Indignación
por inminente ejecución de tres mujeres
Por
Dahr Jamail y Ali al–Fadhily (*)
Inter
Press Service (IPS), 02/03/07
Bagdad.–
La ejecución en Iraq prevista para este sábado de tres mujeres,
acusadas de integrar la insurgencia y estar vinculadas al
"terrorismo", desató protestas de organizaciones defensoras
de los derechos humanos, que temen una ola de sentencias a muerte.
A
las tres mujeres, Wassan Talib, Zaineb Fadhil y Liqa Omar Muhammad, se
les sumará otra, Samar Sa'ad Abdullah, pero por distintos motivos:
fue hallada culpable de haber asesinado a cinco miembros de su
familia.
Las
cuatro se encuentran detenidas en la prisión para mujeres de
Khadamiya, en el norte de Bagdad.
Una
de las tres "terroristas", Muhammad, de 25 años, dio a luz
a una niña luego de ser arrestada y todavía la amamanta en prisión.
Por su parte, Talib, de 31 años, sigue en la cárcel con su niño de
tres, según la organización Amnistía Internacional.
Talib
y Fadhil, ambas de 25, fueron sentenciadas a muerte por el Tribunal
Penal Central de Iraq (CCCI) el 31 de agosto de 2006, por el asesinato
en 2005 de varios miembros de las fuerzas de seguridad en el distrito
bagdadí de Hay al Furat. Ambas negaron estar involucradas.
Fadhil
aseguró que se encontraba en el extranjero cuando ocurrieron los
asesinatos, según Amnistía.
Muhammad,
según fuentes del Sindicato de Abogados Iraquíes, fue sentenciada a
muerte el 6 de febrero también por el CCCI, acusada de haber
secuestrado en 2005 a un funcionario de gobierno dentro de la
"Zona Verde", el sector fortificado de Bagdad donde se
hallan las principales oficinas públicas y la embajada de Estados
Unidos. Su esposo habría sido detenido y acusado del mismo delito.
No
se sabe si las tres "terroristas" presentarán apelaciones.
Aunque esto es posible, es poco probable que tengan éxito si, como
hasta ahora, se les niega una representación legal independiente, según
algunas fuentes.
Una
apelación de Abdullah ya fue rechazada, y ahora espera su inminente
ejecución, indicó Amnistía.
Muchos
abogados iraquíes interpretan las sentencias a muerte de estas tres
"terroristas" como un intento del gobierno para intimidar a
los insurgentes. Dos de ellas, Fadhil y Mohammad, fueron acusadas de
haberse unido a sus esposos y otros miembros de sus familias en los
supuestos delitos.
Algunos
expresaron sorpresa por las condenas y dudas sobre las acusaciones. Es
cuestión de honor para los hombres iraquíes que sus mujeres no
participen en ninguna forma de violencia, explicaron a IPS.
Abogados
independientes han criticado los juicios, señalando que son
"injustos" y que violan las convenciones internacionales.
El
abogado Walid Hayali indicó que el tribunal no le permitió defender
a las tres "terroristas".
"A
ningún abogado se le dio la oportunidad de hacer su trabajo",
confirmó a IPS un cercano amigo de Talib.
Abogados
iraquíes subrayan que el privilegio de una representación legal
independiente está garantizado en el derecho internacional, y que
sentenciar a muerte a la madre de un niño recién nacido también
viola específicas pautas de la Organización de las Naciones Unidas
(ONU).
Muchos
iraquíes creen que podría proliferar la pena capital, sobre todo
luego de la ejecución el 30 de diciembre pasado del ex presidente
Saddam Hussein (1979–2003), y temen que esto agrave la violencia en
todo el país.
"Esto
no quedará sin castigo", dijo a IPS Fadhil Aziz, de 40 años,
residente del distrito bagdadí de Amiriya. "Estados
Unidos y sus colaboradores iraquíes deben pagar por los crímenes que
están cometiendo contra nuestro honor", añadió.
Las
inminentes ejecuciones probablemente aumenten el éxodo de iraquíes
hacia el exterior.
"Me
voy a llevar a mi familia a cualquier otra parte del mundo en lugar de
quedarme aquí y ver esto", dijo a IPS Abu Muhannad, un maestro
escolar del distrito capitalino de Kadhamiya.
La
ONU estima que unas dos millones de personas ya han abandonado el país.
Aproximadamente 50.000 dejan Iraq cada mes, lo que amenaza con crear
crisis humanitarias en los países cercanos de Medio Oriente, en
particular Siria, Jordania y Líbano.
Cerca
de un millón de iraquíes viven hoy en Siria, y más de 750.000 en
Jordania, según datos del Alto Comisionado de las Naciones Unidas
para los Refugiados.
Se
estima que 40 por ciento de la clase media iraquí ya dejó el país
desde la invasión liderada por Estados Unidos en 2003.
Tras
el derrocamiento de Saddam Hussein, las fuerzas de ocupación
suspendieron la aplicación de la pena de muerte, pero el nuevo
gobierno interino iraquí la reinstauró en agosto de 2004 para
delitos como el homicidio, el secuestro y las amenazas a la seguridad
nacional.
En
octubre de 2005 fue adoptada una nueva y más severa ley que establece
la pena máxima por "planificar, financiar o permitir" actos
de terrorismo.
El
año pasado, los tribunales iraquíes sentenciaron a muerte a 235
personas, y otras 6.000 fueron condenadas a prisión de por vida, según
el diario árabe londinense Al Sharq Al Awsat.
Hay
más de 2.000 mujeres consideradas "detenidas de seguridad",
según el periódico.
No
se sabe a ciencia cierta cuántas han sido ejecutadas desde agosto de
2004, pero se cree que la cifra ronda entre 50 y 100. El año pasado,
al menos 65 hombres y mujeres fueron llevados a la horca, incluyendo a
Saddam Hussein.
(*)
Ali
al–Fadhily es nuestro corresponsal en Bagdad. Dahr Jamail es
periodista especializado en Iraq y ha escrito sobre asuntos de Medio
Oriente durante varios años.
El
cuerpo femenino, otro campo de batalla
Por
Dahr Jamail y Alí al–Fadhily (*)
Inter
Press Service (IPS), 01/03/07
Bagdad.-
Al asegurar que tres policías chiitas acusados de violar a una sunita
eran inocentes y merecían ser felicitados, el primer ministro Nouri
al–Maliki creó conmoción política en Iraq, donde las mujeres
parecen otro campo más de la batalla religiosa.
Sabrine
al–Janabi, de 20 años, fue llevada por la fuerza de la casa donde
vive con su esposo, en la meridional zona bagdadí de Hai al–Amil, a
una estación de policía en la que fue acusada de preparar alimentos
para miembros de la resistencia a la ocupación estadounidense.
"Uno
de los agentes me tapó la boca con la mano para que nadie me
escuchara fuera de la habitación", declaró Janabi la cadena
qatarí de television satelital Al Jazeera. "Les dije: 'No sabía
que un iraquí pudiera hacerle esto a otro iraquí'."
"Les
rogué que no me violaran y les juré que yo era una buena mujer, como
una hermana para ellos, pero me violaron uno tras otro", agregó.
Lo
peculiar no fue la violación cometida por uniformados, un fenómeno
creciente desde la ocupación, sino la imputación pública de los
agresores en un país donde ni siquiera es usual la denuncia penal de
estos casos.
La
oficina del primer ministro Maliki aseguró a través de un comunicado
que, según la evidencia médica recogida, Janabi no había sufrido
violación alguna. Esa declaración derivó en una crisis política.
Janabi
es practicante del Islam sunita, y en la policía predominan los
agentes de la corriente chiita. La comunidad sunita acusa a la policía
de usar tácticas represivas ilegales en el marco de "operaciones
de seguridad".
El
incidente elevó la ya elevada tensión entre las dos corrientes islámicas
mayoritarias en Iraq.
La
oficina de Maliki calificó a Sabrine al–Janabi de
"mentirosa" y, ante los reclamos de una investigación
independiente sobre la violación formulados por organizaciones
opositoras tanto chiitas como sunitas, recomendó a la policía que
felicitara a los acusados.
Una
enfermera iraquí aseguró al diario estadounidense The New York Times
que Janabi presentaba signos de agresión sexual y otros maltratos físicos.
Numerosos
casos de violación cometida tanto por uniformados iraquíes como
estadounidenses comenzaron a conocerse desde los primeros días de la
ocupación de Iraq en 2003.
Los
primeros se registraron dentro de la prisión bagdadí de Abu Ghraib.
La fehaciente documentación fotográfica de humillaciones sexuales y
otros abusos dieron origen a una ola de indignación dentro de Iraq y
en todo el mundo.
Pero
las víctimas de violación raramente la denuncian, pues temen el
escarnio público. Una musulmana que admita haber sido violada corre
peligro de ser asesinada por parientes del agresor que procuran
restaurar el honor familiar.
El
secretario general de la organización religiosa sunita Asociación de
Académicos Musulmanes, Arit Al–Dhari, dijo a la prensa esta semana
que las violaciones son frecuentes, si bien confirmó la tendencia de
las víctimas a no presentar demandas.
Pero
desde que el público accedió a las declaraciones de Janabi el 19 de
febrero, otros casos salieron a la luz.
Tres
días después, una sunita de 50 años acusó a cuatro soldados iraquíes
de intentar violarla a ella y a sus dos hijas. El ministro del
Interior, Izzidin Dola, ordenó al alcalde de la ciudad donde vive la
mujer y a un grupo de dirigentes tribales visitarla a su casa para
tomarle declaraciones.
"Al
menos cuatro policías participaron en la violación y afrontan un
proceso penal", dijo Dola a IPS.
Ahmed
Mukhtar, director de una escuela de la septentrional ciudad de Mosul,
dijo a IPS que "los policías iraquíes siguen el ejemplo de
quienes los entrenaron", en alusión a los expertos
estadounidenses que organizaron las fuerzas de seguridad nacionales.
"Los soldados estadounidenses lo hicieron más de mil veces y se
salieron con la suya. Condenaron al soldado que violó y mató a Abeer
a cien años de prisión, pero los iraquíes no somos tontos y sabemos
que obtendrá la libertad condicional antes de lo que él mismo
cree", sostuvo.
Mukhtar
se refería a la violación de Abeer al–Janabi, de 14 años,
cometida el año pasado cerca de la ciudad de Mahmudiya, al sur de
Bagdad. Janabi fue asesinada junto con sus padres y su hermana menor.
Los
soldados estadounidenses que participaron en el acto quemaron los
cuerpos de las víctimas para encubrir el crimen.
El
sargento Paul E. Cortez, de 24 años, se confesó culpable de violación
y asesinato y fue condenado el 23 de febrero a 100 años de cárcel,
pero podrá pedir la libertad condicional dentro de 10.
Organizaciones
iraquíes armadas opositoras a la ocupación anunciaron que policías
y soldados participantes en violaciones recibirán "un castigo
adecuado".
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Ali
al–Fadhily es nuestro corresponsal en Bagdad. Dahr Jamail es
periodista especializado en Iraq y ha escrito sobre asuntos de Medio
Oriente durante varios años.
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