El
concepto de Estado palestino en la mente de Ariel Sharon
Por
Carmen Lloveres, 07/04/05
AIS
(Agencia de Información Solidaria)
El
pasado lunes 4 de abril, Ariel Sharon anunció ante el parlamento
israelí que haría lo posible por llevar a cabo un plan con el que se
prevé construir al menos 3.500 casas para colonos con el fin de unir
Maale Adumim, el mayor asentamiento judío en Cisjordania, con la
ciudad de Jerusalén.
La
edificación de estos nuevos asentamientos tiene una importancia mayor
por la zona en la que se quieren construir, denominada E–1, y las
repercusiones que comporta en la fisonomía de un supuesto futuro
Estado palestino. Las 3500 nuevas casas configurarán un corredor que
corta Cisjordania en dos partes separadas, permite a Israel controlar
el movimiento de la población palestina de una parte del país a la
otra y aísla Jerusalén Este (reivindicada como capital del futuro
Estado palestino) del resto de territorios palestinos.
El
Plan E–1 es una muestra evidente de que la incesante colonización
de los territorios palestinos se sigue llevando a cabo a pesar de que
la suspensión y desmantelamiento de asentamientos constituyen un paso
esencial para la implementación de la primera fase de la Hoja de Ruta
(el Plan de Paz impulsado por el “Cuarteto”: EE.UU., Rusia, UE y
ONU), que aunque cada vez más desacreditada, sigue siendo el
documento guía para restablecer las negociaciones, al menos en la
visión del presidente estadounidense George Bush.
La
intensificación de la colonización ha sido una constante tanto en la
política del Likud como en la del Partido Laborista (en los años
sucesivos a los Acuerdos de Oslo, y pese a la euforia por los rápidos
avances del proceso de paz, el gobierno de Isaac Rabin llevó a sus índices
más altos el número de asentamientos creados) pero la importancia
estratégica de la zona E–1 convierte el nuevo plan en un eslabón
esencial de la cadena de hechos consumados que Ariel Sharon está
realizando. Una cadena que tiene como objetivo crear una nueva
realidad en el conflicto palestino–israelí y así, a la vez que se
posponen las negociaciones y se sustituyen por planes unilaterales
como el de desconexión de Gaza, transformar “de hecho” los
contenidos a negociar en un futuro acuerdo de paz.
Y
es que al incluir Maale Adumim dentro del municipio de Jerusalén,
Sharon habría dado un paso casi definitivo en la creación del
“Gran Jerusalén”, capital única e indivisible del Estado de
Israel, que se extendería ostensiblemente dentro de Cisjordania y en
paralelo con la construcción del Muro, aislaría completamente
Jerusalén Este del resto del territorio palestino.
Así,
no sólo se habría logrado la judaización casi completa de Jerusalén
con la anexión de unos 200.000 colonos judíos, sino que al
incomunicar las ciudades del sur de Cisjordania con las del norte y
aislar el corazón económico de los territorios palestinos (el 40% de
la actividad económica palestina se realiza en Jerusalén) el futuro
Estado palestino se convierte en una realidad inalcanzable. Es decir,
un Estado palestino viable y no un conjunto de cantones con cierta
autonomía limitada a la población y no sobre el territorio, tal y
como lo concibe Ariel Sharon.
El
objetivo de este “nuevo hecho consumado”, es llegar a la mesa de
negociación con una forma de Estado palestino, por llamarlo de algún
modo, dividido en cinco o seis cantones completamente rodeados y
controlados por Israel y ocupando tan sólo entre el 40 y el 70 por
ciento de los actuales Territorios Ocupados (entre el 10 y 15 por
ciento de la histórica Palestina).
Mientras
se vuelve a dar un vuelco sin precedentes a la historia del conflicto,
traspasando el foco de atención de la ocupación israelí a la
exigencia de democratización de la Autoridad Palestina (AP) como una
condición más para relanzar el proceso de paz, el gobierno de Sharon
está logrando su objetivo de minar la viabilidad del Estado palestino
e impedir que la AP tenga una verdadera soberanía política.
La
exigencia de establecer una democracia en Palestina, que al máximo
podría gobernar sobre un territorio discontinuo e incomunicado, sin
libertad de movimiento, sin control de sus propias fronteras, con la
capital y principal centro económico separada del resto de ciudades,
sin control sobre recursos tan importantes como el agua, sin ejército
e incluso sin derecho, como Estado soberano, a firmar acuerdos con
otros países sin el permiso de Israel, es una artimaña más para
negar el derecho de autodeterminación de los palestinos.
Si
la democracia se articula sobre los principios básicos de ciudadanía,
representación e igualdad política, la inexistencia de un Estado
palestino soberano y con integridad territorial, vacía de contenido
el significado de “democracia” en Palestina. Los palestinos pueden
elegir democráticamente a sus dirigentes, pero éstos nunca
representarán la voluntad popular cuando su capacidad de tomar
decisiones y transformarlas en acciones está limitada por Israel. ¿O
es que acaso los palestinos han elegido “democráticamente” a los
gobernantes israelíes que son los que en definitiva toman las
decisiones sobre los Territorios Ocupados?
El
Plan E–1 anula la perspectiva de una solución justa y negociada al
conflicto palestino–israelí, a la vez que desenmascara el concepto
de Sharon sobre lo que debe ser un Estado palestino: una forma de
autonomía limitada sobre menos de la mitad del territorio reconocido
por la Resolución 242 del Consejo de Seguridad de la ONU y con la
capital fuera de Jerusalén.
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