Informe de ‘Global Policy Forum’ (IV) (*)
Desde
el comienzo de la ocupación, han muerto decenas de iraquíes bajo
detención
Malos
tratos y torturas a prisioneros
Global Policy Forum, marzo de 2007
IraqSolidaridad, 07/05/07
Traducido por
Consuelo Delgado
“Al
parecer, los mandos militares estadounidenses han subcontratado la
tortura a los iraquíes en un intento de alejar de sí los vergonzosos
malos tratos para poder negarlos. Existen pruebas abundantes que
vienen a demostrar que el personal estadounidense está presente en
los interrogatorios humillantes que tienen lugar en las cárceles
iraquíes y puede estar implicado en su dirección.”
En
la primavera y el verano de 2003, a medida que la resistencia iraquí
se hacía más fuerte, Washington y Londres iniciaron métodos de
detención y de interrogatorio cada vez más agresivos. A pesar de que
las investigaciones oficiales demostraron graves maltratos a los
detenidos iraquíes [1], a finales del verano el alto mando en Bagdad
envió correos electrónicos a los interrogadores militares
estadounidenses en los que se les decía que “[…] se acabaron las
contemplaciones” y se les pedían “[...] listas de sugerencias”
para métodos interrogatorios más duros [2]. Al mismo tiempo, el Pentágono
envió al general Geoffrey Miller, director de la prisión de Guantánamo,
para que asesorase a las fuerzas de ocupación sobre tácticas de
interrogatorio más agresivas [3]. Miller propuso innovaciones tales
como el uso de fieros perros guardianes para atemorizar a los presos
desnudos [4].
En
el otoño de 2003, en respuesta a la creciente preocupación pública
mundial, los militares estadounidenses encargaron varias
investigaciones que proporcionaron un gran número de pruebas sobre
malos tratos y torturas a los detenidos [5]. Informes secretos de la
Cruz Roja aportaron pruebas similares [6]. En marzo de 2004, el
general Antonio Taguba presentó un informe acreditado en el que
concluía que los guardas estadounidenses habían sometido a los
detenidos iraquíes a “[…] numerosos casos de maltrato criminal de
carácter sádico, infame y gratuitamente cruel” [7]. El informe
seguía describiendo estos malos tratos como “[…] actos atroces y
graves violaciones de la legislación internacional” [8].
El
general Taguba llegaba a la conclusión de que las recomendaciones del
general Miller eran inapropiadas y favorecían el uso excesivo de la
fuerza en los interrogatorios [9]. Como se empezaron a filtrar al público
noticias (y fotos) de las torturas, el Pentágono retiró del cargo a
la generala Janis Karpinski, jefa de los guardias de la Policía
Militar en [la cárcel de] Abu Ghraib y, posteriormente, nombró como
nuevo jefe de operaciones con prisioneros para todo Iraq al mismísimo
general Geoffrey Miller, precisamente la persona considerada por
muchos como el artífice de las peores ilegalidades.
Detalles
del sistema de torturas
Los
informes han revelado actos llevados a cabo por los guardias e
interrogadores de la Coalición [de fuerzas de países ocupantes] que
incluían golpes atroces, estrangulaciones y ahogamientos, el obligar
a [los presos a] desnudarse y otras formas de humillación, amenazas
con perros y exposición prolongada a un frío o calor intenso [10].
Los informes también han detallado el encapuchamiento, la prohibición
de dormir, el colgarlos por los brazos, el llegar casi a ahogarlos, el
abuso sexual, la escasez de comida y agua, el quemarlos, el uso de
instrumentos puntiagudos y desafilados, la exposición a ruidos
insoportables, las amenazas de muerte, el golpearlos con porras y
alambres, el someterlos a prolongadas posturas en tensión, las
descargas eléctricas, etc. [11]. Los informes del Pentágono han
descrito, incluso, la tortura sin tapujos, con un detalle atroz y sin
ambigüedad [12].
Los
malos tratos en la prisión de Abu Ghraib, a las afueras de Bagdad
—controlada por las fuerzas de EEUU—, son conocidos en el mundo
entero. Pero el personal de la Coalición ha maltratado y torturado a
los prisioneros en muchos otros sitios, entre ellos en:
–
Las prisiones centrales, como los Campos Cropper [del Aeropuerto
Internacional de Bagdad, donde se hayan los máximos dirigentes del
anterior régimen y dirigentes de la resistencia], Bucca y Shuaiba,
[ambas] cerca de Basora, ésta última instalación de Reino Unido.
–
Los centros secretos de interrogación, como Campo Nama cerca de
Bagdad [13] y Campo Diamonback en el aeropuerto de Mosul [14].
–
Los campos de prisión improvisados.
–
Los centros de detención de [rango de] División y [de] Brigada.
–
Las bases operativas de avanzadilla, como Tigre en al–Qaim [15] y
Mercurio en Faluya [16] [ciudades ambas en la provincia de al–Anbar].
–
Los lugares de apresamiento [17].
Cientos
de miembros pertenecientes al personal estadounidense han maltratado y
torturado a prisioneros en Iraq [18]. Las fuerzas de Reino Unido y
Holanda también se han visto implicadas [19]. Personal militar
regular y unidades de guardias de la policía militar han aparecido
muy a menudo en la prensa, en informes oficiales y en los tribunales
militares. Prácticamente todos los que estuvieron en el punto de mira
durante el escándalo de Abu Ghraib eran reservistas del ejército de
EEUU, miembros de la Brigada 800º de la Policía Militar. Pero ese
punto de mira era erróneo, [ya que] menos visibles pero implicados de
forma mucho más sistemática en las prácticas de malos tratos está
el personal de la inteligencia militar, el personal de operaciones
especiales (los rangers del Ejército estadounidense, los seals de la
Marina estadounidense, los Servicios Aéreos Especiales británicos,
SAS, etc.), el personal de la CIA y de otros servicios policiales y de
inteligencia (en particular, el personal de la Agencia de Inteligencia
de Defensa, el FBI y el Servicio Secreto de Inteligencia Británico, a
veces conocido como M16) [20].
En
Abu Ghraib, la inteligencia militar (y la CIA) controlaban los bloques
de celdas 1A y 1B, los edificios de la prisión donde se produjeron
las torturas [21]. Se sabe que la inteligencia militar presionó a los
guardias de la Policía Militar para que “establecieran las
condiciones” para los interrogatorios [22] (es decir, prepararan
mediante malos tratos a los detenidos). El famoso Campo Nama, otro de
los grandes centros de interrogatorio, tenía entre su personal clave
[al personal de] operaciones especiales, de inteligencia militar y de
la CIA [23]. Otros involucrados en malos tratos y torturas son el
personal médico militar, incluidos los médicos, quienes han ayudado
a diseñar, a dar el visto bueno y a controlar los interrogatorios
humillantes, así como a archivar informes médicos falsos, que
incluyen certificados de defunción falsos [24], y personal
contratista militar privado, incluidos los que trabajan para Titan y
CACI Internacional, contratados para realizar tareas de vigilancia,
traducción o servicios de interrogatorio [25]. Sólo CACI contrató a
casi la mitad de los interrogadores y analistas de Abu Ghraib durante
el periodo del escándalo [26]. Parte de este personal había
trabajado antes en cárceles estadounidenses, donde ya tenían
antecedentes de malos tratos con prisioneros [27].
La
tortura y los malos tratos continúan
La
opinión pública mundial empezó a conocer los detalles del escándalo
de la tortura en Iraq en abril de 2004. Durante la primavera y el
verano, los responsables estadounidenses aseguraron a la opinión pública
que los malos tratos cesarían, [y] que ésa no era la política
oficial [28]. Pero la tortura y los malos tratos evidentemente han
continuado. Aunque aparentemente el maltrato en Abu Ghraib y en otros
centros de detención importantes disminuyó, los malos tratos
continuaron en los centros secretos de interrogatorio, en las bases
operativas de avanzadilla y en las cárceles militares locales
—especialmente en las instalaciones dirigidas por iraquíes— [29].
De forma regular han salido a la luz casos graves [de malos tratos] y
Gianni Magazzeni, director de la Oficina de Derechos Humanos de
Naciones Unidas (NNUU) en Bagdad, informó a Associated Press en abril
de 2006 de que los casos de tortura y ejecuciones sumarias “[…]
ocurrían todos los días” [30].
Un
informe de marzo de 2006 de Amnistía Internacional aporta pruebas de
algunos de los casos más espeluznantes [producidos] bastante tiempo
después de las promesas oficiales de reformas. En uno de los casos,
siete soldados estadounidenses fueron condenados por un tribunal
militar a consecuencia de un hecho ocurrido en marzo de 2005 en el que
éstos usaron descargas eléctricas con detenidos iraquíes en un
centro cercano a Bagdad [31]. En otro de los casos, cinco soldados
también fueron condenados en relación con un hecho acaecido en
septiembre de 2005 por los violentos puñetazos y patadas propiciados
a detenidos [32]. Amnistía Internacional también obtuvo una foto, de
octubre de 2005, de un detenido en una dañina “silla de fuerza”
en Abu Ghraib, una silla que, según manifestaron las autoridades, se
estaba usando como “castigo”. Amnistía Internacional aseguró que
dicha silla suponía un alto riesgo para la salud, era tremendamente
humillante y absolutamente contraria al derecho internacional [33]. Aún
más alarmantes son los recientes informes sobre el asesinato de
detenidos iraquíes (véase más adelante).
Los
‘gulags’ secretos amparan la tortura
El
extremadamente limitado contacto de los detenidos con sus abogados,
sus familias e incluso con [el comité Internacional de] la Cruz Roja
significa que hay miles de iraquíes a merced de sus capturadores, sin
ningún control independiente. La total carencia de visitas de los
grupos de Derechos Humanos y de expertos de NNUU dibuja la situación,
así como la ausencia de investigadores penales militares, en algunos
centros muy restringidos [34]. De esta forma, amparados en la
inexistencia de control independiente y en [el hecho de] no tener que
dar cuentas, especialmente en los centros situados en el campo
[alejados de las ciudades], soldados y oficiales irritados y hartos de
los combates han inflingido graves malos tratos a los detenidos, como
también lo han hecho la CIA y los interrogadores de la inteligencia
militar. En los numerosos centros de interrogatorio situados en el
campo, tanto el personal británico, como los especialistas en
interrogatorio del SAS, se han visto implicado en actos degradantes
[35].
Las
entrevistas realizadas por Human Rights Watch a veteranos del ejército
estadounidense han revelado que algunos soldados u oficiales que
intentaron plantear preguntas o quejarse, preocupados [por los malos
tratos], fueron presionados por oficiales de rango superior o incluso
por abogados militares de la oficina de la fiscalía militar para que
guardaran silencio [36]. A los dubitativos soldados se les aseguró
que los mandos aprobaban los métodos de los interrogatorios y [que]
eran perfectamente legales [37]. Incluso los oficiales que ponían en
duda la legalidad de sus actuaciones comprobaron que era casi
imposible obtener respuestas satisfactorias de la cadena de mando y a
un oficial se le recordó el “honor de la unidad” como una razón
para mantenerse en silencio [38]. Las entrevistas han dado a conocer
que los soldados que trabajaban en los centros de detención especial
tuvieron limitada la comunicación con el mundo exterior. Informaron
que no conocían los apellidos de los otros compañeros que prestaban
servicio con ellos y que no tenían contacto con investigadores de la
justicia militar [39]. En Campo Nama, los mandos aseguraron al
personal de interrogatorios que no habría visitas de la Cruz Roja ni
tampoco de los investigadores militares de lo penal [40]. El lugar se
mantuvo en secreto e incluso el nombre secreto se cambiaba
regularmente [41].
Muertes
durante la detención
Se
han producido muchas muertes en las detenciones llevadas a cabo por
EEUU o Reino Unido en Iraq, defunciones debidas a torturas, malos
tratos o asesinatos. Un informe de 2006, Human Rights First (HRF)
estudió un gran número de pruebas sobre los detenidos que habían
muerto bajo custodia estadounidense en Iraq y Afganistán, en algunos
casos durante los interrogatorios o poco después. En el informe queda
demostrado que desde el comienzo de la ocupación de Iraq hasta
principios de 2006 se han producido decenas de muertes de prisioneros.
Aunque oficialmente el ejército [de EEUU] atribuye la mayoría de
estas muertes a “causas naturales” o a “causas desconocidas”,
expertos médicos independientes dudan de tales conclusiones, teniendo
en cuenta la edad de la mayoría de los detenidos y las circunstancias
de su detención. HRF cree que en torno a la mitad de los casos que
investigó se pueden atribuir, sin lugar a dudas, a homicidios, malos
tratos, violaciones o torturas [42]. Los casos de Reino Unido incluyen
cuatro que Amnistía Internacional identificó a finales de 2004 como
resultado probablemente de tortura o maltrato [43].
La
muerte más común durante la detención ha sido seguramente el
asesinato de prisioneros durante protestas, motines, intentos de fuga
y otros acontecimientos. Aparentemente, en tales circunstancias los
guardias fueron muy rápidos en aplicar “fuerza letal” y los
informes oficiales indican que los guardias han matado a tiros a
decenas de prisioneros y herido a muchos más [44]. También mueren
detenidos en circunstancias que parecen ser actos de venganza. Hay dos
casos bien conocidos, uno perpetrado por las tropas de EEUU y otro por
las tropas de Reino Unido, en los que quienes estaban encargados de
los detenidos iraquíes los tiraron al río o a canales desde puentes
o altos diques, causándoles la muerte por ahogo [45].
En
un caso ocurrido en noviembre de 2003, ampliamente difundido y
posteriormente llevado ante un tribunal militar, los interrogadores
estadounidenses utilizaron el mango de un mazo de hierro para golpear
[al detenido] con el fin de “ir aumentando la presión” durante el
interrogatorio del general de división iraquí Abed Hamid Mouhush en
la base operativa de avanzadilla Tigre, en al–Qaim, cerca de la
frontera siria [46]. Finalmente, Mouhush fue trasladado al “Hotel
del Herrero”, unas instalaciones improvisadas en el desierto. Allí,
el suboficial Lewis Welshofer metió primero la cabeza de Mouhush en
un saco de dormir, envolvió el saco con un cable eléctrico, se sentó
encima de su pecho y le tapó la boca y la nariz con resultado de
muerte.
Aunque
los militares emitieron inmediatamente un informe atribuyendo la
muerte de Mouhush a “causas naturales”, la autopsia indicó que
Mouhush murió por asfixia debido al ahogamiento y a la compresión
del pecho, mientras sufría enormes magulladuras y le rompían cinco
costillas [47]. La investigación concluyó que los abominables métodos
de interrogatorio habían sido aprobados por Jessica Voss, comandante
de la compañía, y que se habían utilizado con, al menos, otros 12
prisioneros [48]. Un tenebroso grupo iraquí organizado por la CIA,
llamado los Escorpiones, estuvo implicado en los hechos [49].
El
23 de julio de 2006, el periódico The New York Times informó que sólo
en el mes anterior [junio de 2006] 16 militares estadounidenses habían
sido acusados por los asesinatos cometidos contra iraquíes durante su
detención [50]. El 9 de mayo de 2006, tres soldados estadounidenses
mataron por disparos a tres detenidos iraquíes, después de haberlos
dejado escapar para hacer ver que las muertes estaban justificadas.
Finalmente, el ejército presentó acusaciones de homicidio contra
cuatro hombres, un sargento y otros tres de menor rango; uno de los
acusados se confesó culpable y fue sentenciado a 18 años de cárcel
[51]. No obstante, el caso ha puesto en evidencia algo mucho más
perturbador. Los soldados testificaron que dos oficiales de alto rango
dieron la orden de “matar a todos los varones en edad militar” que
se encontraran, información que los propios oficiales corroboraron.
En este contexto, los soldados entendieron que los detenidos tenían
que ser ejecutados sumariamente [52].
Torturas
y malos tratos perpetrados por las autoridades iraquíes
El
gobierno y las fuerzas de seguridad iraquíes, bajo la entera
autoridad de los mandos militares estadounidenses, han desempeñado un
papel más activo en las detenciones e interrogatorios, especialmente
desde la “transferencia de poderes” a mediados de 2004. Los
informes han documentado extremados malos tratos y torturas en las
instalaciones bajo su control, así como malos tratos por parte de las
fuerzas paramilitares bajo control del gobierno [53]. Las torturas
iraquíes incluyen quemaduras, agresiones sexuales y el uso de
descargas eléctricas en delicados tejidos del cuerpo [54].
Amnistía
Internacional declara en un informe de 2006 que, al pasar los
interrogatorios a las autoridades iraquíes, “[…] la fuerza
multinacional parece haber sido extremadamente negligente o realmente
cómplice en los malos tratos cometidos por las fuerzas del gobierno
iraquí” [55]. Al parecer, los mandos militares estadounidenses han
subcontratado la tortura a los iraquíes en un intento de alejar de sí
los vergonzosos malos tratos para poder negarlos. Existen pruebas
abundantes que vienen a demostrar que el personal estadounidense está
presente en los interrogatorios humillantes que tienen lugar en las cárceles
iraquíes y puede estar implicado en su dirección. Por ejemplo, un
general iraquí, antiguo comandante de las fuerzas especiales del
ministerio del Interior, dijo a Amnistía [Internacional] que miembros
de las fuerzas estadounidenses visitaban “[…] a diario” la
principal prisión del ministerio, en la plaza al–Naser, y que
“[…] las tropas estadounidenses lo sabían todo sobre las
torturas” [56]. Es más, el servicio de inteligencia iraquí está
bajo el control operativo directo de la CIA. En noviembre de 2005, en
respuesta a los informes de torturas llevadas a cabo por las
autoridades iraquíes con la presencia de personal militar
estadounidense, Donald Rumsfeld, el secretario de Defensa de EEUU,
comentó que los soldados estadounidenses no estaban obligados a
intervenir cuando presenciaban el trato inhumano de los detenidos
[57]. Desde que las fuerzas iraquíes operan casi exclusivamente bajo
las órdenes estadounidenses, es probable que el personal militar y de
inteligencia estadounidense presente en las cámaras de tortura iraquíes
sea mucho más que simples visitantes inocentes y sorprendidos.
En
el verano de 2005, el periódico [británico] The Observer informó de
que el dinero en concepto de ayuda de EEUU y el Reino Unido, previsto
para financiar la creación de una fuerza policial regular iraquí,
“[…] se estaba desviando a unidades de comandos paramilitares
acusadas de extender las violaciones de los derechos humanos, entre
ellas la tortura y los asesinatos extrajudiciales” [58]. A finales
de 2005, salieron a la luz nuevas pruebas de que fuerzas del
ministerio de Interior iraquí estaban sometiendo a los detenidos a
tremendas torturas y malos tratos en varias instalaciones bajo su
control. Según los informes, la Brigada Lobo y los comandos
especiales de la policía, ambas unidades del ministerio del Interior
entrenadas y armadas por EEUU, han incurrido especialmente en malos
tratos e ilegalidades [59]. El 13 de noviembre de 2005 se descubrió
que un centro de detención del ministerio del Interior, [ubicado] en
el barrio al–Jadiriya de Bagdad, albergaba a más de 170 detenidos
en pésimas condiciones y, al parecer, muchos habían sido torturados
[60]. El 8 de diciembre de 2005 salió a la luz otro centro de detención
en Bagdad, también controlado por el ministerio del Interior. Varios
de los 625 detenidos que se encontraban allí requirieron atención médica
inmediata consecuencia de la tortura o los malos tratos recibidos
[61]. Zalmay Jalilzad, [anterior] embajador de EEUU en Iraq, admitió
que “[…] más de cien” detenidos hallados en el centro de
detención de al–Jadiriya y 26 detenidos procedentes de otros
centros habían sufrido malos tratos [62]. Según informaron los
medios de comunicación, en ambos casos los detenidos manifestaron que
habían sido sometidos a descargas eléctricas y a algunos les habían
arrancado las uñas [63].
Imposibilidad
de juzgar a los culpables
Los
miembros de la Coalición gozan de inmunidad y no se les puede juzgar
por la legislación iraquí ni civil ni penal, tal como establece la
resolución 1546 del Consejo de Seguridad [de NNUU], de modo que la única
jurisdicción posible para su procesamiento son los tribunales
nacionales de los [países] miembros de la Coalición. Amnistía
Internacional ha expresado su preocupación por que este acuerdo legal
“[…] puede no ajustarse a los baremos internacionales de
imparcialidad” [64].
Los
gobiernos de EEUU y Reino Unido han respondido a los informes sobre la
práctica de torturas y los malos tratos con muchas investigaciones
oficiales de delitos de poca gravedad, y firmes negativas de
responsabilidad de alto nivel. Se ha juzgado a escasos culpables, se
han dictado sentencias leves y los oficiales y mandos de alto rango
han eludido sus responsabilidades [65].
Según
un informe concluyente de derechos humanos, de unos 600 militares
claramente implicados en torturas y malos tratos a detenidos en Iraq,
Afganistán y Guantánamo, se ha sabido que sólo se eligieron a 79
para un posible consejo de guerra y, al parecer, sólo 64 fueron
realmente juzgados por esos tribunales, concretamente el 10 de abril
de 2006 [66]. De estos, únicamente diez fueron sentenciados a más de
un año de prisión. Incluso en el caso gravísimo de muertes de
detenidos, sólo se ha castigado a un puñado de los implicados,
siendo la mayoría de las sentencias muy leves y la graduación más
alta enjuiciada la de comandante [67]. El informe describe un “[...]
modelo de impunidad para las peores violaciones, con castigos muy
pequeños y tardíos por el mal comportamiento, y un cuadro todavía
incompleto de lo que realmente fue inmoral” [68].
En
el juicio del suboficial en jefe Welshofer, responsable de la muerte
del general Mouhush con el saco de dormir, la sentencia se redujo a
una multa de 6.000 dólares y 60 días de movimientos restringidos
entre su casa, la base y la iglesia [69]. La defensa de Welshofer señaló
las políticas del gobierno Bush y de la cadena militar de mando para
argumentar que él actuaba bajo órdenes [70], pero no se presentaron
más cargos. El personal de la CIA y de las fuerzas especiales
implicado en los interrogatorios evidentemente eludió por completo
toda responsabilidad [71].
Si
bien la CIA, el M16 [británico], el FBI, las fuerzas especiales y la
inteligencia militar han estado extremadamente implicadas en las
operaciones de detención e interrogatorios en Iraq, la División de
Investigación Penal del Ejército no ha gozado de autoridad para
investigarlos [72]. Se dice que los supuestos delitos de las fuerzas
especiales han sido investigados por sus mandos y que la causa legal
(si llega a haber alguna) permanece en secreto [73]. La CIA ha
mantenido todos los casos bajo secreto y, a pesar de la frecuente
participación de la CIA, parece ser que el ministerio de Justicia [de
EEUU] no ha procesado ni a uno solo de los empleados de la CIA [74].
Aunque en junio de 2004 se creó un equipo de fiscales en Virginia, al
final, en la mayoría de los sumarios, dictaminó contra la presentación
de acusaciones (sólo unos pocos sumarios siguen abiertos), porque
faltaban pruebas y testigos, debido a lo que un informe de derechos
humanos calificaba de “poca acción” y “mínima iniciativa” en
la investigación, así como por los métodos operativos herméticos
de la agencia [CIA] [75].
Lo
mismo sucede con el personal militar de interrogatorios. En julio de
2006, Human Rights Watch informó que no se había presentado ni un
solo caso judicial contra el personal militar de interrogatorios, sea
cual fuere el rango [76]. Allí donde el ejército ha enjuiciado a
oficiales responsables de torturas y malos tratos, los procesamientos
han ido dirigidos, en la mayoría de los casos, sólo contra oficiales
de bajo rango y se ha recurrido a audiencias administrativas a puerta
cerrada para imponer ligeros castigos administrativos, tales como
reducciones de sueldo y reprimendas [77]. Todas las investigaciones
oficiales se han dirigido a los escalafones inferiores, principalmente
hacia los culpables de bajo rango. No se han producido intentos serios
por investigar las responsabilidades de las altas esferas en la cadena
de mando [78].
La
impunidad de los altos cargos militares y de los responsables políticos
Los
oficiales estadounidenses han seguido manteniendo que la tortura y los
malos tratos únicamente han ocurrido en casos aislados, a manos de
unas pocas “manzanas podridas”. Pero hay pruebas claras que
demuestran que altos responsables y mandos militares eliminaron las
restricciones en materia de torturas y denegaron la aplicación del
Derecho Internacional, estableciendo así el escenario para los malos
tratos en las prisiones iraquíes. En febrero de 2002, el presidente
de EEUU George W. Bush promulgó un memorando que rechazaba las
obligaciones de EEUU en el marco de las Convenciones de Ginebra para
con los detenidos durante la “guerra contra el terrorismo” [79].
Los máximos asesores legales de la Casa Blanca han definido a estos
detenidos utilizando nuevos términos tales como “combatientes
ilegales” y “detenidos por [motivos] de seguridad” en lugar de
“prisioneros de guerra”, en un intento de dejarlos al márgen de
la protección del derecho nacional e internacional.
Los
asesores legales de la Casa Blanca han redefinido el significado de la
tortura con el rechazo del significado tradicional del Derecho
Internacional; han limitado los actos que consideran torturas y han
reducido considerablemente los criterios para definir quién es un
torturador [80]. Los altos mandos militares [estadounidenses] también
han promulgado nuevas directivas para [poner en práctica] formas de
interrogatorio más extremas y métodos más duros de abordar el
interrogatorio [81]. Los malos tratos cometidos en Iraq formaban parte
de un modelo a escala mundial iniciado en Afganistán y Guantánamo y
que se continuó en los programas de “rendición extraordinaria” y
en prisiones secretas de EEUU [82].
Cuando
la información sobre la tortura se hizo saber a quienes ostentaban
responsabilidades de mando, [éstos] no hicieron nada. El general
Taguba hablaba de “malos tratos gratuitos”, pero la generala Bárbara
Fast, jefa de la inteligencia militar, permaneció en su puesto sin
castigo y, posteriormente, fue nombrada jefa del Centro de
Inteligencia del Ejército —la escuela de entrenamiento para el
personal de la inteligencia militar—. Y mientras los altos cargos
destituían a la general Janis Karpinski, jefa de la unidad de
guardias de Abu Ghraib [83], ellos mismos procedían a nombrar al
general Geoffrey Miller, el famoso jefe de Guantánamo, como el nuevo
jefe de detención en todo Iraq.
Para
desviar la responsabilidad de quienes ostentan altos cargos, los
informes oficiales hablaron de errores en la puesta en práctica de la
política [de prisiones]. Estos informes refirieron “[...]
entrenamientos impropios” [84], “[...] confusión o ignorancia
sobre las normas” [85], “[...] falta de una adecuada supervisión”
[86], “[...] rivalidad entre los interrogadores y las unidades de
policía militar” [87] y cosas por el estilo. El Informe Schlesinger,
el de mayor nivel del Pentágono, publicado en agosto de 2004, es un
clásico caso de ocultación [88]. Desde entonces, algunos oficiales
militares de alto rango con responsabilidad directa en las torturas
han sido, de hecho, elogiados, promovidos y han recibido honores. El
general Miller, el principal artífice de los interrogatorios
estadounidenses en Iraq, fue honrado el día de su retiro con una
ceremonia en el Pabellón de Héroes del Pentágono, donde se le
concedió la medalla al mérito en el servicio por su “[...] trabajo
excepcionalmente encomiable en un puesto de gran responsabilidad”
[89].
Según
la doctrina de la “responsabilidad del mando” de la legislación
internacional aplicada por EEUU en los juicios por Crímenes de Guerra
tras la Segunda Guerra Mundial, a los altos responsables y a los
mandos [militares] se les debe considerar responsables de las
violaciones graves del derecho internacional, incluso aunque no dieran
órdenes directas para que tales violaciones tuvieran lugar. Según
esta doctrina, las autoridades de EEUU y Reino Unido en sus niveles más
altos son claramente responsables de estos delitos [90].
Conclusión
La
Declaración Universal de los Derechos Humanos declara inequívocamente:
“Nadie debe ser sometido a tortura o a trato o castigo cruel,
inhumano o degradante”. La misma protección está garantizada por
otros importantes acuerdos legales internacionales, entre ellos el
Convenio Internacional sobre los Derechos Civiles y Políticos, la
Convención contra la Tortura, las Convenciones de La Haya y las
Convenciones de Ginebra. Los argumentos legales esgrimidos por altos
responsables de EEUU y Reino Unido han pretendido socavar la prohibición
absoluta sobre la tortura, pero la abrumadora opinión de la humanidad
sigue oponiéndose a la tortura en cualquier circunstancia. El general
estadounidense Antonio Taguba estuvo acertado al denunciar los hechos
de Abu Ghraib y afirmar que eran “[...] graves violaciones de la
legalidad internacional”. Los responsables que están en los más
altos puestos, cuyas decisiones condujeron a estos actos, no pueden
eludir su responsabilidad moral y legal.
(*) Cuarta parte del informe de marzo de 2007
“War and Occupation in Iraq”, elaborado por ‘Global Policy
Forum’ como balance de los cuatro primeros años de ocupación de
Iraq. Las partes I y II de este informe fueron publicadas en la edición
de SoB del 6 de mayo pasado.
Notas
de los autores y de IraqSolidaridad:
1. “CID Report and Investigation – Camp Bucca”,
Junio de 2003 [Informe Bucca].
2. Josh White, “Documents Tell of Brutal
Improvisation by GI’s”, Washington Post, 3 de agosto de 2005. El correo electrónico sobre que “se acabaron las
contemplaciones” fue enviado el 30 de agosto de 2003 (Human Rights
First, “Command’s Responsibility”, febrero de 2006, p. 1).
3.
Miller visitó Iraq desde el 30 de agosto hasta el 9 de septiembre de
2003, con un equipo de otras veinte personas aproximadamente.
4. R. Jeffrey Smith, “General is Said to Have Urged
Use of Dogs”, The Washington Post, 27 de mayo de 2004.
5.
Después de que la investigación de Campo Bucca se terminara en
junio, hubo una investigación más importante realizada por el
general Donald J. Ryder (en noviembre) y otra del coronel Stuart
Herrington (en diciembre).
6.
El Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) presentó una serie de
informes durante los primeros meses de la ocupación. El informe más
conocido, que se filtró, estaba fechado en febrero de 2004, bastante
después de que las primeras advertencias del CICR a los altos
responsables estadounidenses fueran desatendidas. Véase "Report of the International Committee of
the Red Cross (ICRC) on the Treatment by the Coalition Forces of
Prisoners of War and Other Protected Persons by the Geneva Conventions
in Iraq During Arrest, Internment and Interrogation”, Comité
Internacional de la Cruz Roja, febrero de 2004 [Informe del CICR].
7.
Artículo 15–6 de la investigación de la brigada 800º de la policía
militar [Informe Taguba], marzo de 2004, p. 16. A Taguba se le encargó
investigar sólo a los guardias, no a los interrogadores de la
inteligencia militar o de la CIA.
8.
Ibíd., p. 50.
(<http://www.globalpolicy.org/security/issues/iraq/attack/law/2004/2004tagubareport.pdf>
<http://www.globalpolicy.org/security/issues/iraq/attack/law/2004/2004tagubareport.pdf>)
9.
Ibíd., p. 8–9.
10.
Los primeros informes en detallar los métodos de tortura fueron: el
informe Bucca el informe del CICR y el informe Taguba. Hemos estudiado
siete informes militares y 12 informes de organizaciones de derechos
humanos donde se describen estos métodos con detalle. Hay disponibles
muchas pruebas adicionales en la prensa y en las investigaciones de
los tribunales militares, como se referencia más adelante.
11.
Ibíd.
12.
Véase los informes Bucca, Taguba y los informes del general Donald
Ryder, coronel Stuart Herrington, general Paul Mikolashek y general
George Fay, entre otros. [Véase en IraqSolidaridad: Carlos Varea: El
Pentágono oculta más de mil documentos e imágenes sobre torturas y
asesinatos en Abu Ghraib. El material inédito incluye 546 fotos de
detenidos muertos bajo tortura
<http://www.nodo50.org/iraq/2006/docs/represion_21–02–06.html>
. Nota de IraqSolidaridad.]
13. Human Rights Watch, “No Blood, No Foul”, julio
de 2006, p. 6–25. Véase también Eric Schmitt y Carolyn Marshall,
“In Secret Unit’s ‘Black Room’, a Grim Portrait of U.S.
Abuse”, New York Times, 19 de marzo de 2006.
14. “No Blood, No Foul”, p. 38–47.
15. Ibíd., p. 25–38.
16. Human Rights Watch, “Leadership Failure:
Firsthand Accounts of Torture of Iraqi Detainees by the U.S. Army’s
82nd Airborne Division”, septiembre de 2005. Una “base operativa de avanzadilla” es una base
temporal localizada cerca de un escenario de operaciones [militares].
17.
El Informe Mikolashek menciona que en el periodo hasta junio de 2004,
casi la mitad de los presuntos casos de maltrato ocurrieron en el
“lugar de captura” —es decir, antes de que a las personas se las
hubiera trasladado a cualquier centro de detención—. Y de los 20
casos analizados de muertes de detenidos, diez tuvieron lugar en
prisiones, cinco en puntos de captura de avanzadilla y cinco en
lugares de captura. Véase Josh White y Scott Higham,
“Army Calls Abuses `Aberrations’,” The Washington Post, 23 de
julio de 2004.
18. Human Rights Watch et al., “By the Numbers”,
abril de 2006 y ACLU “Enduring Abuse”, abril de 2006.
19. “Dutch Military in Iraq Abuse Row”, BBC News,
17 de noviembre de 2006.
20. Véase, por ejemplo, Eric Schmitt & Carolyn
Marshall “In Secret Unit’s ‘Black Room,’ a Grim Portrait of US
Abuse”, The New York Times, 19 de marzo de 2006; “Command’s
Responsibility”, p. 7 y 9; Peter Beaumont, Martin Bright, Paul
Harris, “British Quizzed Iraqis at Torture Jail”, The Observer, 9
de mayo de 2004. David Johnston, “U.S. Inquiry Falters on Civilians
Accused of Detainee Abuse”, International Herald Tribune, 19 de
diciembre de 2006. La
información del Observatorio de Derechos Humanos [Human Rights
Watch’s] sobre el campo Nama, un centro secreto de interrogatorio de
prisioneros extremadamente torturador, cita a un participante que
afirma que la mayoría de los que estaban en el campo eran personal de
la CIA y de las fuerzas especiales. “No Blood, No Foul”, p. 8. Según
se ha informado, el FBI también ha estado involucrado en los
interrogatorios de campo Nama y en otros lugares de Iraq (Schmitt y
Marshall, op. cit).
21.
Informe Taguba, p. 18–19.
22.
Ibíd., p. 18. Véase también Informe del CICR, p. 13. La información
sobre los actuales interrogatorios en Abu Ghraib ha sido tremendamente
insuficiente.
23. “No Blood, No Foul”, p. 6–25.
24. Steven H. Miles, “Abu Graib: its legacy for
military medicine”, The Lancet, Vol. 364 (21 de agosto de 2004), p.
726.
25.
El Informe Taguba menciona el nombre de cuatro personas procedentes de
las dos empresas contratadas que estuvieron implicadas en las
torturas. Los contratistas han sido inmunes al derecho militar y
ninguno ha sido enjuiciado según la legislación estadounidense
relativa a estos delitos.
26. Peter Beaumont, “Abu Ghraib Abuse Firms are
Rewarded”, The Observer, 16 de enero de 2005.
27. Avery Gordon, “D’ou viennent les tortionnaires
d’Abu Ghraib?”, Le Monde Diplomatique, noviembre de 2006, p.
20–21.
28.
Véase, por ejemplo, Donald Rumsfeld, Secretario de Defensa,
testimonio ante el Comité del Senado de Servicios del Ejército, 7 de
mayo de 2004 y discurso del presidente George W. Bush, en el Army War
College, Carlisle, Pensilvania, 24 de mayo de 2004.
29.
Sobre famosos centros de la coalición, véase “No Blood, No
Foul”; sobre malos tratos iraquíes, véase Human Rights Watch,
“The New Iraq?”, enero de 2005 y “Beyond Abu Ghraib”.
30. Alexander G. Higgins, “UN Exec Decries Illegal
Iraq Detainee”, Associated Press, 21 de abril de 2006.
31. Amnesty International, “Beyond Abu Ghraib”,
marzo de 2006, p. 28–29.
32. Ibíd., p. 29.
33. Ibíd., p. 30
34. “No Blood, No Foul”, p. 6–25.
35. Ibíd., p. 4
36. Human Rights Watch, “Leadership Failure”,
septiembre de 2005 y “No Blood, No Foul”.
37. “No Blood, No Foul”, p. 6.
38. “Leadership Failure”, p. 17.
39.
“No Blood, No. Foul”, p. 8.
40.
Ibíd., p. 16–17.
41.
Ibíd., p. 17, incl. nota 4.
42.
“Command’s Responsibility”, Appendix A. [Véase su traducción
al castellano en IraqSolidaridad: Michael Posner y Deborah Pearlstein:
Informe de 'Human Rights First': "Tras la alambrada" (I) La
extensión y las limitaciones del "Sistema global de
detenciones" de EEUU
<http://www.nodo50.org
/iraq/2004–2005/informes/presos_7–04–05.html>
. Nota de IraqSolidaridad.]
<http://www.humanrightsfirst.info
/pdf/06217–etn–app–ahrf–dic.pdf>
43. Amnesty International, “United Kingdom Briefing
for the Committee Against Torture”, 26 de noviembre de 2004.
44.
Informe Taguba, p. 27–31. ICRC Report, p. 18–21. [Sobre revueltas
en Campo Bucca, lease en IraqSolidaridad: Matt Kelley: El número de
prisioneros iraquíes alcanza los 10.500, según el Pentágono.
Aumenta el número de prisioneros a medida que se incrementa la
insurgencia contra los ocupantes
<http://www.nodo50.org/iraq/2004–2005/docs/presos_7–04–05.html>
. Nota de IraqSolidaridad.]
45.
“Beyond Abu Ghraib”, p. 13 (caso de EEUU), p. 15 (caso de Reino
Unido).
46.
“Command’s Responsibility”, p. 7. [Caso narrado por primera vez
`por Imán Jamás e incluido en Crónicas de Iraq, 2006. Nota de
IraqSolidaridad.]
47.
Ibíd., p. 8.
48.
Ibíd., p. 8.
49. Ibíd., p. 8.
50. Robert F. Worth, “Lawyers for 4 Accused Soldiers
Say They Acted on Orders”, The New York Times, 23 de julio de 2006,
p. 10.
51. Catherine Philip, “US Troops Face Murder
Charges”, Times (Londres), 20 de junio de 2006. Paul von Zielbauer,
“G.I.’s Say Officers Ordered Killing of Young Iraqi Men”, The
New York Times, 3 de agosto de 2006, p. A13. Corey
Claggett, soldado raso de tercera, fue sentenciado el 25 de enero de
2007.
52.
Worth, op. cit Los oficiales son el capitán Jason A. Sienko y el
coronel Michael Steele.
53.
Véase, por ejemplo, “Beyond Abu Ghraib”.
54. “Beyond Abu Ghraib” y “The New Iraq?”
55. “Beyond Abu Ghraib”, p. 8.
56. Ibíd., p. 9.
57. Dana Milbank, “Rumsfeld’s War on
`Insurgents’”, The Washington Post, 30 de noviembre de 2005.
58. Peter Beaumont y Martin Bright, “UK Aid Funds
Iraqi Torture Units”, The Observer, 3 de julio de 2005.
59. Council on Foreign Relations, “Iraq: Militia
Groups”, 9 de junio de 2005 (www.cfr.org). Véase especialmente
Peter Maass, “The Way of the Commandos”, The New York Times, 1 de
mayo de 2005.
60. “Beyond Abu Ghraib”, p. 4.
61.
Ibíd., p. 4.
62.
Ibíd., p. 4.
63. BBC, “Iraqi Detainees Tell of Torture”, 24 de
noviembre de 2005; Ellen Knickmeyer, “Abuse Cited in 2nd Jail
Operated by Iraqi Ministry”, The Washington Post, 12 de diciembre de
2005.
64. “Beyond Abu Ghraib”, p. 15.
65. Detainee Abuse and Accountability Project (Human
Rights Watch, Human Rights First y la New York University School of
Law Center for Human Rights and Global Justice), “By the Numbers”,
abril de 2006.
66. Ibíd., p. 9.
67. “Command’s Responsibility”, Appendix A
<http://www.humanrightsfirst.info/pdf/06217–etn–app–ahrf–dic.pdf>
68. “Command’s Responsibility”, p. 29.
69. Ibíd., p. 8.
70.
Ibíd.
71.
Ibíd.
72.
Ibíd., p. 9.
73.
Ibíd., p. 9
74.
Ibíd.. Véase Johnston, “U.S. Inquiry Falters”, op. cit
75. “U.S. Inquiry Falters” y “By the Numbers”,
p. 3.
76.
“No Blood, No Foul.”
77.
Véanse los detalles de los sumarios en “Command’s
Responsibility”. Los juicios de las fuerzas especiales han impartido
incluso menos justicia, como lo demuestra el caso del trato dado a
Manadel al–Jamadi por las fuerzas especiales de la marina
(“Command’s Responsibility”, p. 11–12).
78. “Leadership Failure”, p.3.
79. “White House Memorandum: Humane Treatment of Al
Qaeda and Taliban Detainees”, Csa Blanca, 7 de febrero de 2002.
Enlace al texto en la web de Human Rights First en:
<http://www.humanrightsfirst.org/us_law/etn/gonzales/memos_dir/dir_20020207_Bush_Det.pdf>
80. “Memo from Deputy Assistant Attorney General John
Yoo to the White House Counsel on Interrogation Methods that Do Not
Violate Prohibitions against Torture”, US Department of Justice
Office of Legal Counsel. 1
de agosto de 2002. En Internet en:
http://news.findlaw.com/wp/docs/doj/bybee80102ltr.html; “Memorandum
for Alberto R. Gonzales, Counsel to the President”, US Department of
Justice Office of Legal Counsel, 1 de agosto de 2002.
<http://www.humanrightsfirst.org/us_law/etn/gonzales/memos_dir/memo_20020801_JD_%20Gonz_.pdf>
81.
El general Ricardo Sánchez, comandante en Jefe en Iraq, promulgó una
clara directiva en septiembre de 2003 para [realizar] interrogatorios
más agresivos. Seymour
Hersh, “Chain of Command”, The New Yorker, 9 de mayo de 2004;
James R. Schlesinger et al., “Final Report of the Independent Panel
to Review DoD Detention Operations”, agosto de 2004 [Informe
Schlesinger], p.9.
82. Human Rights Watch, “The Road to Abu Ghraib”,
junio de 2004.
83.
Karpinski recibió una amonestación, se le retiró el mando y se le
redujo un grado el rango, a coronel. Fue la única general penalizada.
84.
Informe Taguba.
85.
“Command’s Responsibility”, p. 6–7.
86.
Véase especialmente Informe Schlesinger.
87.
Ibíd., p.12 y 75.
88.
Ibíd., Véase también el informe de 22 de julio de 2004 del general
Paul Mikolashek, entregado al Senado de EEUU.
89. Thom Shanker, “General in Abu Ghraib Case Retires
After Forced Delay”, The New York Times, 1 de agosto de 2006, p.
A13. El
general Miller se retiró el 31 de mayo de 2006.
90.
Para un completo análisis de este tema, véase “Command’s
Responsibility”.
*
Cuarta parte del informe de marzo de 2007 “War and Occupation in
Iraq”, elaborado por ‘Global Policy Forum’ como balance de los
cuatro primeros años de ocupación de Iraq.
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