Las
tropas británicas se inhiben ante el dominio de la ciudad por las
milicias confesionales shiíes
“Bienvenidos
a Teherán”: Irán asume el control
de Basora
Por Ghaith Abdul–Ahad (*)
The
Guardian, 21/05/07
IraqSolidaridad,
03/06/07
Traducido
por Paloma Valverde
“Le
pregunté qué había de verdad en las afirmaciones de los británicos
sobre que la seguridad estaba mejorando. Su respuesta fue tajante:
‘Los británicos vinieron aquí como turistas militares. Cometieron
errores tremendos cuando entrenaron a las fuerzas de seguridad [iraquíes].
Nombraron oficiales de policía a hombres de las milicias y decidieron
no enfrentarse a ellas. Hemos llegado a un punto en el que las
milicias son una fuerza legítima en las calles’.”
Hace
poco en Basora, en una tarde nublada, dos flamantes todoterrenos de la
policía se dirigieron hacia un polvoriento y desangelado campo de fútbol
en el que jugaban unos niños, que dejaron de hacerlo para observar a
los recién llegados, tres hombres vestidos con dishdashas [túnicas]
negras, que salieron de uno de los coches. Uno de ellos, armado con un
kalashnikov, se puso a vigilar mientras que los otros dos sacaban
varios cables y tubos metálicos del maletero del vehículo. Mientras
los dos hombres manipulaban los cables, el que llevaba el arma la
blandía en dirección de los muchachos, que querían grabarlos con su
teléfono móvil.
Entonces,
entre gritos de “Moqtada, Moqtada” y “Allahu Akbar” [Dios es
grande], se produjeron dos tremendas explosiones que catapultaron
hacia el cielo un par de misiles [tierra–tierra] katiuska. Su
objetivo era la base británica [situada] en el antiguo palacio
[presidencial] de Sadam Husein [1]. Los hombres debían proceder de
cualquier lugar de Basora y, con toda probabilidad, de una casa de
civiles. Los hombres subieron de nuevo a los vehículos y se
marcharon; los niños reanudaron su partido.
“[...]
Desde que Reino Unido empezó a desplegar campos magnéticos anti–misiles,
los misiles que nosotros lanzamos impactan sobre la población
civil”, me dijo después Abu Mujtaba, jefe del grupo de hombres del
Ejército del Mahdi [de Moqtada as–Sáder en Basora]. El último
rumor que circula entre las milicias de Basora es el de los campos
magnéticos; otro rumor es que los británicos bombardean a la población
civil para dañar la reputación del Ejército del Mahdi.
La
escena que acababa de presenciar era un suceso cotidiano en una zona
considerada relativamente segura y estable si se la compara con la
guerra civil que asola las regiones del norte. Sin embargo, lo más
destacado esta semana ha sido la decisión del ejército británico de
no enviar allí al príncipe Harry, ya que Basora, y las zonas de los
alrededores, formalmente controladas por los británicos, están lejos
de ser seguras.
Durante
una reciente visita de nueve días, políticos, responsables de
seguridad y ejecutivos [de las empresas de seguridad] explicaron cómo
las calles de la ciudad estaban, de hecho, bajo el poder de milicias
rivales que compiten entre sí por el control del territorio, por el
control del frágil aparato del Estado [de la era] post–Sadam, y por
el control de las fuentes de ingresos como el petróleo y el
contrabando de armas. Al igual que en Bagdad, hombres armados recorren
las calles subidos en las traseras de las furgonetas y la ciudad se la
reparten entre las milicias y las familias mafiosas rivales, que
desconfían unas de las otras [2].
“[…]
Si el Profeta Mahoma llegara hoy a Basora lo asesinarían, porque no
pertenece a ninguna milicia”, me dijo un profesor de Derecho.
“[…] No existe el imperio de la ley; la única ley es la ley de
las milicias”.
Los
políticos
Abú
Ammar [3], un antiguo y prominente político, confirmó esta descripción
de la ciudad; es un tecnócrata laico que tenía grandes esperanzas
cuando por primera vez, hace más de cuatro años, los británicos
llegaron allí. La ciudad había sido duramente castigada por las
guerras de Sadam Husein contra Irán y Kuwait, y él era optimista
acerca de que la ocupación aportaría democracia y prosperidad.
|
Milicias
rivales pugnan por el control de Basora
y de su petróleo
Las
fuerzas en litigio
Los
grupos que luchan por el poder en Basora, la segunda ciudad más
importante de Iraq, son los siguientes [1]:
–
El Ejército del Mahdi, una escisión de la alianza de milicias
shiíes, la mitad de cuyos componentes están conectados con el
cuartel de Moqtada as–Sáder en la ciudad santa shií de Nayaf.
Controla los puertos y aduanas, así como la policía de aduanas.
–
El partido Fadhila, una milicia shií anti–iraní que
controla el tráfico de petróleo en Basora y parte de las fuerzas de
seguridad, puertos y aduanas.
–
Las Brigadas Badr, brazo armado del Consejo Supremo de la
Revolución Islámica en Iraq, antes de la invasión de Iraq afincada
en Irán durante 20 años. [Inicialmente, unos de los Cuerpos de la
Guardia de la Revolución Islámica de Irán.]
–
Hay al menos 20 tribus importantes en la zona de Basora. Con
frecuencia los iraquíes son fieles a su tribu, por encima de su
nacionalidad. Al menos una tribu influyente en la ciudad dirige su
propio negocio de contrabando de petróleo. También apoyan a políticos
en Basora. (Ghaith
Abdul–Ahad)
Nota
de IraqSolidaridad:
1.
Véase las referencias incluidas en la nota 2 en el texto adjunto del
mismo autor.
|
Pero
el auge de las milicias ha puesto un precio a eso, afirma. Ahora está
demasiado aterrorizado para hablar en el vestíbulo de un hotel e
insistió en reunirse conmigo en mi habitación.
“[...]
Cuando esos partidos religiosos afirman que Basora está tranquila es
porque controlan la ciudad y la están expoliando”, manifiesta:
“[...] Está tranquila no porque esté bajo control de la policía,
sino porque todas las milicias tienen intereses y quieren mantener el
statu quo. En el momento en el que sus intereses se vean amenazados,
la ciudad entera arderá”.
Como
muchas de las personas con las que he conversado, me dijo que la
apariencia de un Estado que funciona es una gran ilusión: “[...]
Las fuerzas de seguridad estás compuestas por hombres de las
milicias. En cualquier enfrentamiento entre partidos políticos, las
fuerzas policiales se dividirán según la línea del partido [a la
que pertenezcan] y se
enfrentarán entre sí”.
El
comandante paramilitar
Quienes
realmente controlan Basora son hombres como Sayed Youssif. Es un mando
intermedio, pero su nombre y el de su milicia, La Venganza de Dios,
despierta el terror en cualquier parte de Basora.
Se
inició con un reducido grupo de hombres armados que ocuparon un pequeño
edificio público. El antiguo estudiante religioso se labró una
reputación de temible matón con el asesinato de antiguos baazistas y
vendedores de alcohol; terminó por convertirse en un mercenario a
sueldo de quien estuviera dispuesto a pagar su precio.
Fui
a verle a su fortaleza de Basora. Hombres armados con uniformes de los
comandos del ministerio del Interior hacían guardia en la puerta y un
francotirador vigilaba desde el tejado.
En
la antesala del despacho, dirigentes tribales, responsables y más
hombres armados estaban sentados, descalzos, esperado que Sayed
Youssif los llamara. Algunos querían que los ayudase para que sus
familiares ingresaran en el ejército [Guardia Nacional] o en la policía.
Varios tenían problemas con otras milicias y buscaban protección.
Pero la mayoría estaba allí para rendir pleitesía a un hombre
poderoso, cuya ayuda pudieran necesitar algún día. Como el aparato
oficial del Estado va hacia el caos, hombres como él se han
convertido en los principales administradores de justicia y protección.
En Basora nadie ingresa en el ejército, en la policía o en un puesto
de la administración sin una carta de recomendación de una milicia o
de un partido político.
Sentado
delante de un mural con un águila que emerge de Basora y abraza todo
Iraq, conservaba sus gestos de estudiante religioso; con las manos
apoyadas sobre las rodillas, bajaba la cabeza para escuchar con atención
mientras los visitantes le hablaban. Pero en su escritorio, frente a
él, dos teléfonos que no paraban de sonar y una pistola con dos
cartuchos indicaban el poder que ahora ostenta.
Sayed
Youssif acaba de dictar sentencia en el caso de un hombre sunní a
cuyo hermano acusaron de disparar contra shiíes hace ahora más de 15
años. Familiares de las supuestas víctimas le exigen que les pague o
lo matarán. El hombre alegaba que su hermano, que había salido del
país hacía dos años, era demasiado pobre para pagar siete millones
de dinares (unos 3.700 euros) como compensación.
El
hombre sunní, agitado, imploraba clemencia. “[...] Los tiempos han
cambiado”, dice Sayed Youssif en voz baja pero potente. “[...]
Ahora tú, sunní, vienes a suplicarme como un ratón. ¿Te acuerdas
de cuando ninguno de nosotros nos atrevíamos siquiera a dirigirte la
palabra? Entonces tú eras un tirano, pero nosotros no somos tiranos
como tú. Te daré una semana para que vayas a tu tribu y los
convenzas de que nos entreguen a tu hermano o te juzgaremos a ti en su
lugar”.
En
aquel momento, explica, estaba preocupado por una lucha feroz contra
el partido Fadhila [o al–Fadila], otra milicia shií, que durante
los dos años anteriores controló la provincia y los yacimientos de
petróleo [4].
Junto
con un grupo de otras milicias que mantienen fuertes lazos con Irán,
Sayed Youssif intentaba desplazar al partido Fadhila: “[...] Se lo
he dicho a todos los miembros del ayuntamiento: tenéis que elegir, o
votáis contra el gobernador o moriréis”, le dijo a uno de sus
ayudantes. Al día siguiente, dos bombas explosionaron a las puertas
del consejo de ediles de Fadhila.
El
general
Una
tarde me reuní en el ministerio del Interior con un veterano general
iraquí. Había una docena de hombres armados, vestidos con uniformes
militares, que dormitaban; un joven oficial me guió hasta él a través
de un laberinto de pasillos tapizados con sacos terreros.
Cuando
entré, el general estaba hablando por teléfono con otro oficial;
amenazaba de broma a la persona con la que hablaba: “Cierra el pico
o enviaré la democracia a tu ciudad”.
Cuando
terminó la conversación, el general —que se negó a que su nombre
se hiciera público por miedo a las milicias— me estrechó la mano y
me dijo: “Bienvenido a Teherán”.
Le
pregunté qué había de verdad en las afirmaciones de los británicos
sobre que la seguridad estaba mejorando. Su respuesta fue tajante:
“[…] Los británicos vinieron aquí como turistas militares.
Cometieron errores tremendos cuando entrenaron a las fuerzas de
seguridad [iraquíes]. Nombraron oficiales de policía a hombres de
las milicias y decidieron no enfrentarse a ellas. Hemos llegado a un
punto en el que las milicias son una fuerza legítima en las
calles”.
Este
hombre, y otros oficiales de seguridad en Basora, incluido un asesor
británico de la policía local, describieron una red de distintas
fuerzas de seguridad leales a diferentes facciones o milicias.
“[…]
La mayor parte de la fuerza policial está dividida entre [el partido]
Fadhila, que controla la Unidad de Apoyo Táctico —el cuerpo mejor
entrenada—, y Moqtada [as–Sáder], que controla la policía
regular”, afirma el general:
“[…]
Fadhila, además, controla los campos de petróleo, por lo que
controla la fuerza que protege el petróleo y parte de la Marina.
Moqtada controla los puertos y aduanas y, por lo tanto, controla a los
aduaneros, a la policía y a sus servicios de inteligencia. Los
comandos están bajo el control de las Brigadas del Badr”.
La
relación entre las milicias y las unidades de seguridad en las que se
han infiltrado era incierta y difícil de definir, afirma: “[…]
Incluso el oficial de policía que no pertenece a una milicia se unirá
a ella para autoprotegerse, y una vez afiliado a una milicia,
entonces, aunque uno sea su comandante no puede relevarlo, “[…]
porque en ese momento ya te enfrentas a un partido político”, añade.
Más
del 60% de sus propios oficiales y “casi todos” los policías
pertenecen a las milicias: “[…] Haría falta una gran extirpación
quirúrgica para limpiar la ciudad”, afirma.
La
operación Simbad del ejército británico se diseñó justo para eso.
El ejército manifestó que fue un éxito, pero el general no opina lo
mismo: “[…] La operación fracasó de forma estrepitosa, porque no
limpió las fuerzas policiales”, afirma. “[…] Tenemos por
delante años de luchas y asesinatos: las milicias se derrocan unas a
otras y luego se escinden, y eso hace que día tras día seamos
testigos de la formación de nuevos grupos. La retirada británica está
dando lugar a una lucha de poder entre las diferentes facciones”.
El
oficial de Inteligencia
En
el salón de su modesto domicilio de Basora, un oficial militar de
alto rango de la Inteligencia, llamado Samer [5], me dijo que las
milicias podrían tomar el control de la ciudad en una hora y media si
así lo decidiesen. Al lado del sofá había un lanzagranadas, una
ametralladora y un par de granadas. Samer ha sobrevivido a dos
intentos de asesinato.
Mientras
que un joven que luce una pistola sujeta por el cinturón nos trae
unas latas de Fanta, Samer me habla las fuerzas económicas que apoyan
el crecimiento de las milicias: “[…] Las milicias y las tribus son
cárteles que controlan los puertos principales y los pozos de petróleo
más importantes; poseen sus propios puertos y todas roban petróleo.
Cuando el equilibrio de poder se rompe, se enfrentan en las calles”,
afirma.
Me
dijo cómo hace escasas semanas sustituyeron a un directivo de la
empresa eléctrica leal a Moqtada as–Sáder por otro leal al partido
Fadhila, lo que provocó enfrentamientos en las calles entre las
diferentes unidades de la policía.
Cuando
se produce un enfrentamiento entre dos milicias, las fuerzas de la
policía se dividen y una unidad de policía se enfrenta a otras
unidades. Los coches de la policía se convierten en coches de las
milicias. Un mando del Ejército del Mahdi estaba tan aterrado que
esto no le parecía raro: “[…] Claro que voy en un coche de policía,
¿qué quiere, que el comandante vaya en taxi?”
Para
complicar aún más las cosas, Samer afirma que la mayoría de los
miembros de las milicias tienen múltiples carnés de diferentes
grupos: “[…] Se van de un grupo a otro dependiendo de quién les
pague más”.
Al
igual que el general, Samer culpaba a los británicos de la situación
actual: “[…] Los responsables británicos son muy cuidadosos con
su imagen; están demasiado atemorizados para provocar un
enfrentamiento. Permiten que el cáncer se apodere del cuerpo. Incluso
si las milicias quemaran mañana la ciudad, los británicos no se
enfrentarían a ellas. Saben que les sobrepasan en número y que
sufrirían grandes pérdidas si lo hicieran”.
Al
día siguiente volví a visitar al general. Estaba sentado con otros
dos oficiales, hablando de lo que le había ocurrido ese día:
“[…] Hoy nuestros primos, los británicos, me han llevado a Amara
[capital de la provincia de Maysan, situada al norte de Basora] para
asistir a la ceremonia del traspaso de competencias de la
seguridad”, dice. Otro de los oficiales responde: “[…] Dales un
mes y todo se vendrá abajo”. ¿Un mes?”, responde el general
riendo: “[…] Dales unos días”.
Los
iraníes
En
Basora no se puede ir muy lejos sin toparse con pruebas de la
influencia iraní en la ciudad. Incluso dentro del edificio del
consulado británico se advierte a los visitantes que no utilicen sus
teléfonos móviles, porque: “[…] Los iraníes de la puerta de al
lado lo escuchan todo”, afirma un responsable de seguridad.
En
el mercado de Basora hay productos iraníes por todas partes, desde
productos lácteos hasta motocicletas y aparatos electrónicos. En las
librerías se venden libros de frases en farsi [persa] y por las
paredes hay carteles del ayatolá Jomeini. Pero la influencia iraní
también se percibe en lugares más siniestros. Abú Multaba describió
el grado de cooperación entre Irán y sus unidades. Su relato refleja
lo que muchos miembros de las milicias me han contado en otros lugares
de Iraq.
En
una de las casas de uno de los barrios más pobres de Basora, uno de
ellos me dijo: “[…] Necesitamos armas e Irán es nuestro único
mercado. Si los saudíes nos hubieran dado armas dejaríamos de
traerlas desde Irán”, y continúa: “[…] Los iraníes no nos dan
armas, nos las venden armas; una bomba iraní nos cuesta 100 dólares,
no hay nada gratis. Sabemos que a Irán no le interesa lo mejor para
Iraq y sabemos que están aquí para enfrentarse a estadounidenses y
británicos en nuestra tierra, pero los necesitamos y ellos nos
utilizan”.
A
pesar de este escepticismo sobre los motivos de Teherán, afirma que
varias unidades del Ejército del Mahdi están ahora bajo el control
efectivo iraní: “[…] Algunas unidades obedecían a otros mandos
pero Irán consiguió infiltrarse en ellas; esas unidades trabajan
ahora directamente para Irán”. Afirma que la mayor parte de las
milicias shiíes y de los partidos que actualmente controlan la política
en Basora, están formados por iraníes y financiados por Irán.
Tanto
el general como el oficial de inteligencia son de la misma opinión:
“[…] Irán no sólo se ha infiltrado en el gobierno y en las
fuerzas de seguridad a través de las milicias y de los partidos que
fomentaron en Irán, también se infiltraron en el grupo de
Moqtada [as–Sáder] proveyéndolos de armas”, me dice el general,
y agrega: “[…] Irán tomó el control de algunos descontentos y de
algunas milicias suministrándoles dinero y armas”.
En
su despacho, lleno de armas con signos iraníes, Samer me enseñó
unas secuencias que sus hombres habían filmado de una operación de
robo de armas en la que se incautaron seis katiuskas prácticamente
nuevos. “[…] En Basora, Irán tiene más influencia que el
gobierno de Bagdad”, afirma y añade: “[…] Provee a las milicias
de todo, desde calcetines hasta misiles”.
Sin
embargo, como muchos otros, es realista sobre la interferencia iraní:
“[…] Al contrario que EEUU y Reino Unido, Irán invierte mejor.
Sabía dónde inyectar el dinero: en las milicias y en los partidos
políticos. Si estalla una guerra pueden tomar Basora sin enviar ni un
solo soldado. Luchan en una guerra de desgaste contra EEUU y Reino
Unido, desangrándolos poco a poco. Nosotros capturamos espías iraníes
y desmantelamos redes de inteligencia, pero ellos no se dedican a
espiar sobre cuántos kalashnikovs tiene el ejército iraquí, están
aquí para obtener información sobre las fuerzas de la Coalición [de
tropas de ocupación]” [6].
Sin
embargo, otras personas dan pruebas de que la influencia iraní se
utiliza también para lograr objetivos menos estratégicos. Un hombre
de negocios de Basora, que importa refrescos de Irán, me dijo que una
vez tuvo una discusión sobre el precio de los productos con su
proveedor iraní. Cuando se negó a pagarle, hombres armados de una
milicia pro–iraní irrumpieron en la tienda y lo secuestraron. No lo
liberaron hasta que pagó todo lo que debía al comerciante iraní.
Nasaif
Jassem, un concejal del partido Fadhila que controla la provincia y la
industria petrolera en Basora, es muy crítico con la influencia iraní.
El partido Fadhila, apoyado por los británicos —como todo el mundo
sabe—, surgió de una escisión del bloque confesional shií en
Bagdad [Alianza Unida Iraquí] después de que éstos acusaran a la
Alianza de tener un programa sectario [7]. “[…] Los ocupantes británicos
se irán pero los otros ocupantes, los iraníes, se quedarán durante
mucho tiempo”, afirma, y añade: “[…] Quieren tener un agente en
Iraq al que puedan mover a su antojo, al igual que Hizbolá en Líbano.
Irán le está enviado un mensaje a Occidente: “[…] No te atrevas
a acercarte, porque Basora y su pueblo pueden saltar por los aires”.
El
miedo a los iraníes se extiende por toda la ciudad. Lo vi en la
oficina del general una noche que estuve allí hasta bien tarde. Sus
dos teléfonos móviles no dejaron de sonar, siempre era una
equivocación. La cara del general palideció: “[…] Me han
localizado. La milicia controla todas las antenas repetidoras de los móviles
y ahora ya saben dónde estoy”.
“[…]
¿Quién lo sabe, los iraníes o las milicias?, le pregunté. “Son
los mismos” [respondió]. Llamó a sus guardias para que mirasen rápidamente
por las ventanas para comprobar que los sacos terreros estaban bien
apilados. “[…] ¿Cree usted que yo, o el mando británico, podemos
andar libremente por Basora?, me preguntó: “[…] Pues la respuesta
es ‘No’, pero el encargado de asuntos iraníes puede ir donde le
plazca”.
Notas
de IraqSolidaridad:
(*)
Ghaith Abdul–Ahad (1975) es periodista y fotógrafo iraquí que
inició su carrera tras la invasión estadounidense de su país.
Trabaja como periodista independiente para ‘The Guardian’ y ‘The
Washington Post’. Sus fotografías se han publicado, además de en
los anteriores, en The ‘New York Times’ y ‘Los Angeles Times’.
En 2005 recibió el ‘Gaby Rado Memorial Award’, concedido por
Amnistía Internacional a los periodistas noveles. Fue uno de los últimos
periodistas independientes en abandonar Faluya tras el asalto a la
ciudad en abril de 2004; también cubrió el asalto de Najaf en agosto
de 2004. En octubre de 2005 publicó junto con otros tres periodistas
un libro titulado ‘Unembedded: Four Independent Photojournalists on
the War in Iraq’, que documenta la violencia diaria en las calles de
Bagdad y la historia más desconocida de la cultura iraquí con
profusión de fotografías.
1.
Véase en IraqSolidaridad: Informe de ‘Global Policy Forum’ (I):
Las bases de EEUU en Iraq y la nueva embajada en Bagdad
2.
Sobre la pugna de las milicias shiíes en el sur de Basora y la
influencia iraní, véase en IraqSolidaridad: Pedro Rojo y Carlos
Varea: ¿Está jugando Irán a la 'resistencia' en Basora? Las
milicias chiíes se disputan Basora, mientras Irán bloquea la
negociación con EEUU sobre Iraq , Carlos Varea: Nuevo gobierno en
Iraq: inestable reparto sectario. Aún están por asignar las carteras
claves de seguridad , Carlos Varea: Iraq, Estado de terror. 146.000
iraquíes integran ejércitos privados sin control alguno , Mahan
Abedin: Badr, Irán y los nuevos cuerpos de seguridad iraquíes EEUU
ha aceptado a la milicia chií como un componente esencial de la lucha
contrainsurgente y Tom Lasseter: Irán gana influencia y poder en Iraq
a través de las milicias. La organización Badr utiliza el ministerio de Interior para
perpetrar asesinatos sectarios .
3.
El nombre se ha cambiado por razones de seguridad.
4.
Ver nota 2.
5.
Igualmente, un nombre supuesto.
6.
La AUI, triunfadora en las últimas elecciones legislativas de 2005,
apoya el gobierno de Nuri al–Maliki, del partido Dawa. Sus
principales componentes son el antes denominado Consejo Supremo de la
Revolución Islámica en Iraq y la corriente de as–Sáder.
7.
Irán está ya invirtiendo en la reconstrucción de las instalaciones
petrolíferas de Basora, que serán unidas con refinerías iraníes
por un nuevo oleoducto que transportará inicialmente 200.000 barriles
de crudo iraquí al día hasta Irán, una propuesta de Teherán ya
aceptada por las autoridades locales de Basora (Az–Zaman, 17 y 26 de
mayo de 2007).
|