El
movimiento de protesta Kifaya despierta esperanza y escepticismo en
Egipto
Por
Sarah Babiker, periodista
AIS
(Agencia de Información Solidaria), 26/05/05
Si
no cambian las reglas del juego no avalaremos las elecciones del próximo
septiembre. Este fue el mensaje que más de dos mil jueces dirigieron
a Hosni Mubarak durante una asamblea celebrada el 13 de mayo en el
Cairo. Cambiar las condiciones del juego implica una reforma legal que
garantice la independencia de la justicia a la hora de supervisar los
comicios para evitar ser cómplice de la última maniobra de
permanencia ideada por el Rais. Fuera, bajo la atenta supervisión de
las fuerzas de seguridad, unos cientos de manifestantes pro y anti
Mubarak, coreaban himnos encontrados. Aquellos que gritaban
"abajo Mubarak", responden al nombre de "Kifaya".
Han sido designados por entusiastas observadores externos como
depositarios de la última esperanza de la primavera árabe. Pero el
movimiento es aún incipiente, debe ser tratado con precaución, no
sea que por tirar de la flor, se consiga tan solo romper el tallo.
El
encontronazo con los jueces supone un duro golpe a la estrategia
"reformista" de Mubarak, con reforma constitucional, referéndum
y candidatos alternativos a la presidencia incluidos. En lugar de
aplaudir y ondear banderitas, el poder judicial impone condiciones.
Por su lado, la plataforma Kifaya despierta aún más expectación por
lo enigmático de su naturaleza. ¿Qué es Kifaya?. Kifaya es
sobretodo una palabra que significa suficiente. " Suficiente
Mubarak, suficiente Bush, suficiente Israel" cantan los miembros
del movimiento en sus manifestaciones. No hay un objeto claro más allá
de la constatación de que algunas cosas ya no pueden soportarse.
Entre ellas un sexto mandato del presidente. Este sentimiento aglutina
mucho más que cualquier bandera. Intelectuales, islamistas,
izquierdistas, liberales, estudiantes, trabajadores o campesinos:
todos están hartos. La novedad es que se pongan de acuerdo para
gritarlo en alto.
Pero
no nos engañemos, Kifaya son aún poca gente. Y los que consiguen
llegar a las manifestaciones atravesando una nube de policías son aún
menos. Se habla de pocos cientos de manifestantes en cada
convocatoria. El sistema mubarakiano está tan intrincado en la
sociedad que el "Suficiente" cotidiano entonado por los
egipcios es más fatalista que rebelde. Si al cuarto de siglo de
Mubarak, lo encuadramos en un medio siglo de regímenes autoritarios y
personalistas, encontramos una herencia que ha enterrado cualquier
cultura democrática que pudiese haber en Egipto.
Ni
el mismo Kifaya surge como respuesta a los problemas
"egipcios" de los egipcios. Toma el relevo de las
manifestaciones de solidaridad con la Intifada de Al Aqsa, y frente a
la actuación de Sharon en Jenin, y sobre todo, de las movilizaciones
de marzo del 2003 ante la invasión de Irak. Estas manifestaciones
fueron las primeras movilizaciones importantes en más de dos décadas
de Mubarak, y miradas retrospectivamente presentan una importante enseñanza.
En ellas los egipcios vieron que a pesar de la represión policial
sufrida, ciertos límites de indignación son insoportables.
Descubrieron el poder catártico de mostrar su descontento. Y mirando
a su alrededor vieron que había muchos más ciudadanos tan hartos
como ellos. Sufrir la represión policial en la propia piel tuvo
efectos inesperados. Muchos serían detenidos, insultados, y hasta
agredidos. Y sobrevivieron. Se desmitifica la represión. Uno sabe ya
qué precio se puede pagar por manifestarse. Y a pesar de ello sale a
la calle.
Los
cánticos contra Estados Unidos e Israel, pronto derivaban hacia
reproches dirigidos al propio gobierno. El poder entró en la órbita
de lo que debía ser cambiado. Para muchos en Egipto la política es
ciencia ficción, algo que sucede en un mundo paralelo mientras que la
población ve como sus problemas diarios se agudizan. Los partidos políticos
no representan ya a nadie, y los que tal vez podrían impulsar un
cambio, no son legales. Uno no intenta cambiar lo que sucede en la
estratosfera. O sí.
En
julio de 2004, 300 intelectuales y personajes públicos firmarían la
"carta fundacional" de Kifaya en la que se exige un cambio
político real, el fin de la desigualdad económica y la corrupción,
y un abandono de la dependencia en política exterior. Alrededor de
5.000 personas se han unido a sus exigencias desde entonces.
Kifaya
es un movimiento red de estructura horizontal, frente a un sistema político
vertical con un espacio sideral entre la elite de arriba y los demás
del subsuelo. Es por ello, ya solo en su construcción, novedoso. Además,
representa la primera experiencia de participación política para
toda una generación que ha vivido siempre con Mubarak, que se unirán
a los curtidos activistas izquierdistas de los 70. El problema
fundamental de Kifaya es que sus principales virtudes pueden ser su
peor handicap. ¿Qué viabilidad tiene un movimiento cuyo casi
exclusivo elemento de conexión es el hartazgo frente a Mubarak?. ¿Será
éste otro mayo del 68 con su resaca de expectativas frustradas?
El
futuro será incierto pero no se le puede negar a Kifaya las
conquistas ya hechas. El hartazgo puede ser fuente tanto de movilización
como de desidia. Es obra de honestos alquimistas convertir ésta en
aquella. Pero si aspiran a continuar la polinización del agotado
panorama egipcio, es imprescindible que no defrauden a los que han creído
en ellos. Y ésta es una tarea especialmente ardua, pues resulta difícil
vislumbrar grandes cambios de momento.
La
resistencia que opongan los egipcios a un sexto mandato de Mubarak, y
a las maniobras de sucesión republicana ideadas para poner al hijo
Gamal a la cabeza del poder serán un campo de prueba de la madurez de
las aspiraciones de cambio en Egipto. Queda claro que las fórmulas rápidas,
las reformas impuestas desde arriba no van a satisfacer a nadie. Al
harto no se le alivia con soluciones superficiales. El harto las ha
visto ya de todos los colores, y solo se le cura si se le deja hablar
y se le tiene en cuenta.
A
los que invocan la primavera en el mundo árabe, que se armen de
paciencia. Si no se empeñan en tirar de la flor hasta desarraigarla
tal vez recogerán sus frutos. Nos hallamos en un momento
particularmente delicado: tanto el derrotismo como el triunfalismo
podrían ser fatales.
|