Las
cinco guerras que se entrecruzan en Irak
Por
Alberto Cruz
CEPRID (Centro de Estudios Políticos para las
Relaciones Internacionales y el Desarrollo), 01/05/07
Irak es cada vez más
complejo. Simplificar la situación hablando del número de muertos
entre los ocupantes achacándolos a una sola vertiente de la guerrilla
es no solo irreal, sino engañoso. Y es que en Irak, a los cuatro años
de la invasión y ocupación neocolonial del país, son cinco las
guerras que se entrecruzan: suníes contra suníes, shiíes contra shiíes,
suníes contra shiíes (o viceversa), suníes contra ocupantes y shiíes
contra ocupantes.
En las últimas
semanas se han producido tres hechos significativos: la publicación
de “las políticas y principios” del Estado Islámico de Irak (15
de marzo), la celebración de una manifestación sin precedentes
contra la ocupación coincidiendo con el derrocamiento de Saddam
Husein (9 de abril) y la proclamación del “gobierno islámico” de
Iraq (20 de abril) que pone de manifiesto la existencia de un poder
alternativo al que gobierna en el país árabe con el beneplácito de
los ocupantes. Dos de estos tres hechos tienen como protagonistas a
los suníes, el otro a los shiíes.
El talón de Aquiles
de la guerrilla de liberación nacional (la primera de las guerras de
Irak, la lucha contra los ocupantes) ha sido siempre la imposibilidad
de conseguir apoyo alguno fuera del país y de crear un frente político
que consiga un cierto reconocimiento internacional. Ello ha derivado
en la inexistencia de propuestas que vayan más allá de la retirada
de los ocupantes.
Ese vacío ha sido
llenado por el Estado Islámico de Irak al proclamar el “gobierno
islámico” y nombrar a ministros de la guerra, petróleo, salud,
información o agricultura por mencionar sólo algunas de las diez
responsabilidades de un gabinete alternativo al oficial. Esto supone
un hecho sin precedentes y que va a dar un giro sustancial a las
guerras que se libran dentro de la guerra de Irak.
El Estado Islámico
de Irak (EII) está formado por una alianza de ocho organizaciones,
con Al Qaeda como fuerza hegemónica, que ya proclamó dicho
“estado” el pasado mes de octubre en las zonas centrales del país,
de población suní y en las que ejerce un claro predominio.
El 15 de marzo, en un
paso más de su estrategia, que supone la visualización de su
afianzamiento en las zonas que controla y anuncia el reguero de
atentados sectarios contra los shíies que se vienen produciendo en el
país, hizo público un documento titulado “Políticas y
principios” (1) que merece la pena recoger en sus aspectos
principales y que, resumidos, son: 1) el islam shií es una forma de
politeísmo y apostasía; 2) todos los procedimientos legales deben
estar de acuerdo con la shari’a; 3) todas las ideologías como el
nacionalismo y el comunismo son una forma de herejía porque
reemplazan la ley de Dios; 4) toda persona que ayuda a la ocupación
de cualquier forma es un infiel que debe ser puesto en la mira [de los
combatientes]; 5) evadir el yijad en las presentes circunstancias es
el mayor pecado después del pecado de apostasía; 6) los policías y
soldados de un país apóstata [en referencia al gobierno de mayoría
shíi] deben ser combatidos y todos los lugares y medios usados como
bases por el régimen apóstata deben ser destruidos; 7) el Estado Islámico
de Irak no está limitado por ningún acuerdo formado por los
ocupantes con ningún individuo o grupo en Irak.
Esto pone de
manifiesto que la preponderancia del EII entre las fuerzas antiocupación
armadas es una realidad. Y se ha logrado gracias a una durísima campaña
militar que ha incluido un enfrentamiento directo con el resto de
organizaciones suníes que forman parte de estas fuerzas.
Sólo durante el mes
de marzo, por no remontarse más atrás en el tiempo, y coincidiendo
con la proclamación de las “Políticas y principios” del EII, se
produjeron violentísimos enfrentamientos entre diferentes
organizaciones suníes en la provincia de Al Anbar. El punto álgido
se alcanzó el 27 de marzo, cuando una escuadra del EII emboscó y dio
muerte al jeque Hareth Zaher Al–Dhari, uno de los principales
dirigentes de la tribu Al– Zouba y comandante de la organización
guerrillera Faylaq Al–Jihad Al–Islami tras la negativa de esta
organización de unirse al EII y asumir sus propuestas (2). Este
comandante era sobrino de Hareth Suleiman Al–Dhari, uno de los más
influyentes miembros de la Asociación de Ulemas Musulmanes, la voz más
claramente antiocupación de los suníes y vinculada a la guerrilla.
El diario Al Hayat
publicaba el 31 de marzo que esta acción “había colocado a los
grupos de resistencia ante dos opciones, ambas indeseables: o combatir
a Al Qaeda y negociar con los americanos” (3). El diario decía algo
más: “la crisis de la resistencia iraquí ha ido más allá de este
y otros asesinatos [en referencia a que son al menos 30 los altos
cuadros políticos y militares muertos en estos enfrentamientos] y Al
Qaeda está trabajando para cortar el suministro interno y externo y
las líneas de comunicación a muchos [de los diferentes grupos] y
tomar posesión de las armas y municiones que están escondidas”.
Organizaciones como
las Brigadas de la Revolución de 1920, el Ejército de los Mujaidín
o el Ejército Islámico (no integradas en el EII) han expresado su
preocupación por este tipo de hechos y siguen insistiendo en
“mantener unido el frente de la resistencia” (4) pese a decir, de
inmediato, que “la matanza de suníes se ha convertido en un blanco
legítimo para ellos [el EII]”. Y es que el EII no sólo realiza
atentados contra significados cuadros de las organizaciones
guerrilleras, sino atentados indiscriminados contra sectores y zonas
vinculadas con estas organizaciones, como el sucedido en Ramadi a
primeros de abril y que mató a 27 personas o el realizado contra una
estación de televisión vinculada con el Partido Islámico (suní).
Esta es la segunda de las guerras que se entrecruzan en la guerra de
Irak, suníes contra suníes.
La tercera guerra es
la de suníes contra shiíes (o viceversa), de la que hay pruebas
evidentes desde hace tiempo y que ha tenido su colofón, hasta el
momento, con el atentado que el 18 de abril causó casi 200 muertos en
un barrio shií de Bagdad. Entre ambas comunidades religiosas se está
creando claramente un apartheid, ambas se ven obligadas a separarse, a
no mezclarse y a iniciar un éxodo silencioso muy parecido a una
limpieza étnica, en este caso en defensa de la pureza de la fe
religiosa. Un apartheid del que está sacando partido EEUU, que en
estos momentos se erige como el defensor de ambos levantando un muro
de separación entre las comunidades en Bagdad. Es “la pared de
Adamiya”, tiene una longitud de cinco kilómetros y es una de las
piezas centrales de la estrategia de ocupantes y colaboracionistas por
“pacificar” Bagdad y mostrar al mundo, así, que la nueva
estrategia impulsada por la Administración Bush tiene éxitos al
parar la matanza sectaria.
La
manifestación de Najaf
Esto es algo que
ciertos sectores de suníes y shiíes están intentando evitar por
todos los medios. Muy significativo fue el ver a significados clérigos
suníes encabezando la manifestación que el 9 de abril reunió a más
de un millón de iraquíes en Najaf para protestar contra la ocupación.
No había signos sectarios, sino banderas nacionales como emblema
unificador. El convocante, Muqtada Al Sáder, ha venido manifestando
su oposición a cualquier tipo de colaboración con los ocupantes, a
pesar de contar con seis ministros en el gobierno de Maliki.
La presencia de
seguidores de Al Sáder en el gobierno de Maliki merece la pena
explicarla con un cierto detenimiento y hay que entenderla dentro de
la pugna que se vive entre los shiíes por hacerse con el control de
esta comunidad. Los shíies también están enfrentados entre ellos.
Esta es la cuarta guerra entrecruzada. El punto más álgido de este
enfrentamiento se está produciendo en estos momentos en Basora, la
segunda ciudad del país con 2’6 millones de habitantes, el
principal puerto de Irak y la provincia más rica en reservas petrolíferas.
Aquí el enfrentamiento entre las fuerzas que apoyan al gobernador
Mohammad al–Waiili y su partido Al Favila, y las de Al Sáder llegan
a un alto nivel de virulencia, con muertos por ambos lados.
El movimiento que
dirige Muqtada Al Sáder es, en política, fundamentalmente
nacionalista: se opone a la división del país en tres zonas étnicas
y religiosas (el norte kurdo, el centro suní y el sur shií) y
considera que eso no es más que un plan de balcanización de Iraq. En
cuestión religiosa es anti–quietista, siguiendo la práctica de su
padre, que consideraba que había que rebelarse contra el régimen
baasista en contra de lo que propugnaba el gran ayatolá Alí Sistani.
Lo que hasta la ocupación era un enfrentamiento larvado entre estas
dos tendencias tuvo su momento más álgido en agosto de 2004, cuando
el Ejército del Mahdi se enfrentó a las tropas de EEUU en Najaf y
sufrió considerables bajas. Sistani vio en ese momento un momento
propicio para debilitar a su rival y dejó que las principales fuerzas
de Al Sáder se desgastasen lo suficiente como para luego aparecer él
como el protector. Los EEUU habían dado orden de capturar a Al Sáder,
pero la intervención de Sistani lo impidió y de alguna forma
“domesticó” a su rival al tiempo que le hizo volver al redil. El
gran ayatolá ya contaba con el incondicional apoyo del Consejo
Supremo de la Revolución Islámica y su brazo armado, las Brigadas
Badr, las principales implicadas en las matanzas sectarias. Se
garantizaba así, también, el del Ejército del Mahdi.
Desde agosto de 2004
hasta febrero de 2006, con la destrucción de la mezquita de Samarra
como consecuencia de un atentado, Al Sáder mantuvo un perfil bajo, se
integró en la Alianza Unida Iraquí, que agrupa a las organizaciones
shiíes, y presentó candidatos en las listas para las elecciones de
diciembre de 2005. Como consecuencia de ello sus representantes
lograron 30 escaños en el parlamento y aceptó formar parte del
gobierno colaboracionista con 6 ministros. Pero, al mismo tiempo, se
dedicó a reorganizar al Ejército del Mahdi siguiendo el modelo de
Hizbulá en Líbano hasta alcanzar un número de efectivos que podría
oscilar entre los 5.000 y los 60.000, dependiendo de las fuentes que
se consulten. Eso ha hecho que los EEUU consideren al Ejército del
Mahdi como la más grave amenaza para su estrategia de en Irak (5).
Esta alianza se
resquebrajó de nuevo tras el atentado contra la mezquita shií de
Samarra, en febrero de 2006. Mientras Sistani consideraba que en
ausencia de un gobierno fuerte las milicias eran una fuerza importante
para proteger los lugares santos shíies un sector del Ejército del
Mahdi iba más allá y se dividía, a su vez, en pequeños grupos que
consideraban tibia y moderada la postura de Al Sáder con los suníes
y los EEUU: 40 de los comandantes del EM han sido expulsados de la
organización por ello.
Pero el que se haya
resquebrajado de nuevo la alianza Sistani–Al Sáder no quiere decir
que se haya roto. Ambos se complementan y comparten el interés común
de proteger a los shíies al tiempo que intentan evitar la guerra
sectaria, ya vigente. Ese es el gran logro de la manifestación de
Najaf, a la que concurrieron suníes y shiíes bajo la bandera iraquí
como símbolo unificador y plataforma antisectaria reclamando la
salida de las tropas ocupantes.
En contra de lo que
se viene diciendo con excesiva simplificación, este movimiento shií,
al que se acusa de colaboracionismo, se semeja casi como una gota de
agua a otra con lo sucedido durante la revolución islámica iraní
que derribó al sha en 1979. Los shíies lo definen como “una
insurrección urbana masiva que pone de manifiesto la desobediencia
civil contra la ocupación de forma pacífica y disciplinada” (6).
La manifestación de Najaf ha sido el primer paso de esa política de
desobediencia. El segundo ha consistido en la orden impartida por Al Sáder
de que sus ministros se retiren del gabinete, que las fuerzas del Ejército
del Mahdi ataquen a los ocupantes y el llamamiento realizado a policías
y militares iraquíes para que dejen de cooperar con los
estadounidenses (7).
Es en este contexto
en el que hay que entender el alto número de bajas que están
sufriendo los ocupantes a lo largo del mes de abril. Achacarlas sólo
a un sector de la guerrilla es totalmente incorrecto. Las órdenes de
Al Sáder se han seguido a pies juntillas en Diwaniya, por poner un
ejemplo, donde los enfrentamientos entre el Ejército del Mahdi y los
ocupantes continúa. No es la primera vez que sucede, ya antes los
hubo en esta misma ciudad en noviembre de 2006, así como en Amara y
Basora. La totalidad de los muertos caudados a los británicos, así
como casi 300 a los estadounidenses, es consecuencia de estos
enfrentamientos. Una muestra de la quinta guerra que se entrecruza, shíies
contra ocupantes.
Notas:
(1)
www.tajdeed.org
(2)
Al Mokhtsar, 13 de abril de 2007
(3)
Al Hayat, 31 de marzo de 2007
(4)
Al Ahram, 19–25 de abril de 2007
(5)
Alberto Cruz, “Muqtada Al Sáder, lel verdadero problema de EEUU en
Iraq”
(6)
Al Arabiya, 10 de abril de 2007
(7)
France Press, 9 de abril de 2007
|