La
balanza turca
Por
Txente Rekondo (*)
La
Haine, 17/10/07
La
consolidación de un ente propio en el sur de Kurdistán, hoy en día
bajo las fronteras de Iraq, con la posible pérdida de la “unidad
territorial” turca, preocupa seriamente a todos los sectores que se
disputan el poder en Turquía.
Turquía
vuelve a situarse en medio de una tormenta mediática con importantes
lazos más allá de las fronteras del actual estado turco. La
interrelación de muchos asuntos, que tienen de protagonista a Turquía,
acaba derivando en torno a intereses de otros países y a las
relaciones de éstos con el estado turco. Si la gota que ahora parece
colmar el vaso de “la paciencia” turca ha sido la resolución del
Comité de Relaciones Exteriores del Congreso estadounidense en torno
al genocidio armenio, unido ello a la ofensiva del PKK kurdo, que ha
costado cerca de treinta víctimas mortales en las filas del ejército
turco, lo cierto es que toda esta cadena de acontecimientos, así como
otros que pasan más desapercibidos en Occidente, ha supuesto una
firme reacción por parte del gobierno del AKP.
Detrás
de todo ello podemos ver un doble pulso, el primero en torno a la
lucha de poderes en el propio estado turco, que no ha acabado tras las
recientes elecciones legislativas y con el nombramiento del nuevo
presidente (ambos hechos analizados como una clamorosa victoria del
gobernante AKP), mientras que el segundo se centra en las relaciones
exteriores de Turquía, que hasta la fecha han estado en la órbita de
Washington y que en los últimos tiempos pueden estar tomando otra
dirección.
Las
últimas elecciones turcas han supuesto un importante apoyo popular
para el proyecto del AKP, y esto no ha gustado a los grandes
derrotados locales (ejército, antiguas élites políticas y buena
parte del viejo aparato burocrático del estado) que todavía
mantienen las esperanzas de situar la balanza del poder a su favor. La
batalla entre “democracia o segurocracia” continúa en Turquía.
El importante avance del AKP en todo el país, incluidas las zonas de
Kurdistán norte, ha creado expectativas contraproducentes para los
viejos poderes fácticos que no dudan en aprovechar cualquier brecha
para presionar al gobierno turco y ponerle ante complejas tesituras.
La
sociedad turca vive con intensidad, y con diferentes sensibilidades,
todo un abanico de debates en torno “a los militares y el
militarismo, Islam y sus prácticas, las leyes religiosas, el
laicismo, el “asunto armenio”, la llamada dignidad nacional, el
tema kurdo, Europa…”. Y en muchas ocasiones desde Occidente se
quieren aplicar esquemas preconcebidos a la hora de analizar esas
sensibilidades, obviando la compleja realidad turca o trasladando allí
parámetros eurocéntricos totalmente erróneos e inservibles para
analizar y comprender lo que ocurre en Turquía.
La
resolución en torno al genocidio armenio se nos presenta como la
clave para entender los acontecimientos de estos días y las posibles
reacciones turcas, pero en el pasado, en 2000, existió un precedente
similar, pero se quedó en intento ya que el entonces presidente
estadounidense, Clinton, logró frenar la iniciativa. Además, sin
menospreciar la importante repercusión en la opinión pública turca
de esas actuaciones, lo cierto es que existe otra realidad que
preocupa todavía más a los dirigentes turcos (y en esto coinciden
las diferentes sensibilidades), y no es otra que el llamado “asunto
kurdo”.
La
consolidación de un ente propio en el sur de Kurdistán, hoy en día
bajo las fronteras de Iraq, con un importante efecto de atracción
hacia las demandas de independencia del conjunto del pueblo kurdo, y
con la consiguiente pérdida de la “unidad territorial” turca,
preocupa seriamente a todos los sectores que se disputan el poder en
Turquía. Más allá de la resolución reciente sobre el genocidio
armenio, en Ankara disgustó todavía más la votación del senado
estadounidense el pasado mes, donde una mayoría aplastante aprobó
dividir Iraq en tres zonas (sunita, chiíta y kurda), y en esa
coyuntura los sectores partidarios de una intervención militar en el
sur de Kurdistán parecen haberse impuesto incluso entre las filas del
gobernante AKP. Así, una intervención calmaría los ánimos de los
militares y de buena parte de la opinión pública, pero podrían
tener consecuencias muy peligrosas para Turquía a medio o largo
plazo. No obstante, hay quien apunta que con esa medida, Ankara quiere
poner el balón en el tejado de Bagdad y Washington, para que
intervengan contra el PKK kurdo.
De
todas formas debe quedar claro que la “operación militar más allá
de las fronteras turcas no es la solución, sino que es una maniobra
muy peligrosa y que puede acarrear serios problemas a Turquía”.
Además, en el pasado ya se ha visto que operaciones similares no han
podido acabar con la resistencia del pueblo kurdo. Desde 1984, con la
irrupción en escena del PKK, el estado kurdo ha intensificado su
represión contra los kurdos, y a pesar de los innumerables intentos
por acabar con las demandas kurdas y con el PKK, ambos siguen sin ser
derrotados.
La
clave para interpretar esa realidad la aportan diferentes periodistas
turcos, como Umur Talu, columnista de Sabah, que señala cómo “el
estado, periodistas, políticos, militares, académicos y una parte
importante del pueblo turco todavía no se han preguntado porqué
Turquía sigue teniendo un problema con el PKK a pesar de los años de
lucha contra el mismo”. La búsqueda de las raíces del
enfrentamiento es también abordada por Taha Akyol, de Milliyet, quien
apunta que “Turquía no ha sabido afrontar el asunto kurdo, no ya en
los últimos 23 años (desde la presencia del PKK) sino desde los últimos
ochenta años”.
En
este teatro también tiene su importancia las relaciones
internacionales, así el jefe de estado, el general Yasar Büyükanit
ha señalado que “el daño causado a las relaciones entre Turquía y
EEUU” ha sido enorme. Por su parte algunos analistas occidentales
afirman que “EEUU puede permitirse perder a Turquía, pero ¿puede
Turquía perder ese preciado aliado?”. Y en este punto, es donde señala
con acierto el profesor Francisco Veiga que “la jugada de Washington
es arriesgada”. Desde Ankara se lleva tiempo desarrollando lazos
importantes de colaboración con Irán y con Rusia, dos actores
importantes en la escena regional e internacional, y ello es
contraproducente para los intereses de Washington.
Otros
actores afectados en esta crisis son Europa, perdida como siempre y
con un importante enfado hacia Turquía, a quien acusa de la última
subida del precio del barril de petróleo por sus amenazas
intervencionistas, o Israel, aliado de EEUU y Turquía en la región,
pero que ha visto dañada su postura por el apoyo del lobby judío a
la reciente declaración sobre el genocidio armenio.
En
las próximas semanas asistiremos a nuevos movimientos para
desequilibrar la balanza turca en una u otra dirección, pero de
momento el equilibrio que demanda la situación no está en ese
horizonte, y las repercusiones tendrán una importante lectura en
clave interna turca, pero también en aspectos de política exterior.
(*)
Gabinete Vasco de Análisis internacional (GAIN)
El Congreso turco votó invadir Irak
Por Francisco Perejil, desde Diyarbakir
El País / Página 12, 18/10/07
Pista libre. El Parlamento de Turquía autorizó
ayer a su gobierno a invadir Irak cada vez que lo estime oportuno en
el plazo de un año para combatir a los 3000 miembros armados del
Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), organización
considerada terrorista por Estados Unidos y la Unión Europea. De los
526 diputados presentes, sólo 19 votaron en contra, todo ellos
pertenecientes al prokurdo Partido de la Sociedad y la Democracia
(DTP).
El ejército turco ya ha entrado varias veces en
Irak para combatir al PKK y nunca lo ha vencido. La violencia no es la
solución. Y si Turquía invade Irak, su entrada en la Unión Europea
será cada vez más difícil, señaló ayer en Diyarbakir, capital del
Kurdistán turco, Hilmi Aydogdu, el presidente del DTP, formación
prokurda contraria a la lucha armada.
Desde la creación del PKK, en 1984, el conflicto
kurdo ha causado en Turquía la muerte de 37.000 personas. Pero lo que
ha parecido colmar el vaso ha sido la de trece soldados turcos hace
dos semanas. También fue asesinada una docena de civiles que viajaban
en un autobús, pero el PKK no ha reivindicado ese atentado. Durante
los últimos días, los medios han recordado los detalles biográficos
de todas las víctimas. Y el gobierno ha dicho que se le agotó la
paciencia.
Ni la OTAN, ni EE.UU. ni la Unión Europea ni el
gobierno de Irak lograron convencer al primer ministro turco, el
islamista moderado Recep Tayyip Erdogan, para que diera marcha atrás.
Erdogan ya ha advertido que el ataque no tiene por qué ser hoy ni mañana,
que se hará cuando el gobierno lo estime oportuno. Pero al menos
cinco helicópteros militares aterrizaron ayer en Diyarbakir, ciudad
de un millón de habitantes, la mayoría kurdos, a cuatro horas en
coche de la frontera con Irak. Cada vez que hay tensión, el gobierno
envía aquí helicópteros, comentaba ayer una estudiante kurda. La
mayoría de las fuentes consultadas señalaba que la sangre no llegará
al río, que Turquía no se atrevería a invadir Irak, porque eso le
acarrearía la animadversión de Estados Unidos. “Y Estados Unidos
no se opone a la invasión por protegernos a los kurdos, sino para
proteger sus propios intereses en la zona, que se desestabilizaría más
de lo que está”, indicó Irfan Babaoglu, administrativo, del
prokurdo Partido de la Sociedad y la Democracia en Diyarbakir.
“Pero si los turcos deciden atacar sabremos
defendernos”, señalaba Kemal Dogan, conductor de 28 años. Los
guerrilleros del PKK luchan con el corazón, por un ideal, mientras
que los soldados turcos lo hacen por un sueldo. Nosotros hemos crecido
dentro del peligro. No hay nada nuevo en esto. La guerra es fácil, lo
difícil es la paz.
El periodista kurdo Acay, de la agencia turca
Merkez, señalaba que en el caso “improbable” de que Turquía se
decidiera a entrar en el Kurdistán iraquí, no lograría gran cosa.
Dentro de 10 o 15 días habrá llegado el invierno. Las montañas
kurdas se habrán cubierto con más de un metro de nieve. Y el PKK
conoce perfectamente las montañas, tendrá sus campamentos bien
protegidos con minas antitanques. Poco podrían hacer allá los
tanques turcos. Además, los militares turcos siempre hablan de que la
mayoría de los miembros del PKK está concentrada en un lugar que se
llama Kandil. Y es cierto que allá puede haber 300 o 400
guerrilleros. Pero hay al menos ocho campamentos a lo largo de 350 kilómetros
de frontera con Irak. Quedarían aún miles de guerrilleros. El
problema del PKK no se habría solucionado entrando en Irak.
Mientras los helicópteros sobrevolaban la
ciudad, la población kurda paseaba tranquila por las avenidas
principales. “Esos dos que ves ahí son dos jodidos policías turcos
vestidos de paisanos. Aquí los conocemos a todos. Y si no, fijate en
el bulto de la pistola a la altura de la cintura”, comentaba un
universitario.
Entre las pocas personas que ayer se mostraban
satisfechas en Diyarbakir con el permiso para invadir Irak se
encontraba el presidente local de la Asociación de Víctimas Turcas,
Ahmet Büyükburs, de 42 años. La pared principal de su despacho se
encuentra repleta con las imágenes de las caras de gran parte de las
120 víctimas que el conflicto kurdo ha dejado en la ciudad. Una de
ellas, su hermano menor, que murió en 1994, cuando tenía 20 años.
Era soldado, igual que la mayoría de las víctimas turcas. “Como
turco que soy, quiero que para mí, para mis hijos y mis nietos el
terrorismo termine algún día. Y la entrada en Irak sería la solución.
Sólo mataremos a gente del PKK. Yo estoy dispuesto a morir por mi
bandera.” En su solapa lleva una bandera turca y en su despacho se
cuentan más de diez enseñas.
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