Nace un narcoestado
Por
Jim Lobe
Inter
Press Service (IPS), 11/02/05
La renovada campaña contra el comercio de heroína en Afganistán podría
restarle al presidente Hamid Karzai del apoyo de vastos sectores de la
población, advirtieron organizaciones humanitarias al gobierno de
Estados Unidos.
Las organizaciones alertaron que las operaciones por la erradicación del
cultivo de amapola (adormidera), materia prima del opio, la morfina y
la heroína, frenarán los avances logrados por Afganistán tras caída
del régimen del movimiento islámico Talibán en 2001.
Entre las instituciones firmantes de una carta dirigida esta semana a la
secretaria de Estado (canciller) Condoleezza Rice figuran Care, Oxfam
Internacional y Women's Edge Coalition, y las filiales afganas de las
organizaciones ActionAid y Help the Children.
Otros firmantes de la carta son la Oficina de Coordinación de
Organizaciones no Gubernamentales de Afganistán, American Friends
Service Committee, Catholic Relief Service, International Rescue
Committee y Mercy Corps.
La campaña masiva antidrogas lanzada con asistencia oficial
estadounidense "tiene el potencial de volcar a millones de
afganos contra un gobierno que lucha por ampliar su alcance y por
fortalecer su autoridad", indica el texto.
Las organizaciones sostuvieron que el cultivo de adormidera ahora está
presente en las 34 provincias afganas, dado el traslado de muchos
cultivos a las zonas más alejadas del control del gobierno de Karzai.
Después de la caída de Talibán, Afganistán se convirtió en la
principal fuente mundial de opiáceos, con alrededor de 87 por ciento
de la producción de esa sustancia, según un reciente informe de la
Organización de las Naciones Unidas (ONU).
El régimen de Talibán había ilegalizado el cultivo de adormidera en
1999 y prácticamente había erradicado los cultivos en 2001, según
la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes de las
Naciones Unidas.
Estados Unidos lideró ese año la coalición internacional que invadió
Afganistán en respuesta a los atentados que dejaron 3.000 muertos en
Washington y Nueva York el 11 de septiembre. El régimen de Talibán
daba refugio a la red terrorista Al Qaeda, a la que se atribuyen los
ataques.
Como los ingresos que los agricultores pueden obtener hoy con otros
productos son 10 veces menores a los que logran con la adormidera, sus
derivados se han convertido en la principal exportación del país. El
comercio de opio representa hoy hasta 40 por ciento del producto total
de Afganistán.
Según la estadounidense Oficina Nacional para la Política sobre Control
de Drogas, de 2003 a 2004 la superficie cultivada con adormidera
aumentó casi 240 por ciento y la producción de opio, 73 por ciento.
Como consecuencia, los casi 20.000 soldados estadounidenses y 7.000
miembros de la Fuerza Internacional de Apoyo y Asistencia (ISAF)
apostados en Afganistán se ven obligados a sumar las operaciones
antidrogas a sus actividades de seguridad y contrainsurgencia.
El gobierno de George W. Bush asignó 780 millones de drogas a las
misiones militares para este año, de los cuales dos tercios deberán
destinarse a la erradicación del cultivo de drogas.
Pero organizaciones de las sociedad civil de todo el mundo recomiendan
revisar esos planes, pues la erradicación, en particular la fumigación
aérea con herbicidas (que insumirá 152 millones de dólares, según
diversas versiones), es un factor de desestabilización en las áreas
rurales.
La campaña antidrogas priva de sus ingresos a millones de pequeños
agricultores sin brindarles alternativas, argumentan los activistas
humanitarios.
Una erradicación exitosa en 2005 "socavaría la economía y
devastaría a las familias ya pobres sin ofrecerles a los proyectos de
desarrollo rural suficiente tiempo como para brindar fuentes
alternativas de ingreso", advierte la carta dirigida a Rice.
Las amenazas de erradicación ya tuvieron como consecuencia un aumento de
los precios del opio, lo cual enriqueció a traficantes que cuentan
con grandes inventarios y alentó el traslado de la producción a áreas
más remotas del país.
Los planes oficiales sin alternativas viables podrían obligar a los
agricultores a hipotecar sus pequeñas haciendas, con seguridad a los
propios traficantes, y condenar a los niños y niñas al trabajo
esclavo y a la prostitución, según las organizaciones firmantes.
"Una estrategia antidrogas efectiva debería contribuir a la
estabilización de Afganistán y ayudar a las autoridades a construir
un Estado y una economía legítimos", dijo Paul Barker, director
de los programas de Care en Afganistán.
El propio Karzai ha descartado la fumigación aérea. Cuando dos aviones
no identificados rociaron cosechas del sur del país en noviembre, el
gobierno afgano elevó una protesta formal a las Embajadas de Estados
Unidos y Gran Bretaña, que negaron estar involucradas en el hecho.
Al mismo tiempo, ni Kabul ni las organizaciones niegan que el tráfico de
drogas representa una seria amenaza a las perspectivas de largo plazo
de este país asolado por más de una década de ocupación soviética
y otro periodo similar de guerras civiles fratricidas.
Algunos analistas advierten que la economía de la droga y de la corrupción
es tan ubicua que Afganistán podría convertirse muy pronto en un
"narcoestado".
La clave para atender la situación sin grandes daños colaterales, según
las organizaciones, requiere una reasignación del dinero destinado a
las operaciones antidrogas, de modo que la campaña apunte a los
intermediarios, grandes traficantes y sus protectores más que a los
pequeños productores.
Los firmantes propusieron programas que abran camino a medios de vida
alternativos para los campesinos. Mientras, la acción policial debería
concentrarse en el arresto o desactivación de los grandes traficantes
y a la ubicación y destrucción de laboratorios.
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