Egipto,
de nuevo en la diana
Por
Pedro Buendía (*)
Mundo
Árabe, Madrid, 28/04/05
El
reciente atentado en el barrio del Azhar en El Cairo, junto al famoso
bazar turístico anejo a la gran mezquita de El Huséin (llamado Jan
El Jalili por los turistas), abre nuevos interrogantes en el panorama
del terrorismo islamista. La explosión de una rudimentaria pero
potente bomba nada menos que en el Muski , la calle peatonal más
transitada y abigarrada de Egipto –y ya es decir–, ha ocasionado
la muerte de dos turistas, un americano y una ciudadana francesa, más
un tercero que probablemente sea un terrorista suicida. El atentado
deja además un sangriento reguero de dieciocho heridos, la mitad de
ellos egipcios. No cabe duda de que se trata de un ataque de nuevo
cariz, enclavado de lleno en el terrorismo internacional y que no debe
ser interpretado como una simple escalada del "viejo"
terrorismo contra intereses turísticos egipcios. Se trata de la
apertura de un nuevo escenario –esta vez, en Egipto– del yihad
internacional. Se trata, en definitiva, de Al Qaeda o alguno de sus múltiples
socios.
Hace
pocos meses, un camión repleto de explosivos destrozó el hotel
Hilton de Taba, en el Sinaí, causan–do 33 muertos y más de un
centenar de heridos. El hecho de que el atentado fuera dirigido contra
israelíes sirvió una vez más, lamentablemente, para distraer la
atención de muchos sectores occidentales, prestos a la claudicación
ideológica según la cual, cuando se atenta contra israelíes, la
cosa cambia y las claves del análisis son "distintas".
Aunque para el gobierno israelí las dudas se despejaron pronto (el
atentado era obra de Al Qaeda), el gobierno egipcio no tardó en
desmentir esa atribución, e incluso facilitó el nombre del conductor
palestino del camión, en una nota oficial del Ministerio del Interior
que además afirmaba: "Los atentados fueron una reacción a los
actos israelíes en los Territorios Ocupados". Una declaración
tan interesada como gratuita, que muestra claramente lo poco que desea
el gobierno egipcio verse relacionado con actividades o atentados de
Al Qaeda dentro de sus fronteras. La extraordinaria importancia de la
industria turística del país del Nilo resultaría severamente dañada
si el yihadismo internacional decidiera abrir un nuevo teatro de
operaciones por aquellos lugares.
Hasta
el atentado de Taba, Egipto había conocido un lustro largo de paz con
los radicales islamistas. Desde el año 1997, fecha de la terrible
matanza de 58 turistas en el Valle de los Reyes, el país estaba en
tregua con los violentos. Había adquirido fundamento el rumor de una
tregua secreta, que el propio gobierno habría negociado con los
terroristas tras haberlos reprimido duramente. Sea como fuere, estos años
coinciden al dedillo con la firma en Afganistán, en febrero de 1998,
del siniestro FIM, el Frente Islámico Mundial para la Yihad contra
Judíos y Cruzados, organizado por Osama ben Laden y por uno de los
paladines del terrorismo yihadista en Egipto, el doctor Ayman al–Zawáhiri.
La "tregua" del terror en el país de los faraones coincide,
por lo tanto, con la reorganización del terrorismo yihadista
internacional y con el cambio estratégico iniciado entonces y
culminado con el 11–S y nuestro infausto 11–M: atentar contra
objetivos occidentales, penetrar en las sociedades abiertas antes que
arriesgarse a un oneroso toma y daca con los "enemigos
cercanos", los regímenes árabes, totalitarios y represivos, de
Oriente Medio.
El
atentado de Taba, primero, y el del pasado día 7 de abril en El Cairo
se diferencian notablemente de los anteriores atentados islamistas. En
primer lugar, por el uso indiscriminado de explosivos y el carácter
suicida de los ataques. Ambos atentados han sido además reivindicados
por oscuras organizaciones con reclamos típicamente yihadistas. En el
caso de la bomba de El Muski, el pintoresco grupo que se ha atribuido
la acción, llamado "Brigadas Islámicas de la Supremacía en la
Tierra del Nilo" ha afirmado, muy en la línea de Al Qaeda, que
incluso dispone de una cinta de vídeo donde ha grabado el atentado y
que será publicada en breve . Según el comunicado emitido, el ataque
se ha realizado como protesta contra el gobierno despótico de Mubarak
y la política norteamericana en la zona, con referencias expresas a
Palestina e Irak. Además, el comunicado promete nuevos ataques en el
futuro y lanza un mensaje personal a Hosni Mubarak, asegurándole que
el terrorismo islamista ha despertado de nuevo en Egipto. Sin duda
alguna, el temor a atentados indiscriminados en los zocos, entre
civiles nacionales y extranjeros, sin que nadie quede a salvo, puede
asestar un golpe definitivo al turismo egipcio, que precisamente por
estas fechas
alcanza
su temporada alta. Aunque el Gobierno egipcio acostumbra filtrar la
información con cuentagotas, la preocupación en estos momentos es
enorme, pues la mitad de los heridos son egipcios. Recordemos que
matar a "infieles" y a musulmanes indistintamente es nota
distintiva del terrorismo islamista. La cuestión Palestina ya no
puede ser utilizada como excusa por el gobierno egipcio.
Precisamente
en el contexto interior el atentado adquiere enorme relevancia. Hace
pocos meses, el presidente egipcio anunció significativas reformas en
el sistema electoral egipcio. Hasta ahora era el parlamento el que
designaba a un candidato único (¡Mubarak!) cuya candidatura luego se
sometía a un típico referéndum medioriental con aplastante victoria
del 'sí'. Tras las reformas que se están llevando acabo en Egipto,
podrán presentarse varias candidaturas a la presidencia, aunque hasta
el próximo mes de mayo no se conocerá el procedimiento definitivo.
Tres liberales árabes ya han anunciado que se presentarán; pero, aún
en el caso improbable de que Hosni Mubarak no opte a un quinto mandato
(al cabo del cual habría permanecido en el poder por tres décadas,
hasta los 81 años de edad), el gran tapado sigue siendo su hijo Jamal,
cuya vertiginosa ascensión fue escenificada el pasado septiembre por
el congreso del PND, Partido Nacional Demócrata, el partido del
Gobierno.
Así
pues, las medidas de liberalización política anunciadas por el
valetudinario presidente han sido tachadas desde el inicio de
"falso decorado democrático", con el que satisface las
presiones norteamericanas –el Gobierno Bush reclama insistentemente
medidas liberalizadoras a Egipto y a Arabia Saudí–, a la vez que
gana tiempo hábilmente para preparar un quinto mandato presidencial,
al cabo del cual el preferido Jamal estaría inmejorablemente colocado
para la carrera por la jefatura del Estado, con elecciones
transparentes y democratización real... o sin ellas.
Ante
este panorama, Egipto vive un periodo de gran agitación social, con múltiples
manifestaciones y una movilización popular inusitada. Toda la oposición
política, con los Hermanos Musulmanes y el inquietante movimiento
Kefayah ("¡Basta!") a la cabeza, han condenado el atentado
del Jan el Jalili y han exigido a Mubarak que no lo utilice como
excusa para bloquear el proceso de reformas e inaugurar un nuevo
periodo de represión policial a todos los niveles. Estos movimientos
exigen asimismo la ampliación urgente de dichas reformas y la
derogación del Estado de Emergencia que el país vive permanentemente
desde el asesinato de Anuar el Sadat en 1981. No obstante, si los
atentados prosiguen, el gobierno tendrá una excelente excusa para
quedarse quieto o dar marcha atrás. Hasta el ataque de El Cairo, la
jugada parecía perfecta para el viejo presidente egipcio... pero la
alargada sombra del doctor al–Zawáhiri ha aparecido de nuevo por el
valle del Nilo.
En
una carta publicada en febrero de este año, intitulada La liberación
del hombre y las naciones bajo la enseña del El Corán , el
lugarteniente de Osama ben Laden condena duramente los regímenes
laicos, señalando que la "libertad" de la Umma (nación) sólo
llegará cuando se cumplan los principios del gobierno de la Sharía y
la "liberación" de todas las tierras musulmanas de la
opresión norteamericana y sionista. Zawáhiri se refiere expresamente
a Egipto y a la sucesión presidencial, y afirma: "No lograremos
ningún retorno a nuestros principios mientras nuestros gobernantes
pretendan normalizar sus relaciones con Israel para destruir nuestra
economía, atendiendo sólo a sus intereses personales, como ha hecho
el Gobierno egipcio, firmando con Israel el acuerdo QIZ en beneficio
único de Jamal Muba–rak y su banda" .
¿Puede
la simple mención de esta realidad egipcia por parte de al–Zawáhiri
haber animado a otros a cometer un atentado como el de El Cairo?
Creemos que sí. Los terroristas protestan continuamente por el
Gobierno despótico de Egipto y de los países de Oriente Medio, y esa
protesta les sirve de excusa continua para sus actos criminales. Usan
la falta de democracia como pretexto para todo, pero al mismo tiempo
la temen. Es obvio que no les conviene un Egipto democrático de
ninguna de las maneras. Y saben que, inevitablemente, la
desestabilización que el terror traerá al país del Nilo saboteará
todo proceso de reformas. Si los atentados prosiguen, Mubarak tendrá
poco espacio para reaccionar ante la presión interna. Una y otra vez,
las cabezas pensantes del yihadismo internacional se muestran como
excelentes estrategas.
Hoy
más que nunca, Egipto está llamado a ser la clave de la
democratización del Gran Oriente Medio. Así lo acredita su
tradicional condición de corazón intelectual del Mundo Árabe, su
enorme capacidad de irradiación de novedades, noticias y corrientes,
su población eminentemente urbana y su indiscutible carácter de nación
unitaria y sin abismales fracturas de clanes o tribus enfrentados
(aunque la sufrida excepción de la población cristiana copta merece
un comentario aparte). Dentro de esta dimensión, su importancia
estratégica es incluso mayor que la de las otras dos piezas magnas
del complejo damero medioriental, Irak y Arabia Saudí. Los
terroristas son perfectamente conscientes de esta situación
trascendental. Allí donde se anuncien reformas o cambios hacia la
democracia, Al Qaeda plantará sus reales. No vacilarán en su
desesperada huida hacia adelante.
(*)
Grupo de Estudios Estratégicos GEES
|
|