Egipto
Entre
el gobierno de Mubarak y el movimiento 'Kefaya' (Basta)
Por
Amal Ramses (*)
CSCAweb,
18/05/05
Quizá
sea la primera vez desde 1982 que haya una demanda clara y organizada,
en algún sentido, para acabar con el régimen de Mubarak, lo que
significa acabar con un sistema que ha durado durante 23 años. Desde
hace un año el sector más radical de la izquierda egipcia lanzó el
eslogan Kefaya o "basta", intentado enfrentarse, no con un
sistema político que ya hace muchos años no cabe duda que no tiene
ninguna credibilidad política, sino con una situación de
estancamiento político entre casi todos los grupos políticos, un
estancamiento que tuvo muchos efectos en relación con la movilidad de
las clases obreras, las instituciones democráticas, los sindicatos,
los partidos políticos... etc. durante los últimos años.
Aprendiendo
de los errores de su predecesor El Sadat, el gobierno de Mubarak empezó
su mando con un plan claro para acabar, primero con todas las fuerzas
políticas que podrían impedir sus proyectos para gobernar el país
en una manera totalmente autoritaria, y segundo, quitar todos los obstáculos
para abrir el camino de la privatización del sector industrial, turístico,
financiero y de los servicios públicos, así para el beneficio de un
círculo pequeño de empresarios que tenían muchos intereses, y
siguen teniéndolas, con las grandes empresas, sobre todo en Estados
Unidos e Israel.
Políticamente,
el gobierno utilizó tres leyes para frenar cualquier movilización o
oposición por parte de la izquierda o los islamistas: la Ley de Los
Partidos, la Ley del Periodismo y la Ley de Emergencias. Esas tres
leyes fueron para el gobierno los medios legislativos para acabar con
gran parte de las fuerzas masivas en ese momento y controlar durante
todos estos años cualquier iniciativa de reavivamiento de la oposición.
La
primera, la Ley de los Partidos, controlaba el proceso de formar y
ilegalizar los partidos políticos. Con la condición de aprobar la
lista de los formadores y el programa del partido por parte de La
Comisión de los Partidos, el gobierno fue capaz de impedir la formación
de cualquier partido que intentara cruzar las líneas rojas, también
fue capaz de utilizar el arma de ilegalización en el momento de que
saltara cualquier norma o cuando el gobierno sintiera la mínima
amenaza por cualquier razón. Esa arma se utilizó, por ejemplo,
contra el partido de Los Hermanos Musulmanes muchas veces.
Otra
ley que servía por las mismas razones pero para controlar los medios
de comunicación, fue La ley del Periodismo, que ha jugado un papel
muy importante a través la confiscación constante de las
publicaciones diferentes, o simplemente quitando la licencia de la
publicación cuando sea necesario.
Si
estas dos leyes se utilizaron contra un sector que intentaba atravesar
el camino de los medios de comunicación o lo de los partidos, la
tercera ley, la Ley de Emergencias, fue el pilar más importante para
el gobierno en su lucha contra cualquier tipo de movilización en la
calle, entre la clase obrera o en las universidades. Esa ley daba al
gobierno y sus órganos militares y policiales toda la libertad a
utilizar todos los medios de represión por "la necesidad de
mantener el orden publico", prohibiendo durante 23 años todas
las manifestaciones, todas las huelgas, las reuniones publicas, y
encima utilizando la arma de la detención sin necesidad de cualquier
tipo de orden judicial contra todos los opositores, izquierdistas,
nacionalistas o islamistas.
Represión
contra los islamistas y la izquierda
Así
el asesinato del presidente El Sadat por parte de los grupos
islamistas armados, fue para el gobierno de Mubarak el gran pretexto
para lanzar todas sus armas contra su primer enemigo político en ese
momento. Ese enemigo se utilizó como la fantasma por parte del
gobierno, y siempre para justificar sus actitudes represivas en las
que utilizaba algunas veces el asesinato masivo contra pueblos enteros
y, otras veces, la arma de la detención contra miles de personas con
los que todavía las cárceles egipcias están llenas. Por ello se
puso fin a la existencia y la influencia de los grupos islamistas
armados, dejando un margen pequeño para los Hermanos Musulmanes, este
grupo reformista dentro del movimiento islamista, que tampoco fue
capaz de ofrecer un cambio radical a lo que ofrecía el sistema de
Mubarak, porque en su lucha parlamentaria, los Hermanos Musulmanes y,
a pesar de su discurso religioso conservador, siempre utilizaban un
discurso reformistas que intentaba en la mayor de los casos evitar el
enfrentamiento abierto con el gobierno. Por eso, siempre su lucha y
también su amenaza para el gobierno se concentró en sus intentos
para llegar al parlamento.
Con
el otro enemigo, apuntando a los diferentes grupos izquierdistas, no
cambiaba en general la estrategia del sistema autoritario para
frenarlos y dejarlos al margen de cualquier papel político que podían
jugar, pero en este caso, la crisis interior de estos grupos
facilitaba mucho la tarea del gobierno de Mubarak. Como en otros países,
el movimiento socialista sufrió de la caída de la Unión Soviética,
enfrentando con una situación global nueva con la que los análisis
estalinistas de otras épocas no podían resistir y con la que era
necesario reconstruir y revisar todo el mecanismo interior de estos
grupos para que pudieran afrontar las circunstancias nuevas y seguir
adelante con gran flexibilidad. Desgraciadamente esa necesidad ideológica
y práctica coincidió en el caso de Egipto con otras circunstancias
que representaron más obstáculos delante de la izquierda para asumir
esa tarea en su momento. Los acuerdos de paz que firmó El Sadat con
Israel en 1977 y después la apertura económica en 1978 que hicieron
que la clase media soñara con las posibilidades nuevas de un
desarrollo económico rápido y con unas fortunas inesperadas,
hicieron que las ideas sobre la necesidad de un cambio socialista no
encontraran ningún asentimiento en un momento que llevó muchos
cambios a la sociedad egipcia. Así el movimiento de los estudiantes
en los años setenta (1968, 1972, 1975, 1977), en el que los partidos
comunistas clandestinos del momento jugaron un papel indispensable
queda en la memoria como la última imagen en la que la izquierda
egipcia no sólo era capaz de proponer un programa coherente e influir
en los acontecimientos políticos de ese momento, sino también la última
imagen de una izquierda que todavía podía soñar con la habilidad de
cambiar toda la situación y poner fin de la explotación capitalista
en Egipto.
Por
eso en los años ochenta y noventa, con la continuidad de la
clandestinidad impuesta para todos los partidos socialistas y
comunistas, empiezan a desaparecer los partidos y grupos tradicionales
que tenían una base muy fuerte entre la clase obrera en la época de
Nasser y entre los estudiantes en la época de El Sadat. Algunos
abandonan sus partidos, intentando escribir o luchar en una manera
individualista, otros se integran en el sistema y empiezan a soñar
como el resto de la clase media con unas fortunas inesperadas, y otros
se integran en los partidos reformistas legales (como El Partido del
Tagamou). El resto que contaba con sólo decenas de personas, seguían
dentro de los mismos grupos o formaron otros grupos muy pequeños en
los que intentaron reavivar ideológicamente las ideas socialistas
desde otros puntos de vista, pero siempre el esfuerzo se limitaba a un
nivel ideológico y a un debate interior. Tampoco la cantidad de
personas en cada grupo extendía más allá de unas decenas de
militantes, incapaces de tener en ningún momento de los años ochenta
y los años noventa ninguna base social, ni entre la clase obrera, ni
en la universidad, ese campo tradicional para la izquierda egipcia.
No
sólo no cumplieron los sueños de la clase media, pero también se
encontró con un sistema que no tiene ni está dispuesto a tener
ninguna alianza con ninguna clase social, un sistema que presenta su
política en dos partes, la primera es dominar todos los recursos y
riquezas económicos y humanos del país en las manos de un circulo
pequeño de beneficiarios como si fuera una propiedad privada, y
segundo, volverse económicamente y políticamente a ser la mano
derecha de Estados Unidos en el Oriente Medio, defiendo y apoyando sin
condiciones sus políticas y sus planes, a través el empujo hacia los
acuerdos de paz con Israel de un lado, y de otro lado, apoyando todas
las guerras y amenazas de Estados Unidos en la zona.
Privatización
masiva
Así
después de acabar con la amenaza política, quedaba la tarea de la
privatización y la tarea de desarmar a las clases sociales en sus
defensas en un proceso que pasó por muchas mentiras, muchas promesas
y sobre todo mucha corrupción. Pero con un parlamento donde la
falsificación de las selecciones era una actitud habitual para que el
partido oficial del gobierno (El Partido Democrático Nacionalista)
ganara con más de 97%, no era difícil sacar cualquier ley o decidir
cualquier cambio político o económico. Siempre bastaba con pocas
sesiones para quitar de encima todos los beneficios y ventajas que se
habían ganado por parte de las diferentes clases sociales en otros
momentos.
Paralelamente
se lanzó el plan de privatización de casi todos los sectores con el
proceso de desarmar los sindicatos y las instituciones democráticas
de sus defensas tradicionales. Con otra serie de leyes como la Ley del
Sector de las Acciones, la Ley Nueva del Alquiler de las Tierras Agrícolas,
la Ley de la Jubilación Anticipada, la ley de las Organizaciones No
Gubernamental y los cambios radicales en la Ley de los Sindicatos se
abrió el camino para llevar a cabo las siguientes tareas:
1
- Vender las empresas y fábricas publicas con las peores condiciones
y precios, en un proceso que no tardó más que dos años y sin
ninguna norma que podría garantizar la mínima valoración económica
de este sector industrial.
2
Poner fin del sistema de nacionalización del sector de agricultura
que fue una de las ventajas que llevó Nasser con su gobierno,
acabando con el alquiler de muchos años por parte de los campesinos,
y devolviendo las tierras al sector privado, vendiéndolas también
con los mismos conceptos de la venta del sector industrial. También a
través de los acuerdos de importar y exportar productos agrícolas,
empezaron los planes de marginar este sector de un lado y de otro lado
depender cada vez más en la exportación de productos básicos que
fueron antes productos típicos egipcios, como el trigo por ejemplo.
3
Abrir el mercado egipcio para competir con los productos
extranjeros en un momento de máxima inestabilidad y cambios económicos,
lo que contribuyó no sólo en acabar con muchos productos
tradicionales y por lo tanto con muchas industrias tradicionales, sino
también, atar la libra egipcia incondicionalmente con el dólar
americano, lo que causó la inflación económica que está creciendo
con una velocidad desconocida y la caída continua del precio de la
libra egipcia en relación con las monedas extranjeras, y sobre todo
con el dólar y el euro, floreciendo con ello el mercado negro.
4
Abrir el camino a través de los cambios en la ley de los
sindicatos para desarmar los sindicatos y las uniones obreras de su
fuerza y volviéndolas a unos órganos gubernamentales con muchas
restricciones y normas que facilitaron la tarea de reducir al mínimo
los derechos tradicionales de la clase obrera y también facilitaron
el proceso de despedir gran parte de los trabajadores sin ningún tipo
de compensación económica ni social, o como en el caso de las
trabajadoras en las empresas y fábricas privatizadas, creando un
sistema de jubilación anticipada para las mujeres, y así deshacerse
de gran parte de la clase obrera, utilizando discursos religiosos y
conservadores para justificar sus políticas.
El
kefaya, un grito que moviliza la calle
En
este contexto de hundimiento económico y político, viene la guerra
de Iraq para desenmascarar las políticas de Estados Unidos y sus
aliados como el gobierno de Mubarak y para servir como la chispa que
provocó el reavivamiento de la calle egipcia en unas manifestaciones
masivas desconocidas durante 25 años. Pero si la guerra era la
chispa, la situación a la que llegaron la clase obrera, los
campesinos o la clase media en estos últimos años, no se podía
seguir sin ningún cambio político y social. Quizá si no fuera la
guerra, serían miles de cosas que podían mover la calle egipcia
después de este colapso económico en el que ninguna clase social podía
garantizar unas condiciones normales para vivir. Aquí y a pesar de
que la izquierda no tenía bases sociales en estos años, bastaba con
lanzar el eslogan Kefaya o "basta" para movilizar la calle
sin el miedo a la reacción del sistema y sin pensar en el miedo
tradicional egipcio de cualquier cambio político que pueda afectar un
establecimiento falso. Aunque todavía no se puede decir que la
movilización ha llegado a un nivel masivo en todos sus sentidos, sin
embargo la adopción de esa demanda por parte de los diferentes
partidos, como los Hermanos Musulmanes, El Wafd, El Tagamou, y todos
los grupos izquierdistas, para acabar con el régimen de Mubarak,
hacen que las posibilidades de que el movimiento gane más campo en el
que haga falta distinguir los diferentes discursos políticos y
sociales, se está acercando cada vez más.
Pero
si el movimiento se está acercando a este nivel de movilización, nos
encontramos con otros factores que puedan afectar ese cambio político.
Primero, desde que los Hermanos Musulmanes adoptaron este eslogan, no
cesaron de intentar dar la impresión no sólo de que ellos los que
tomaron la iniciativa de este movimiento, sino también que la única
alternativa política es la de un sistema islamista donde ellos, y
solo ellos pueden ofrecer otras posibilidades de cambiar la situación.
Quizá los Hermanos Musulmanes todavía tienen la capacidad de reunir
todos sus seguidores en unas manifestaciones espectaculares, pero
también su método de excluir cualquier otra fuerza política y
limitar su movilización dentro del marco de sus seguidores sin ningún
intento de mezclarse espontáneamente con el movimiento de la calle y
donde se puede encontrar miles de ideas y diferencias sociales y políticas,
expresa más que cualquier otra cosa el miedo de los Hermanos
Musulmanes de que el movimiento de las clases sociales en algún
momento pueda superar sus discursos políticos.
Es
el mismo miedo y la misma limitación por la que nunca han podido
enfrentarse abiertamente con el sistema político de Mubarak, quedando
con un margen de opinar sobre el sistema pero sin llegar a abrir
fuego, que podía ser la causa de perder su única batalla, la batalla
parlamentaria. También en el convencimiento de que siempre la base
social de los Hermanos Musulmanes se encontraba entre las filas de la
clase media, sin ninguna capacidad de ofrecer un cambio radical o un
programa coherente para la clase obrera ni para los campesinos, se
presenta otro obstáculo delante de ellos para ganar campo entre esas
clases en un momento como en el que estamos pasando ahora, y donde la
clase obrera y los campesinos están esperando cambios radicales y
verdaderos sin más mentiras o promesas.
El
papel de EEUU
Otro
factor es el de la critica de Estados Unidos al sistema de Mubarak por
"su falta de democracia", una critica que sólo ha empezado
a sonar este último año. Quizá esa actitud parezca extraña si la
vemos desde el punto de vista de las relaciones estrechas entre
Estados Unidos y el sistema de Mubarak, un sistema que defendió
siempre todas las políticas americanas y sin ninguna condición. Pero
esa actitud se puede entender si la vemos desde el punto de vista de
las tácticas que se adopta últimamente por parte de Estados Unidos,
donde no sólo intentan parecer como los defensores de los derechos
humanos, sino también intentan intervenir directamente en las políticas
de toda la zona a través de cambiar sus aliados tradicionales y
encontrar aliados con caras nuevas que defiendan únicamente los
intereses de Estados Unidos. De allí, con el crecimiento del
movimiento contra Mubarak, el gobierno está perdiendo su fuerza
necesaria para servir los intereses americanos, por eso hace falta
cambiar la cara del aliado, darle más credibilidad y que sea también
y desde el principio un aliado que pueda controlar la situación
dentro del país, algo que Mubarak ya no puede garantizar.
Sin
embargo no es exageración si decimos que esa critica americana sirve
a favor de Mubarak más que cualquier otra cosa, es el único momento
en el que el sistema ha podido reclamar el derecho de gobernar el país
sin ninguna "intervención extranjera". Pero no es la
reclamación de ese derecho por parte de Mubarak o por parte de
cualquier otro aliado antiguo de Estados Unidos, por la que los
americanos no van a poder imponer su orden en cualquier país árabe,
es por el fracaso de sus políticas en Iraq con el crecimiento de la
resistencia, es por los obstáculos que han encontrado en el Líbano,
enfrentando con la movilización masiva para frustrar cualquier
intento de aprovecharse del asesinato de Rafiq El Hariri para reavivar
la guerra civil otra vez, y es por el fracaso con el que va a
encontrarse si intentan aplicar la misma estrategia en Egipto,
aprovechando del movimiento contra el sistema de Mubarak.
Probablemente intenten buscar dentro de las alternativas que se va a
ofrecer una cara nueva para apoyar, sea el hijo de Mubarak o sea otra
cara diferente que salga del mismo sistema, pero es seguro, que ya no
se puede ganar con las mismas tácticas que han utilizado en Iraq o en
el Líbano.
Perspectivas
desde la izquierda
Ahora
se plantea la cuestión sobre el papel que puede jugar la izquierda
egipcia como el incitativo del movimiento de "Kefaya". Aquí
nos encontramos con dos preguntas esenciales, primero ¿hasta qué
punto se va a desarrollar el movimiento contra Mubarak para volver a
ser una lucha de las clases sociales para cambiar todo el sistema? La
segunda es ¿si la izquierda egipcia puede tener la capacidad de
superar sus conflictos interiores de un lado, y de otro lado, la
capacidad de adquirir otra vez una base social entre la clase obrera y
los campesinos?
Aunque
el conflicto en Egipto todavía no ha llegado al nivel de la lucha
para cambiar el control de una clase por otra, el estancamiento político
que ha durado muchos años, ya se ve su fin. No sólo las
manifestaciones de Kefaya que expresan este fin, sino también lo
expresa el crecimiento de las huelgas en muchas fábricas (en el Cairo
y en otras ciudades), los conflictos y las huelgas de los campesinos
sobre el derecho de adquirir la tierra, el crecimiento de la lucha
para poner fin de la preservación impuesta en algunos sindicatos como
el del sindicato de abogados y el sindicato de los ingenieros, las
iniciativas de imponer y crear nuevos partidos socialista que puedan
trabajar sin la clandestinidad impuesta por el gobierno hace muchos años,
todo esto expresa que ya estamos pasando por el proceso necesario de
acabar con todas las restricciones políticas que durante 25 años ha
machacado cualquier movilización entre las diferentes clases
sociales, prohibiendo todo lo que podía expresar la oposición contra
el sistema.
Así
en la luz de la debilidad del movimiento izquierdista y la ausencia de
un partido comunista capaz de expresar e imponer las demandas de las
clases sociales explotadas, no podemos hablar de ninguna posibilidad
de liderar el movimiento por parte de la izquierda egipcia durante los
próximos años o en el momento de que se desarrolle la lucha para
volverse a un levantamiento masivo contra el sistema (como pasó los días
18 y 19 de enero 1977) pero, eso sí, podemos hablar de todas las
posibilidades abiertas por el momento para que la izquierda egipcia
pueda desarrollar mecanismos nuevos de trabajo, superar sus conflictos
interiores, dejar de ser un movimiento de intelectuales y luchar en
una manera organizada entre las filas de la clase obrera y los
campesinos, lo que significa fortalecer las capacidades de la
izquierda para que pueda en un futuro liderar el movimiento de las
clases sociales en su proceso de cambiar el sistema.
Por
eso, en el caso de que el régimen de Mubarak pueda superar la situación
actual, o en el caso de que salga otra cara que presente otro sector
de la clase capitalista egipcia, eso no significa la derrota del
movimiento de Kefaya o el fin de las posibilidades de algún cambio
radical en Egipto, porque ya hemos visto el final de este
estancamiento político, hemos visto los primeros pasos de la
izquierda egipcia en el camino de recuperar su fuerza y su influencia
después de muchos años de ausencia. Ya no se puede volver atrás, es
cuestión de aprovecharse de todas las alternativas que se han abierto
para seguir adelante y durante muchos años y hasta que se pueda
llevar el cambio radical en Egipto.
(*)
Amal Ramses es miembro del Comité de Solidaridad con la Causa Árabe
(CSCA)
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