El papel de Hamas en Palestina
Presente
por omisión
Yacov Ben Efrat (*)
Challenge,
nº 90, marzo–abril 2005
Reproducido
por CSCAweb, 16/03/05
Traducción
de Pablo Carbajosa
Tras años de dolor y derramamiento de sangre, cuatro
dirigentes de Oriente Medio se reunieron en Sharm el Sheij el pasado 8
de febrero de 2005: Ariel Sharon de Israel, Hosni Mubarak, de Egipto,
el rey Abdalá de Jordania y Mahmud Abbas (Abu Mazen), nuevo
presidente de la Autoridad Palestina (AP). Ausente de tan festiva
ocasión –pero revoloteando como un espectro– se encontraba Hamás.
La cumbre no adoptó medidas encaminadas a un acuerdo
totalizador. Más bien se orientaba a crear una atmósfera más
tranquila, de manera que Israel pueda abandonar Gaza de acuerdo con su
"Plan de Retirada". Para este fin era necesario llegar a un
acuerdo previo con Hamás. Cuando se habla de tranquilidad, Hamás es
el factor principal del que hay que preocuparse. El grupo militante
islámico ha dirigido la lucha armada de los últimos cuatro años
contra Israel. Recordemos que la Intifada comenzó con manifestaciones
en las afueras de las ciudades, que no supusieron para Israel un coste
humano oneroso. Hamas apartó al alzamiento de esa senda y lo inclinó
hacia el "modelo estratégico" de las acciones suicidas.
Bastó el ocasional suicida con bomba para desgarrar de arriba abajo
el tejido de la sociedad israelí. Esta iniciativa hizo que Fatah
recrudeciera su lucha, adoptando como "estrategia" el
suicidio.
Después de que Sharon amenazase primero con una retirada
unilateral en diciembre de 2003, Hamás comenzó a lanzar cohetes para
"apresurar la partida" y hostigar a Israel. Por tanto, desde
el privilegiado punto de vista de Sharon, la capacidad de Abu Mazen de
llegar a un "acuerdo" con Hamás era condición previa de la
cumbre de Sharm. El único punto del orden del día era el cese de la
resistencia armada a la ocupación. Previamente a su asistencia, Abu
Mazen se reunió con los dirigentes de Hamás. Solamente después de
que se hubieran comprometido a mantener un período de calma, pudo
celebrarse la cumbre. La prensa israelí, con exageración característica,
proclamó "el fin de la Intifada".
De modo semejante, el primer lugar que visitó Abu Mazen
después de la cumbre fue Gaza, donde volvió a encontrarse con los
dirigentes de Hamás para ponerles al día los detalles de su sesión
privada con Sharon. Estos encuentros de antes y después indican que
Hamás se ha transformado en socio, ciertamente indirecto, pero desde
luego principal en las negociaciones sobre retirada y seguridad mutua
que están teniendo lugar entre Israel y la Autoridad Electoral. Por
lo que respecta a Abu Mazen, no se trata tanto de un negociador como
de un mediador entre las dos principales facciones en liza:
Israel y Hamás.
En ese caso, cabe preguntarse: ¿por qué no negocian
directamente Israel y Hamás? La respuesta es que el actual arreglo
resulta más conveniente para ambas partes. El punto de vista de
Israel es que no puede aliarse en modo alguno con nadie que se niegue
a ver Oriente Medio a través del prisma norteamericano, o que rechace
el equilibrio de poder que permite a Israel mantener su ventaja. Hamás
tendría que recorrer un largo camino para llegar alguna vez a ese
punto. Hasta entonces seguirá siendo una organización terrorista a
ojos de Israel, alguien con quien no se dialoga.
Hamás, por su parte, saca su mayor fuerza de la oposición a
Israel y a la Ocupación. No tiene interés, por consiguiente, en
reconocer a la "entidad sionista", como lo tendría de haber
entrado en negociaciones directas. En este atolladero, la AP se
convierte en un mediador conveniente y aceptado, y los dos principales
partícipes ya tienen cuidado de no romper relaciones. Sharon necesita
un socio palestino que ponga en práctica y complete el Plan de
Retirada, en el que pone en juego su vida política. Hamás también
gana algo, puesto que por un lado mantiene encendidos los rescoldos de
la "resistencia", mientras que por otro nada le impide
competir con la AP en el escenario político interno palestino.
Este el caso, por ejemplo, de las elecciones en una decena de
municipios que tuvieron lugar en la franja de Gaza el 27 de enero de
este año. Hamás consiguió 77 de los 118 escaños en juego, es
decir, el 65%. Y ahora, además de su oposición a Israel, ha
establecido un nuevo objetivo estratégico: conseguir en las
elecciones del próximo verano un papel central en el Consejo
Legislativo Palestino, y eso sin hacer entrega de sus armas a la AP.
Las reglas del juego
La gran cuestión que preocupa al gobierno israelí parece
ser la retirada, pero, por debajo de la superficie, bulle algo que
equivale a decir: ¿debemos aceptar las nuevas reglas de juego tal
como las impone Hamás? ¿Justifica el progreso de la retirada dejar,
por ejemplo, que Abu Mazen cierre los ojos ante la minucia de desarmar
a las milicias de Hamás? Lo que es más, ¿debe también Israel
cerrar los ojos al hecho de que Hamás esté adquiriendo un peso
considerable en la política palestina? Al fin y al cabo, Israel nunca
ha tenido que enfrentarse a una situación en la que Hamas dispusiera
de un brazo politico oficial. No sólo no fue Hamás nunca parte de la
OLP sino que se opuso incluso a ésta. Boicoteó las elecciones del
Consejo Legislativo Palestino de 1996, lo cual permitió a Israel
definir a Hamas como organización terrorista en toda regla. Pero si
Hamás consigue una parte significativa de los votos en unas
elecciones democráticas, ¿qué puede decir Israel? Comoquiera que
denomine a Hamás, tendrá que aplicarle el mismo término a su base
política.
Los Servicios de Seguridad General de Israel (los SSG, el
llamado Shabak) no están nada contentos con los últimos
acontecimientos. Su postura es la siguiente: ¿para esto hemos
combatido a Hamás durante cuatro años? ¿Para esto eliminamos a sus
dirigentes más veteranos, al jeque Ahmed Yassin y a Abed al–Aziz
Rentisi? ¿Hicimos todo esto para que Hamás se convierta ahora en el
competidor de la AP, capaz de volver a prender la mecha de la Intifada
si las conversaciones con Abu Mazen no rinden suficiente fruto?
De hecho, los SSG se comportan como si no hubiesen entendido
el mensaje, a saber, que la realidad del conflicto ha cambiado desde
la muerte de Yassir Arafat. El punto de vista de los SSG es que la
retirada no debería tener como resultado la coexistencia con Hamas.
Por el contrario, debería mejorar la seguridad de Israel, permitiéndole
vencer en su guerra contra Hamás.
Sharon y el Ejército ven las cosas de modo distinto. Su
respuesta a los SSG es que "puede que la operación tuviera éxito,
pero lo más seguro es que el paciente muriese". Dicho de otro
modo, podrían vencer en su lucha militar contra Hamás, pero el
precio sería el fin de Abu Mazen y la AP en su conjunto. Israel tendría
entonces que imponer una dominación total sobre los Territorios, lo
que conllevaría un precio político y económico (por no decir moral)
incalculable.
Que el ejército israelí está cansado de la Ocupación y el mundo
quiere poner fin al conflicto son algunas de las razones por las que
Israel se siente obligado a tragarse el sapo de Hamás. Sólo así
puede conservar su última alternativa, Abu Mazen, antes de que todo
el mundo se precipite al vacío.
'Bailar al son de
Hamas'
¿Qué pasa entonces con el mismísimo Abu Mazen? ¿Por qué
se muestra dispuesto a bailar al son de Hamás? Las exigencias de éste
último son, al fin y al cabo, duras. Israel debe cesar
terminantemente los ataques contra sus miembros, liberar a todos los
presos palestinos, sin olvidar a sus militantes, y retirarse de toda
Cisjordania. Abu Mazen sabe que su posición entre los palestinos está
lejos de ser firme. Es su elección por eliminación, porque saben que
es la única figura con la que los EE.UU. e Israel están dispuestos a
dialogar. Por añadidura, es la única figura de la vieja dirección
nacional que tiene la oportunidad de llenar, en parte, el vacío
dejado por Arafat. El movimiento Fatah se ha hecho añicos. No tiene
ideología ni estrategia. Se ha hecho trizas a causa de corruptos
intereses privados. Con razón teme un resonante derrota en las próximas
elecciones generales, que bien pueden revelar la amarga verdad: cuatro
años de Intifada han demostrado el absoluto fracaso de la AP en la
gestión de los asuntos del pueblo palestino.
Tras el regreso de Abu Mazen de Sharm
el–Sheij y su
entrevista con Hamás, los miembros del Comité Central de Fatah
solicitaron con urgencia tratar con él de las elecciones, previendo
una considerable derrota. El lastimero estado de Fatah lo pone de
manifiesto el fracaso de Abu Ala, primer ministro de la AP, a la hora
de establecer un gobierno provisional. Hay dos conflictos que están
desagarrando al movimiento: 1) la lucha intergeneracional entre la
vieja guardia de Túnez, que volvió con Arafat en 1994, y los
dirigentes jóvenes del interior; y 2) el conflicto entre los viejos
leales de Arafat y los de Abu Mazen. Finalmente, Abu Mazen formó un
gobierno de tecnócratas, lo que equivale a una decisión para no
decidir. Si un primer ministro no puede formar gobierno con dirigentes
de su movimiento, porque son tan corruptos que la gente no lo acepta,
entonces es que ese movimiento ha perdido su derecho a existir políticamente.
En esta situación, el mensaje subliminal que Abu Mazen transmite a su
pueblo es éste: mirad, si hay alguna oportunidad de sacar algo de
Israel será porque esté yo en el poder. America y Europa me dan su
apoyo. Si votáis por Hamas, perderemos hasta ese poquito que podemos
conseguir de Israel.
¿Adónde apuntan todas estas señales? Precisamente al punto
en el que estábamos a la firma de los Acuerdos de Oslo, que ignoraron
las cuestiones principales que preocupaban a los palestinos y que
engendraron la segunda Intifada. Israel no quiere gobernar
directamente a los palestinos, pero les niega la plena independencia.
Por eso se encuentra atrapado una y otra vez en un callejón sin
salida. Ningún muro de separación, ninguna retirada de Gaza, ningún
otro plan quimérico conseguirá cambiar las realidades básicas, y
estas surgirán de nuevo con violencia cuando los palestinos se den
cuenta de lo poco que están dispuestos a concederles los israelíes.
* Yacov Ben Efrat
es
redactor de 'Challenge' y miembro de la izquierda no sionista israelí.
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