Demandas sociales y
la defensa del sector público, ejes de actuación del movimiento
sindical en Iraq
Huelga de los
trabajadores del sector petrolífero
de Basora
Por
David Bacon (*)
Truthout,
09/06/07
IraqSolidaridad,
14/06/07
Traducido por
Consuelo Delgado
“El 13 de
mayo, Hasan Juma Awad, presidente de la Federación Iraquí de
Sindicatos del Petróleo, escribió una carta al Congreso de EEUU, en
la que advertía: ‘[…] Todo el mundo sabe que la ley del petróleo
no está al servicio del pueblo iraquí’. Al sindicato se le prohibió
participar en las negociaciones secretas. Según Juma, el resultado:
‘[…] está al servicio de Bush, de los que le apoyan y de las
empresas extranjeras, a costa del pueblo iraquí’. El sindicato ha
amenazado con la huelga si la ley se aplica.”
El gobierno Bush no
tiene ninguna simpatía por los sindicatos en ningún lugar, pero en
Iraq tiene una razón especial para odiarlos. Constituyen la principal
oposición al plan económico de la ocupación y el mayor obstáculo
para el eje central de ese plan: la privatización del petróleo iraquí
[1]. Al mismo tiempo, los sindicatos se han convertido en la única
fuerza en Iraq que intenta mantener al menos un nivel de vida de
supervivencia para los millones de iraquíes que aún tienen que ir a
trabajar a diario en plena de la guerra [2].
Durante la primera
semana de junio, el fuerte malestar iraquí por los sueldos de hambre
y por el robo del petróleo estalló. El lunes 4 de junio, la Federación
Iraquí de Sindicatos del Petróleo [3], el mayor y más fuerte de los
sindicatos iraquíes, inició una huelga parcial para apoyar su
demanda de mantener el petróleo en el sector público y para forzar
al gobierno a cumplir sus promesas económicas. Los trabajadores de
los oleoductos que transportan el petróleo desde las torres de
perforación del sur de Iraq hasta la gran refinería de Bagdad
dejaron de trabajar. Fue una medida de fuerza limitada, que con todo
permitió el funcionamiento de la economía iraquí.
Envío del ejército
Nuri al–Maliki, el
primer ministro iraquí, respondió con el envío del ejército, que
rodeó a los huelguistas en Sheiba, cerca de Basora. Después, [el
gobierno iraquí] emitió órdenes de detención para los dirigentes
del sindicato. El miércoles, 6 de junio, el sindicato pospuso la
huelga hasta el 11 de junio. El malestar de los trabajadores no sólo
podía haber llevado a reanudar la huelga, sino que podía fácilmente
haber llegado al cierre de las propias torres de perforación o
incluso a impedir las exportaciones de petróleo. Eso sí que habría
cerrado el grifo de los ingresos que mantiene en Bagdad al régimen de
Maliki en el poder.
Algunas de las
reclamaciones de los trabajadores del petróleo reflejan la situación
desesperada de los trabajadores bajo la ocupación. Exigen que quien
los contrata —el ministerio de Petróleo— les pague los aumentos
de sueldo y las vacaciones prometidas, y que haga fijos a miles de
trabajadores temporales. En un país en el que la destrucción de
viviendas ha sido generalizada y los trabajadores viven a menudo en
condiciones lamentables y primarias, el sindicato exige al gobierno
que ceda terrenos para construir viviendas. Todos los años, de forma
milagrosa, el Instituto de Petróleo ha seguido dando clases y
formando técnicos; sin embargo, el ministerio no quiere dar trabajo a
los titulados, a pesar de la absoluta necesidad de mano de obra
cualificada que tiene la industria del sector, arrasada por la guerra.
Los sindicatos reivindican trabajo y un futuro para esos jóvenes.
Renegociar la
ley de petróleo
Pero hay una
exigencia que eclipsa incluso estas necesidades básicas: la
renegociación de la ley del petróleo, que entregaría la propia
industria [del petróleo] a empresas extranjeras. Y ha sido esta
reivindicación la que ha hecho incluso que despegaran aviones de caza
estadounidenses, que han sobrevolado continuamente las manifestaciones
de los huelguistas. En Iraq, las maniobras hostiles de la aviación
militar no son una amenaza vana para la gente. Esta situación refleja
una larga historia de medidas tomadas en Iraq, tanto por el gobierno
iraquí como por el gobierno de la ocupación estadounidense, para
reprimir la actividad de los sindicatos.
Iraq tiene una larga
historia obrera. Los sindicalistas, proscritos y encarcelados durante
el protectorado británico y su monarquía títere, organizaron un
movimiento obrero que fue la admiración del mundo árabe cuando Iraq
consiguió la independencia después de 1958. Posteriormente, Sadam
Husein obligó a sus dirigentes a la clandestinidad y asesinó y
encarceló a los que pudo capturar. Cuando Sadam Husein cayó, los
sindicalistas salieron de prisión y de la clandestinidad, y volvieron
del exilio decididos a reconstruir su movimiento obrero y,
milagrosamente, en medio de la guerra y los bombardeos lo hicieron. La
Federación Iraquí de Sindicatos del Petróleo del sur [de Iraq] es
ahora una de las mayores organizaciones del país, con miles de
miembros en las torres de perforación, en los oleoductos y en las
refinerías. Por su parte, el Sindicato de los Trabajadores de la
Energía Eléctrica es la primera organización obrera nacional
dirigida por una mujer, Hashmeya Muhsin Husein [4].
Junto con otros
sindicatos como los del ferrocarril, del sector hotelero, portuario,
de la enseñanza y las fábricas, [los trabajadores del sector petrolífero]
han ido a la huelga, han celebrado elecciones, han conseguido aumentos
salariales y han hecho que la democracia sea una auténtica realidad.
Sin embargo, el gobierno Bush y el gobierno de Bagdad que tiene bajo
su control han declarado ilegal la negociación colectiva, han
confiscado los fondos de los sindicatos y han mirado hacia otro lado
—o algo peor— ante la ola de asesinatos de los dirigentes
sindicalistas iraquíes [5].
Defender el
sector público
El presidente Bush
afirma que quiere democracia. Sin embargo no quiere aceptar la única
exigencia política que une a todos los iraquíes por encima de
cualquier otra: que el petróleo del país (y sus centrales eléctricas,
puertos y otras instalaciones claves) siga siendo estatal. El hecho de
que los sindicatos iraquíes sean la voz más fuerte que exige esto
los convierte en detestables. Para el gobierno Bush es mucho más
importante vender el petróleo a grandes empresas que asumir un
compromiso en firme con el proceso democrático.
El petróleo de Iraq
se nacionalizó en los años sesenta, al igual que el de los otros países
de Oriente Medio. El sindicato del petróleo iraquí se convirtió, y
aún lo sigue siendo, en el más celoso guardián de este sector.
La empresa
Halliburton entró en Iraq tras las tropas en 2003 con un contrato sin
licitación y con trato de favor con las autoridades de ocupación. La
compañía intentó hacerse con el control de los pozos y las torres
de perforación, reteniendo las ayudas a la reconstrucción para
obligar a los trabajadores a doblegarse. El sindicato del petróleo
hizo huelga durante tres días en agosto de aquel año, lo que detuvo
las exportaciones y bloqueó la entrada de ingresos del gobierno.
Halliburton tuvo que marcharse. Los sindicatos portuarios y del petróleo
obligaron entonces a las empresas extranjeras a renunciar a contratos
de favor similares en las instalaciones de transporte en alta mar de
Iraq. El Sindicato de los Trabajadores de la Energía Eléctrica que
dirige Mushin sigue batallando para frenar la subcontratación en las
centrales eléctricas, [lo que supone] el primer paso para que las
empresas privadas se hagan con el control.
El proyecto económico
de la ocupación
La ocupación siempre
ha tenido un proyecto económico. Paul Bremer, el zar de la ocupación,
publicó en los periódicos de Bagdad las listas de las empresas públicas
que quería sacar a subasta. Hacene Djemam, dirigente sindical árabe
[6], comentó amargamente:
“[…] La guerra
hace fácil la privatización: primero destruyes la sociedad; después
dejas que las empresas [privadas] la reconstruyan.”
El gobierno Bush no
quiere abandonar Iraq, en parte porque el proyecto económico no está
consolidado. Bajo las directrices de Washington, el gobierno aprobó
una la ley del petróleo redactada en secreto: el Grupo de Estudios
sobre Iraq [de representantes demócratas y republicanos del Congreso
de EEUU], dirigida por el magnate del petróleo James Baker, la
denominó en su informe “la clave para poner fin a la ocupación”.
Esta ley se presentó en la prensa estadounidense como la legislación
que asegura una división equitativa de la riqueza del petróleo. Los
sindicatos iraquíes afirman por el contrario que asegurará que las
empresas extranjeras controlen la prospección y el desarrollo futuro
de una industria petrolera que cuenta con una de las reservas más
grandes del mundo.
El 13 de mayo, Hasan
Juma Awad, presidente de la Federación Iraquí de Sindicatos del Petróleo,
escribió una carta al Congreso de EEUU, en la que advertía: “[…]
Todo el mundo sabe que la ley del petróleo no está al servicio del
pueblo iraquí”. Al sindicato se le prohibió participar en las
negociaciones secretas. Según Juma, el resultado: “[…] está al
servicio de Bush, de los que le apoyan y de las empresas extranjeras,
a costa del pueblo iraquí”. El sindicato ha amenazado con la huelga
si la ley se aplica.
Juma, al igual que
todos los sindicalistas iraquíes, afirma que la ocupación debería
terminar sin exigir el petróleo de Iraq como el precio a pagar.
“[…] EEUU proclamó que venía aquí como un libertador, no para
controlar nuestros recursos”, recordó [en su carta] al Congreso.
Los congresistas que se oponen a la guerra sólo pueden ganarse el
respeto de los iraquíes si rechazan la ley del petróleo.
Cuando llegue el fin
de la ocupación, cualquiera que sea el gobierno que ostente el poder
en Bagdad, necesitará controlar la riqueza del petróleo para
reconstruir el país devastado. Eso da a los trabajadores de Iraq una
poderosa razón para luchar con el fin de estar seguros de que eso
ocurra.
Notas de
IraqSolidaridad:
(*) David
Bacon es un periodista gráfico californiano que documenta el mundo
del trabajo, la emigración y la globalización. Su libro
‘Communities Without Borders’ acaba de publicarse en Cornell
University–ILR Press
1. Véase en
IraqSolidaridad: Kamil al–Mehaidi: La distribución geográfica de
los campos petrolíferos y su gestión bajo ocupación. El futuro del
petróleo iraquí .
2. Véase en
IraqSolidaridad: Global Policy Forum (VII): Desplazados y mortalidad:
una aguda crisis humanitaria y enlaces relacionados.
3. Su web es: http://www.basraoilunion.org/
. Véase en IraqSolidaridad una entrevista con su secretario general,
Hasan Juma Awad: David Bacon: "Los trabajadores iraquíes del
sector petrolífero defenderán el petróleo de su país".
Entrevista a Hasan Juma Awad . Un representante de la Federación
participó en el Tribunal de Barcelona de 2005:
Tribunal Internacional de Iraq: La sociedad iraquí ante el
proyecto de dominación colonial de EEUU y ante el reto de la
recuperación de su soberanía .
4. Hashmeya Muhsin
Husein participó recientemente en una gira por EEUU junto a otros
representantes sindicales iraquíes. La gira que resultó polémica al
incluir a un miembro de la Federación General de Trabajadores Iraquíes
(GFIW, en su sigla en inglés, anteriormente IFTU), organización
vinculada al Partido Comunista Iraquí y, por ello, rechazada por
parte del movimiento estadounidense contra la guerra como
colaboracionista. Véase: http://www.uruknet.de/ .
5. Véase, por
ejemplo: Dan Murphy: La milicia de as–Sáder afianza su dominio
sobre la Sanidad. Los servicios públicos, cautivos del sectarismo y
la corrupción de los colaboracionistas .
6. Secretario general
de la Confederación Internacional de los Sindicatos Árabes (CISA).
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