Confesiones
del ex jefe de la Reserva Federal
La
guerra fue por el petróleo, reconoce
Alan Greenspan
The
Independent / Reuters, 17/09/07
El encargado de la
Reserva Federal estadounidense durante 18 años, Alan Greenspan,
reconoce en sus memorias “algo que todos saben: que la guerra de
Irak es en gran parte acerca del petróleo”, y arremete contra el
Partido Republicano por haber abandonado la disciplina fiscal.
En el libro de
memorias, que saldrá a la venta este lunes con el título “La
era de la turbulencia: aventuras en un mundo nuevo”, Greenspan
acusa al presidente de Estados Unidos, George W. Bush, de cometer un
“grave error” al no enfrentarse al Congreso en torno de algunas
medidas económicas aprobadas por representantes y senadores, lo que
le costó al sistema político estadounidense perder “un mecanismo
de equilibrios esencial para la disciplina fiscal”.
Según el ex
presidente del banco central estadounidense, las políticas aprobadas
por los republicanos en el Congreso llevaron al gobierno a tener un
gasto fuera de control. “Cambiaron principios por poder. Se quedaron
sin ninguno de los dos. Merecían perder” en las elecciones de 2006,
cuando los demócratas recuperaron el control de ambas cámaras,
sentencia Greenspan en el libro.
Aunque sus memorias
se escribieron antes de la actual crisis del mercado hipotecario
mundial, Greenspan se refiere a sus políticas al respecto y responde
a quienes lo critican por mantener tasas de interés muy bajas a lo
largo de los casi 20 años que pasó al frente de la Reserva Federal.
“Estábamos dispuestos a arriesgar que, al bajar las tasas de interés,
generáramos una burbuja, un boom inflacionario de algún tipo, al que
eventualmente nos tendríamos que enfrentar. Fue una decisión bien
tomada”, explica en el texto.
Las primeras
reacciones a los señalamientos de Greenspan no tardaron. Hoy, el
secretario de Defensa de Estados Unidos, Robert Gates, declaró que,
aunque respeta al economista, no cree que sus afirmaciones sobre la
guerra de Irak “sean ciertas”, y dijo que en realidad “de lo que
se trata es de la estabilidad del Golfo Pérsico”.
Un
millón 200 mil muertos más tarde, Greenspan admite que la guerra de
Irak fue por el petróleo
Por
Alfredo Jalife–Rahme
Bajo la Lupa / La Jornada, 19/09/07
En medio del
estallido de la “megaburbuja Greenspan”, que puede significar la
mayor crisis conocida del capitalismo israelí–anglosajón, el mago
malhadado y malvado Alan Greenspan (mejor saxofonista que banquero)
obtiene de entrada 8 millones de dólares por su polémico libro Era
de turbulencias: las aventuras del nuevo mundo (ver Bajo la Lupa,
16/09/07). ¿Para qué sirve tener tanto dinero a los 81 años, en el
umbral del despido terrenal, cuando su metabolismo se encuentra en
franca entropía acelerada? Greenspan, miembro prominente de la secta
esotérica del “objetivismo” fundada por Ayn Rand, habrá sido un
furibundo materialista monetarista hasta el final.
No faltarán quienes
le crean a pies juntillas todos sus nuevos engaños al saxofonista
decapitado en las arenas movedizas de la antigua Mesopotamia, al unísono
de los Clinton y los Bush, es decir, las últimas dinastías del
putrefacto imperio colmado de deuda impagable.
El Maestro (Bob
Woodward dixit) de pacotilla y taquilla es un saltimbanqui
consuetudinario, quien se ha disfrazado de todos los trajes
carnavalescos posibles tanto en la teoría como en la práctica. Ayer,
gran aliado del nepotismo dinástico de los Bush, el principal
economista del Partido Republicano nombrado por Ronald Reagan, hoy
desecha a sus aliados políticos sin rubor para apostar en favor de la
presidencia de Hillary (una tendencia marcada de la omnipotente banca
israelí–anglosajona de Nueva York) para lidiar con los estragos que
legó después de 19 eternos años de permanencia dictatorial en la
Reserva Federal.
El imprescindible
Ambrose Evans–Pritchard (The Daily Telegraph, 17/9/07) lo
caracteriza como “un artista de rock, más que un sabio temible”.
El espurio Maestro inició su carrera como “ayudante político
(sic) de Nixon; no como economista (sic)”, cuando exhibió su pasión
por la guerra de Vietnam; su padrino fue “Arthur Burns, el mandamás
de la FED que inundó con masa monetaria para relegir a Nixon en 1972,
y quien engendró la Gran Inflación”. ¡Demoledor! Porque Greenspan
repitió con Baby Bush la misma receta mediante el tsunami
inflacionario del M3 que fue ocultado desde marzo del año pasado
por la Reserva Federal, lo que dio el aviso ominoso sobre las
calamidades financieras posteriores. Hoy la inflación no es de
consumo (gracias a la deflación importada desde China), sino de
activos: “el virus es tan letal, el uno como el otro”, con una
inundación inconcebible de deuda, ya vivida por “Estados Unidos en
los 20 y por Japón en los 80”.
Graham Peterson, de The
Times (16/ 9/07) aduce que su confesión sobre las motivaciones
de la guerra en Irak para capturar su petróleo “ha cimbrado la Casa
Blanca”, a la que fustiga sin piedad.
La frase
greenspaniana –“Estoy triste (¡supersic!) de que sea políticamente
inconveniente (¡supersic!) reconocer lo que todo el mundo sabe (¡supersic!):
la Guerra de Irak es en términos generales sobre su petróleo”–
redundará per secula seculorum, en similitud a su hipócrita
crítica en contra de la “exuberancia irracional” bursátil.
Es cierto, “todo el
mundo lo sabe”: hasta los leguleyos quienes le consagramos un libro:
Irak: Bush bajo la lupa (Editorial Cadmo & Europa, 2004).
¿Por qué hasta hoy, después de más de 1.2 millones de muertos y 5
millones de refugiados (en un país de 27.5 millones de habitantes
martirizados por la ilegal invasión de la dupla anglosajona), además
de la devastación generalizada, rompe el silencio el Maestro, contrario
a las pocas buenas costumbres bancarias que exigen la mayor discreción?
Los cataclísmicos
centralbanquistas, tanto de los globalizadores (v.gr. Greenspan) como
de los globalizados (v.gr. el cordobista–zedillista Ortiz Martínez,
del Banco de México, quien está más preocupado por el Seguro
Popular y la manutención de los billetes de 20 pesos que por sus
cuantiosas pérdidas, calculadas en 30 mil millones de dólares; por
mantener neciamente las reservas en dólares en lugar de euros, oro y
plata, como le habíamos aconsejado públicamente ante el Congreso),
andan como pollos decapitados corriendo alocadamente antes de sucumbir
y pretenden encubrir sus calamidades mediante su disfuncional
locuacidad.
Peter Beaumont y
Joanna Walters, del rotativo británico The Observer (16/
9/07) titulan soberbiamente: “Greenspan admite que Irak fue por petróleo,
mientras las muertes alcanzan 1.2 millones”. Señalan que los
“comentarios condenatorios de Greenspan sobre la guerra aparecen
cuando un reporte publicado la semana pasada clama que hasta 1.2
millones de iraquíes habrían muerto debido al conflicto” (agencia
británica de encuestas ORB).
Dicho reporte sobre
las muertes violentas de iraquíes se asemeja a los hallazgos macabros
de hace un año en The Lancet, la excelsa revista médica de
Gran Bretaña (una de las mejores, si no la óptima del mundo). ORB
había previamente destacado que “uno de cada cuatro iraquíes
adultos había perdido un familiar en la violencia (…) En Bagdad, el
número sería de uno por cada dos miembros”. Peter Beaumont y
Joanna Walters concluyen que “en caso de ser ciertas estas cifras,
el recuento de las necropsias excedería el genocidio de Ruanda, donde
murieron 800 mil personas”. ¿Perturbarán los genocidios
perpetrados directa e indirectamente por la banca israelí–anglosajona
a los monetaristas centralbanquistas neoliberales?
Las mendacidades de
Greenspan son proporcionales a su locuacidad cuando exime al
clintonismo del pecado primigenio de la globalización financiera y la
creación de la megaburbuja en vías de desintegración (en realidad,
viene de más atrás: a inicios de los años 70, desde la “era
tecnotrónica” de Zbigniew Brzezinski).
Las dinastías
Clinton y Bush representan las dos caras de la misma moneda neoliberal
global para ejercer la hegemonía unipolar estadounidense: la primera
con métodos financieros y la segunda con instrumentos bélicos. Ambos
(personajes e instrumentaciones) son complementarios y se
retroalimentan mutuamente.
Cabe recordar “El
engaño infernal del milenio” de nuestro libro agotado El lado
oscuro de la globalización: postglobalización y balcanización” (Editorial
Cadmo & Europa, 2000), donde expusimos la forma diabólica en que
la banca de inversión y las corredurías de Wall Street (cuando el
espurio Maestro despachaba en la Reserva Federal) colocaron
al anterior gobernador de Arkansas William Jefferson Clinton en la
Casa Blanca para concretar la desregulación financiera, según el
luminoso reportaje seriado de Nicholas D. Kristof y Edward Wyatt (The
New York Times 15, 16, 17 y 18/2/ 1999), retomado por el lúcido
William Pfaff en The Internacional Herald Tribune (1/3/1999),
quien resume espléndidamente que “las series de The New York
Times documentan el proceso por el cual la desregulación
financiera internacional le fue vendida a la administración Clinton
(de hecho, a Bill Clinton, mientras era todavía gobernador de
Arkansas) por Wall Street para que Estados Unidos rehiciera (¡supersic!)
el mundo financiero”.
Una dura lección
para quienes todavía crean en el cuento de hadas hollywoodense de las
(s)elecciones “democráticas” en Estados Unidos.
|