Mitos y realidades de la China actual
Por Juan Chingo
Estrategia Internacional, Nº 21, septiembre 2004
El extraordinario
crecimiento sostenido de la economía china por más de dos décadas
es, sin lugar a dudas, una de las grandes transformaciones de la
economía y de la política internacional. Su desarrollo económico,
utilizando como “ventaja comparativa” enormes reservas de mano de
obra barata, la ha convertido en el centro por excelencia de la
producción manufacturera a nivel mundial, siendo considerada el
“taller del mundo” , como se denominaba a Inglaterra después de
la Revolución Industrial. En 2003, estos logros y el espectacular
despegue de sus importaciones, que crecieron a lo largo del año el
40%, la convirtieron en uno de los dos motores de la recuperación de
la economía mundial marcando decididamente la emergencia de China
como un actor a tener en cuenta en el escenario internacional.
Tales resultados dieron lugar a todo tipo de especulaciones y
pronósticos sobre el futuro. Los más optimistas la ubican como la
futura potencia hegemónica del siglo XXI basados en que su desarrollo
económico y enorme población, le permitirían repetir una irrupción
igual de extraordinaria que la de Estados Unidos hacia mediados del
siglo XIX. Otros arriesgan que China puede convertirse en el nuevo
“El Dorado” de la economía mundial capitalista, abriendo para
ella un nuevo auge expansivo.
En esta nota vamos a discutir estas perspectivas demostrando
cómo el actual “milagro chino” no contradice la tesis marxista
sobre la imposibilidad de las economías dependientes de transformarse
en nuevas potencias capitalistas competidoras en una economía mundial
dominada por los grandes países imperialistas y sus transnacionales.
Aunque no puede descartarse la potencialidad de China para actuar como
pulmón de una nueva división del trabajo de la economía mundial,
este proceso se halla todavía en sus estadios iniciales y está
sometido a enormes desafíos tanto externos como internos que hacen de
la posibilidad de fuertes convulsiones y estallidos una alternativa
altamente plausible. En otras palabras, la complejidad de sus
problemas sociales y económicos y la resistencia al cambio político
pueden desviar su curso ascendente y dar lugar a una China totalmente
distinta a la que conoció Occidente en las últimas décadas, que
vuelva al patrón de inestabilidad que conoció ese país durante la
mayor parte del siglo XX.
CAPÍTULO I
Las ventajas del atraso
El desarrollo de
China sólo puede entenderse si se toma en cuenta que es tanto una
economía atrasada, que comparte toda una serie de problemas similares
a los de muchos de los países semicoloniales de América Latina, como
una economía en transición desde una planificación burocrática al
capitalismo, proceso similar al de todos los ex estados obreros
deformados y degenerados. Es esta combinación de procesos lo que hace
a China, además de su población de 1300 millones de personas y su
vasto territorio, un caso excepcional en los procesos de restauración
capitalista que han sacudido a los llamados ex países comunistas.
Tenemos acá una paradoja: en el marco del retroceso histórico
representado por la restauración capitalista, la economía china se
ha beneficiado –contradictoriamente- de las “ventajas del
atraso” que le permitieron un importante desarrollo, aunque desigual
y dependiente, a diferencia de Rusia y los países de Europa del Este
donde, desde el vamos, la vuelta atrás desde un modo de producción
superior sólo ha significado la más brutal destrucción de fuerzas
productivas y un enorme retroceso económico, social y cultural. No es
que este último proceso no se de en China, sino que es ocultado y
compensado en términos globales o mejor aún contrarrestado momentáneamente
por el fenomenal proceso de industrialización. Esto es lo que dice el
economista chino Fan Gang: “En realidad, la excepcional naturaleza
del caso chino -la imbricación de los problemas económicos de un país
en desarrollo y de un país transicional– es a la vez la fuente de
sus dificultades, pero también la razón por la que China es capaz de
llevar adelante sus reformas constantemente y mantener el crecimiento.
Las economías de Rusia y Europa del Este eran altamente
industrializadas y altamente nacionalizadas cuando las reformas
comenzaron, más del 90% de su población eran trabajadores en
empresas de propiedad estatal y el 100% de ellos disfrutaba de
beneficios sociales. En China al inicio de las reformas, 80% de la
población trabajaba en la agricultura. Era básicamente una sociedad
agrícola en aquel tiempo, con un producto bruto interno per cápita
de sólo 100 dólares estadounidenses. Menos del 20% del pueblo gozaba
de beneficios sociales... En tanto y cuanto China no era una economía
altamente industrializada o nacionalizada, fue mucho más fácil de
proceder con las reformas y brindar un crecimiento en los ingresos y
en la economía de conjunto, reestructurar mientras se
desarrollaba”1.
Logros
económicos fenomenales...
Desde que inició sus reformas en 1978 el progreso de la
economía china ha sido extraordinario. En los pasados 25 años su
producto bruto interno se ha expandido un 9% anual, el crecimiento de
su comercio exterior ha crecido un 15% anual y el superávit comercial
con los Estados Unidos es ahora dos veces el de Japón. Todo esto es
una muestra de la mayor integración de la economía china a la economía
mundial, siendo hoy día la sexta economía del mundo con un PBN de
1,4 billones de dólares. Una muestra de esto ha sido que en 2002,
Shennzhen superó a Rotterdam y Los Angeles, convirtiéndose en el
sexto puerto del mundo.
El excepcional desarrollo industrial ha llevado a muchos
analistas a denominarla el “nuevo taller del mundo”. Así, el
Financial Times sostiene: “Hoy, las ciudades florecientes del delta
del río Pearl en China se han convertido en el nuevo taller del
mundo. Shunde se llama a sí misma la capital del horno de microondas,
con 40% de la producción global que se realiza en sólo una de sus fábricas
gigantes. Shenzhen, la zona económica especial, dice fabricar el 70%
de las fotocopiadoras mundiales y el 80% de los árboles artificiales
de Navidad. Dongguan tiene 80.000 personas trabajando en sólo una fábrica
haciendo zapatos para los adolescentes del mundo. Zhongshan es el
hogar de la industria de electricidad mundial. Zhuhai, hasta hace poco
una ciudad costera rodeada de campos de arrozales, está ganándole
tierra al océano para hacer más espacio para fábricas que ya
dominan la cadena global de cualquier cosa desde consolas de
computadoras de juego a clubes de golf ”2.
Y más adelante el mismo artículo agrega: “El delta del río
Pearl -un área del tamaño de Bélgica que bordea el interior de Hong
Kong a través de una serie apretada de islas– produce 10.000
millones de dólares de exportaciones y atrae mil millones de inversión
extranjera al mes. Ya 30 millones de personas trabajan aquí en la
manufactura, todos los días miles más se bajan de los trenes desde
tierras más al norte. Así como Friedrich Engels escribió que ´el
arte moderno de la manufactura alcanzaba su perfección en
Manchester’ en 1845, también las multinacionales del mundo están
llevando sus técnicas avanzadas de producción para sacar ventaja de
la fuerza de trabajo barata y bajos costos en el último gran estado
comunista del mundo. Las relucientes avanzadas de Microsoft, BP, Honda
o General Electric hacen un sin sentido del estereotipo de China
exportando nada más que juguetes de plástico”.
La base de este desarrollo está en que la penetración del
capital extranjero ha usufructuado la desigualdad entre la economía
mundial y el nivel atrasado de China. En palabras de un economista de
Morgan Stanley “las brechas entre China y las economías
desarrolladas en relación con la productividad laboral y la riqueza
se están expresando a través de una rápida relocalizacion desde las
economías maduras hacia China y el consecuente crecimiento rápido de
las exportaciones”3.
El motor fundamental son los bajos salarios, como puede
apreciarse en el siguiente ejemplo que compara las condiciones del
proceso de producción fabril de zapatos y zapatillas del Dr. Martens
en Northampton, una tradicional zona de Inglaterra, acostumbrada a ser
sinónimo de la industria del calzado, con la producción china en las
empresas de Pou Chen, compañías taiwanesas que se mudaron al
continente para sacar ventaja de los costos laborales más bajos. Dice
el Financial Times: “Las plantas de Pou Chen, una en Zhuhai y otra
en Dongguan, emplean a 110.000 personas y producen en serie 100
millones de pares de zapatos al año para Nike, Adidas, Caterpillar,
Timberland, Hush Puppy, Reebok, Puma y otras. La producción en esta
escala requiere construcciones que hubieran desafiado a los más
ambiciosos propietarios de Lancashire durante la revolución
industrial inglesa. Decenas de miles de jóvenes mujeres contratadas
de todo el campo chino trabajan en bulliciosas líneas de producción
que serpentean una series de largos edificios de cinco pisos. La fábrica
del Dr. Martens en Northampton usa pequeños grupos de trabajadores
ensamblando zapatos completos para reducir los costos de inventario.
Pou Chen usa técnicas de producción en masa poco cambiadas desde los
tiempos de Henry Ford. Dr. Martens paga a sus 1.100 trabajadores del
Reino Unido alrededor de 490$ la semana y ha construido un estadio
para el club de football local. Pou paga alrededor de 800 renminbi
(100$) al mes, o 36 centavos la hora, por arriba de 69 horas a la
semana y provee dormitorios para los trabajadores emigrantes que deben
obedecer estrictos toques de queda”.
El enorme excedente en mano de obra y el bajo nivel de
riqueza permite una fuente que pareciera inagotable para nuevas áreas
de extensión del capital que, acicateado por la competencia y la
fuerte reducción de los márgenes de rentabilidad, tiene una
insaciable sed de salarios más bajos aún de los ya bajos salarios
del sur de China, que es lo que explica la relocalizacion interna de
muchas firmas al interior de China continental donde el valor de la
fuerza de trabajo es de un 30 a un 50% menor que en los casos del
delta del río Pearl que hemos nombrado.
El capital internacional está usufructuando las bondades de una
fuerza de trabajo de un nivel de calidad y dedicación que difícilmente
se encuentre en otro lugar. Esto es producto de una nueva fuerza de
trabajo, moldeada en una economía agrícola intensiva y resultado de
un balance desfavorable entre la superpoblación humana y la
existencia de tierra que ha preparado los músculos de millones de
campesinos que ahora emigran a las ciudades para someterse a una
explotación del capital4. Es una especie, podríamos decir, de renta
diferencial, no de la tierra sino de la fuerza de trabajo, con la que
el capital internacional se encuentra y saca provecho no sólo de la
intensidad sino también de la oferta casi inagotable de fuerza de
trabajo. Esto ultimo le permite evitar la inflación salarial a
diferencia de otras economía agrícolas atrasadas que se
industrializaron, como es el caso de Singapur, Malasia y otras economías
del sudeste de Asia, lo que le otorga al fenómeno no un carácter
pasajero sino de más larga duración que en previas relocalizaciones
del capital desde Estados Unidos o Japón a esta región del globo,
cuyos giros duraban alrededor de 10 años.
...pero unilaterales e
insostenibles en el largo plazo
No hay duda de lo espectacular del crecimiento económico
chino de las últimas décadas, sobretodo desde comienzos de los
’90. Pero este crecimiento explosivo ha dado lugar al mismo tiempo a
un desarrollo unilateral, riesgoso e insostenible en el largo plazo.
No sólo ha exacerbado el riesgo de sobreinversión en muchas áreas,
sino que el nivel de subutilizacion del capital es enorme, solamente
sostenible en el corto plazo como consecuencia de una explotación
desenfrenada de los recursos naturales de China a costa de
hipotecarlos para las futuras generaciones.
En otra palabras, se puede conjeturar, a pesar de las
diferencias, que esta búsqueda “voluntarista” del crecimiento
económico a toda costa, perseguida por la dirección del Partido
Comunista Chino (PCCh) con el objetivo de mantener su legitimidad,
podría terminar en un nuevo “Gran Salto Adelante”5 -aunque con
una orientación ideológica opuesta- es decir, en un fracaso económico
estrepitoso con enormes consecuencias sociales y políticas. Ese es el
gran interrogante del “milagro económico chino”, que agobia también
a la actual cuarta generación de líderes del PCCh, que bajo el nuevo
gobierno de Hu Jintao, ha puesto más énfasis y esfuerzos en
equilibrar y consolidar el desarrollo.
Una muestra de esto es que durante 2003 el crecimiento de la
inversión en capital fijo creció un espectacular 30%, dando cuenta
de un 47% del PBN. Según la revista The Economist, citando a dos técnicos
del FMI, Paul Heytens y Harm Zebregs, “...tres cuartos del
crecimiento chino provienen de la acumulación de capital, a pesar de
que el factor total de productividad –una medida de la eficiencia
económica- creció sólo un dos por ciento al año entre 1995-99. Aún
para una economía en desarrollo, el nivel de inversión en China es
inusualmente alto. Corea del Sur en su periodo de rápido crecimiento
en los ’70 y ’80 tenía niveles de inversión cercanos al 25% del
PBN. Pero la preocupación más grande es que el crecimiento de China
es asombrosamente despilfarrador. Mientras que en los ’80 y ’90
costaba 2-3$ de nueva inversión para producir 1$ de crecimiento
adicional, ahora se necesitan más de 4$. Aún la India, a menudo
comparada más desfavorablemente que China, es ahora más eficiente en
dicha medida. Sólo una alta tasa de ahorro doméstico –alrededor de
un 40% del ingreso de los hogares– y la incontrolable explotación
de sus recursos naturales puede hacer posible para China gastar
capital en tal escala. Pero tampoco es sostenible. Con la poca oferta
de provisión social por parte del estado, los chinos necesitan
ahorrar para asegurarse por sí mismos. Y la degradación ambiental y
la polución nociva son costos que se están almacenanando para el
futuro”6.
Si estos datos son de fiar China estaría repitiendo en el
terreno industrial el patrón involutivo de atraso económico de su
economía agrícola en tiempos de Mao, proceso por ahora enmascarado
por el fenomenal crecimiento económico. Es así que “...la era maoísta
en la agricultura fue testigo de la disminución de la productividad
por hora/hombre, incluso a pesar del aumento tanto del trabajo
invertido como en el producto obtenido. El devastador análisis de
Philip C. C. Huang (1991) remata esta terrible conclusión afirmando
que en su conjunto las tres décadas de administración agrícola maoísta
simplemente perpetuaron la involución de su desarrollo económico. A
medida que la población crecía, los agricultores aumentaban sin
cesar su producción total de grano, pero sólo a costa de reducir
constantemente la tasa de retorno por hora de trabajo. Debían correr
más rápido sólo para permanecer donde estaban”7.
Es sorprendente el paralelismo entre este patrón de
desarrollo con los datos que cita The Economist sobre el aumento de la
cantidad de capital invertido por igual cantidad de producto o las
recientes investigaciones de dos economistas, Hu Angang y Zheng
Jinghai, que sugieren que el boom de inversiones ha llevado ya a una
declinación en el crecimiento de la productividad. Según datos
citados por el Financial Times, la productividad cayó de una tasa
anual de 3,3-4,6% antes de 1995 a sólo 0,3-2,3% desde 1995 a 20018. A
pesar de que una parte importante de este aumento del capital podría
corresponder a obras de infraestructura , es un hecho que la enorme
competencia de las firmas extranjeras que no pueden dejar de estar en
el mercado chino, junto al hecho de que todo negocio rentable es rápidamente
seguido y replicado por decenas de firmas alentadas por las
administraciones y burocracias locales, están dando lugar a una
estructura económica donde existe una baja concentración económica
y poca racionalización por rama de producción, abonando una sistemática
mala distribución de los recursos.
En otras palabras, estamos en presencia de una ingeniería
económica y social, producto de la coincidencia entre la necesidad
del PCCh de mantenerse en el poder garantizando el crecimiento y la de
las transnacionales imperialistas de bajar sus costos para sobrevivir
en la dura competencia desatada en un mercado mundial cada vez más
estrecho, que está dando lugar en el terreno económico a
contradicciones explosivas, donde el aliento a la penetración
imperialista por parte de la burocracia ha creado una sobreproducción
prematura enorme (comparada con las necesidades insatisfechas en
China), o sea, una masa de empresas que enfrentan mercados saturados y
acumulan mercancías invendibles, en el marco de una acumulación
fenomenal de deudas incobrables por parte de los bancos que financian
esta desenfrenada acumulación de capital, que no está en
correspondencia con la tasa de rentabilidad, y de una constante
entrada de capitales que presiona a la revaluación del yuan (que es
detenida por temor a que pudiera dar lugar a la quiebra de su sistema
financiero, aún inmaduro), contradicciones que en algún momento
pueden alcanzar un punto de no retorno. En ese momento se verá si el
descalabro económico alienta un salto en la restauración capitalista
o, por el contrario, es el acicate para un gran levantamiento contra
la burocracia y el capital nacional e imperialista que liquide la
restauración antes de que esta se consolide.
CAPITULO II
Una de las novedades de la actual restauración capitalista
en China es que mientras las fuerzas estructurales de la penetración
imperialista y el atraso tecnológico (y por ende de la productividad
del trabajo) empujan a la República Popular China hacia la
semicolonización, por el momento el Estado chino goza de márgenes de
autonomía sin precedentes para una nación semicolonial en el jerárquico
sistema mundial dominado por el imperialismo.
El fuerte peso y el rol de la
penetración imperialista y las vulnerabilidades del modelo
exportador.
El milagro chino es un subproducto de la relocalizacion de
las multinacionales imperialistas en determinadas áreas de la
periferia capitalista como consecuencia de la renovada e intensificada
competencia intermonopólica por los mercados y los márgenes de
ganancia. La aceleración de esta tendencia desde inicios de los ’80
hasta hoy, como respuesta a la crisis de acumulación capitalista
iniciada en los ’70, puede apreciarse en las siguientes cifras de la
UNCTAD (Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Comercio y el
Desarrollo), que muestran a la vez a China con su fuente inagotable de
mano de obra barata como el destino privilegiado por excelencia: “El
stock global de inversiones extranjeras directas (IED) saltó más de
diez veces entre 1980 y 2002 a los 7,1 billones de dólares, como
producto de la expansión de los sistemas de producción y distribución
a lo largo del mundo de las compañías transnacionales. Las cifras
mostraron a China alcanzando rápidamente a los Estados Unidos como el
destino más popular a nivel mundial para las inversiones extranjeras.
Los Estados Unidos encabezan la tabla de la liga del destino de las
inversiones extranjeras con un stock de IED de 1,35 billones de dólares.
Pero el stock de China totalizó los 448.000 millones de dólares,
arriba de los sólo 25.000 millones en 1990. Combinado con el stock de
433.000 millones de dólares de Hong Kong, la gran China obtiene el
segundo lugar en la liga... el año pasado alcanzó un récord de
52.700 millones de IED-más que cualquier otro país...”9.
Con estas cifras no sorprende la magnitud de la dependencia
de China con respecto al capital foráneo para expandir su producción
y la creciente importancia del sector de inversión externa en su
economía10, donde se ha convertido en el mejor activo industrial,
contribuyendo con el 20% de la recaudación estatal, 50% de las
exportaciones y creando 23 millones de puestos de trabajo.
La apertura al exterior se fue dando a lo largo de tres
fases. La primera (1979-1985) se desarrolló a través de la formación
de “joint ventures”, es decir, de una asociación entre los
conglomerados extranjeros y las empresas de origen chino. En la
segunda (1986-1991) se levantó la restricción al límite de la
participación del capital extranjero que quedó autorizado a
participar en cantidades superiores al 50%, aparte de mejorar el ya de
por sí favorable tratamiento fiscal, garantizar a los joint ventures
exportadores y tecnológicamente más avanzados un tratamiento más
ventajoso, como, por ejemplo, el acceso privilegiado al suministro de
agua y electricidad, infraestructuras y diversas facilidades de
transporte. En la tercera fase, de 1992 en adelante, después de la
derrota de la Plaza Tiananmen y una vez asentado el curso
restauracionista, la llegada del capital extranjero a la economía
superó todas las expectativas: desde 1990 a 2003 ingresaron más de
480.000 millones de dólares, lo que constituye el 97% de la IED desde
1979.
La presencia de un fuerte sector imperialista y el rol que
este cumple en el cuerpo económico constituye un aspecto decisivo del
proceso de modernización capitalista chino11. Esta es una diferencia
central con el proceso resturacionista ruso donde las inversiones
extranjeras directas han sido, a pesar de haber crecido en los últimos
años, cualitativamente inferiores. Esta mayor presencia extranjera
directa acrecienta el poder social del capital y es el factor central
que empuja hacia una modificación radical del conjunto de la
estructura económica hacia un dominio absoluto de la ley del valor.
Al mismo tiempo esta extranjerización de la economía va en contra,
en el largo plazo, de la posibilidad de que China emerja como gran
potencia capitalista; más bien, por el contrario, señala un camino
opuesto hacia una mayor semicolonización.
Pero la otra cara de este proceso es que este modelo de
desarrollo es especialmente vulnerable a los vaivenes de la economía
mundial. Desde el punto de vista externo, la continuidad del mismo
depende de un entorno internacional favorable, expansivo, que fomente
el crecimiento de los intercambios comerciales chinos –especialmente
sus exportaciones- y la prolongación del flujo de inversiones
extranjeras. Una fuerte recesión de la economía mundial y sobre todo
el aumento de las trabas y barreras proteccionistas pueden ser su talón
de Aquiles.
El atraso tecnológico con respecto
a las potencias imperialistas.
Una de las claves para entender el atraso semicolonial es la
productividad del trabajo con respecto a las potencias imperialistas.
El aumento del rendimiento del trabajo en la industria se lleva a cabo
por dos medios: la asimilación de la técnica más avanzada y la
mejor utilización de la mano de obra.
Debido al bajo nivel del punto de partida, desde la
implementación de las reformas capitalistas, China incrementó su
sofisticación tecnológica. Pero nos preguntamos: ¿este temporal
acortamiento de distancia tecnológica entre China y las potencias
imperialistas y los espectaculares índices de crecimiento económico,
están señalando que en las próximas décadas China se convertirá
en la nueva “capital tecnológica” del mundo, como azuzan muchos
medios imperialistas basados en que muchas plantas asentadas en China
han captado varios segmentos del mercado global de electrónicos para
el consumo, y que también es alimentado por las grandiosas ambiciones
de los funcionarios y burócratas de Pekín?.
Lo más benévolo que podemos decir es que estos sueños son
al menos prematuros, por no decir, más correctamente, totalmente
infundados. Una de las revistas imperialistas más serias sobre el
gigante asiático, el China Economic Quarterly sostiene: “Mientras
este artículo se estaba escribiendo, la cápsula espacial Shenzhou V
entraba en órbita llevando al ‘Taikonaut’ Yang Liwei,
transformando a China en el tercer país en lanzar un aparato espacial
tripulado. Esto era un punto decisivo tecnológico, que muchos
observadores de los países ricos ven como un alerta de que China ya
no está más satisfecha con ser el “taller del mundo” sino que
aspira a ser también un laboratorio en investigación y desarrollo
(R&D). Pero una mirada más cercana a la estructura del sector
tecnológico chino sugiere que tanto la ansiedad de los países ricos
como las ambiciones chinas están infladas. La base tecnológica china
sigue siendo mucho menor que la de las economías desarrolladas y las
manufacturas de mayor uso intensivo de tecnología son establecidas y
manejadas por extranjeros. China ha alcanzado oportunidades en la
cadena de valor de la tecnología global donde los costos laborales
mayormente importan; pero la infraestructura de capital necesaria para
alimentar una tecnología nativa avanzada está ausente y va a tomar
muchos años desarrollarla”12. En igual sentido, el mismo autor
grafica: “Desde que las reformas comenzaron en 1978, la sofisticación
tecnológica de China se incrementó. Esto se debe a que el punto de
partida era demasiado bajo. Hoy el grueso de la producción china
sigue siendo de baja tecnología e intensiva en fuerza de trabajo. De
los 325.000 millones de dólares de exportaciones chinas en 2002,
68.000 millones de dólares, o el 21%, estaban listadas en las estadísticas
chinas como ‘high-tech’... Una inspección más cercana de las
exportaciones ‘high-tech’ descubre que no son muy high tech –ni
tampoco muy chinas. La cima de la lista de las exportaciones high-tech
está dominada por partes y accesorios de productos terminados de
tecnología informática, y por productos maduros como aparatos de DVD
e impresoras láser. Prácticamente todas estas son mercancías
‘comodittizadas’ que compiten con márgenes ultra delgados,
haciendo de esta manera muy importante el trabajo barato chino a pesar
del bajo componente del trabajo en el costo final de estas mercancías.
Más aún, el alto valor agregado en materia gris de esos productos
–circuitos integrados- domina los puestos top de la importaciones
high-tech chinas”. Y sobre el enorme peso de la producción y
control extranjero en la producción en este sector, agrega: “en lo
que va del año hasta agosto de 2003, China importó 71.600 millones
de dólares y exportó 62.100 millones de dólares en productos de
alta tecnología. Dejando de lado por un momento ese déficit
comercial tecnológico chino de 9.500 millones de dólares, notamos
que 52.000 millones de dólares de importaciones y 53.000 millones de
exportaciones fueron realizadas por firmas extranjeras (alrededor de
70% y 85% de las importaciones y exportaciones respectivamente).
Completamente el 50% de las importaciones chinas de tecnología y el
60% de las exportaciones de tecnología fue hecho por empresas
enteramente extranjeras. Estos números muestran la posición
dominante de los extranjeros, y especialmente de las empresas de
completo control externo, en el comercio tecnológico chino”.
La enorme brecha tecnológica que aún separa a China de las
potencias imperialistas13 no autoriza a pensar que China ingresará en
la escasa jerarquía de naciones que domina la economía mundial, como
hablan los fabuladores que pronostican que a mediados de siglo China
será la principal potencia mundial que reemplace a los Estados
Unidos. La gran diferencia entre China y estas naciones imperialistas
es la enorme acumulación o stock de capital que existe en los
segundos, que permite la existencia de capital financiero o un sistema
financiero avanzado de la que es ultradependiente la alta tecnología.
Las plantas y equipos modernos, el gasto en investigación y
desarrollo y los componentes de servicios para subir la escalera
tecnológica, son todos capital intensivo.
Esta enorme desventaja es lo que hace prever que China no será
un “nuevo Japón” a pesar de toda la histeria sobre el peligro
amarillo que repite la propaganda antijaponesa de los ’80. Es que a
diferencia de Japón, la segunda potencia imperialista mundial, el
brillante desarrollo chino no ha superado aún los estadios iniciales
de la evolución tecnológica14, y por la diferencia estructural que
hemos señalado es difícil que lo haga en las próximas décadas. Más
aún, la importancia del capital financiero en el proceso de
industrialización hace que para superar nuevos escalones de la
escalera tecnológica, China deba someterse a mayores dictados del
capital internacional, sobre todo en el sector bancario, en donde el
estado chino mantiene una posición abrumadamente dominante, que puede
significar un salto en su proceso de semicolonización.
Avance
restauracionista pero conservando una importante margen de autonomía
estatal frente a la dominación semicolonial imperialista
Ya hemos explicado cómo China, a diferencia de los países
de la ex URSS y Europa del Este, aprovechó las “ventajas del
atraso” y pudo atenuar, si no compensar por el momento, la destrucción
de fuerzas productivas que va asociada a los procesos de restauración
capitalista. Esta disminución de su base económica y retroceso no sólo
relativo sino absoluto en su ubicación dentro de las jerarquías de
la economía mundial está indisolublemente ligada al proceso de
semicolonización al que se ven sometidos, con mayor o menor grado el
conjunto de estos países. Como demostramos más arriba la economía
china está sometida también a las mismas fuerzas estructurales. Lo
que nos interesa resaltar acá es que, a diferencia del resto de los
procesos restauracionistas, en China el avance restauracionista se da
conservando un importante margen de autonomía estatal frente a la
dominación semicolonial imperialista.
La base de esto está en los siguientes elementos:
a) China se benefició durante el inicio temprano de su
programa reformista de un contexto interestatal o geopolítico en el
que la presión imperialista estaba dirigida fundamentalmente hacia
“el imperio del mal” de la ex URSS y su órbita de influencia,
desde los ’70 y más tarde en los ’80 bajo el reaganismo. Más aún,
la política exterior china fue una pieza importante dentro de esta
estrategia norteamericana, comenzando con el encuentro entre el
presidente norteamericano Richard Nixon y Mao en 1972, que buscaba
debilitar a la ex URSS, la pieza más fuerte y centro indudable del
llamado “mundo o bloque comunista”15. Posteriormente “las políticas
de puertas abiertas de Deng Xiaoping precisaban de una inserción
mucho más profunda de China en el mercado mundial. ¿Cómo ocurrió
esto? Un paso clave en este proceso fue la invasión china de Vietnam
en 1978. Una de las razones de la misma, que de otra manera hubiera
sido un ataque sin sentido a un pequeño vecino, era el deseo de una
nueva relación con los Estados Unidos. La invasión fue como una
ofrenda política a Washington y se convirtió para China en el
billete de entrada al sistema mundial. Aquí el exceso de violencia
era la condición previa de un nuevo orden económico” (“Fuego en
la Puerta del Castillo”, Wang Hui, New Left Review, versión página
web en español).
b) Posteriormente, en una etapa más avanzada del proceso
reformista, China se benefició de dos elementos, uno relacionado con
la estructura del actual sistema internacional y el segundo con la
nueva ubicación que alcanzó en la división mundial del trabajo,
como centro manufacturero mundial.
El primer proceso de tipo estructural al que nos estamos
refiriendo es la creciente división imperialista, que en el marco de
la vastedad de los recursos y potencial mercado de China, le permite a
ésta negociar desde una relativa posición de fuerza y mejorar los términos
de intercambio con las distintas potencias imperialistas, al menos
comparado con un país semicolonial clásico. Aparte de tener
relaciones económicas con los tres principales polos en que se divide
el mercado mundial capitalista, China utiliza estas negociaciones no sólo
para obtener ventajas económicas sino también para hacer avanzar sus
intereses geopolíticos, sobre todo frente a las potencias
imperialistas más hostiles hacia ella como los Estados Unidos, que la
ha definido como el “competidor estratégico” en el siglo XXI; y
en el plano regional, Japón, de quien la separa un animosidad histórica,
que data desde las invasiones japonesas en los ’30 del siglo pasado
y la Segunda Guerra Mundial. Es así que “China se está moviendo más
cerca de la Unión Europea por mucho más que negocios, a pesar de que
el rápido crecimiento de sus intercambios comerciales va pronto a
superar al intercambio con los otros socios de China. Europa le está
también dando a Pekín un medio para contrabalancear a los Estados
Unidos ... En 2005, la Unión Europea se convertirá en el primer
socio comercial de China... Esto le va a dar a Pekín mayor margen de
maniobra tanto en los negocios como en la política a medida que
Europa desplaza a los Estados Unidos este año y a Japón en 2005 en
el comercio total con China”16.
En el mismo sentido, el actual Comisionado de Relaciones
Exteriores Europeas, Chris Patten, quien fue a su vez el último
gobernador británico de Hong Kong, sostiene que: “En términos
geoestratégicos, lo que está sucediendo en Europa es de gran
importancia para China. Esto incluye la ampliación de la UE y el
euro. Hay intereses económicos y también una visión china de
conjunto de un mundo multipolar en la cual Europa se ajusta muy
bien”. Dicho artículo, continúa diferenciando las ambiciones
imperialistas europeas de las de Estados Unidos, repitiendo la fachada
“pacifista” de este último a comienzos del siglo pasado frente a
las viejas potencias colonialistas europeas: “Por sus ambiciones de
seguridad, Europa no se ve a sí misma como competidora de China. Como
un poder “soft” (blando) es decir un poder no militar , la UE no
ve a China como una probable superpotencia rival. En cambio, en las
palabras de un paper de la Comisión Europea de octubre del año
pasado, Europa ve al país como un ‘socio estratégico’ con el
cual forjar una ‘benéfica relación de iguales’, la UE del mismo
modo que Estados Unidos, quiere que China evolucione hacia una
sociedad más abierta. Pero sin Taiwán y la rivalidad militar, los
europeos tienen menos enfrentamientos directos. ‘La UE tiene la visión
de que tiene más sentido comprometerse con China... Es demasiado
grande para coercionarlo’ dice Brittan, vicepresidente del banco de
inversión UBS”17.
c) El otro elemento al que hacemos referencia, la nueva
ubicación alcanzada por China en la división mundial del trabajo
como centro manufacturero mundial, o en otras palabras, su ascenso
relativo con respecto a los países semicoloniales dependientes de la
producción de materias primas o commodities para el mercado mundial,
le permite imponer sus preferencias y poder de negociación sobre
estos, convirtiéndose en el último tiempo en el principal mercado, o
en el mercado de mayor crecimiento de muchos de estos productos
primarios o bienes intermedios que estos países exportan.
A su vez para los países semicoloniales que venían
soportando una abrupta caída de los términos de intercambio de sus
mercancías -que fue una de las bases de la recuperación de los países
imperialistas, en particular los Estados Unidos, después de la crisis
de los ’70, durante la ofensiva neoliberal– y que encuentran
fuertemente cerrados o protegidos los mercados de las metrópolis para
muchos de sus productos- a menos de aceptar tratados comerciales
leoninos como el Nafta, el sistema de Preferencias de los países
africanos con Francia, o los tratados bilaterales como el
recientemente firmado entre Chile y los Estados Unidos -encuentran en
China una salida alternativa, lo que le da a esta última no sólo una
ventaja comercial sino cierta influencia política en regiones tan
distantes como América Latina, con implicancias geopolíticas que
afecta a determinados países imperialistas. La enorme repercusión
que tuvo el reciente viaje de Lula a China es una muestra de lo que
decimos. Algunos medios se refirieron a este de la siguiente manera:
“La misión de Lula refleja un febril entusiasmo por China dentro de
la comunidad de negocios brasilera. Pero también llama la atención
sobre una tendencia económica con, potencialmente, enormes
implicaciones geopolíticas. Los lazos entre Brasil y China conectan
las más grandes economías emergentes del hemisferio occidental y
oriental. En las palabras de Celso Amorin, el ministro de relaciones
exteriores de Brasil, esto podría ser parte de una ‘cierta
reconfiguracion de la geografía comercial y diplomática’. Esto
puede plantear un desafío para la administración de George W. Bush,
con su obsesión en el Medio Oriente y su miopía sobre los
desarrollos en su propio patio trasero”18. Más aún, el mismo artículo
agrega: “Países como México y Colombia han disfrutado lazos
preferenciales con Washington como resultado de acuerdos comerciales o
consideraciones de seguridad, pero las relaciones con otros países,
incluyendo Brasil, Argentina y Venezuela, se han deteriorado. La
influencia China con este último grupo de naciones ricas en
commodities puede eventualmente agravar estas divisiones y aun llevar
a la formación de nuevos bloques de poder dentro de la región”.
CAPITULO III
Un desarrollo desigual y combinado
exacerbado
El crecimiento de China en las últimas décadas ha sido meteórico
aunque partiendo –es importante no olvidar esto para toda comparación-
de un país tan enormemente atrasado y pobre. La mayor rapidez de su
industrialización es el resultado de haber contado con las
“bondades” del mercado de capitales y financiero a nivel mundial.
Sin esta enorme entrada de capitales los ritmos de tal industrialización
hubieran sido impensables.
Muchos países han experimentado una rápida industrialización
impulsada por las exportaciones. Pero la escala y rapidez de esta
transformación en China no tiene precedentes. Tomando los datos de
2002, el dragón asiático dobló sus exportaciones en sólo cinco años.
En contraste, Inglaterra tardó doce años para duplicarlas después
de 1838. Le llevó diez años a Alemania duplicar sus exportaciones en
los ’60 y siete a Japón en los ’70. Tenemos acá una aceleración
de los tiempos históricos, un resultado de que el capital
internacional haya trasladado importantes ramas de producción sobre
este país económicamente atrasado, saltando una serie de fases técnicas
y económicas intermedias dándose una situación en donde prospera el
capital privado pero la formación de una clase capitalista aún es
embrionaria, ya que el vehículo central de esta transformación ha
sido la vieja burocracia maoísta en decadencia como parte de impulsar
una modernización capitalista por arriba, con la cual conservar su
dominio político.
Este salto histórico ha trastocado a su vez las características
sociales propias de China, una antigua civilización autosuficiente
por largos periodos de tiempo y que, a pesar de las condiciones de
pobreza en que vivía su enorme población campesina, fue capaz de
desarrollar instituciones sociales de una enorme perfección, basadas
en un sistema familiar fuertemente paternalista y de respeto a la
ancianidad19, herencia que -a pesar de las enormes cambios económicos
y sociales que significó la Revolución de 1949- no pudo ser
liquidada, sino más bien promovida por el PCCh para facilitar su
dominio burocrático. La masiva penetración del capital en todos los
poros de la vida social con logros fenomenales pero en forma
unilateral, como hemos dicho, ha significado la actual crisis de la
sociedad rural deparando enorme consecuencias incontrolables para el
futuro. Como apunta John King Fairbank: “El hecho de vivir tan
estrechamente vinculados a sus vecinos y al resto de los miembros de
su familia ha acostumbrado a los chinos a una forma de vida colectiva,
donde por lo general el grupo domina al individuo. En este sentido,
hasta hace poco su experiencia vital no se diferenciaba casi de los
otros pueblos agricultores establecidos en la tierra desde largo
tiempo. Es el individualista moderno, sea marino, colono o empresario
de la ciudad, el que constituye la excepción; poseer una habitación
individual es un símbolo de un nivel de vida superior, más fácilmente
disponible en el Nuevo Mundo que en el apretujado Este. Así, uno de
los lugares comunes del saber popular chino es la absorción del
individuo tanto en el mundo de la naturaleza como en el de la
colectividad social.
Hoy, la modernización está destruyendo el equilibrio entre
este colectivismo de la sociedad china y su hermoso entorno natural.
Mientras los productos químicos industriales contaminan el agua, el
uso de lignito o carbón graso como fuente de energía, contamina el
aire. No se puede reprimir el crecimiento de una población
predominantemente joven y con una creciente esperanza de vida. Pero,
en este momento, la deforestación y la erosión -junto con la
construcción de caminos, viviendas e instalaciones– están
reduciendo cada vez más la tierra disponible para sembrar. El país más
grande y más poblado del mundo se dirige hacia una pesadilla ecológica,
y se requerirá de un gran esfuerzo colectivo para superarla”20.
A su vez esta rauda introducción de los adelantos de la
economía capitalista internacional, al tiempo que ha hecho entrar en
crisis los antiguos lazos sociales, ha sido en última instancia
condicionada por la capacidad de asimilación económica y cultural de
China, cobrando por tanto –no podía ser de otra manera en un país
de desarrollo tan atrasado- un carácter contradictorio que se ve en
la amalgama de formas arcaicas y modernas, en otras palabras, un
desarrollo desigual y combinado exacerbado.
La modernización/restauración capitalista ha dado lugar a
enormes contrastes no sólo entre la ciudad y el campo, las zonas
costeras y el interior, sino al interior de los mismos distritos como
reporta el siguiente relato del Far Estern Economic Review: “Miren más
cerca alrededor del distrito Tiexi y las divisiones son distintivas.
La zona de negocios va y viene con gente, los puestos de mercado
acaparan las veredas y los comercios y restaurantes se derraman en el
camino de los peatones. Pero caminar hacia lo que los locales aún
llaman la zona fabril de la ciudad es entrar en un mundo de silencio.
Fuera de la calles principales a menudo apenas puede verse un puñado
de personas. Tiene el sentir de un marchitado suburbio industrial de
Europa y de los Estados Unidos en los ’80. Las fábricas se están
desmoronando, las guardias de seguridad miran a través de puertas
encadenadas y las veredas están torcidas por las raíces de los árboles
plantados cuando Tiexi era la vanguardia del giro industrializador de
los ’60. Aun en este punto negro de la desocupación, las
autoridades locales ahorran dinero usando trabajadores de las
prisiones para mantener las rutas”21.
El Campo
Entre 1978 y 1983, China eliminó sus granjas colectivas,
creando alrededor de 200 millones de granjas familiares operando bajo
el sistema de responsabilidad familiar. La antigua forma colectiva,
generalmente las villas, mantuvo la propiedad de la tierra, pero las
familias pudieron pasar a decidir qué cultivar, y vender en el
mercado una producción superior a las cuotas establecidas.
Estas reformas provocaron una inmediata mejora en la
productividad y en el bienestar de los campesinos. Según el China
Economic Quarterly, el producto bruto agrícola creció un 86% entre
1980 y 1990, mientras que el ingreso per cápita promedio de los
hogares campesinos creció un 192%, en términos ajustados según la
inflación, entre 1978 y 1988. El periodo más importante de
crecimiento se desarrolló entre 1978 y 1984, el único periodo
durante la era de reformas en el cual los ingresos rurales crecieron y
superaron los ingresos urbanos.
Luego de este periodo inicial, la productividad y los
ingresos se estancaron.
La enorme carga fiscal ha revertido los resultados positivos
que las primeras medidas reformistas habían tenido para el desarrollo
agrícola. La crisis del campo, sobrecargado de impuestos abusivos,
está a su vez relacionada con la crisis de las “empresas de pueblo
y aldea”22 que llevó al endeudamiento de miles de éstas, y hoy
esta pesada carga es transferida a los campesinos por la vía
confiscatoria de mayores impuestos y tributos. Esta confiscación del
ingreso agrícola por parte de las burocracias locales ha dado lugar a
numerosos levantamientos y protestas campesinas en los últimos años.
En este marco, la liberalización a la que China se
comprometió luego de su entrada a la OMC puede ser mortalmente crítica
para millones de campesinos en la medida que las importaciones baratas
desplacen su producción, disminuyendo aún más el ingreso campesino,
profundizando aún más la crisis de la sociedad rural.
Sin embargo, lo nuevo comienza a ser el desarrollo de un
incipiente mercado de tierras que busca permitir una concentración de
la propiedad de la tierra. Hasta ahora, los campesinos podían
cultivar la tierra, pero no les era permitido venderla, comprarla o
hipotecarla. En la mayoría de los lugares, los campesinos no
realizaban inversiones de largo plazo debido a que las frecuentes e
impredecibles “readjudicaciones” limitaban su tenencia de
cualquier terreno específico de tierra. La burocracia de Pekín ha
respondido a esta cuestión que afecta a la tenencia de la tierra23.
La Ley Rural de Contratos Agrícolas, adoptada en agosto de 2002 por
el Comité Permanente de la Asamblea Popular Nacional expande
ampliamente los derechos de propiedad agrícola, aunque no le entrega
a los campesinos la propiedad total de la tierra. Confirma el término
de 30 años de uso y el requisito de contratos por escrito. Pero lo más
importante, es que crea seguros y derechos comercializables de
propiedad al prohibir las readjudicaciones de tierras durante el término
de 30 años de duración del contrato. Estas medidas significan un
salto en las reformas capitalistas en el campo, que ya está dando
lugar a la expulsión de la tierra de los campesinos, elemento que
puede convertirse en el próximo periodo en la principal fuente de las
rebeliones en el agro24.
Estos cambios estructurales se dan en un marco en donde el
campo chino tiene una de las más altas proporciones de trabajadores
en relación a la tierra apta para el cultivo -alrededor de tres
personas por hectárea- dejando al campo cargado con un excedente de
150 millones de campesinos, de acuerdo a las estadísticas oficiales.
A su vez, la producción de granos viene declinando como producto de
la pérdida de alrededor de 14 millones de hectáreas de tierras
cultivables debido al desarrollo y la desertificación durante la última
década y media. Los medios de información chinos dan cuenta de una
escasez de 25 millones a 35 millones de toneladas desde 200025. Todos
estos elementos agravan las tensiones en la aldea.
Los viejos y los nuevos proletarios
El proceso de modernización/restauración capitalista ha
dado lugar, por un lado, a un desarrollo contradictorio de surgimiento
de un nuevo proletariado aglomerado en gigantescas concentraciones
obreras en los nuevos bastiones industriales, al tiempo que ha
significado el cierre y/o declinación de los viejos bastiones de la
antigua economía burocráticamente planificada.
Este proceso dual ha dado lugar a dos actitudes -al menos
momentáneamente- con respecto a las reformas. Por un lado el nuevo
proletariado, con características todavía del tipo de obrero
semiproletario, semicampesino, producto de la continua afluencia de
nuevas hornadas de mano de obra del campo a las regiones industriales
que, proveniente y educado por las duras y laboriosas labores agrícolas
y la fuerte disciplina social de la aldea, es una fuerza de trabajo
maleable para una brutal explotación capitalista comparable a la de
Inglaterra en el siglo XIX descripta por Marx. Este nuevo sector de la
clase obrera considera inicialmente su actual situación una mejora
relativa con respecto a sus condiciones de vida en el atrasado campo
chino. Pero con el tiempo su creciente proletarización y enorme
concentración en gigantescas unidades de producción lo transforman
en el nuevo sujeto social revolucionario de la revolución china.
Por el otro lado, se encuentra el viejo proletariado de las
aproximadamente 350.000 empresas estatales, que hoy sólo representan
el 28% de la producción china frente al 75% de finales de los años
’70, pero que emplean al 44% de los trabajadores en las zonas
urbanas. Este sector, privilegiado en los tiempos de la economía
nacionalizada, es profundamente hostil a las reformas, tiene un enorme
resentimiento hacia la burocracia gobernante y ha sido la vanguardia
de la importante cantidad de luchas que se han dado contra las
consecuencias de las reformas. Su estado de ánimo es bien reflejado
en el siguiente artículo: “Como trabajadores industriales urbanos,
ellos fueron alguna vez la vanguardia del proletariado, a diferencia
de los pobres rurales que siempre carecieron de dinero y status. Bajo
la planificación central comunista, estos trabajadores del acero,
mineros y petroleros, ganaron respeto y amplios beneficios de
vivienda, salud y educación por medio siglo. Ahora ellos están
siendo apilados con los escombros de la historia de la misma manera
que los trabajadores de la industria pesada fueron dejados de lado en
la Rusia post-soviética. ‘Mientras, los cuadros están comiendo y
bebiendo en hoteles y haciendo charlas estúpidas’, dice Xu Ming de
63 años, despedido luego de trabajar 40 años en la fábrica Tiexi.
“Este país de ninguna manera es socialista –la brecha entre los
ricos y los pobres es demasiado grande”26. La misma mezcla de
trabajadores languideciendo en la miseria y managers incompetentes y
corruptos puede verse en los siguientes casos citados por un
investigador de Hong Kong: “En una reciente disputa en la Fábrica
de Herramientas de Medición y Corte de Pekín ...cien trabajadores
están condenados a perder su empleo en un proceso de privatización
que ellos denuncian como corrupto hasta la raíz. En el fuerte piquete
organizado por 250 trabajadores el 14 de agosto de 2001, un trabajador
apuntó al sentimiento general de sentirse abandonados: ‘Nadie
representa nuestros intereses. Aun los llamados sindicatos están en
sus manos. Mientras tanto están usando la propiedad estatal para
comprar autos, penthouses y viajes al exterior’. La compañía, que
tiene aproximadamente 1.250 trabajadores en los libros, recientemente
vendió tierra y está por mudarse centenares de millas a la provincia
vecina de Hubei. A los empleados que no quieren mudarse le ofrecieron
2500 Rmb (el renminbi, la moneda china) en compensación por cada año
de trabajo en la planta, pero el escándalo por corrupción era lo que
prevalecía en la mente de los piquetes. Ellos pusieron una bandera
alrededor de las puertas de la fábrica diciendo ‘Vendan sus casas y
limusinas y dénnos a nosotros los medios para vivir. 150 millones de
Rmb en activos estatales, a dónde se han ido?’” 27.
Si durante los primeros años de las reformas o más tardíamente,
cuando se aceleró la reestructuración de las empresas estatales a
comienzos del ’98, el desencanto podía ser contenido por la creación
de nuevos puestos de trabajos, la mayor lentitud de esto último ha
dado lugar a un creciente movimiento de protestas. Como sostiene la
nota anteriormente citada: “En los primeros momentos de los
despidos, era relativamente fácil encontrar nuevos trabajos. No más...
el Banco de Desarrollo Asiático estima 37 millones de pobres urbanos,
el 12% de la población urbana... El resultado puede ser huelgas más
frecuentes y un creciente desorden social. Los trabajadores con quejas
-salarios tardíos, pagos de jubilación y despidos- no sólo están
enfadándose, se están organizando. Por primera vez en la historia
reciente, los trabajadores en la primera mitad del año lanzaron una
serie de huelgas y manifestaciones aparentemente coordinadas en varios
viejos centros industriales desde el noreste al sudoeste... Más que
siendo organizadas por unos pocos intelectuales o activistas políticos,
las protestas fueron -para alarma del partido- organizadas alrededor
de temas como el pan y la manteca y tuvieron un amplio respaldo.
‘Las protestas masivas de trabajadores que tuvieron lugar en la
primavera de 2002 fueron todas motivadas económicamente y la
organización estuvo basada en el lugar de trabajo’, el investigador
Trini Leung dijo en junio en el Bulletin publicado en Hong Kong ...No
hay estadísticas oficiales recientes sobre las disputas, huelgas y
protestas laborales. En 1995, el comité de arbitraje laboral del
gobierno trato con 23.000 casos. Esto ha saltado a 120.000 en 1999.
Leung estima que la cifra para 2002 podría llegar a los 200.000
”28.
Detengámonos más extensamente en el carácter de este
movimiento de protestas poco conocido en Occidente -que abarca a otros
sectores sociales como los estudiantes o las minorías étnicas- que
nos develará el desarrollo de un fuerte frente de conflicto para el
control policíaco de la burocracia restauracionista y para el mismo
futuro de las reformas capitalistas. Un interesante artículo de
Murray Scot Taner de la Rand Corporation sostiene que: “En las
discusiones internas, los analistas y funcionarios del sistema de
seguridad pública chino están repensando fundamentalmente las
fuentes del levantamiento en una sociedad cambiante y las formas de cómo
lidiar con él. Muchos dentro de la policía china ahora francamente
conceden que los cambios económicos, culturales y políticos, no las
conspiraciones enemigas, subraya esta emergente crisis del orden.
Algunos especialistas de seguridad aún cautelosamente afirman que, a
menos que China realice una seria reforma institucional, ni la coerción
ni el rápido crecimiento van a ser suficientes para contener el
descontento”29.
El dramático incremento de las protestas públicas,
oficialmente denominados “incidentes de grupos masivos”, y que
abarca modalidades que van desde peticiones pacíficas de grupos pequeños
a sentadas, marchas y actos, huelgas laborales, huelgas de comercios,
manifestaciones estudiantiles, levantamientos étnicos y aún luchas
armadas y revueltas, puede verse en las siguientes cifras: “La Policía
admite un incremento a nivel nacional de los incidentes de masas del
268% de 1993 a 1999 (de 8.700 a 32.000). En ningún año durante este
periodo la protesta ha crecido menos de un 9%. La tasa saltó hacia
arriba un 25% y un 67%, respectivamente, en los años de la crisis
financiera de 1997 y 1998 y creció otro 28% en 1999. China observó más
de 30.000 incidentes de masas durante enero-septiembre de 2000, una
tasa que hace una proyección anual estimada en mas de 40.000
incidentes y un incremento del 25% sobre 1999, de acuerdo a fuentes
policiales chinas citadas por la prensa de Hong Kong. A pesar la
ausencia de cifras nacionales después de 2000, toda la evidencia
indica que la protesta en China permanece alta hasta el día de hoy, a
pesar de que no está claro si el número total de incidentes ha
continuado creciendo o ha disminuido de alguna manera en tanto la
economía comenzó a recuperarse, o declinó en frecuencia, mientras
incrementó su tamaño. En cualquier caso, el problema sigue siendo
claramente serio”30.
Veamos un poco la magnitud, el nivel de organización y las
razones que existen detrás de estas protestas. Empecemos por lo
primero: “...los reportes de los oficiales de seguridad señalan una
clara tendencia hacia manifestaciones más y más grandes, muchas
involucrando cientos, miles y aun decenas de miles de manifestantes.
Durante 2002-2003, los miles de huelguistas fabriles en Liaoyang y
Daqing así como también las demostraciones estudiantiles en la
provincia Anhui remarcan esta tendencia... los problemas de Liaoning
oscurecen a las otras provincias, con las estimaciones policiales de más
de 863.000 ciudadanos que tomaron parte en las más de 9.000 protestas
que ocurrieron entre el año 2000 y 2002- un promedio de más de 90
personas por incidente y un incremento de más de diez veces en el
tamaño promedio con respecto a los años previos”. El nivel de
organización entre los participantes de la protesta “...está
mejorando gradualmente. A pesar de determinados esfuerzos para socavar
los lazos organizacionales, la policía reporta que muchas de las
protestas –ciertamente una mayoría en algunos lugares- ahora
suponen una elaborada organización, completadas con líderes
designados, ‘voceros públicos’, ‘activistas’ y ‘grupos
centrales clandestinos’. Para burlar las duras leyes contra las
‘organizaciones ilegales’, muchos de estos grupos se ocultan en
asociaciones industriales legalmente registradas; sindicatos
oficiales, asociaciones de familias y clanes (especialmente en el
campo); y grupos sociales, recreacionales y aún atléticos
nominalmente apolíticos. Un frustrado oficial se quejaba que los
manifestantes locales ahora muestran ‘que han juntado fondos para
campañas de peticiones, abogados contratados e invitado a nuevos
periodistas’ al evento... muchos recientes reportes de la policía
señalan que la coordinación se está haciendo más común en los
recientes años. La policía en la provincia central de Anhui, por
ejemplo, informó que 11 grupos de la construcción organizaron
conjuntamente una serie de protestas en enero de 2002 que bloqueó los
accesos de las rutas a las oficinas del gobierno en la capital
provincial. Los manifestantes chinos están también probándose como
astutos aprendices, exhibiendo una impresionante sofisticación táctica
y técnica. Los celulares, los mensajes de texto, la Internet y el
e-mail permiten organizaciones más rápidas y flexibles. La policía
se queja que las protestas ahora brotan de repente, con acciones
simultáneas, coordinadas que irrumpen en localidades distantes que
superan rápidamente su capacidad de responder adecuadamente.
Desplegando una habilidad para el teatro callejero, muchos de los líderes
de las protestas ahora rutinariamente ponen a ciudadanos ancianos,
mujeres y niños al frente de sus movilizaciones, disimulando los
objetivos de sus protestas y paralizando a la policía. La frustración
policial con esta táctica es palpable... La resistencia violenta está
creciendo claramente... Las muertes policiales en ejercicio, que
promediaba un remarcablemente bajo de 36 al año entre 1949 y 1978,
han saltado a 450-500 anualmente, varias veces más que el número de
muertes policiales en los Estados Unidos, que tiene una sociedad
fuertemente armada. Aunque muchas de las bajas policiales son el
resultado de accidentes de tráfico y peleas con criminales mejor
armados, también, están crecientemente respondiendo a la supresión
con violencia ”31.
Por último, los motivos de las protestas son analizados con
una indisimulable simpatía por cada trabajador y campesino
manifestante que los policías son llamados a suprimir. En sus
escritos “ellos caracterizan a los manifestantes despedidos como
‘explotados’, ‘marginados’, ‘desaventajados socialmente’,
‘víctimas’ y ‘perdedores’ en la competencia económica,
conducidos a la protesta por la desconfianza social y la ‘falta de
corazón’ del libre mercado. Ellos francamente conceden que muchos
de los que protestan son víctimas de managers inescrupulosos que
llevaron a sus fábricas a la bancarrota mediante tratos ilícitos o
de aquellos que se fugaron con los activos de la compañía... Muchos
expertos policiales tienen un especial recelo por la crecientemente
desigual distribución del ingreso. Ellos sugieren, casi humorísticamente,
que aún después de 25 años de reformas pro mercado, la fuerza
policial china permanece cribada con ‘simpatizantes comunistas’...
Con sincero criticismo, un reporte de un policía provincial argumenta
que la desigualdad exacerba las protestas porque la mayoría de los
ciudadanos notan que muchos de los nuevos ricos (‘nouveaux riches’)
chinos obtuvieron su riqueza a través de empresas corruptas, ilegales
que hacen ‘ganancias explosivas” y concluyen “... muchos policías
ven una nueva lógica social que va tomando cuerpo gradualmente, con
ciudadanos descontentos cada vez más convencidos que las protestas
pacíficas son significativamente menos peligrosas, no sólo efectivas
sino inevitables como un medio para obtener concesiones.
Rutinariamente las fuentes policiales acotan una expresión popular:
‘Hacer un gran disturbio produce una gran solución. Pequeños
disturbios no producen ninguna solución. Sin un disturbio, no hay una
solución’”32.
Todos estos elementos en los que nos hemos detenido comienzan
a señalar una creciente recuperación de las masas chinas, en donde
las protestas y huelgas de los trabajadores tienen un protagonismo
central, con respecto al periodo de auto-restricciones que asumió el
descontento de las masas después de la importante derrota de la Plaza
Tiananmen en 198933. Frente a un duro agravamiento del ciclo económico
–como prevén algunos analistas- o una eventual división en la cúpula
de la burocracia restauracionista, estos elementos indudables de
recuperación de la protesta social pueden emerger con toda su fuerza
transformándose en uno de los principales obstáculos, sino el mayor,
para los grandes desafíos que las reformas procapitalistas aún deben
pasar para asentarse.
CAPITULO IV
La unidad reaccionaria de la
burocracia post Revolución Cultural
A diferencia de la
ex URRS, donde el dominio de la burocracia se consolidó con una
contrarrevolución interna en los ’30 y después se afianzó y
fortaleció después de la Segunda Guerra Mundial, en China el dominio
de la burocracia siempre fue más tenue debido a su debilidad interna,
a su carácter post-revolucionario, y en buena medida a los vaivenes
de la situación internacional entre los cuales un elemento clave era
la relación con la misma burocracia soviética.
Es en este marco que debe analizarse el acontecimiento
decisivo para la evolución de la China actual que fue la Revolución
Cultural. Este movimiento iniciado como una confrontación de
tendencias en la cúspide y en los diferentes sectores de la
burocracia -en donde la fracción liderada por Mao apeló a las masas
para presionar al aparato estatal y al partido- se fue transformando
en un conflicto extremadamente agudo que implicó la movilización de
sectores sociales fundamentales, los estudiantes, el campesinado -en
menor medida- y fundamentalmente, en su pico, los trabajadores34.
Desde el punto de vista de la burocracia estalinista, este fue un
hecho enormemente traumático que hizo añicos el monolitismo del
estado y del PCCh y casi puso en cuestión su dominio. Fue la
Polonia35 de la burocracia china, que llevó a un cambio fundamental
en el dominio y la política de la burocracia de Pekín hacia la
restauración capitalista. No por casualidad, después de la
inestabilidad de este periodo, China restablecía relaciones con los
Estados Unidos, bajo la dirección del propio Mao que señalaba de
esta manera el nuevo curso al que se iría orientando la burocracia
estalinista, cuestión que pegaría un salto con la muerte del Gran
Timonel y el breve interregno de confusión que le siguió.
Con la asunción de Deng Xiaoping, el verdadero padre de las
reformas, la burocracia logra un nuevo consenso que contempla que la
única forma de salir de este periodo turbulento y asegurar su dominio
era el mantenimiento del crecimiento como base de la estabilidad política.
Este consenso post Revolución Cultural que se mantiene con distintos
altibajos hasta ahora es lo que permite el lanzamiento y posterior
profundización de las reformas procapitalistas.
Durante los primeros años de las reformas esto llevó a la
conformación de dos bloques burocráticos, uno llamado reformista y
el otro conservador, que diferían con respecto al grado de apertura
económica, de liberalización política y la justificación ideológica
del nuevo camino emprendido y que todavía reflejaba algunos vestigios
de los últimos años de la era de Mao.
Pero el temor generado por los levantamientos de la Plaza
Tiananmen inclinó la balanza hacia una orientación conservadora en
lo político mientras se profundizaba la liberalización económica.
Efectivamente con la represión de 1989 se hizo evidente que los
conservadores habían tomado el poder. Pero estos negociaron con Deng
Xiaoping, quien insistió en la continuidad de las reformas. Este
eligió a Jiang Zemin como su sucesor, un político más moderado que
Li Peng pero más duro que Zhao Ziyang36. Con el paso del tiempo no
hubo más sectores que se oponían a las reformas en las estructuras
de poder. El mismo Li Peng, como primer ministro, llevó a cabo
reformas drásticas en la línea de Deng.
En síntesis, esta actualización del consenso burocrático
post 89 ha llevado a un mayor conservadurismo político37, que entra
en contradicción cada vez más abierta con las vertiginosas
transformaciones estructurales de la economía y de la sociedad.
Aunque la inestabilidad de medio siglo de domino burocrático y los
concientes temores de la revolución cultural, y más tarde de la
Plaza Tiananmen en la élite, condujeron mayoritariamente a esta opción,
la falta de flexibilidad e innovación en el terreno político y el
arcaico control burocrático por parte del PCCh es uno de los talones
de Aquiles de todo el proceso restauracionista que, privado de otras válvulas
de escape, puede hacer irrupción en forma repentina y violenta.
Esto último no se ha materializado porque todavía se
conserva la unidad de la burocracia. Como dice The Economist: “En
tanto y en cuanto haya una relativa unidad entre los líderes
principales del país, China va a ser capaz de sobrellevar un grado
mayor de inestabilidad económica y social y mantener una línea de
política exterior en términos generales pragmática. El
levantamiento de 1989 se fue de las manos sólo por la pelea en la
dirección que se había hecho altamente visible en los meses
anteriores a las protestas. Los cismas ideológicos que causaron esta
pelea en gran medida se han atenuado. Hay ahora un amplio consenso
alrededor de la necesidad de una economía de mercado (aunque no
exactamente en cómo llegar allí). Pero los líderes chinos están
también unidos en su creencia de que tolerar una oposición política
organizada podría resultar en su propia caída, y debe ser evitada a
toda costa”38.
Pero si se rompe o fragmenta este reaccionario consenso de la
élite, las enormes contradicciones del proceso restauracionista
pueden emerger en forma abierta, siguiendo la regla general de la
historia china contemporánea en la cual los levantamientos sociales
de las masas se disparan por las luchas de los de arriba, porque los líderes
rivales apelan abiertamente o por abajo al apoyo de la población.
Mantener esa unidad frente a las enormes presiones del
cambiante sistema internacional y, tal vez en forma más importante,
frente a los crecientes desafíos económicos y sociales internos, será
sin lugar a dudas la gran prueba de la llamada cuarta generación de líderes
chinos que asumió a fines de 2002 y cuya figura más visible es el
nuevo presidente, Hu Jintao.
Ni bien asumió, esta nueva generación pudo sortear con éxito
la crisis generada por la epidemia de neumonía atípica. Pero mucho más
difícil será acolchonar sin grandes traumas los enormes
desequilibrios del crecimiento económico, más aún como es de
esperarse si ha de afrontar una probable caída el próximo año o el
que viene. Ya la crisis asiática de 1998 sacudió la fe ciega en el
mercado mundial y dejó a la defensiva a los liberales. Peor fue el
golpe cuando la OTAN bombardeó la embajada china en Belgrado y se
desarrollaron movilizaciones estudiantiles espontáneas, que chocaron
con el pro occidentalismo de sectores crecientes de la élite de
negocios, académica e intelectual.
En este marco se entiende por qué los líderes chinos no
necesitan una crisis internacional que sacuda el equilibrio interno
alcanzado en la cúpula. De ahí la línea dura hacia cualquier paso
que pueda significar elecciones democráticas en Hong Kong, como
vienen reclamando las movilizaciones de decenas de miles desde el año
pasado en la ex colonia inglesa, o la atenta vigilancia de los líderes
chinos ante los movimientos hacia la independencia del presidente de
Taiwán, Chen Shui-bian. China ha dicho que se opondrá a tales
acciones “a cualquier costo”, lo que puede producir una crisis
debido a que 90% de los taiwaneses confían en que los Estados Unidos
estarían de su lado en una eventual disputa más allá de si éstas
son las reales intenciones de Washington.
Sin embargo, últimamente ha comenzado a airearse públicamente
una dura lucha que se venía dando en sordina en Pekín desde que Hu
asumió el gobierno en marzo de 2003, entre éste y el antiguo
presidente y ex secretario general del Partido Comunista, Jiang Zemin
y actual presidente de la Comisión Militar Central por la máxima
dirección de China. Recientemente los motivos de disputa han escalado
a importantes temas de gobierno como los controles en la economía y
las relaciones con Taiwán. En el primer caso, dirigentes provinciales
y municipales ligados a Zemin, cuya base de poder se encuentra en las
zonas costeras y en especial en Shangai, cuestionan las medidas del
actual gobierno que buscan enlentecer el ritmo de crecimiento económico,
cuestión que afecta a varios intereses burocráticos que se
enriquecieron fuertemente en los últimos años. En relación a Taiwán,
Jiang y el Ejército vienen realizando una fuerte retórica y
maniobras militares desde la reelección del presidente taiwanes, Chen
Shui-bian, que ha llegado tan lejos como afirmar que la guerra es
inevitable, cuestión que viene siendo disminuida por Hu que no quiere
que un aumento del militarismo ponga en riesgo el crecimiento económico.
Por ahora esta crisis es manejable, pero ante un salto en la crisis
tanto sobre la economía como sobre Taiwán, la falta de consenso en
la cúpula podría ser catastrófica.
La definición del Estado Chino y
el carácter histórico del proceso de restauración
Aunque las reformas procapitalistas comenzaron en China a
fines de la década del ’70, la derrota del levantamiento de la
Plaza Tiananmen en 1989 fue un punto de inflexión que afianzó el
proceso de liberalización económica y el control político impulsado
por el PCCh. Esta derrota de la masas permitió un enorme salto en la
restauración capitalista como mostró, aunque después de un
interregno, el cambio cualitativo dado en la política de la
burocracia en 1992 -fecha del famoso viaje de Deng al sur de China39-,
así como la fenomenal oleada de inversiones extranjeras directas que
continúa hasta el día de hoy, que convirtieron a China en el
principal centro de acumulación de capital a nivel mundial. En otras
palabras, como dice Wang Hui “...tras el aplastamiento militar del
movimiento del Cuatro de Junio, la gente perdió la oportunidad de
protestar, y la reforma de precios introducida a punta de pistola se
convirtió en un éxito. La mercantilización total en China no se
origina a partir del intercambio espontáneo, sino a partir de actos
de violencia: la represión estatal del movimiento social”.
Tomando en cuenta este salto en la orientación de la
burocracia, en Estrategia Internacional número ocho de mayo/junio de
1998, decíamos: “Si anteriormente, el objetivo de la burocracia
central había sido dinamizar la economía planificada a través de
medidas de mercado, el año 1992 señala un decisivo giro de la
burocracia en subordinar la misma a la economía de mercado. El
objetivo de crear una economía socialista de mercado, concebida como
una economía en la cual las fuerzas del mercado cumplirán la función
más importante en la asignación de recursos en un contexto en el que
seguiría predominando la propiedad estatal ... Este giro en la política
marca el giro con armas y bagajes del conjunto de la burocracia a la
restauración del capitalismo, y en este sentido, marca un salto en
calidad en el carácter del estado obrero deformado, transformándose
en un Estado obrero deformado en descomposición”.
Hoy no puede quedar la menor duda de que las reformas han
provocado el desmantelamiento del viejo Estado obrero deformado, del
que sólo queda la fachada a efectos de mantener la estabilidad política
y social. El vehículo de esta transformación ha sido la burocracia
que se convierte cada vez más abiertamente en defensora de la
propiedad privada capitalista, como viene reflejándose en los cambios
de la misma Constitución desde 1982 a la reciente Asamblea Popular
Nacional40 de marzo de 2004 que declaró los derechos a la propiedad
privada como constitucionalmente inviolables41. Previamente la
burocracia había tenido éxito en incorporar el énclave capitalista
de Hong Kong bajo la fórmula de “dos sistemas, un Estado”. Este
énfasis en la promoción de la propiedad privada por parte de la
burocracia, y tomando en cuenta la continuidad del proceso
restauracionista, hace que nos parezca más conveniente y adecuado al
día de hoy resaltar en la definición del Estado el carácter
“capitalista en construcción” de la actual formación social
china, en detrimento de nuestra previa definición de “Estado obrero
en descomposición”, que veníamos planteando. Constatando que,
siguiendo las definiciones de Trosky en “Estado Obrero, Termidor y
Bonapartismo” 42, un “poder estatal que desea el socialismo o se
ve obligado a desearlo” está ausente en China desde hace años, lo
cual interrumpe la construcción del socialismo y a efectos de evitar
la menor confusión de que aún quedarían trazas del viejo estado
obrero, que como marxistas revolucionarios estaríamos obligados a
defender, definimos a China como un “estado capitalista en
construcción”43.
Sin embargo afirmar este carácter del Estado y dar cuenta de
que la burocracia ha venido avanzando en la destrucción de las viejas
formas de producción de la economía planificada burocráticamente y
dando pasos decisivos en la restauración del capitalismo, significa
por otro lado afirmar que el proceso de restauración aún no está
asentado históricamente, que es la otra cara de nuestra definición
de la sociedad transicional china actual. Más aún, a pesar de los
enormes saltos dados en todos estos años en el camino
restauracionista, la burocracia aún debe afrontar sus desafíos más
difíciles para consolidar una economía de mercado, proceso que sólo
puede verse en términos históricos y por tanto ligado a las
perspectivas del capitalismo mundial y de la lucha de clases al
interior de China y en el terreno internacional. Como dice Fang Gang,
director del Instituto Económico Nacional de la Fundación para la
Reforma China, “Cuando uno se da cuenta de las dificultades de los
problemas chinos, se hace evidente que no pueden ser solucionados en
un corto periodo de tiempo. Más bien llevará un largo tiempo
hacerlo. Ya pasaron más de 20 años desde que China comenzó las
reformas. Aun si llevara otros 50 años resolver los problemas, sería
un gran resultado en comparación con los Estados Unidos y Europa, que
tardaron 300-400 años en la construcción de sus economías de
mercado”44.
El papel de la burocracia o por qué
China no es aún un régimen social capitalista plenamente consumado
De la perspectiva histórica anterior surge que aunque en las
últimas décadas, como ya dijimos, el capital privado prospera, la
formación de una clase capitalista aún es embrionaria y sigue siendo
la burocracia el agente central del proceso de restauración
capitalista.
El rol de árbitro de la burocracia sigue siendo fundamental
en el cuerpo económico no sólo para la aprobación e impulso de
nuevos negocios sino también en su capacidad de regulador de la
economía, debido al hecho que el patrimonio estatal aún supera al
capital privado, sobre todo en los bancos.
La primera función se ve en la importancia de la burocracia
en el otorgamiento de licencias, el cobro o la excepción de impuestos
y en general en el sostenimiento de tratos privados con los
empresarios. De ahí que la palabra central para el florecimiento de
los negocios en China sea el guangxi o las conexiones, una práctica
antiquísima que fue preservada durante la época maoísta en el
campo45 y que desde el comienzo de las reformas se ha multiplicado a
todos los niveles de esta economía en transición, pasando a las
ciudades, entre éstas y los distintos inversores capitalistas y entre
estos últimos y la burocracia central de Pekín. Esta hipertrofia del
sistema de clientelismo en todos los poros de la sociedad es lo que
explica la enorme corrupción en las filas oficiales, que es un cáncer
que amenaza con la pérdida de toda legitimidad del Partido Comunista.
El resultado de la extensión de esta práctica es que los
capitalistas dependen de la aprobación o cooperación oficial, dando
por resultado un empresario que no tiene espíritu innovador y que no
está dispuesto a asumir riesgos.
Por otro lado, la función de la burocracia en la
administración económica se opone a la operación plena de la ley
del valor impidiendo la desvalorización y expulsión de la capacidad
excedente, al tiempo que tampoco es capaz de subordinar efectivamente
todas las formas de trabajo social a la acumulación del capital. Una
muestra de lo primero es que durante los ’90 la tasa de bancarrota
china no fue más que un 0.05% al año, un veinteavo del nivel de los
Estados Unidos. La muestra de lo segundo es que el sector estatal es aún
vital para la economía china y la estabilidad social porque todavía
emplea al 45% de la fuerza de trabajo urbano y recibe la mayoría de
los prestamos bancarios. Desde el punto de vista del capital, la
supervivencia de la burocracia es responsable de la montaña de malos
créditos, ligado al hecho de la obligación de los bancos de apoyar a
compañías insolventes en muchos casos por motivos políticos. En
cierta medida, la sobrecapacidad manufacturera es consecuencia de
estas prácticas dando lugar a un endeudamiento hasta límites
insostenibles de los bancos (el 80% de los créditos bancarios se han
dirigido al sector público y más de la cuarta parte nunca se pagarán).
En el mismo sentido, los dos mercados accionarios de China, que ya
llevan abiertos más de una década, permanecen el coto casi exclusivo
de las empresas del Estado. Las mayorías de las acciones son poseídas
por el Estado o los empleados, por lo que los accionistas ordinarios
no tienen influencia sobre el manejo de las compañías. Según The
Economist, uno de los más ricos empresarios privados chinos que
conoce bien estos mercados, los llama “un chico nacido congénitamente
deformado después de la violación del capitalismo por el
socialismo”46.
En conclusión, podemos sintetizar que después de más de
dos décadas de reformas es evidente que hay un proceso de restauración
capitalista en curso, orientado por un gobierno pro-capitalista y que
se apoya en un aparato estatal capitalista en formación pero que aún
no pegó un salto cualitativo a establecer un régimen social
capitalista, o en otras palabras, que a pesar de los importantes
avances logrados por la restauración capitalista en todos estos años,
ésta aún no se ha completado.
Es esto lo que afirman los editores del China Economic
Quartely: “Pero es un salto lógico absurdo aseverar que –porque
no existe una división absoluta entre las economías de mercado y las
que no son economías de mercado- no puede hacerse una distinción
significativa entre una economía donde los mecanismos de mercado
predominan y aquellas en los cuales domina el poder estatal. Y es
igualmente engañoso argumentar que el impresionante progreso chino
desde una economía planificada a una economía de mercado en los
pasados 25 años es equivalente a un éxito completo”47.
Esos mismos autores, señalando los elementos capitales, según
su visión de una economía de mercado, agregan: “Hay tres de dichos
elementos: derechos de propiedad asegurados, contratos confiables y
que se cumplen y un mecanismo ordenado para las entradas y salidas del
mercado. Comparado con cualquier economía de mercado de la OMC, China
alcanza un resultado muy pobre en el primero y puntajes mediocres en
el segundo y el tercero. Los derechos de propiedad privados no existían
en un sentido legal o práctico en China hasta este año, cuando
fueron establecidos en la Constitución. Pero poner tales derechos en
la Constitución es inútil donde no existe un sistema legal efectivo
para garantizarlos 48... Los contratos presentan una historia similar.
No existe un efectivo mecanismo legal para forzar las obligaciones
contractuales en China. Los empresarios deben apoyarse en una
combinación de confianza, conexiones y, como último recurso, las
coimas a los jueces para imponer sus reclamos. En muchos casos el
sistema trabaja bastante bien, pero no está lo suficientemente
institucionalizado para ser consistentemente confiable... Las entradas
al mercado y las salidas parecen a primera vista relativamente
saludables... Pero una inspección más cercana revela severos
impedimentos a ambos lados. Del lado de la entrada, la regulación
estatal continúa prohibiendo o limitando estrictamente la inversión
en muchos sectores. Las compañías privadas tienen efectivamente
prohibido juntar dinero en los mercados accionarios, y tienen
dificultades de conseguir préstamos bancarios –en muchos casos
porque los bancos temen no tener formas de asegurarse confiablemente
un préstamo a firmas no estatales. Del lado de las salidas, los
gobiernos locales y los que ellos controlan a menudo protegen a las
firmas estatales y privadas locales de la bancarrota o la absorción
por firmas de otras provincias. Este permisivo proteccionismo local
permite a muchas firmas mantenerse en los negocios mucho después de
que hubieran fenecido en un sistema de mercado real”.
Y resumiendo dice: “Todas estas áreas están en un flujo
constante, por supuesto, y en general China está avanzando claramente
hacia una economía de mercado. Pero sólo tener la dirección
correcta y una alta velocidad no significa que el objetivo haya sido
alcanzado. China no es todavía una economía donde las fuerzas del
mercado tengan claramente ventaja sobre los mandatos del Estado”.
CAPITULO V
El avance de la restauración y sus
consecuencias internacionales
La desaparición
de la economía planificada china (así como la de la ex URSS y de los
países del este) significa una extensión de las fronteras geográficas
y sociales del capital en una escala sin precedentes. Este
acontecimiento enormemente regresivo ha reforzado la competencia a la
baja salarial entre los distintos componentes de la clase obrera
internacional al reincorporar a millones de trabajadores al mercado
mundial que se encontraban no sometidos directamente a sus presiones.
Contra la propaganda “globalizadora”, esto significa históricamente
-independientemente de los momentos coyunturales o resultados
parciales que puede tener en este o aquel país- una regresión económica,
social y cultural de enormes proporciones.
La clave del rol de China en su proceso de integración a la
economía mundial capitalista es que reduce el precio pagado por los
capitalistas por la fuerza de trabajo. Este proceso se da a través de
la mundializacion del proceso de perecuación de la tasa de ganancia
fundamentalmente en las cadenas de producción y distribución de
productos manufactureros expresado en la guerra de precios y la
reducción de los márgenes de ganancia de las compañías. Su rápido
desarrollo ha causado dramáticos cambios en el valor de la fuerza de
trabajo, con importantes consecuencias en la distribución regresiva
del ingreso. En otras palabras, China es claramente una fuerza
deflacionaria para la fuerza de trabajo. En tanto las mejoras de la
educación progresen y su base manufacturera se convierta en más
sofisticada, los salarios para los trabajadores especializados a nivel
mundial también pueden estar amenazados.
Por último, y en el plano ideológico, en la medida que siga
avanzando la integración de China a la economía mundial capitalista,
la propaganda interesada de la llamada “globalización” puede
seguir sosteniéndose, a pesar de los jirones que ha perdido su
ofensivo discurso de la década pasada después de crisis como la asiática
o de los descalabros económicos producidos en América Latina.
Una
crisis en puerta: ¿Sobrecalentamiento o sobreinversión?
Durante el año 2003 y comienzos de 2004 la economía china
tuvo un crecimiento notable. Si tomamos en cuenta el crecimiento de la
producción industrial en vez del PBN, ésta creció en marzo de 2004
un espectacular 19.4% arriba de su nivel del año pasado -una marcada
aceleración del crecimiento con respecto al 17% alcanzado en 2003.
Estos datos son fenomenales: en enero y febrero el crecimiento en 16
de 30 sectores industriales excedió el 100%. El crecimiento de la
inversión en hierro y acero, materiales de construcción y cemento
fue tan alto como el 170%. La industria del acero, por ejemplo, va a
tener una capacidad para producir al menos 330 millones de toneladas
de acero para el año que viene, una cantidad que el país no va a
consumir hasta el 2010. No sorprende con estos indicadores que según
algunos cálculos, reexpuesto en dólares, el crecimiento del producto
industrial chino en 2003 haya sido ocho veces más grande que el de
los Estado Unidos. En otras palabras, a pesar de que China aún da
cuenta de una pequeña porción de la economía mundial (3.9% del PBN
mundial a tasas de intercambio de mercado), no puede minimizarse su
rol en impulsar la actividad industrial a escala global en la actual
recuperación económica mundial.
Este efecto fue palpable sobre Asia. El crecimiento de las
importaciones chinas de un 40% en 2003 tuvo a esta zona como lugar
privilegiado, mostrando su nuevo rol en actuar como motor de la
recuperación de estos países y de la creciente integración
comercial inter-asiática. Así las ventas a China dieron cuenta del
32% de las exportaciones japonesas, 36% de Corea del Sur y 68% de Taiwán.
Pero también de este salto en las importaciones se beneficiaron países
desarrollados productores de bienes de capital como es el caso de
Alemania, cuyas exportaciones a este país alcanzaron un 28%, y los
Estados Unidos, que exportó a China un 21% del total de sus ventas
externas.
Los otros grandes beneficiados del crecimiento de China son
los productores de commodities. Es que China se ha convertido en la
fuerza dominante en este mercado arrastrado por la urbanización, la
infraestructura y la construcción de fábricas. Así, el año pasado
dio cuenta del consumo de un 7% del petróleo crudo mundial, 25% del
aluminio, 27% de productos del acero, 30% del mineral de hierro, 31%
del carbón y un sorprendente 40% del consumo mundial de cemento.
Sin embargo este espectacular crecimiento ha dado lugar a
profundos desequilibrios económicos. En los últimos meses se viene
desarrollando un intento de las autoridades chinas de poner bajo
control su economía. La decisiones administrativas tomadas por los
funcionarios de Pekín sobre el otorgamiento de nuevos préstamos han
sembrado la alarma sobre la salud de la economía china en los
inversores a nivel mundial. Tomando como variable el crecimiento de la
inflación, cuya tasa de 4.4% es la más alta de las grandes economías,
muchos analistas definen que la economía china atraviesa un
sobrecalentamiento. Sin embargo, coincidimos con The Economist, en que
éste no es el diagnóstico correcto, cuando dice que “Actualmente
hay temores de que la economía se esté sobrecalentando. Están
comenzando a formarse burbujas en la construcción, el acero y los
automóviles, y la generación de electricidad está funcionando con
limitaciones de capacidad. Sin embargo, el problema real de China no
es la inflación, sino la sobreinversión. En su apuesta al
crecimiento, el gobierno ha alentado a los bancos gubernamentales a
abrir sus canillas. El crédito fácil está produciendo una
sobrecapacidad masiva, llevando a la deflación, más deudas malas y
menos nuevos trabajos. Ya, nueve décimos de las mercancías
manufacturadas están en sobreoferta, aunque la inversión en activos
fijos creció el año pasado un 30% y contribuyó a un 47% del PBN”49.
Es evidente que este crecimiento es insostenible. Hoy esto, más
allá del diagnóstico, no se cuestiona. Lo que se discute es la
magnitud de su caída y, debido al creciente rol de China sobre la
economía mundial, qué repercusiones tendrá sobre ésta. Hay tres
visiones. En primer lugar, la más benévola opina que lo más
probable es un aterrizaje suave (“soft landing”) basado en el éxito
de las iniciativas macro estabilizadoras de autoridades chinas durante
la década pasada, como fue el caso del recalentamiento de 1993-1994,
la crisis asiática de 1997-1998 y la recesion global sincrónica de
2001. A favor de esta variante, irónicamente juega el enorme rol que
la burocracia conserva sobre la economía (una pesada herencia de la
planificación económica burocrática) que le permite un fuerte
manejo del Estado sobre ésta en tiempos de crisis. A esta variante
adscriben los que ven la crisis como de sobrecalentamiento.
La segunda variante que se discute es que es difícil que la
economía china evite un aterrizaje forzoso (“hard landing”)
debido a sus excesivas tasas de inversión. Durante el primer
trimestre de 2004 la tasa de inversión fija siguió creciendo un
impactante 43%, sobre un ya fuerte crecimiento del 26.3% en igual
periodo de 2003. Es importante señalar que los números actuales
significan una tasa tres veces más rápida que la tendencia del
periodo que va entre 1993 y 2003, un periodo entre dos
sobrecalentamientos de la economía que fue del 15.5%.
Por último, los más pesimistas señalan que China debe limpiar una década
de desmanejo financiero, siendo su comparación con la economía
japonesa la más apropiada. Aún hoy Japón no ha logrado solucionar
su crisis a más de una década de que su “burbuja económica”explotara.
A favor de esta variante está el hecho que por el temor a las
respuestas sociales frente a una caída del crecimiento, la burocracia
vino evitando las depresiones del ciclo económico. Este ha sido el
caso desde 1997 a 2002 como respuesta a la crisis asiática y la
recesión mundial de 2001, donde el crecimiento descansó
fundamentalmente en un masivo gasto gubernamental (y cuyo resultado
fue un acelerado crecimiento de la deuda estatal), que se compensó
durante 2003 y el presente año como consecuencia de la recuperación
de la economía mundial (la más importante en veinte años) y los
enormes flujos de IED que la acompañaron.
Esta última variante sería totalmente ominosa, ya que
China, a diferencia del imperialismo japonés, corre con desventaja en
el grado de estabilidad de su sistema político y social. De darse
esta variante el espejo donde se mira aterrorizada la burocracia de
Pekín es la caída de Suharto en Indonesia como consecuencia del
crack económico.
Nosotros no vamos a arriesgar un pronóstico. Pero metodológicamente
hay un nuevo factor a tener en cuenta que tendrá una enorme
incidencia tanto en las causas como en el resultado de una eventual
crisis y esto es: la mayor exposición de China a la economía mundial
capitalista. Durante los dos últimos años las fuertes políticas
contracíclicas de los países imperialistas para salir de la recesión
de 2001 y fundamentalmente del legado de sobreinversión de la década
del ’90, en particular los Estados Unidos, han tenido éxito en
lograr una vigorosa recuperación de la economía internacional de la
que China no sólo se ha beneficiado sino la que al mismo tiempo ha
sido uno de sus motores50. Esta tendencia se ha mantenido como
consecuencia de la debilidad del dólar y fundamentalmente las
enormemente bajas tasas de interés globales que han venido alargando
artificialmente el boom. Es difícil que hasta las elecciones
norteamericanas este panorama -a pesar de la pequeña y simbólica
suba de 0.25% por parte de la Reserva Federal el 30/6- cambien
sustancialmente. Pero si las condiciones que permitieron esta
recuperación cambian, esta mayor exposición de China a la economía
mundial puede convertirse en su gran fuente de debilidad. La expansión
impulsada por la deuda ha significado la creación de una enorme
sobrecapacidad y especulación en la expansión de minas, altos
hornos, facilidades de producción, nueva capacidad portuaria, mejor
infraestructura, la especulación en los mercados de commodities,
inmobiliaria o de locales de almacenamiento a nivel mundial.
Consecuentemente, las regiones en que en el último ciclo este
crecimiento fue más exuberante pueden ser las más afectadas: este es
el caso, precisamente, de China.
¿Un
pulmón a largo plazo para la economía mundial capitalista?
La vastedad del mercado chino asociado a la idea de 1.300
millones de consumidores hace soñar a la multinacionales. Sin
embargo, recién en 2003 el ingreso per cápita superó los 1.000 U$S,
cifra que, como demostramos a lo largo del artículo, oculta grandes
disparidades y una enorme diferenciación del poder adquisitivo de los
distintos sectores de la población e incluso a nivel regional. Es que
a diferencia del desarrollo orgánico de las distintas potencias
capitalistas en el siglo XIX, el actual modelo de desarrollo chino
desigual y dependiente no genera la constitución de un verdadero
mercado nacional integrado y equilibrado a nivel nacional. Más aún,
la política de las autoridades de Pekín refuerzan este carácter al
utilizar las enormes masas de reservas no para la industrialización y
el consumo de las masas de todo el país, sino para comprar bonos del
tesoro norteamericano perpetuando de esta manera el modelo exportador
basado en salarios de miseria y una fenomenal desigualdad en los
ingresos. Pero a pesar de esta realidad muchos de los planes de
expansión de las firmas imperialistas se hacen con la ilusión de que
China es el último mercado sin explotar de la tierra.
Siendo más realistas lo único que podemos hacer es comparar
el actual grado de desarrollo chino con el resto de los países del
sudeste asiático, que siguieron previamente el mismo modelo
exportador en la que hoy está empeñada la economía china. Esta última,
con un valor mucho más bajo de la fuerza de trabajo, ha reemplazado
en muchos casos a estos países en importantes ramas de producción.
Haciendo un mero ejercicio económico podemos determinar la distancia
que le falta recorrer a China para alcanzar el mismo nivel de
desarrollo de estos países del sudeste asiático mas avanzados, lo
que en inglés se denomina “catch-up”. Este es el cálculo que está
detrás de los planes de expansión de muchas transnacionales, sobre
todo en el sector productor de materias primas, que más allá de la
profundidad de la crisis de coyuntura, apuestan en base a estos cálculos
a la continuidad del crecimiento económico chino.
Una muestra de lo que decimos son los grandes consorcios
minerales, como relata el siguiente ejemplo: “El Pilbara ha visto
buenos tiempos antes, pero nada como esto. Desde que se descubrió oro
en 1880, la región de formaciones rocosas de 2,5 millones de años de
antigüedad había sido reconocida como un raro tesoro que albergaba
una riqueza mineral. Pero ahora, a medida que el impetuoso ritmo de
desarrollo económico de China crea una creciente demanda de hierro,
acero, aluminio, cobre y una serie de otros metales, las inversiones
están vertiéndose en Pilbara como nunca antes. En un gran voto de
confianza sobre la fortaleza y sustentabilidad del futuro crecimiento
económico de China, las más grandes compañías de recursos, BHP
Billiton y Rio Tinto -con una capitalización de mercado de 55.000 y
35.000 millones de dólares respectivamente- están invirtiendo
millones de dólares en la región. Se están abriendo nuevas minas,
las viejas se están expandiendo, se construyen vías y se mejoran los
puertos, todo para servir a la demanda china”51. El cálculo detrás
de esta expansión fenomenal es explicado por uno de los directivos de
esta empresa: “Esta burbuja es uno de aquellos accidentes de ruta
que contemplamos en nuestra estrategia. Nosotros esperamos que los
precios declinen y los volúmenes cambien... En el largo plazo, sin
embargo,... el consumo de acero de China -y por ende su demanda de
mineral de hierro- va a continuar creciendo. El señala que hoy China
sólo consume alrededor de 200 kilogramos de acero al año por cada
hombre, mujer y niño de población. Esto se compara con alrededor de
600 kilogramos por cabeza al año de Japón y entre 800 y 1.000
kilogramos de los grandes exportadores como Taiwán y Corea del
Sur”.
Pero estas disquisiciones estadísticas y totalmente lineales
cometen dos tipos de errores. Por un lado, hacen a un lado las
reacciones sociales, culturales y políticas que tal desarrollo trae
aparejado y que, como vimos, son tal vez el desafío más grande que
enfrenta la burocracia restauracionista para completar las reformas.
Por el otro, y tal vez una equivocación más grande que la anterior,
igualan plenamente la transición de economías semicoloniales agrícolas
y atrasadas, como eran los New Industrial Coutries (NICs) antes de
convertirse en plataformas exportadoras -elementos que compartían con
China-, con un proceso combinado que también contempla una restauración
capitalista desde un Estado obrero deformado hacia una economía
capitalista, proceso que implica una brutal destrucción de fuerzas
productivas y que, como hemos explicado a lo largo de esta nota, está
contrarrestado momentáneamente por el alto crecimiento económico,
pero que constituye una difícil prueba que puede poner en riego todas
las bases del “milagro económico”.
Más allá del distinto punto de partida, en última
instancia, el futuro en el largo plazo del crecimiento chino y de su
exitosa integración a la economía mundial dependerá del estado de
salud del capitalismo mundial. En todos estos años, China se benefició
muchísimo más que otros países por su vasto pool de mano de obra
barata, de la tendencia de las economías y multinacionales de los países
imperialistas que están en una carrera desenfrenada para bajar los
costos para recuperar la rentabilidad después de la crisis de los
’70, que fue el primer momento donde la tasa de ganancia de los
principales economías comenzó a descender. Esta tendencia sigue
siendo una realidad de la economía mundial que se ha profundizado
como salida a la sobreinversión de los ’90, no sólo en cantidad
sino a nuevos sectores (servicios), pero viene siendo contrarrestada
por una tendencia opuesta pero que surge del mismo proceso de
reestructuración y relocalizacion capitalista de las últimas décadas:
la falta de mercados para los niveles de tasa de ganancia que los
cambios en el proceso productivo permitan valorizar y realizar. El
camino aplicado, aunque ha recuperado la rentabilidad,52 ha redundado
en una nueva estrechez del mercado capitalista mundial, llevando no a
una expansión como en el boom de la posguerra, sino a una lucha
despiadada por los mercados. De esta lógica de hierro resulta la búsqueda
incesante de fuentes de mano de obra barata que ha beneficiado
particularmente a China como el “nuevo milagro capitalista” (¿alguien
se acuerda que antes de la crisis de 1997-98 este mote era reservado
para los NICs como Corea, Taiwán, Hong Kong o Singapur o los segundos
NICs como Malasia, Tailandia e Indonesia?), pero que a su vez pone un
gran interrogante sobre la sustentabilidad de esta nueva división
mundial del trabajo, a menos que se crea alegremente el sueño sin
fundamento de las grandes empresas de una China que emerja como gran
potencia consumidora, cuestión que es difícil de esperar por razones
internas y externas, al menos en un ritmo que evite potenciales
cataclismos económicos en los próximos lustros. La esperanza de
Occidente de que el mercado chino se convierta no sólo en un “gran
ensamblador mundial” sino también en un nuevo mercado consumidor
que permita reequilibrar la economía mundial, mantenida durante todos
estos años por el crecimiento más allá de sus posibilidades del
consumo norteamericano ultraendeudado, no resiste la menor prueba.
En otras palabras, la ampliación geográfica del capital, al
tiempo que salida momentánea para el capitalismo mundial en las décadas
pasadas, sobre todo en los ’90, ha significado una intensificación
de la competencia intermonopólica en busca de nuevos mercados, lo que
a largo y mediano plazo tiende a agravar la crisis capitalista.
CAPITULO VI
Perspectivas
Si obviamos las desventuras y cómo finaliza la ofensiva
neoimperialista de los Estados Unidos en Irak, que ha sacado a la
superficie la crisis del sistema de relaciones internacionales
establecido en la posguerra, la clave de la situación internacional
está determinada por quién se apropiará del enorme vacío que
significa la disolución de la ex URSS y por el control del proceso
restauracionista en China. Este proceso ha sido el disparador de una
nueva intensificación de la competencia interimperialista ya que
quien logre hegemonizar estos desenlaces, abrirá un profundo
desequilibrio en la relación de fuerzas entre las distintas
potencias.
Esta cuestión es importante verla desde una perspectiva histórica.
Después de la Segunda Guerra Mundial, el capitalismo mundial se vio
obligado a resignar más de un tercio de la superficie mundial,
incluso el país más poblado de la tierra, China, en donde se
liquidaron las relaciones de producción capitalista. Sin embargo el
precio pagado por el proletariado mundial por tales conquistas fue muy
alto, con la liquidación de la revolución europea por la burocracia
estalinista refortalecida, traición que permitió asegurar la hegemonía
mundial por parte de los Estados Unidos, dirimida en la guerra la
disputa con los imperialismos competidores japonés y alemán, y el
declive del antiguo hegemón, Inglaterra. Este orden internacional
signado por la “coexistencia pacífica” entre la burocracia
estalinista y el imperialismo mundial en contra del desarrollo de la
revolución internacional, y caracterizado al mismo tiempo por la
existencia de regímenes sociales antagónicos (graficado en la
llamada guerra fría) llegó a su fin con la debacle de la ex URSS y
la apertura desenfrenada de China a la explotación por el capital
mundial. En este marco, el destino histórico de estos países o bien
culmina en una restauración plena de las relaciones capitalistas con
el salto en la barbarie, las guerras y el retroceso social que este
camino supone, permitiendo un respiro importante para el capitalismo
internacional o por el contrario será necesario una nueva revolución
política y social contra la burocracia, los nuevos capitalistas y su
asociación con el capital internacional. Más allá de los resultados
parciales logrados hasta ahora por la penetración del capital en los
ex Estados obreros degenerados y deformados, estratégicamente éste
sigue siendo el pronóstico fundamental.
Yendo al caso chino, como hemos tratado de demostrar a lo
largo de este trabajo, a pesar de todo los avances logrados el poder
social del capital sigue siendo débil, no existe una clase unificada
de capitalistas, lo que dificulta para imponer una salida
contrarrevolucionaria en lo inmediato, apoyándose todavía el proceso
de restauración en una burocracia cuya función social y política es
cada vez más arcaica, y su renovada legitimidad puede estar agotándose53.
Estratégicamente esto constituye una debilidad estructural del estado
restauracionista que contrasta con el enorme poder social en potencia
que significan los enormes batallones y concentraciones obreras que el
mismo proceso restauracionista ha creado.
Este elemento puede verse en que, a diferencia de la ex URSS,
la burocracia de Pekín ha seguido un “camino evolutivo” en la
aplicación de las reformas, lo que otorga a la estructura social un
carácter híbrido y transitorio (y que lleva equivocadamente a muchos
a ver en esto una supervivencia del Estado obrero deformado), expresión
a la vez de la conciencia de la burocracia sobre las consecuencias
explosivas de este proceso.
Por eso, aunque se trate de silenciarlos o disimularlos, los
ecos de Tiananmen siguen retumbado: “En vísperas del 15
aniversario, los disidentes y los familiares de las víctimas de
Tiananmen están teniendo un mayor control de la policía, aunque
menos que en los años pasados. Pero sus voces están ahora sumergidas
en el barullo de las protestas diarias contra la corrupción y el
crimen, los hogares y el sustento perdidos, de centenares de
campesinos y trabajadores que se agolpan en la ciudad diariamente. La
reforma política, si hubiera sido permitida, podría haber provisto
alguna reparación para sus quejas. Ahora no tienen otra alternativa
que tomar las calles”54.
Es que, insistimos, las reformas han creado en un corto
periodo de tiempo una enorme desigualdad social, que algunos comparan
con el periodo previo a la revolución de 1949, que tiene un carácter
explosivo. Las fuerzas sociales que ese “primer ensayo”
revolucionario de 1989 desataron, lo muestra con evidencia.
Contrariando la imagen de la prensa internacional que sólo ve un
levantamiento estudiantil por valores liberales, Wang Hui, editor en
jefe de la revista intelectual china de carácter mensual, Dushu
(Lectura) y cuyos escritos son sindicados con indignación por la crítica
liberal como responsables del desarrollo del fenómeno de una “nueva
izquierda”, lo dice con todas las letras: “¿Por qué los
ciudadanos de Pekín apoyaron tan rotunda y activamente las
manifestaciones de los estudiantes?” y se contesta: “En gran parte
por el denominado sistema de precios de doble velocidad y por la forma
desigual en la que los convenios salariales se estaban introduciendo.
Esto creó la base institucional para que se produjera una creciente
diferenciación social, especulación oficial y corrupción a gran
escala a fines de la década. Al mismo tiempo, el gobierno había
impuesto por segunda vez arriesgadas reformas en el sistema de
precios, que generaban inflación sin ningún beneficio para la gente
corriente. Sus sueldos se resentían por los acuerdos que se veían
obligados a firmar con las fábricas, y sus trabajos estaban en
peligro. La gente sintió la desigualdad creada por las reformas: había
un miedo popular real en el aire. Por esto es por lo que la ciudadanía
se echó a las calles en apoyo de los estudiantes. El movimiento
social nunca fue simplemente una demanda de reforma política; también
procedía de una necesidad de justicia e igualdad social. La
democracia que la gente quería no era sólo un marco legal, eran
medidas sociales efectivas”55
Pero como dicen otros analistas y como viene demostrando la
recuperación de la lucha de clases en los últimos años, de la que
hemos dado cuenta en este artículo, 1989 fue sólo un preludio. Así
lo afirma Hu Xingdou, un economista del Instituto de Tecnología de
Pekín en su ensayo “China: the Danger of Turmoil” (“China: el
Peligro de Agitación”, el código oficial por los eventos de 1989)
ampliamente difundido en los websites chinos, que sostiene: “...a
diferencia de Rusia, China ha encarado primero las partes fáciles del
proceso de reformas, dejando que se acumularan los problemas con mayor
potencial de trastornos... China todavía no ha sorteado los obstáculos
más difíciles ... por lo tanto el ascenso está aún por venir. Lo
que sucedió en 1989 fue sólo un estadio preliminar”56.
Para terminar. Hasta ahora el mundo se había acostumbrado a
una China en crecimiento integrándose benéficamente en la economía
mundial. Pero la historia del siglo XX muestra que ésta no es la única
imagen posible de China. Estén alertas.
Notas:
1
“How to View the Problems in China´s Economy?”, China & World
Economy Number 5, 2002
2
“The new workshop of the world”, Financial Times 3/2/2003.
3 “Salvo la década de la Revolución Cultural, China
mantuvo un énfasis en la educación durante sus periodos turbulentos,
que permitió que creciera su productividad laboral aunque no la
riqueza de los hogares. El reintegro de China a la economía mundial,
en consecuencia, presenta una gran discontinuidad. Las brechas entre
China y las economías desarrolladas en relación con la productividad
laboral y la riqueza se están expresando a través de una rápida
relocalizacion desde las economías maduras hacia China y el
consecuente crecimiento rápido de las exportaciones. El motor
fundamental son los bajos salarios chinos resultantes de su vasto
excedente laboral y bajo nivel de riqueza. Estas son los dos caras de
la misma moneda – si la riqueza China se hubiera mantenido con
respecto a la productividad, la fuerza laboral de China no hubiera
estado tan subocupada en primer lugar” (“The Chinese Decade”,
Andy Xie, feb 2003).
4 Las características de esta agricultura intensiva están
bien reflejadas en el excelente trabajo de John King Fairbank, China,
una nueva historia, donde sostiene: “Las implicaciones sociales de
la agricultura intensiva se ven sobretodo reflejadas en la economía
arrocera, la columna vertebral de la vida china en cualquier lugar del
valle del Yangtse... Buena parte de este proceso aun se realiza
manualmente: hileras de personas agachadas desde la cintura, y con las
fangosas aguas de las terrazas hasta los tobillos, retroceden paso a
paso efectuando dicha operación. Es lo que ocurre en los arrozales de
todo un subcontinente y, ciertamente, se trata del mayor desgaste de
fuerza muscular en el mundo. Cuando el arroz ya ha sido desmalezado y
esta maduro, se drena el campo y se cosecha, nuevamente a mano. Quizás
no exista otra forma de obtener una mayor productividad a partir de
una pequeña porción de terreno, cuando se cuenta con un
abastecimiento ilimitado de agua y de fuerza de trabajo. Aquí la
tierra tiene mas valor que la mano de obra; dicho de otra manera los
buenos músculos son mas abundantes que la buena tierra. Debido a la
carencia tanto de tierra como de capital, el campesino chino se ha
concentrado en un tipo de agricultura intensiva de gran rendimiento
basada en la mano del hombre, y no en la agricultura altamente
mecanizada”. Editorial Andrés Bello, diciembre 1996.
5 El “Gran Salto Adelante” fue un viraje izquierdista del
Partido Comunista que afectó a la estrategia de desarrollo económico.
Lanzado en 1959, el nuevo plan pretendía acelerar el desarrollo técnico
y económico mejorando los resultados del Primer Plan Quinquenal a
través de la movilización ideológica de las masas y del más
eficiente aprovechamiento de los factores productivos en la
agricultura y en la industria. Según Yolanda Fernández Lommen, el
Segundo Plan Quinquenal (1958-1962) “intensificó las iniciativas de
adoctrinamiento, la movilización de la mano de obra agraria y los
esfuerzos por construir un sistema político responsable. Esta última
medida exigió que la práctica mayoría de los funcionarios fuesen
enviados a trabajar a las zonas rurales, a las minas, a los proyectos
de obras públicas con el fin de que realizasen trabajos manuales y
tomaran conciencia de la realidad en la que estaba inmersa el pueblo.
Desde una perspectiva externa, el Gran Salto Adelante es un reflejo
del desencanto y de la preocupación de Mao por la insuficiente ayuda
económica, técnica y financiera prestada por la Unión Soviética,
cuyo líder, Stalin, desconfiaba de la peculiar interpretación que
Mao hacia del marxismo-leninismo... El elemento clave de su nueva
estrategia fue la creación de comunas. Estas quedaban a cargo del
control de todos los medios de producción empleados en su actividad y
constituían una única unidad contable subdivididas en brigadas de
producción y en equipos de trabajo. Cada comuna que albergaba
aproximadamente a 22.000 personas era autosuficiente a todos los
niveles: alimentación, educación, artesanía, producción industrial
a pequeña escala... El fracaso económico fue estrepitoso al igual
que sus consecuencias políticas. La escasez alimentaria generada por
la irracionalidad de las comunas desato una gran hambruna que paralizó
al país. La industria, a falta de las necesarias materias primas y
bienes intermedios, acumuló excedentes productivos de baja calidad y
acusó las consecuencias de la aceleración descontrolada en el
creciente deterioro de sus instalaciones y de su tecnología. La
desmoralización tras el fracaso afectó tanto a campesinos como a
intelectuales y a los propios cuadros del partido”. (“China: La
construcción de un estado moderno”. Los libros de la Catarata,
2001).
6
“Behind the Mask”, The Economist 18/3/2004.
7 Datos tomados de la obra de John King Fairbank.
8
Financial Times, 20/6/2004.
9
“China closes foreign investment gap”, Financial Times, 25/8/2003.
10 Esta tendencia es una característica más general del
conjunto de los países atrasados que se ha profundizado en los últimos
años. El mismo informe de la UNCTAD citado en el texto de la nota
sostiene que “Los stocks de IED en los países en desarrollo
representan alrededor de un tercio de su producto bruto interno en el
2002, comparado con sólo un 13% en 1980”. Estas cifras también
demuestran la distribución desigual “... con los primeros diez países
dando cuenta de los dos tercios de los stocks de IED. Los 49 países más
pobres daban cuenta de sólo un 2% del stock de la IED total en el
2002, una porción que ha cambiado poco en los recientes años”.
11 Esta presencia es disminuida por algunos autores. Chi Lo,
autor de The Misunderstood China: Uncovering the Truth Behind the
Bamboo Curtain, muestra como la IED realmente puede reducirse a la
mitad si uno toma en cuenta la inversión doméstica que deja el país
para reentrar como IED y recibir ventajas fiscales. También muestra cómo
los flujos de IED son sólo el 4% del PBI, el mismo que Singapur y
significativamente más bajo que el 12% de Hong Kong y el 6% de
Indonesia.
12
Daniel H. Rosen, “Low-tech bed, high-tech dreams”, China Economic
Quarterly cuarto trimestre del 2003.
13 Otra muestra de esta brecha tecnológica puede verse en
que durante el 2001 las firmas chinas recibieron menos de 200
patentes, mientras las firmas norteamericanas llenaron 87.600
patentes. El autor citado comenta que “la brecha en capacidad de
innovación es tan gigantesca que sería tonto comparar el puñado de
firmas chinas que esta a nivel mundial, casi todas nacidas debido a
una política de promoción, con la base de alta tecnología de casi
cualquier país desarrollado”. Otras datos son ilustrativos como la
intensidad en investigación y desarrollo (R&D): “Globalmente,
China está posicionada detrás de la mayoría de los países de la
OCDE, aunque se compara favorablemente con otros países grandes
pobres o de medianos ingresos como Rusia, la India y Brasil. Tal vez
una comparación más relevante es que... la performance china es casi
comparable a la de los Estados Unidos a inicios de 1950, cuando la
R&D de Norteamérica como porcentaje del PBN era del 1,36%... En términos
nominales gasta menos del 5% del total de los Estados Unidos -Rmb
104.000 millones o 12.600 millones de US$. Para ponerlo en
perspectiva: las cinco primeras compañías farmacéuticas
norteamericanas gastaron más en R&D que el conjunto de China en
2001” (“R&D- but mostly D” China Economic Quarterly, Cuarto
trimestre de 2003).
14 El artículo citado en esta sección dice: “El tan
citado ’modelo japonés’ o modelo ‘Flying Geese’ de progresión
en la cadena de valor tecnológico de un país en desarrollo señala
que las economías exitosas avanzan a partir de siete estadios de
sofisticación... Las economías pueden alcanzar el nivel 3 de este
modelo, como China, sin factores como derechos de propiedad
intelectual, un sistema financiero sólido o negocios de marcas
confiables. Las primeras subidas de la escalera incumben procesos de
exportaciones trabajo-intensivos, mayormente en industria liviana y en
mercancías que pueden ser transplantadas y producidas por inversores
extranjeros. Es en dichos sectores que la manufactura china ha
florecido. Previsiblemente, China ha aplicado su factor abundante
–el trabajo- en realizar esta ventaja comparativa... la manufactura
ofrece mayor productividad y rentabilidad en las operaciones que
reemplazan capital y tecnología del proceso manufacturero y es
utilizado en procesos mas trabajo-intensivos abandonados anteriormente
por otras economías debido a los crecientes costos laborales...
plataformas de alta tecnología capital intensivas no son la esencia
de hacer dinero en China... En forma importante, esta historia es
precisamente la opuesta del patrón de la ventaja comparativa japonesa
que ganó manufacturas desde los Estados Unidos décadas antes, que
involucró capital y mejoramientos tecnológico-intensivos del proceso
de producción. Esta es una de las razones por la que los políticos
de Occidente no deben tratar a China como un ‘nuevo Japón’”.
15 Este viaje marcó un giro en la política norteamericana
en la posguerra, graficada en el hecho de que poco antes de la llegada
de Nixon, la Asamblea General de las Naciones Unidas votó la expulsión
de Taiwán y su sustitución por la Republica Popular de China. Philip
Short en su vasta biografía de Mao señala que: “Para Mao, la
visita de Nixon fue un triunfo. Pronto le seguirían otros, cuyas
naciones también tenían en China un papel histórico: Kakuei Tanaka
para establecer relaciones diplomáticas con Japón; el primer
ministro británico, Edward Heath. Pero nada igualaría en la vida de
Mao el momento en que el líder del mundo occidental llegó a la
Ciudad Prohibida trayendo como tributo una preocupación compartida
por un enemigo común. ...Pero ahora el mejor situado de ellos (se
refiere a los dirigentes occidentales, nota del autor) había llegado
a Pekín, en busca de cooperación en base de igualdad. China se había
erguido. Era el momento de disfrutarlo. Pero también marcó un
retroceso importante. Nixon puso el dedo en la llaga en un articulo
que había escrito un año antes de su elección. Estados Unidos,
dijo, necesitaba entablar relaciones con China, “pero como una nación
grande y en desarrollo, no como el epicentro de la revolución
mundial”. Y eso era realmente lo que había ocurrido. Al abrir la
puerta a Estados Unidos, Mao había respondido a unas necesidades
geopolíticas; el imperativo de un frente unido para contener los
impulsos expansionistas de Rusia... Otro de sus temas favoritos
durante la década de 1960 –la noción de que China, con la fuerza
de su ejemplo, incitaría una revolución mundial- había quedado
irremisiblemente comprometido”. Philip
Short, Mao, Editorial Crítica, 2003.
16
“Sino-European Relations: It´s more than love”, Far Eastern
Economic Review, 12/2/2004.
17
Idem.
18
“A challenge for America in its own backyard”, Financial Times,
21/5/2004.
19 “Hasta no hace mucho la familia china era todo un
microcosmos, un Estado en miniatura. La familia, no el individuo, era
la unidad social reconocida y el factor responsable de la vida política
de su localidad. La devoción y obediencia filiales inculcadas en la
vida familiar funcionaban como una especie de entrenamiento para la
lealtad al gobernante y la obediencia a la autoridad constituida. Esta
función de la familia de crear hijos respetuosos que más tarde se
convertirían en súbditos leales se desprende fácilmente de la
observación del modelo de autoridad prevaleciente al interior del
grupo familiar tradicional. El padre era un autócrata supremo, que
podía disponer de todos los ingresos y propiedades familiares, y
llevaba la voz cantante en el arreglo de los matrimonios de los hijos.
La mezcla de amor, miedo y temor reverentes de los niños hacia al
padre se veía reforzada por el respeto a la ancianidad. La perdida de
vigor de un anciano era más que compensada por su crecimiento en
sabiduría... En las familias de estilo tradicional, la dominación
del hombre sobre la mujer igualó a la dominación de la edad sobre la
juventud. Incluso hoy es mucho más probable que las bebés chinas
sean victimas del infanticidio, y no los bebés hombres. El matrimonio
de una niña era arreglado, no por amor; la temblorosa novia dejaba
atrás a su propia familia y pasaba a estar bajo el control de la
madre de su marido. Este podía buscar otras esposas o concubinas y
traerlas a la casa, especialmente si su nuera no daba a luz a un
heredero varón... Todo esto reflejaba el hecho de que una mujer no
poseía independencia económica. Su trabajo se limitaba a las tareas
domésticas, que no proporcionaban ingreso alguno. Las mujeres
campesinas eran casi universalmente analfabetas, y tenían poco o ningún
derecho de propiedad. El inferior status social de las mujeres era sólo
una de las manifestaciones de la naturaleza jerárquica del código
social...” (John
King Fairbank, Op. Cit.).
20
John King Fairbank, China, una nueva historia, op. cit.
21
“Urban Poverty: Nothing More To Lose”, Far Eastern Economic Review,
7/11/2002.
22 Las “empresas de pueblo y aldea” surgieron como hongos
en estos años como resultado de la capitalización de la renta
agraria, y fueron el principal impulso para el avance de las reformas
capitalistas en los periodos iniciales de éstas. Estas empresas que
florecieron entre mediados de los ´80 y principios de los ´90
paulatinamente fracasaron en la competencia con las dinámicas nuevas
empresas chinas que se abrieron en las zonas costeras desde inicios de
los ´90, y que con su explosión, fueron creando cadenas de
distribución nacional.
23 El primer paso de Pekín para dotar de un esquema legal
que posibilite derechos de propiedad rural más fuertes fue las
modificaciones a la Ley de Administración de la Tierra en 1998, que
permitieron derechos de uso de la tierra de 30 años de extensión,
requiriendo que los villorrios establecieran contratos por escrito con
cada una de las familias agrícolas. También se aprobó que las
readjudicaciones de tierras deberían ser aprobados por una mayoría
de dos tercios dentro del villorrio y ratificadas por los gobiernos de
las aldeas y condados. Sin embargo, su implementación fue
contradictoria, llevando a operaciones de corto plazo al interior de
los villorrios en general, involucrando a familiares y sin compensación,
en vez de verdaderas transacciones de mercado que permanecieron casi
inexistentes.
24 Otra fuente de rebelión en la China interior viene siendo
la resistencia nacional al dominio chino. Aunque el problema nacional
no tiene el peso que éste tuvo en la debacle de la ex URSS, debido al
hecho que 94% de la población son chinos étnicos (Han) aunque con
importantes diferencias de lenguajes, este problema si constituye una
fuente de conflicto en la provincia de Xinjiang, con una fuerte
población musulmana y en el Tibet, región que el Ejército Rojo ocupó
en 1959 y viene siendo gobernada como una colonia.
25 Una respuesta a esto ha sido el establecimiento de pequeñas
colonias alrededor de Asia con el objetivo de ayudar a mejorar su
declinante producción de granos y encontrar trabajos para unos pocos
miles de campesinos, al tiempo que mejorar la posición estratégica
de China en los países vecinos. Esta salida le permitiría paliar su
necesidad de seguridad alimentaria sin volcarse al mercado mundial de
granos. Ya se han establecido colonias en Laos, Kazajstán, así como
en el extremo oriente ruso, lo que no es bien visto por el gobierno
ruso que trata de frenar este avance de los inmigrantes ilegales
chinos. También ha habido proyectos fuera del Asia como es el caso en
Cuba y en México.
26
“Urban Poverty: Nothing More To Lose”, Far Eastern Economic Review,
7/11/2002.
27
“Industrial Unrest in China- A Labour Movement in the Making”, Tim
Pringle, 30/1/2002.
28
Idem 26.
29
“China Rethinks Unrest”, Murray Scot Taner, The Washington
Quarterly, verano del 2004.
30 Idem.
31 Idem.
32 Idem.
33 Como dice el trabajo citado “La remarcable capacidad del
PCCh de evitar la suerte de sus hermanos leninistas tardíos de Europa
debe mucho a la habilidad del partido no sólo en prevenir grandes y
bien organizadas protestas con demandas anti régimen bien amplias
sino también en suprimir una oposición organizada o grupos de la
sociedad civil que las pudieran organizar. Habiendo absorbido las
brutales lecciones de las manifestaciones de Tiananmen, las protestas
chinas durante mediados a fines de los ’90 auto-concientemente
restringieron sus acciones. La mayoría de los ciudadanos más
disgustados declinaban de establecer organizaciones clandestinas
permanentes que podrían haber amenazado al Partido. Sus protestas
raramente incluían más que una pocas docenas de personas, a menudo
de la misma unidad de trabajo o villa. Las tácticas de las protestas
permanecían escrupulosamente pacíficas, y las demandas se enfocaban
en temas concretos locales más que en cambios sistémicos más
amplios... Reportes recientes indican, sin embargo, que, aunque la
mayoría de las demandas permanecen limitadas y concretas, en muchos
otros casos la protesta esta comenzando a superar el modelo de
auto-limitada permitida-resistencia”.
34 El movimiento de los trabajadores estalló en el contexto
de los llamados a la movilización de las masas, en forma análoga a
lo que había pasado primero con el movimiento estudiantil. Pero una
vez puesto en marcha este movimiento tendió rápidamente a
desarrollarse sobre una base autónoma, con objetivos y contenidos
propios, que iban mucho más allá de los llamados de Mao, como
demostraron las huelgas de Shangai y otros centros industriales
chinos. Philip Short comenta: “Aquel invierno, Mao añadió una
nueva y crucial arma al arsenal de los radicales. Además de los
guardias rojos, los trabajadores militantes de fábricas y oficinas,
en muchos casos impulsados por ofensas personales contra los comités
del partido de sus unidades de trabajo, comenzaron a formar sus
propios grupos rebeldes. A principios de noviembre, un joven
trabajador del sector textil de Shangai, Wang Hongwen, de treinta y
tres años, fundó el Cuartel General Revolucionario de los
Trabajadores para coordinar los grupos de obreros radicales de la
ciudad… Desde finales de noviembre, el Cuartel General de Shangai,
respaldado por el Grupo para la Revolución Cultural de Pekín, se
implicó en una lucha de poder cada vez más violenta con su rival
conservador, el Destacamento Rojo de Shangai, apoyado tácticamente
por el Comité del Partido de la ciudad. El 30 de diciembre, decenas
de miles de trabajadores lucharon organizando batallas callejeras en
el exterior de las oficinas del comité del partido. Comenzaron las
huelgas. El puerto quedó paralizado, con mas de cien buques
extranjeros esperando para la descarga. El transporte ferroviario se
detuvo. Los trabajadores que habían sido enviados al campo durante la
hambruna que siguió al Gran Salto Adelante comenzaron a reclamar el
derecho a retornar… el Cuartel General anunció que no seguiría
reconociendo la autoridad del Comité del Partido y que los
‘rebeldes revolucionarios’ del gobierno de la ciudad asumirían la
responsabilidad de los asuntos cotidianos. La ‘toma de poder’ de
Shangai se convirtió en un modelo para el resto del país… el 5 de
febrero de 1967 (se proclamó) la Comuna Popular de Shangai… La acción
de los dirigentes de Shangai había obligado a Mao a mirar el abismo,
y no le gustó lo que vio. Un sistema basado en la Comuna de París,
con elecciones libres y actividad política sin restricciones,
significaba permitir a las masas que se gobernasen a sí mismas. Era
la lógica de su requerimiento ‘confiad en las masas y creed en
ellas’, la lógica, de hecho, en que estaba basada toda la Revolución
Cultural. Pero ¿en qué posición quedaba el Partido? Como señaló
Zhang Chunquiao: ‘¡De algún modo tiene que existir un
partido!’… La Revolución Cultural había llegado a su Rubicon, al
momento en que perdió su compás, cuando los ideales que la habían
inspirado, sin importar los espurios que fuesen, quedaron
irremediablemente corrompidos. Enfrentado a una elección, Mao prefirió
poseer un instrumento defectuoso de gobierno que no tener ninguno.”
35 La revolución polaca de 1980-81, aunque derrotada, fue
una pesadilla para la burocracia moscovita que la convenció que la
mejor forma de defender sus privilegios era orientarse hacia un
completo cambio del sistema, acelerando su giro hacia la restauración.
36 Zhao Ziyang fue secretario general del PCCh desde 1987
hasta 1989, cuando fue desplazado a propósito de los acontecimientos
de Tiananmen, por los conservadores.
37 La orientación conservadora no fue puesta nuevamente en
discusión después de la defenestración de las alas reformistas.
38
“Be prepared”, The Economist, 15/6/2002.
39 En la primavera de 1992, Deng Xiaoping hizo un viaje a
Shenzhen, en el sur, donde dio la señal para impulsar al máximo al
mercado como fuerza motriz de la modernización de la economía de la
República Popular de China, desatando una ola de consumismo y
comercialización por todo el país.
40 La Asamblea Popular Nacional es el órgano supremo del
poder del Estado. Es un órgano de gobierno que ha adquirido mayor
protagonismo a lo largo de las reformas y aunque tiene un carácter
fundamentalmente consultivo ha asumido con el paso del tiempo un poder
creciente y una participación más destacada en el proceso de toma de
decisiones. La Asamblea está compuesta por cerca de 3.000 delegados
que representan a las diversas provincias, las regiones autónomas,
los municipios directamente subordinados al poder central, las
regiones administrativas y el ejército. Es el órgano legislativo y
como tal está capacitado para modificar la Constitución y supervisar
su cumplimiento, aprobar los presupuestos del Estado, designar al
presidente de la Republica Popular China y su vicepresidente, etc..
41 La Constitución de 1982 mantenía lo esencial de la de la
época de Mao aunque legitimaba la “economía individual” como
“complemento a la economía pública socialista”. En 1988 se
incorporaron enmiendas que hacían referencia a la “economía
privada”. En 1999, las actividades privadas y otras actividades no
estatales eran consideradas importantes partes de la “economía
socialista de mercado”. Pero los nuevos cambios van mucho más
lejos, diciendo que el estado “alienta y apoya” a los sectores no
públicos. Más directamente, la propiedad privada es por primera vez
declarada “inviolable”, aunque sigue haciendo referencia a la
propiedad pública como “sagrada”.
42 Comparando los diferentes roles de un Estado burgués y de
un Estado obrero, Trotsky sostenía que: “Mientras que después de
la revolución el Estado burgués se limita al rol de policía,
dejando el mercado librado a sus propias leyes, el Estado obrero asume
el rol directo de economista y organizador. En el primer caso, el
reemplazo de un régimen político por otro no ejerce más que una
influencia indirecta y superficial sobre la economía de mercado. Por
el contrario, la sustitución de un gobierno obrero por un gobierno
burgués o pequeñoburgués llevaría inevitablemente a la liquidación
de los comienzos de la planificación y en consecuencia a la
restauración de la propiedad privada. A diferencia del capitalismo,
el socialismo no se construye mecánicamente, sino concientemente. El
avance hacia el socialismo es inseparable del poder estatal que desea
el socialismo o se ve obligado a desearlo” (“El Estado Obrero,
Termidor y Bonapartismo”, Escritos, Tomo VI volumen 1, 1 de febrero
de 1935).
43 Esta definición de China y también de la ex URSS y de
Europa del Este –a pesar de las diferencias entre ellos y el mayor o
menor grado de semicolonizacion de estos Estados, en particular los países
de Europa Oriental- como “capitalistas en construcción” los
separa de la definición del Estado obrero deformado cubano, donde a
pesar del avance de las reformas procapitalistas en la economía desde
la década del ’90 y la creciente diferenciación social (para su
profundización ver Estrategia Internacional N° 20), la burocracia
castrista de Cuba para preservarse aún debe acudir a cierta defensa a
su manera de propiedad estatal que no es el caso de las burocracias
chinas y rusas que han decidido una orientación conciente hacia el
capitalismo.
44
“How to View the Problems in China´s Economy?”, China & World
Economy Nº 5, 2002.
45 Contando la práctica real de las comunas en las aldeas
durante la época maoísta, John King Fairbank comenta que: “En este
proceso por lo general inflexible, el jugador clave era el líder del
grupo, un aldeano usualmente miembro del partido y al que se le
designaba por un periodo determinado de años. Ya que tenía autoridad
sobre su equipo, debía competir con los cabezas de otros grupos en el
regateo y los acuerdos que comprometerían a su grupo a producir y
vender al Estado parte de su ‘excedente’ al bajo precio fijado. Así,
el líder del grupo era el máximo intermediario en el sistema de
adquisición de grano, mediando entre sus inferiores, los miembros de
su equipo, y sus superiores de la brigada y los cuadros. Dicha función
era tan antigua como la historia de China, y constituía el nudo de la
política rural y de las relaciones interpersonales en la aldea. Era
natural entonces que el líder del grupo se viera envuelto en
relaciones de clientelismo con otros individuos tanto por arriba como
por debajo de su nivel. Allí es donde surgen sus conexiones (guangxi);
allí es donde inevitablemente aparece y a menudo florece la corrupción”.
46
“A dragon out of puff”, The Economist, 15/6/2002.
47
“China is not a market economy”, 7/6/2004.
48 Como muestra de esto da un ejemplo reciente. En la mañana
del 26 de abril, el Politburó tuvo una reunión donde decidió que
las inversiones se estaban yendo un poco fuera de control y que
ciertos pasos públicos deberían tomarse para enfriar la economía.
Al final del día una planta de 1.800 millones de dólares bajo
construcción en la provincia de Jiangsu fue obligada a detenerse, el
empresario detenido, y el gobierno y los bancos locales que apoyaron
el proyecto puestos bajo investigación.
El caso del magnate ruso Khodorosky, que fue encarcelado y al
que le fue enajenada la firma Yukos-Sibnef, la quinta petrolera más
grande del mundo antes de su división, es el ejemplo más resonante
en Rusia del mismo proceso.
49
“Behind the Mask”, The Economist, 18/3/2004.
50 La economía mundial creció un 3.2% en 2003. Si se toma
como referencia la denominada paridad de poder de compra, China aportó
algo más de un tercio a esa expansión: 1.1%.
51
“Feeding China´s Giant Appetite”, Far Eastern Economic Review,
3/6/2004. Una
indicación de la magnitud de la ampliación de la producción la dan
las siguientes cifras de una de estas empresas (BHP) citada por la
misma revista: “De 60 millones de toneladas en el 2000, BHP espera
extraer 100 millones de toneladas de mineral de hierro de Pilbara este
año. Este es sólo el comienzo. Actualmente la compañía esta
llevando adelante un estudio de factibilidad para expandir la producción
a 145 millones de toneladas al año para 1997”.
52 Desde la década de los ’80 hay un consenso entre los
principales economistas marxistas sobre que se ha producido una
recuperación de la tasa de ganancia.
53 Como dice Fernando Delage: “Los efectos sociales de la
reforma -las acusadas diferencias entre las ciudades y el campo, entre
las zonas económicas especiales y el resto del país- ... revelan cómo
las presiones políticas que originan hacen cada vez menos factible la
estrategia de fundar en el crecimiento la legitimidad de un régimen
ideológicamente acabado. Por otro lado, la insuficiente protección
jurídica de los derechos de propiedad, la falta de una clase media y
empresarial que quiera reducir la presencia del estado, la fragilidad
del sistema financiero y la situación de las empresas públicas
constituyen una pesada carga para los reformistas”. (Prólogo al
libro China: la construcción de un estado moderno de Yolanda Fernández
Lommen, Op. Cit.).
54
“Tiananmen Massacre: Not Forgotten, Not Forgiven”, Far Eastern
Economic Review 3/6/2004.
55 Wang Hui, “Fuego en la Puerta del Castillo”, New Left
Review, subrayado nuestro.
56
“Urban discontent”, The Economist, 15/6/2002.
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