Juego peligroso (1): Corea
Kim Jong Il considera que no tiene margen para la
negociación, y el Gobierno de Bush ha proclamado que no está
dispuesto a negociar
Por
William R. Polk (*)
La Vanguardia, Barcelona, 01/07/05
Traducción de Juan Gabriel López Guix
La proliferación de armas nucleares acaba de dar
un importante salto. Tras años de sufrimiento y privaciones, Corea
del Norte ha cruzado el umbral que separa los estados que disponen de
armas nucleares de los que intentan conseguirlas. Hoy en día, posee
bombas suficientes para devastar Corea del Sur, arrasar Tokio y
aniquilar Taiwán, y el Organismo de Inteligencia de la Defensa de
Estados Unidos (DIA) considera que "probablemente tiene hoy
misiles con carga nuclear capaces de alcanzar el territorio
estadounidense".
Una bomba pequeña como las seis o así que quizá
tenga Corea del Norte convierte la acción militar en inconcebible. Ésta
es la conclusión a la que Corea del Norte quiere que llegue Estados
Unidos, que un ataque resultaría ruinosamente costoso. Desde luego. Y
EE.UU., por lo tanto, no tiene forma de utilizar su poder masivo a
pesar de las amenazas realizadas por el presidente Bush contra ese país
incluido en el eje del mal. El resultado es una situación
completamente nueva en los asuntos internacionales, pero no parece que
el Gobierno de Bush se haya adaptado a ella. Sigue presionando por
medio de amenazas a Corea del Norte para que renuncie a sus armas. La
última exposición de la política militar estadounidense es la
Estrategia de defensa nacional de Estados Unidos de América, de marzo
del 2005. El documento proclama que "Estados Unidos es una nación
en guerra" y advierte a otros países que corren el riesgo de ser
atacados si intentan desarrollar armas nucleares o incluso
"convertirse en enemigos o rivales regionales". Según se
les advierte, "cuando falle la disuasión o los esfuerzos sin
acción militar no impidan la aparición de amenazas, Estados Unidos
utilizará el poder militar".
En este artículo analizaré lo que ha ocurrido
en Corea del Norte y ha provocado que consiga la bomba. Más que la
mayoría de otros pueblos, los norcoreanos son sensibles a la amenaza
extranjera. Fueron invadidos por primera vez hace cinco siglos por Japón.
Gracias a la primera arma de destrucción masiva, el mosquete, los
japoneses aplastaron a los coreanos, que sólo tenían arcos y
flechas. Tras ser gobernada durante siglos por China, Corea fue
anexionada a Japón en 1910 y pasó gran parte del siglo XX bajo una
ocupación brutal y degradante.
En el norte, a finales de la década de 1930, un
movimiento dirigido por Kim Il Sung, un antiguo estudiante de una misión
cristiana estadounidense, inició una guerra de guerrillas contra los
japoneses. Luego, en 1945, las tropas estadounidenses y soviéticas
expulsaron a los japoneses y dividieron el país en zonas de ocupación
por el paralelo 38. En el sur, EE.UU. fomentó la creación de la República
de Corea del Sur. Su Gobierno fue reconocido por la ONU como el poder
legítimo en toda la península. En el norte, enfurecido por lo que
consideraba una trama estadounidense para dividir Corea, sintiéndose
engañado con el resultado de su lucha por la liberación y furioso
por el papel concedido a hombres que él consideraba como quislings
(colaboradores de los japoneses), Kim proclamó una república rival.
Dos años más tarde, Estados Unidos retiró sus fuerzas armadas. Kim
concluyó que EE.UU. había perdido interés en Corea y no tardó en
atacar el sur. En tres meses ocupó casi toda la parte meridional de
la península. Rápidamente reintroducidos, los soldados
estadounidenses contraatacaron; y, en octubre, el general MacArthur
llegó al río Yalu, punto en el que intervino el ejército chino. Los
voluntarios rusos también acudieron en ayuda de los norcoreanos. Los
combates fueron encarnizados. Cuando se firmó el armisticio, en julio
de 1953, tres millones de coreanos habían muerto y toda la península
estaba arrasada.
Desde entonces, Corea del Norte ha evolucionado
hasta transformarse en un Estado totalitario y brutal. En la
actualidad, siente que está rodeada y es objeto de persecución; en
especial, por parte de Estados Unidos. Excluida del comercio y los
contactos más beneficiosos, ha desarrollado, pagando un precio humano
casi insoportable -con la población limitada a dos comidas diarias-,
un poderoso complejo militarindustrial que ha fabricado armas
nucleares y sofisticados medios para transportarlas. También posee un
ejército estimado en un millón de soldados, así como una inmensa
fuerza de artillería desplegada a distancia de tiro de la capital de
Corea del Sur y que, en caso de ataque, casi con seguridad destruiría
Seúl completamente. Para proteger a sus soldados de los ataques aéreos,
ha construido un inmenso complejo de fábricas y ciudades bajo tierra.
Es al mismo tiempo un paria en la comunidad internacional y un Estado
capaz de defenderse.
Recordando generaciones de humillante dominio
extranjero, Corea del Norte se muestra intensamente xenófoba. Sus
ciudadanos, pobres, casi famélicos y sujetos a penurias en casi todos
los ámbitos, desean una vida mejor, más fácil ymenos espantosa. Éste
es, en mi opinión, el interés nacional de Corea. A menudo los
observadores extranjeros se detienen en el interés nacional al
evaluar cómo actuará un Estado y a qué incentivos o presiones
responderá. Es un error. Aparte del interés nacional, y a veces
diametralmente opuesto a él, está el interés del Gobierno. El
Gobierno norcoreano está decidido a permanecer en el poder al coste
que sea para el país. Kim Jong Il, hijo y sucesor de Kim Il Sung,
sabe que cambio de régimen es un eufemismo para hacer referencia a su
derrocamiento y muerte. Las palabras y conducta de Estados Unidos no
habrán hecho más que subrayar esa sensación de amenaza personal,
por lo que ha colocado todas sus esperanzas y la mayoría de sus
recursos en un ejército enorme.
Las declaraciones belicosas, como las del
presidente Bush etiquetando a Corea del Norte comop arte del eje del
mal y proclamando en marzo del 2004 que Estados Unidos no está
dispuesto a tolerar una Corea del Norte nuclear, han sido subrayadas
con acciones como la celebración de maniobras navales frente a Corea
del Norte en octubre del 2004, el envío de cazabombarderos espías
F-111 hasta posiciones desde las que podrían atacar a Pyongyang y la
interrupción de la ayuda petrolera a un país ya de por sí
empobrecido. Kim considera que no tiene margen para la negociación.
Y, en todo caso, el Gobierno de Bush ha proclamado que no está
dispuesto a negociar.
Por ello, Corea del Norte y Estados Unidos están
fijados en un peligroso enfrentamiento: sería estúpido por parte de
Corea del Norte renunciar a su fuerza nuclear a la luz de las amenazas
estadounidenses; unas amenazas, por otra parte, que hoy carecen en
esencia de sentido. Cada uno de los dos bandos podría deslizarse
hasta una guerra verdaderamente terrible.
(*) William R. Polk es uno de los directores de
la Fundación W. P. Carey. En 1961, el presidente Kennedy lo nombró
miembro del Consejo de Planificación de Políticas del Departamento
de Estado de Estados Unidos. En 1965, se convirtió en catedrático de
Historia en la Universidad de Chicago y creó su Centro de Estudios de
Oriente Medio. Entre sus numerosos libros se cuentan: “The United States and the Arab
World” y “The elusive peace: the Middle East in the twentieth
century”.
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