Gatillo
fácil de mercenarios llega al límite
Por
Daniel Luban
Inter Press Service (IPS),18/09/07
Washington.- Al
revocar el permiso de una de las empresas privadas de seguridad más
importantes de Estados Unidos, el gobierno de Iraq dejó en evidencia
otro motivo de fricción con el país ocupante, que recurre a ese tipo
de compañías para proteger a sus funcionarios.
La decisión de
anular la licencia de Blackwater USA, a cargo, entre otras funciones,
de la seguridad del embajador Ryan Crocker, se anunció el lunes, al día
siguiente de un tiroteo en Bagdad que dejó ocho civiles muertos.
Fue el último de una
serie de episodios que involucraron a empresas de seguridad privadas
cuyas operaciones causan rencor en la población local.
El gobierno iraquí
también prometió juzgar a los responsables de las muertes, otra
medida que también puede ser una fuente de tensión con Estados
Unidos y traslada a este país la nebulosa legal en la que operan los
guardias.
Abdul-Karim Khalaf,
portavoz del Ministerio del Interior iraquí, dijo creer que fueron
empleados de Blackwater los que abrieron fuego contra civiles al oeste
de Bagdad el domingo, en un incidente que dejó de un saldo de ocho
personas muertas y 13 heridas.
El incidente comenzó
cuando un convoy de vehículos del Departamento de Estado (cancillería)
estadounidense recibió disparos de armas pequeñas, según informó
la agencia Associated Press citando funcionarios de Estados Unidos.
"Cancelamos la
licencia de Blackwater y le prohibimos trabajar en todo el territorio
iraquí", declaró Khalaf. "También derivaremos a los
implicados a la justicia."
Pero, según la
portavoz de la empresa, Anne Tyrrell, "los guardias de Blackwater
actuaron de forma adecuada y legal para repeler un ataque en Bagdad,
el domingo".
"Blackwater
lamenta la pérdida de vidas humanas, pero el convoy fue atacado con
violencia por insurgentes armados, no civiles, y nuestra gente hizo su
trabajo para defender" a los integrantes del grupo, explica el
comunicado emitido por Tyrrel el lunes a última hora.
La expulsión de los
guardias de Blackwater puede dificultar mucho el trabajo del ejército
de Estados Unidos en Iraq, que depende de esa empresa para garantizar
la seguridad de importantes funcionarios de este país, incluido el
embajador Crocker.
Pero aun si
Blackwater no pudiera seguir trabajando en Iraq, la mayoría de sus
empleados podrán pasar a otras empresas y la seguridad general de
Estados Unidos no cambiaría mucho, dijo a IPS Prattap Chatterjee, de
la organización no gubernamental CorpWatch.
"Es difícil
vigilar un grupo itinerante de combatientes móviles. Aun si
Blackwater tiene prohibido operar, es probable que sus empleados
puedan encontrar trabajo en Aegis o Triple Canopy", otras
empresas de seguridad, indicó Chatterjee.
La secretaria de
Estado (canciller) de este país, Condoleezza Rice, llamó por teléfono
al primer ministro iraquí Nouri al-Maliki a última hora del lunes y
acordaron llevar adelante una "investigación justa y
transparente" de la matanza.
Pero nada asegura que
los esfuerzos de Rice sean suficientes para contener la ira de los
iraquíes hacia lo que perciben como delitos e impunidad de los
guardias de Blackwater.
Más de 180.000
civiles trabajan para el gobierno de Estados Unidos en Iraq, según
cifras publicadas en julio por el Departamento de Estado y el de
Defensa. La mayoría son iraquíes, pero también hay más de 20.000
estadounidenses y más de 40.000 de otras nacionalidades.
La cantidad de
guardias privados superan a los 160.000 soldados estadounidenses en
ese país de Medio Oriente, según la misma fuente.
Los empleados de
mayor perfil son los guardias de seguridad, responsables de proteger a
las personas importantes, algunos sitios y los convoyes.
Los guardias de
seguridad tienen prohibido participar en combates, pero su misión
puede ponerlos en una situación que se superpone con la del ejército
cuando los atacan.
Las empresas de
seguridad cuentan con unos 30.000 guardias en Iraq, aunque las
estimaciones varían bastante.
Blackwater, que tiene
unos 1.000 empleados y contratos con el gobierno estadounidense por
800 millones de dólares, es una de las empresas más conocidas en ese
país.
Entre sus tareas más
significativas, esa empresa estuvo a cargo de la protección de L.
Paul Bremer, director de la Autoridad Provisional de la Coalición
ocupante, y la de Crocker.
La firma se hizo
conocida en marzo de 2004, cuando cuatro de sus empleados fueron
asesinados y mutilados por una muchedumbre en Faluya, 60 kilómetros
al oeste de Bagdad.
El incidente puso de
relieve el fallido intento de Estados Unidos de recuperar el control
de esa ciudad en abril de ese mismo año.
Familiares de los
cuatro empleados asesinados en esa ciudad demandaron a Blackwater y
alegaron que la empresa no les brindó el equipo ni los recursos que
podrían haberles salvado la vida.
Blackwater ya había
sido criticada por recurrir a tácticas provocadoras.
Unos de sus críticos,
el coronel retirado de la Armada Thomas X. Hammes, arguyó que su
agresivo enfoque de protección socava los esfuerzos tendentes a
evitar que la contrainsurgencia se gane a la población local.
"El problema es
que defienden su principio de agresividad excesiva y cada vez que
operan ofenden a la población local, la obligan a hacerse a un lado,
la agobian e intimidan, a veces hasta sacan vehículos fuera del
camino, ganándose enemigos cada vez que trabajan", dijo Hammes a
PBS en 2005.
El tiroteo del
domingo en Bagdad fue el último de una serie de incidentes que
involucraron a empleados de Blackwater en Iraq y que puso de relieve
el ambiguo estatus legal de los guardias de seguridad privados.
El 24 de diciembre de
2006, un empleado ebrio de esa empresa y que no estaba de turno disparó
y mató a un guardaespaldas del vicepresidente Adil Abdul-Mahdi. El
guardia fue despedido y repatriado a Estados Unidos, pero hasta ahora
no se han presentado cargos en su contra.
En mayo de este año,
otro guardia asesinó a un conductor iraquí cerca del Ministerio del
Interior, en Bagdad, lo que hizo estallar un enfrentamiento entre un
convoy de Blackwater y fuerzas de esa cartera.
Al igual que los
empleados del sector privado, los guardias de seguridad no están
sujetos a la ley marcial, pero bajo una decreto de 2004, de la
Autoridad Provisional de la Coalición, tampoco pueden ser procesados
por la justicia iraquí.
Por ahora, ningún
guardia privado ha sido condenado por el asesinato de civiles iraquíes.
Es notorio que gran
parte de la población iraquí considera que los guardias de seguridad
de Estados Unidos actúan con total impunidad, lo cual es causa de
resentimiento.
Ese malestar habría
llevado a Washington a prometer el lunes que los responsables de la
masacre del domingo en la capital serían procesados en tribunales
iraquíes.
De todos modos, la
promesa parece constituir un intento de evitar que eso suceda y de que
el asunto permanezca bajo control de Estados Unidos.
Blackwater fue
fundada en 1997 por Erik Prince, miembro de una multimillonaria
familia cristiana y conservadora y ex integrante del comando especial
Seal (acrónimo de aire, mar y tierra, en inglés) de la marina de
guerra de Estados Unidos. La empresa cuenta ahora con unos 2.300
empleados en todo el mundo.
Mercenarios
en Iraq
La
felicidad era un revólver ardiente
Por
Roberto Bardini
Bambú Press, 20/09/07
En una sorprendente
actitud de autonomía, el gobierno de Irak anuló el permiso de
trabajo de la empresa estadounidense de seguridad privada Blackwater
Security Consulting, principal contratista del Departamento de Estado.
El motivo fue un sangriento ataque en el que guardias de la firma
mataron a nueve civiles desarmados y un policía e hirieron a 18
personas. El incidente ocurrió el domingo 16 de septiembre al mediodía
en la concurrida Plaza Nisoor, en el sector suní de Bagdad.
Los guardias, que
custodiaban un convoy militar estadounidense de seis camionetas,
escucharon explosiones, abrieron fuego contra la gente reunida en la
plaza y se fugaron. Dos días después, la secretaria de Estado,
Condoleezza Rice, telefoneó al primer ministro iraquí Nuri al Maliki
para expresarle su “pesar” por las muertes y prometerle que ayudará
a que se efectúe una investigación “transparente” del incidente.
“Este crimen ha
generado odio y enojo en el gobierno y en el pueblo contra la compañía
estadounidense”, dijo Maliki en una conferencia de prensa. “No
vamos a permitir el asesinato de iraquíes a sangre fría”. Al menos
por una vez el módico primer ministro interpretó la indignación
popular.
Blackwater Security
Consulting fue contratada por el Departamento de Estado para proteger
a todos sus empleados en Irak. Tras el anuncio del final de sus
actividades, Estados Unidos suspendió los desplazamientos por tierra
de sus funcionarios fuera de la Zona Verde, un sector de 10 kilómetros
cuadrados en el centro de la capital, que alberga a la mayoría de las
oficinas del gobierno iraquí y la embajada estadounidense. Con muros
de concreto para detener atentados suicidas y el Río Tigris como una
barrera defensiva natural, se le considera el lugar más seguro de
Irak aunque ha sido blanco frecuente de ataques rebeldes.
La empresa, un
elocuente ejemplo de como la iniciativa privada hace negocios con el
gobierno de Estados Unidos a través de contratos de “tercerización”
en el área militar, fue fundada a fines de 1996 por Erik Prince, un
megamillonario ex comando Seal (Sea+Air+Land= mar, aire y tierra), que
pertenece a una acaudalada familia calvinista de Holland (Michigan).
Su padre, Edgar Prince, era propietario de Prince Manufacturing Corp,
una poderosa industria de piezas para automóviles que se hizo famosa
por crear los espejos con luz en la visera para el sol que se utiliza
en el interior de los vehículos. Creada en 1965, la corporación tenía
5.000 empleados repartidos en casi todos los estados de la Unión
Americana y en varios países.
Considerado como quizás
uno de los más ricos soldados que pasaron por el cuerpo de élite de
la marina estadounidense, Erik Prince fue educado en un ambiente que
combinaba la doctrina del libre mercado con el evangelio cristiano.
Nacido en 1969, desde joven pertenece a la red evangélica más
importante de Estados Unidos, conocida como los “guerreros de la
oración”.
Esta casi desconocida
organización religiosa, que tiene filiales (denominadas
“campamentos”) en casi todo el mundo y apoya la política de
Israel en Oriente Medio, sostiene que “el Espíritu Santo ha
sembrado en el corazón de cada hijo la necesidad de convertirse en un
ferviente soldado intercesor” y que “orar infunde fuerza y poder
para dominar a Satanás”. Más o menos lo que Prince hace en unos
cuantos países.
El joven magnate
terminó la universidad en 1992, trabajó como pasante en la Casa
Blanca durante el gobierno de George Bush padre y al año siguiente, a
pesar de que su padre le había dejado una herencia millonaria, ingresó
a los Seals. Como integrante de una de las fuerzas más duras de la
armada norteamericana estuvo Haití, Medio Oriente y Bosnia.
A principios de 1996,
luego de dos años de servicio, Prince solicitó la baja, reclutó a
varios de sus ex compañeros y creó su propia compañía. Tenía 27 años
y mil millones de dólares.
La firma posee un
campo de entrenamiento de casi 2.500 hectáreas en Moyock (Carolina
del Norte), 160 instructores, 30 aviones y más de 300 vehículos
terrestres. Recientemente abrió una sucursal en Mount Carrol
(Illinois) llamada Blackwater North, con nueve campos de tiro al
blanco en una extensión de 200 hectáreas. El periodista Jeremy
Scahill, del diario The Nation, afirma en su libro Blackwater. La
aparición del más poderoso ejército de mercenarios del mundo, que
la nómina es de 20.000 empleados, aunque la cifra puede ser algo
exagerada.
La empresa se ocupó
de la seguridad de Paul Bremer, administrador civil de Irak desde el
11 mayo hasta el 28 de junio de 2004: en ese mes y medio aportó 36
hombres y tres helicópteros mediante un contrato de 21 millones de dólares.
Ese servicio VIP sacó del anonimato a Blackwater Security Consulting,
que hasta entonces era una organización de mercenarios casi fuera de
la ley y guardaespaldas en situaciones de riesgo.
Con 10.00 integrantes
en Irak, la milicia de Prince era la más numerosa después de las
tropas estadounidenses y se ubicaba encima de los contingentes
militares del Reino Unido y España. Sus miembros son casi todos ex
soldados con experiencia en América Latina en los años 80 y 90 y
algunos estuvieron destinados en Afganistán después del atentado aéreo
del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York.
Los salarios de los
agentes de seguridad oscilan entre seis mil y ocho mil dólares
mensuales, aunque los de nacionalidades latinoamericanas –sobre todo
chilenos, colombianos y salvadoreños– ganan menos.
Además de Afganistán,
la empresa tiene presencia militar-policial en Azerbaiyán, Jordania,
Filipinas, algunos países africanos y dentro mismo de Estados Unidos.
En Azerbaiyán, una “democracia autoritaria” que en 1991 se
independizó de Rusia, instructores militares de Blackwater entrenaron
una unidad naval al estilo Seal a un costo de 162 millones de dólares.
En Jordania, 40 especialistas adiestran fuerzas antiterroristas. En
Estados Unidos, tras el paso del huracán Katrina en agosto de 2005,
los guardias privados vigilaron las calles de Nueva Orleáns por 243 dólares
al día, mientras la empresa le cobraba 950 dólares diarios al
gobierno.
Desde que ingresó a
este mercado de trabajo no convencional, Blackwater Security
Consulting sostiene que adiestró a 50.000 hombres en casi todo el
mundo. Y para suerte de Erik Prince, en estos tiempos de “seguridad
global” su empresa está fuera de las Convenciones de Ginebra, una
serie de acuerdos firmados entre 1864 y 1949 que fijan reglas
humanitarias de guerra y posguerra.
Para el joven
millonario calvinista la felicidad es, como en la canción de Lennon y
McCartney, “un revólver ardiente”. El irónico subtítulo de
aquella composición del famoso Álbum Blanco de Los Beatles podría
ser el lema corporativo de Blackwater: “Bang! Bang! Shoot! Shoot!”.
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