Se
oficializa el cisma en el seno de los chiítas
Gara,
17/04/07
Era
cuestión de tiempo y ayer se consumó finalmente la salida del
movimiento chiíta al–Sadr del Gabinete iraquí. En el punto de mira
de Washington por su oposición a la ocupación y su creciente
predicamento entre la juventud y la depauperada población chiíta
iraquí, se cierra así una etapa de tactismo iniciada por este grupo
hace un año. Paréntesis que le ha servido para extenderse por el sur
del país.
El
movimiento chiíta Al Sadr consumó ayer su salida del Ejecutivo del
Irak ocupado por la negativa del primer ministro, Nuri al–Maliki, de
establecer un calendario de retirada de las tropas estadounidenses del
país.
Un
millón de personas salieron a las calles de la ciudad santa chiíta
de Najaf el pasado 9 de abril convocadas por este movimiento exigiendo
el fin de la ocupación. Los convocantes reclamaron a al–Maliki que
por lo menos pusiera fecha a una retirada gradual estadounidense.
Sordo
a este emplazamiento, el primer ministro aseguró la semana pasada en
su gira por Asia que «no le veo utilidad alguna a un calendario de
retirada», e insistió en que serán determinantes «los logros y las
victorias sobre el terreno».
Por
contra, y mientras oficializaba el anuncio de retirada de los seis
ministros de esta corriente que participaban en el Gabinete iraquí,
el portavoz del bloque al–Sadr, Naser al Rubai, recordó, como otras
razones de la deserción de este grupo «el deterioro de la seguridad
y la degradación de los servicios básicos» en el país ocupado.
El
movimiento, liderado por el joven líder chiíta Moqtada al–Sadr,
cuenta con alrededor de 40 escaños en el Parlamento (a sus 32
diputados hay que sumar un puñado de independientes aliniados con el
grupo), lo que le configura como el grupo chiíta más numeroso.
Crisis
larvada
Al–Sadr
ya amenazó el pasado mes de diciembre con abandonar la coalición
parlamentaria chiíta, que con el nombre de Alianza Unida Iraquí
contaba hasta ayer con 130 escaños. El detonante fue la reunión
entre al–Maliki y el presidente de EEUU, George W. Bush, el mes de
noviembre en Amman (capital de Jordania).
Entonces
dio marcha atrás después de que arrancara al primer ministro al–Maliki
un compromiso de que sometería al Parlamento cualquier eventual
permiso o renovación para el estacionamiento de tropas extranjeras en
Irak. Compromiso a todas luces incumplido.
Algo
ha cambiado, sin embargo, desde entonces. La puesta en marcha por
parte de EEUU del Plan de Seguridad para Bagdad el pasado 14 de
febrero ha puesto en el punto de mira de los ocupantes al movimiento
al–Sadr. Su líder lleva meses sin realizar comparecencia pública
alguna, lo que sirve a EEUU para propagar infundados rumores de que
habría buscado refugio en la vecina Irán.
Los
bastiones tradicionales de este movimiento, preferentemente Medina
al–Sadr (populosa barriada chiíta de Bagdad) y el área de Diwaniya,
más al sur, han sido duramente castigadas por los diseñadores del
plan y sus habitantes denuncian que son el principal objetivo de los
ataques ocupantes, más incluso que la resistencia sunita.
En
uno de sus últimos informes, el Pentágono califica a la milicia de
al–Sadr, el Ejército de El Mahdi, como «la amenaza más grave
contra la estabilidad y la seguridad de Irak» y no duda en airear
supuestos vínculos de estas milicias, compuestas por 25.000 hombres,
con Irán.
Sorprende
esta acusación de EEUU, cuando es el principal socio que le queda a
al–Maliki en la coalición gubernamental chiíta, la Asamblea
Suprema para la Revolución Islámica (ASRII), el histórico aliado de
Irán en Irak. Sus milicias, Badr, fueron directamente entrenadas y
armadas por Teherán y copan las estructurales policiales del Gobierno
colaboracionista iraquí.
Este
hecho no es óbice para que EEUU apunte siempre al Ejército de El
Mahdi como el responsable de todas y cada una de las matanzas de
represalia protagonizadas por efectivos policiales en los últimos
meses.
De
lo que no hay duda es de que el cada vez más pujante movimiento al–Sadr,
que gana adeptos entre la juventud y las clases más desfavorecidas,
se está revelando como el principal escollo para EEUU en su diseño
del Irak post–ocupación.
Mientras
la Casa Blanca minimizaba el alcance de la crisis, al–Maliki se
permitió ironizar asegurando que la dimisión «me permitirá nombrar
a seis nuevos ministros eficaces».
Reacción
que muestra que el primer ministro no ha hecho sino cumplir los deseos
de Washington y forzar la salida de esta corriente de la vida
institucional del Irak ocupado.
Otra
cosa es que le salga a cuenta, ya que se trata de la segunda deserción
que sufre en meses la alianza gubernamental. Y que podría
oficializarse una tercera, si el también chiíta Iyad Alawi, con
cinco ministro y 30 diputados consuma su ruptura, lo que obligaría a
convocar las terceras elecciones en un plazo de dos años y medio.
Muestra
de fuerza en Basora
Decenas
de miles de iraquíes respondieron al llamamiento del movimiento al–Sadr
y salieron a las calles de la ciudad de Basora, al sur, para exigir la
dimisión del «corrupto» gobernador de la provincia.
Pese
a que el convocante era un nuevo grupo autodenominado «La Ira de
Basora», pocos dudan de que el movimiento al–Sadr está detrás de
esta iniciativa opositora, en un intento de ampliar su fuerza en las
zonas del sur del país, hasta hace poco prohibidas para sus
seguidores.
El
gobernador Mohamed al–Waeili es una de las figuras del partido
islamista chiíta Al–Fadhila, pujante movimiento regional que cuenta
con 15 diputados en el Parlamento de Bagdad y que protagonizó la
primera deserción del bloque gubernamental del al–Maliki.
Bajas
y "errores"
El
Pentágono informó de la muerte de tres soldados en las últimas
horas, lo que eleva a 3.300 las bajas mortales estadounidenses. Sus
compañeros mataron ayer «por error» a tres policías iraquíes en
la convulsa Ramadi.
Occidente
no se preocupa de los casi 4 millones de desplazados
Amnistía
Internacional ha hecho un llamamiento a EEUU y a la Unión Europea a
tomar medidas «urgentes y concretas» para ayuda a los 3,5 millones
de personas desplazadas por la crisis provocada por la ocupación de
Irak y ha alertado de que Oriente Medio está al borde de una nueva «crisis
humanitaria».
Según
las cifras que maneja esta asociación de defensa de los derechos
humanos, con sede en Londres, un millón de iraquíes se ha visto
obligados a convertirse en desplazados en su propio país, mientras
dos millones de personas han buscado refugio en países vecinos.
La
llamada «comunidad internacional debe inmediatamente aliviar la
situación de los refugiados iraquíes en Siria y Jordania (...) Hay
un límite a lo que estos dos países pueden realmente hacer para
asimilar la continua llegada de refugiados», alerta la organización.
AI
instó a ambos países a que «detengan las devoluciones de ciudadanos
iraquíes» a su país, mantengan sus fronteras con Irak abiertas y
permitan la entrada de refugiados aunque advirtió de «crecientes
signos de animadversión hacia los iraquíes entre las poblaciones
locales», sobre todo en Jordania, que albergaría ya a alrededor de
un millón de refugiados
El
alto comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR),
Antonio Guterres, convocó para hoy de urgencia una conferencia sobre
esta crisis. Crisis aún mayor, según otras organizaciones, que
aseguran que los desplazados superan los 4 millones. El 30% de la
población de Bagdad habría huido de sus casas.
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