La
evidencia del fracaso
Por
Robert Fisk, 23/03/04
La
Jornada / The Independent
Traducción de Gabriela Fonseca
Enviado por Correspondencia Internacional
Exactamente
a un año de que las tropas angloestadunidenses invadieron Irak encontré,
el pasado viernes, a cinco jóvenes que se afanaban destruyendo lo que
quedaba de una estatua de Saddam Hussein, en la frontera de este pequeño
poblado polvoriento.
El
torso y la cabeza del dictador habían desaparecido del pedestal, pero las
piernas y un brazo permanecían ahí en el suelo, junto a una batería de
misiles monumentales de acero brillante.
Dos
helicópteros de combate se acercaban a la frontera -aún tratando de
encontrar a las hordas de Al Qaeda que, según Donald Rumsfeld, están
llegando como enjambres a Irak-, pero lo que llamó mi atención fueron
las cabezas de los jóvenes que martillaban, serruchaban y destrozaban los
restos de la estatua de Hussein. Cuatro de ellos usaban pasamontañas
negros y el quinto se cubría la cabeza con una capucha negra. Un año
después de haber derrocado a Hussein, ahora los iraquíes tienen que
esconder su identidad cuando atacan su imagen. ¿Qué nos dice esto del
"nuevo Irak"?
Si uno
se encuentra en Irak, circulando por sus peligrosos caminos, la evidencia
del colapso y el fracaso está en todas partes. Unas cuantas
organizaciones no gubernamentales desarmadas se encuentran aisladas en las
ciudades, sin poder viajar por las carreteras que se han convertido en
dominio de asesinos y bandidos.
Ahora,
cuando viajo por estas carreteras utilizo una kuffiah, con todo y su banda
negra en torno de la cabeza. Mi chofer usa pantalones y camisa
occidentales, pero yo ando con ropa árabe para evitar ser atacado. Otros
occidentales están haciendo lo mismo. ¿Qué nos dice eso sobre Irak, a
un año de la "liberación"?
Muchos
choferes se niegan a trabajar para reporteros occidentales. ¿Quién puede
culparlos después de lo que pasó a periodistas de la televisión Al
Arabiya, que murieron tiroteados por las tropas estadunidenses? No es de
extrañar que sus colegas se hayan salido de la jactanciosa conferencia de
prensa que dio Colin Powell en Bagdad.
Tres
periodistas que trabajaban para una estación de televisión financiada
por Estados Unidos han sido asesinados por insurgentes. Un viejo amigo mío
iraquí -uno de los más acérrimos críticos de Hussein- me contactó
esta semana. El quería trabajar para un Irak "democrático".
Pero ahora desea que yo le ayude a tramitar un segundo pasaporte. Me
preguntó si yo podía hablar con la embajada australiana; porque él ya
no cree que vaya a vivir en un país estable. ¿Qué nos dice esto del
"nuevo Irak"?
Para
quienes pasamos tiempo en este país es difícil saber si hay que reír o
llorar mientras el coro bélico vuelve a aporrear los tambores de guerra.
Richard Perle, uno de los vulcanos neoconservadores que más presionó a
la administración Bush hacia esta invasión, estaba discutiendo conmigo
en un programa de radio, elogiando el que se haya reinstalado el servicio
eléctrico las 24 horas en la capital iraquí. Qué pena que casi no pude
escuchar lo que decía por el rugido de los generadores de emergencia que
sonaban a mi alrededor esa noche.
¿Cómo
se explican los ejércitos de truculentos e insurrectos mercenarios que
ahora rondan Irak por órdenes de las autoridades angloestadunidenses de
ocupación? Muchos miles de ellos son británicos. Algunos están bien
entrenados; otros no. En mi hotel, docenas de ellos se pasean
arrogantemente por el lobby luciendo rifles y pistolas y hablando de
"seguridad".
Todos
ellos trabajan para empresas de seguridad privadas que han sido
contratadas por los poderes de la ocupación o por compañías, también
privadas. No siguen ninguna regla de combate y muchos beben demasiado.
Cuando le pedí a uno de estos pistoleros británicos, la semana pasada,
que al menos se pusiera una camisa que ocultara su pistola cuando entra y
sale de nuestro hotel, me apuntó con el dedo. "Mira, amigo", me
gritó, "si veo que alguien armado viene a dispararte, me voy a
seguir de largo sin hacer nada".
¡Pero
si es él quien amenaza nuestra seguridad! Los iraquíes, por supuesto,
ven el ir y venir de estos jóvenes y sacan sus propias conclusiones, y me
temo cuáles son.
Los
ataques contra tropas estadunidenses y civiles occidentales se incrementan
a diario en Mosul. Hace unos días, tres iraquíes fueron muertos en
Basora por un coche bomba dirigido contra una patrulla militar británica.
Las tropas occidentales ahora sólo viajan a Najaf por el norte, y siempre
en contingentes de 200 hombres. ¿Pero qué le pasó a ese "triángulo
sunita" tan claramente trazado?
No es
de extrañar que las tropas españolas estén ansiosas por irse a casa.
Ahora que el primer ministro polaco ha dicho que fue "engañado"
con lo de las armas de destrucción masiva, ¿cuánto falta para que sus
tropas sigan a las españolas? Nadie informa que las fuerzas polacas son
atacadas casi todas las noches en los alrededores de la ciudad de Hilla.
Las
declaraciones de David Kay (ex inspector de armas estadunidense) en una
entrevista con Le Figaro, en las que dijo: "tenemos que reconocer
nuestros errores y restaurar nuestra credibilidad", están teniendo
amplia difusión en Bagdad. "No creo que exista ninguna oportunidad válida
de comprobar la existencia de armas de destrucción masiva, porque la
mejor evidencia sugiere que nunca existieron".
Aún
así, los poderes de la ocupación, la "Autoridad Provisional de la
Coalición", se niega a mantener estadísticas sobre las decenas de
iraquíes inocentes que mueren cada semana bajo su mandato; en ataques con
autos bomba, en asesinatos en las carreteras.
El ejército
estadunidense catea los poblados sunitas, tirando las puertas en el mejor
estilo israelí de destrucción. Los constantes asesinatos de inocentes a
manos de estadunidenses está amargando a toda una nueva generación de
iraquíes. Y pronto habrá "democracia" en Irak.
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