos racionalmente los recursos, pero ya en nuestras manos”.
El otro reparto del
mundo. Esa es la realidad. Lo demás son ambigüedades,
falsificaciones, cobardías y subterfugios de la palabra usada para
confundir o paralizar. ¿Y los verdugos de Saddam?. Musculosos como
los rambos, como los paramilitares, como los hombres de las tropas
“especiales” del poder mundial. Varios vestidos con camperas de
cuero negro. Su gestualidad no tenía ningún sesgo árabe.
¿Quien investigó
sobre estos verdugos encapuchados como los victimarios y sus víctimas
en las cárceles sembradas a lo largo y ancho de Iraq y las secretas,
muy bien ocultadas por sus cómplices en diversos países o en Guantánamo,
la base militar que Estados Unidos ocupa ilegal y colonialmente en la
isla de Cuba?.
Los blanquísimos
brazos de los verdugos nos están dando una pista. El ejército de
Estados Unidos asegura a la prensa que “no tuvo control” sobre
estos acontecimientos. El mismo ejército que entregó a Saddam a las
supuestas autoridades iraquíes inexistentes como tales mientras
permanezca la ocupación. Dicen “no saber” quienes filmaban las
escenas en el sitio de mando de sus tropas.
¿A quien pueden engañar?
Sería bueno preguntarle a los pulcros británicos, a las tropas
especiales de Israel, que lideran la guerra sucia en Iraq sobre lo
actuado por los verdugos.
El ejército colonial
más grande del mundo no controla su máximo puesto de mando en la
increíble fortaleza de la “zona verde”.
El consejero de
Seguridad nacional Mowaffaq al–Rubaie dijo a los periodistas
acreditados en Iraq que “sea quien sea que haya filtrado este video
del ahorcamiento” buscaba perjudicar la reconciliación nacional y
generar presión entre chiítas y sunitas. El estaba entre los 20
funcionarios del llamado gobierno iraquí entre otros testigos, como
señala una nota de la agencia IPS desde Bagdad. Se dijo también que
en el lugar “se infiltraron” extraños “que buscaban encender
las tensiones sectarias”.
¿Qué extraños se
podrían infiltrar en la sede del comando de las tropas de ocupación
con tiempo suficiente para filmar y grabar voces de “chiítas”
supuestos o verdaderos burlándose del hombre al que iban a matar o
bailando alrededor del cadáver o patéandolo.
Ese video serviría
al interior de Iraq no sólo para reverdecer los enfrentamientos
sectarios, sino para la serie de atentados preparados por los
ocupantes y sus mercenarios–que son en este momento el más grande
ejército de asesinos que se haya trasladado a un país ocupado–
contra uno u otro grupo para justificar las más grandes matanzas que
están por venir. La estrategia de Bush es un plan de continuidad pero
de golpe final: es decir redoblar la matanza, en suma genocidio sobre
genocidio. ¿Y quien habla del holocausto iraquí?.
Los repetidores de TV
dirán al mundo que la muerte de Hussein desató una guerra civil de
características monstruosas y todo crimen de los ocupantes será
acusado a la “lucha interna”.
Jefes religiosos
iraquíes han advertido hace tiempo a sus seguidores que no permitan
que el enemigo los use contra sus hermanos. En realidad esa era la
estrategia de Bush, la penúltima: provocar, producir atentados contra
la población civil, poner bombas en sedes de los grupos religiosos
enfrentados y acusarlos a unos y a otros.
Dividir al costo que
sea es la premisa en el objetivo de controlar esa región. La única
salida para Bush en el pantano en que se ha convertido Iraq es
redoblar la apuesta y dejar no sólo tierra arrasada, sino utilizar
armas temibles. No es casual que se haya hablado en los últimos días,
coincidiendo con esta “nueva estrategia, de la posibilidad de uso de
armas nucleares” limitadas, desconocidas “bombas”.
Bush burló la
voluntad expresada por el pueblo de Estados Unidos en las últimas
elecciones en su país, donde fue derrotado, exigió un final “ya”
para esta guerra imperial.
El asesinato de
Saddam es una provocación de una perversidad que raya en el espanto.
¿Lo mataron para que callara, como dicen algunos analistas? ¿Qué va
a callar si ya todo se sabe?. Es en última instancia un análisis
ingenuo. O no tanto.
Lo mataron en pos de
la estrategia “salvadora” que el presidente de Estados Unidos
George W. Bush anunció en su país, cuando todo comienza a
desmoronarse.
La idea es que la
muerte de Hussein, que fuera quien fuera murió con ejemplar dignidad,
ayudaría a la división de lo que queda de iraquíes, para terminar
de “limpiar” ese territorio como es el sueño de los gobiernos
fascistas de estos tiempos.
La resistencia iraquí
envió a todo el mundo su propia versión sobre los responsables de
cientos de atentados contra la población civil. “Nosotros luchamos
contra el ocupante no contra nuestro pueblo”. Y ¿ por qué habría
de matar la resistencia iraquí al mismo pueblo cuya presencia los
ampara en sus acciones contra los ocupantes? Europa sabe con certeza
que han sido descubiertos militares británicos y estadounidenses
disfrazados de árabes para realizar atentados contra mezquitas, y
sedes de uno u otro grupo religioso y con esto alentar la lucha
interna. Por eso los silencios no son sólo cómplices sino
criminales.
También se sabe que
hay escuadrones de la muerte en Iraq, que entran y secuestran al
amparo de las tropas de ocupación, a la luz del día a decenas de
personas que en algún momento podrían rebelarse o simplemente porque
no ha podido el ocupante degradarlas al nivel que necesita para
“calmar” a Iraq.
Y así aparecen cadáveres
con las manos y los pies atados, cadáveres como aquellos que durante
el siglo pasado aparecieron en toda nuestra América Latina.
El ocupante invasor
habla como si la “calma” se pudiera hacer sobre montañas de cadáveres,
no sólo víctimas de esta guerra colonial, sino de la anterior, la
llamada “del Golfo” cuando– entre otras víctimas– casi medio
millón de niños perecieron por destrucción de la infraestructura
alimenticia y de salud, gracias al bloqueo brutal impuesto por Estados
Unidos y acompañado por la mayoría de los países de la
“civilizada” Europa.
El mundo acaba de dar
otro salto al abismo, al permitir que los asesinos de millones de
iraquíes, hayan matado a Saddam Hussein en una farsa de juicio que
nunca fue real.
El ajusticiamiento
sucedió en un país ocupado por tropas extranjeras después de una
invasión que además acabó con toda legalidad internacional. Es la
decisión de una justicia colonial, como bien la ha denominado Sara
Flounders co–directora de `International Action Center`, quien
publicó cinco libros sobre Iraq. Ella tuvo a cargo la coordinación
de varias delegaciones encabezadas por Ramsey Clark ex fiscal general
de Estados Unidos, presidente de esa organización miembro del equipo
de abogados de la Defensa de Sadam Hussein.
Y la verdad es una
sola: el colonialismo es uno de los mayores actos de terrorismo contra
un país y su supuesta justicia es un acto terrorista más.
En Iraq no existió
un tribunal sino un grupo de jueces sometidos por el ocupante
colonial, que ordenaban concluir con un ajusticiamiento, algo así
como un trofeo necesario para sus objetivos.
Algunos analistas
advirtieron en su momento que el juicio a Saddam Hussein era una farsa
para desviar la atención mediática “sobre la destrucción de Iraq
y la enorme cantidad de crímenes de guerra”.
Ghali Hassan, de
Global Research, sostuvo desde un primer momento que el juicio era tan
ilegal como la invasión de Iraq, y la actual ocupación. En una nota
enviada desde Bélgica por jóvenes estudiantes que investigaron los
crímenes de los ocupantes de Iraq, mencionan al profesor Charif
Bassiouni, de la universidad DePaul, quien todo estaba dirigido a
formar un tribunal controlado, para que ni Estados Unidos ni sus
aliados resulten implicados en su desarrollo".
En realidad–dicen
los estudiantes– existen muchas más evidencias directas para juzgar
a Tony Blair o George Bush que a Saddam Hussein. Para Ghali Hassan, en
este juicio, Hussein era utilizado “como un símbolo, para demonizar
a árabes y sunníes, y para atemorizar a otros dirigentes” de la
región. Jalil Dulaimi, del equipo de abogados del ex presidente iraquí
dijo en su momento a Newsweek que "Hussein y millones de iraquíes
insisten en que es el legítimo presidente de Iraq (...). Fue depuesto
por la fuerza por un ejército extranjero, el cual no basaba su agresión
en causa o justificación legal alguna" Saddam Hussein fue
juzgado por la muerte de 140 hombres en la ciudad de Duyail, poco
después de sufrir un intento de asesinato en 1982. Según Andre Chami,
abogado francés del equipo del acusado, las acusaciones "está
desprovistas de contenido. En Francia, cualquier juez archivaría el
caso. Ni siquiera se llegaría a juicio".
Este es otro ensayo
siniestro para evaluar la reacción del mundo frente al asesinato público
de un dirigente o jefe de Estado de un país. Nada mejor que el
ahorcamiento–con exhibición televisiva– para amenazar por una
parte y acostumbrar al mundo al horror de los cowboys y para tratar de
calmar los sucesivos escándalos no sólo de genocidio, violación
sistemática de los derechos humanos, sino de una corrupción sin límites,
que ya no se puede ocultar.
El falso tribunal
iraquí utilizó testigos pagados y falsos, cuyas voces se quebraban
muchas veces, especialmente cuando se les pedía confirmar algunos de
sus dichos y se les olvidaban párrafos. En ese lugar donde todos
estaban prisioneros porque era el sitio de mando de los jefes
militares de ocupación, responsables de genocidio contra la población
iraquí. Con mensajes muy claros como las amenazas y el asesinato de
dos abogados defensores de Hussein.
Allí mismo donde
funcionó el supuesto “tribunal” se trazan los planes de represión
y esos mismos “jueces” sabían que en cada cárcel secreta miles
de personas eran torturadas, asesinadas, violadas a la misma hora que
ellos ponían en escena el falso juicio contra Saddam y otros. Era más
que una señal de terror para la humanidad.
Una concesión del
mundo hacia una justicia terrorista destinada a “facilitar” la
tarea de muerte que es la única estrategia nueva de Bush.
La estrategia de la
estrategia es convencer al mundo que los iraquíes se matan entre sí
y por lo tanto nadie podrá cobrar a Washington y sus aliados, los
miles y miles de asesinatos que realizarán de ahora en adelante.
¿Puede haber alguien
que cree que es inocente que se haya pasado el video de la ejecución,
filmado “casualmente” por un testigo con una camarita digital de
un celular?.Y como esto no basta hay que mostrar además la cabeza
semicercenada de Saddam Hussein, y su cuerpo en la morgue.
Mientras duró el
juicio, Washington contó con sus inefables medios
“independientes” de comunicación, los amigos periodistas y los
publicistas cuyas fortunas aumentan cotidianamente, cómplices de los
crímenes cometidos en el mundo. Era necesario remarcar cada día la
perversidad de Hussein , colocarlo en el sitial de los dictadores
brutales, sin piedad alguna amenazando al mundo. Nadie ignoraba la
enemistad profunda del presidente iraquí con Osama Ben Laden, el
socio de la familia Bush.
¿Cómo explica
Estados Unidos, que Al Qaeda haya entrado precisamente en Iraq, cuando
ellos ocuparon ese país? ¿Entonces para qué están en esta guerra
si Al Qaeda, que nunca pudo entrar en Iraq, entra con los tanques de
este ejército invasor?
No hay explicación
posible y si la hay Washington debe declarar que Al Qaeda ha derrotado
a los ejércitos coloniales más grandes de la historia. Y por
supuesto esa fuerza “del mal” capaz de atravesar invisiblemente el
universo está en Irán, en Afganistán, en Somalía – seguramente
entre la familia que murió bajo las bombas estadounidenses en estas
horas, mientras bailaba de felicidad en una boda.
Y también están en
Colombia y en Londres y en la Triple Frontera y en cualquier lugar
donde se le ocurra poner el dedo al emperador. ¡Qué capacidad
ofensiva para un grupito creado por la CIA y sus amigos entre las
duras rocas de Afganistán– tan primitivos ellos– de acuerdo a la
historia que nos contaron los escribientes coloniales!.
¿Cómo es posible
que la sagacidad civilizada de Europa no vea nada de nada, que ningún
político desafíe este disparate informativo que es una fiesta para
Goebbels en el infierno en que esté?.
Solamente pueblos
aterrorizados por la mentira y la desinformación pueden no razonar
con la absoluta sencillez que plantean estos cuestionamientos.
“Cada una de las
guerra emprendidas por Estados Unidos contra pueblos y naciones
oprimidos ha empezado con una saturación de toda la población civil
con propaganda de guerra para demonizar al dirigente de la población
que era su objetivo de tal modo que cualquier crimen para conseguirlo
era considerado aceptable e incuestionable. Esto ha sido así desde
las guerras contra las poblaciones indígenas y la demonización de
Toro Sentado, Caballo Loco, Jerónimo y muchos otros dirigentes indígenas
hasta los dirigentes de cada lucha progresista o revolucionaria en los
últimos 50 años (...). Hoy en día los presidentes Hugo Chávez de
Venezuela y Mahmoud Ahmadinejad de Irán son retratados cada vez más
como dementes, dictadores y como la encarnación del mal. Desde los días
del Imperio Romano la justicia del vencedor ha significado humillación,
degradación y situar al dirigente derrotado en el banquillo para
establecer un nuevo orden. Esto esconde la brutalidad de la fuerza
abrumadora y da legitimidad a los nuevos dirigentes” escribió Sara
Flounders.
“El secuestro y
juicio del presiente de Yugoslavia Slodoban Milosevic, después de los
78 días de bombardeo del EEUU y de la OTAN sobre Yugoslavia, durante
los que murieron cientos de civiles, fue un caso similar de justicia
del vencedor” añade la analista y advierte que mientras Estados
Unidos demoniza a Husein, hay que recordar que el Pentágono “ha
utilizado armas de destrucción masiva no solo en Iraq sino también
contra otra muchas poblaciones indefensas, desde Corea y Filipinas a
Vietnam, Laos, Camboya, Nicaragua, Granada, Libia, Líbano y
Yugoslavia. La maquinaria militar estadounidense debería ser llevada
a juicio por haber utilizado las armas más espantosas, desde bombas
nucleares a napalm, fósforo blanco, minas anti–persona, lo
denominados proyectiles anti–bunker y armas de radiactivo uranio
empobrecido. La destrucción civil en Iraq fue fotografiada, calculada
y estudiada. Se atacó de manera minuciosa la infraestructura. Tal
como lo hizo Israel recientemente en el Líbano. Fueron bombardeados
depósitos de agua, plantas sanitarias y de tratamiento de aguas
residuales, estaciones de bombeo de agua y de cloración. Se
destruyeron las redes eléctricas y de comunicaciones. Se atacó la
producción de alimentos, sistemas de irrigación, fertilizantes y
pesticidas para procesar, refrigerar y almacenar”.
También recuerda con
precisión la cantidad de informes de delegaciones integradas por
figuras de derechos humanos mundiales que comprobaron los horrores que
dejaron los bombardeos estadounidenses de 1991 en Iraq y luego las
sanciones que vergonzosamente impuso Naciones Unidas impidiendo la
llegada de alimentos y medicinas contra el pueblo iraquí .
Ramsey Clark no es
llamado por los medios masivos para que diga su verdad, lo que vio en
todos estos últimos años de horror.
Y Flounders dice las
verdades que “buenos periodistas” callan desde sus hoteles en
Bagdad. “Los agentes del imperialismo estadounidense han establecido
una dictadura brutal y corrupta, y han entrenado y establecido el
control militar de un rincón a otro del planeta, desde Indonesia a
Chile y Congo. Su problema con Sadam Husein no es que fuera un
dictador: era que se negó a entregar la soberanía de Iraq. Se negó
a entregar a las empresas estadounidenses el control sobre el petróleo
iraquí, nacionalizado desde principios de los años sesenta. Para
ellos su peor crimen fue que se negó a doblegarse al Nuevo Orden
Mundial. Quienes deberían ser llevados a juicio por Crímenes contra
la Humanidad son Bush, Cheney, Rumsfeld y Blair”.
Sara dice su verdad
sin temor a ser acusada de nada. Ramsey Clark fue una de las pocas
voces que dijo la verdad cuando Estados Unidos invadió un 20 de
diciembre de 1989, un país pequeño como Panamá de poco más de dos
millones de habitantes y probó las armas nuevas que iba a
perfeccionar en la guerra del golfo. Los que silenciaron esa invasión
criminal o se encogieron de hombros, tienen tanta responsabilidad en
el genocidio de estos días como los que derriban puertas a patadas,
matan familias enteras, bombardean pueblos indefensos y luego llegan a
arrasar lo que queda casa por casa. Llegó el momento crucial para la
humanidad: O dice basta o se arrodilla y hace el camino del
holocausto.
(*)
Periodista. Corresponsal del diario La Jornada de México.
Integrante de la conducción de la UTPBA.
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