Tras
la retirada del Líbano bajo presión estadounidense y francesa
Damasco:
crisis del régimen baasista
Por Samir Aita (*)
Le
Monde Diplomatique, Edición Cono Sur, julio 2005
Traducción
de Carlos Alberto Zito
Después
de cuarenta años de dominación. el régimen" baasista de
Damasco sufre serias conmociones. Esta crisis, acentuada por la
"revolución" en el vecino Líbano, de donde Siria ha tenido
que retirarse, reconoce, en principio, causas internas. El último
congreso del Partido Baas resultó ambiguo y frustrante.
Hace
mucho que en Siria las discusiones políticas no eran tan atrevidas,
tan abiertas. Se habla de todo. En primer lugar, de la invasión
estadounidense a Irak, de la naturaleza de la resistencia en ese país
y de la democracia prometida luego de la caída de Saddam Hussein, que
naufraga actualmente en los meandros étnico s y religiosos.
"Queremos mayores derechos políticos, más libertad, verdaderas
reformas, pero no la inestabilidad constructiva estadounidense (Ver en
esta edición de SoB el artículo de Walid Charara). Para que
haya democracia debe haber un Estado, pero un Estado que no esté ni
bajo la tutela de un poder corrupto ni de los tanques
estadounidenses", reclaman fundamentalmente los sirios. El
ambiente se ha enrarecido, sobre todo tras la ruptura de la alianza
con Francia y la retirada forzada de las tropas sirias del Líbano.
Surge
entonces a la memoria la fundación de la nación, de la construcción
del país sobre un compromiso democrático.
Frente
a la división en varios Estados regionales confesionales (Damasco,
Alep, Alauitas y Drusos) que deseaba Francia luego de . la Primera
Guerra Mundial, las elites políticas se aliaron para imponer una
unificación total (1936–1942). Esas mismas elites habían aceptado
la creación de un Líbano independiente, que incluía –a pesar de
la oposición popular– cuatro distritos inicialmente dependientes de
Damasco, sólo para evitar la vecindad de un Líbano confesional,
mayoritariamente maronita e insumiso. Y teniendo en cuenta el fuerte
regionalismo existente, sobre todo en tomo de Damasco y de Alep, el
compromiso democrático abrió el camino a una variedad de partidos
políticos, populistas, es cierto, pero sin ideología religiosa o
regional. Es en ese marco que se fundó el partido Baas.
De
Homs a los acuerdos de Taef
Durante
las seis décadas que transcurrieron desde la independencia, el país
tuvo apenas diez años de libertad cívica real, muy afectada por los
golpes de Estado resultantes de las luchas de influencia de las
potencias occidentales, y de la unión con el Egipto nasserista
(1958–1961), concretada por pedido insistente de los dirigentes
sirios. Esa joven tradición democrática logró incluso alcanzar una
dinámica original. Así, el congreso de Homs, en 1953, que había
reunido a los diferentes movimientos políticos y a algunos militares,
permitió "despedir" al dictador Adib Shishakli
(1949–1953) y organizar elecciones libres: las únicas por entonces
en un país árabe. Los Hermanos Musulmanes y los comunistas habían
obtenido cada uno una banca. Pero la joven democracia no resistió a
la agitación anticolonial y social, a los enfrentamientos entre
grandes potencias, por entonces en plena Guerra Fría, y sobre todo, a
la politización del ejército.
A
pesar de sus turbulencias, ese período permitió la construcción de
las principales instituciones del Estado sirio (Siria fue el primer país
árabe que se dotó de un banco central, en 1953), registró los más
altos índices de crecimiento económico e hizo posible la
democratización de la educación y de la atención médica.
Actualmente,
la mayoría de los sirios –en general jóvenes– desconocen ese período.
Crecieron a la sombra de Hafez EI–Assad, que había instalado un
poder estable y autoritario, luego de su "movimiento de corrección"
(1970). Este último estaba dirigido contra los militares baasistas
que habían llegado al poder seis años antes por medio de un golpe.
El nuevo sistema instrumentalizaba el control que una parte de la
comunidad alauita ejercía sobre los asuntos del país (1).
Siria
pagó cara esa estabilidad. Luego de un primer período de apertura
hacia la burguesía de las ciudades y varios partidos políticos,
reunidos en un Frente Progresista, . en 1973 Hafez EI–Assad superó
la prueba de fuego de la Guerra del Kipur (llamada "Guerra del
Ramadán" por los árabes) en medio de un clima de unidad
nacional. Pero ésta se fisuró a partir de 1976 y de la intervención
siria en el Líbano contra la resistencia palestina y sus aliados de
izquierda.
Por
entonces, el régimen reprimió duramente a un movimiento de la
sociedad civil (compuesto por sindicatos profesionales –abogados,
ingenieros, etc.– y partidos políticos exteriores al citado Frente,
cuyos participantes pasaron luego largos años en la cárcel) que exigía
el levantamiento del estado de emergencia vigente desde 1963 (2).
La
situación se agravó, pues el país fue sacudido por una ola de
atentados cometidos por los islamistas extremistas, apoyados
militarmente por el rival baasista iraquí, Saddam Hussein. Siria cayó
entonces en un clima de guerra civil, que culminó con las masacres de
Palmira (1980) y de Rama (1982). La burguesía sunnita se puso en
huelga, pero terminó levantando el movimiento en Damasco, prefiriendo
un compromiso antes que la desintegración del país.
Un
período extremadamente sombrío se inició entonces, marcado por las
luchas familiares en el seno del clan Assad –que implicaron sobre
todo a Rifaat, el hermano del Presidente– y por la confrontación
con Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña.
Damasco
apoyó la revolución iraní de 1979, y consolidó su alianza con la
Unión Soviética. A pesar del unánime boicot árabe a Egipto, por
haber firmado unilateralmente la paz con Israel, en Camp David (1979),
Siria siguió estando aislada en el plano regional. Pero el régimen
sobrevivió a una nueva derrota de sus tropas en 1982 frente a las
fuerzas invasoras israelíes, y se convirtió en un elemento clave de
la escena libanesa.
Un
primer cambio comenzó a producirse en 1986. La quiebra financiera
obligó al gobierno a fomentar la producción agrícola, llegando
incluso a subvencionar a los antiguos propietarios traumatizados por
la reforma agraria. Se produjo también una "liberalización"
del comercio exterior, que benefició al sector privado. De esa forma,
el régimen garantizó la subsistencia alimentaria del país –el único
de la región que no es un importador neto de productos agrícolas–
y renovó su alianza con la "burguesía". A la vez, comenzó
a aplicar –de manera voluntaria– un programa de ajuste estructural
del Fondo Monetario Internacional, a la vez que rechazaba formalmente
la "asistencia" de las instituciones financieras mundiales.
En poco tiempo, a Siria sólo le quedó de "socialista" el
sistema de partido único y la burocracia estatal.
Un
segundo e importante cambio se produjo en 1990, luego de la caída del
Muro de Berlín: Damasco se sumó a la coalición anti–Saddam, a
pesar de la impopularidad de tal decisión.
Una
era resplandeciente parecía iniciarse. En 1989, los acuerdos de Taef
devolvieron la paz al Líbano, y confirmaron –con el aval
internacional– la dominación siria. También se iniciaron
negociaciones con Israel para tratar de recuperar el Golán, ocupado
por ese país desde la Guerra de los Seis Días (1967). Por otra
parte, y gracias a las primeras medidas de liberalización y a las
exportaciones petroleras, el crecimiento económico se aceleró. Pero
ese período favorable no duraría mucho.
Presiones
reforzadas
Los
servicios secretos sirios desplegados en el Líbano y una parte de la
nomenklatura se lanzan de lleno a los negocios generados por la política
de reconstrucción impulsada por el primer ministro Rafic Hariri.
Poco
después fracasó el proceso de paz con Israel, cuando el primer
ministro Ehud Barak renunció a un acuerdo que el presidente Assad
quería dejar como legado. El fracaso de un último encuentro entre el
presidente estadounidense William Clinton y Hafez El–Assad, en
Ginebra, en marzo de 2000, provocó un inmenso impacto. ¿Estados
Unidos e Israel consideraban que el "león" estaba demasiado
viejo para firmar la paz, o que convenía más a sus intereses
mantener la inestabilidad?
Hafez
El–Assad falleció poco después, el 10/06/00. Su hijo Bachar accedió
entonces a la presidencia mediante una rápida modificación de la
Constitución, que no preveía un jefe de Estado tan joven.
Ese
cambio constitucional no produjo ninguna reacción a nivel
internacional: la jefa de la diplomacia estadounidense de entonces,
Madeleine Allbright, asistió a los funerales y aprobó la sucesión,
al igual que el presidente francés, Jacques Chirac. El discurso de
investidura del joven Presidente generó incluso favorables
expectativas –sobre todo entre los sirios y los libaneses– de
salir definitivamente de los años de plomo. Muchos comenzaron a soñar
con la recuperación de nuevos espacios de libertad, con reformas económicas
que aportaran trabajo y prosperidad, y con una nueva imagen del país
en el plano internacional. Pero cinco años después, Siria está aún
muy lejos de esos objetivos.
El
joven Presidente tuvo que enfrentar el impacto del 11/09/01 y la
venganza estadounidense programada contra Irak. Siria, exenta del
"guerrasantismo" islamista que afecta a sus vecinos, veía
con malos ojos la desaparición, no de su rival Saddam Hussein, sino
de otro Estado árabe laico de la región. Damasco; que se beneficiaba
pasando por alto el embargo contra Irak (como todos los otros países
fronterizos, por otra parte), se opuso en el Consejo de Seguridad a la
legitimación de la guerra estadounidense, compartiendo la posición
de Francia, Bélgica y Alemania, Y una vez que la invasión de Irak
tuvo lugar, igual que los franceses y los alemanes, esperaba volver a
jugar un papel estabilizador en Bagdad, dado que mantenía contactos
con dirigentes baasistas de esa capital, y hasta relaciones tribales y
religiosas.
Pero
la administración estadounidense no veía las cosas de esa manera. Su
combate era ideológico. Washington aumentó su presión sobre
Damasco, particularmente al adoptar la resolución denominada Syria–Accountability
Act (3) votada por el Congreso el 11/11/03. A comienzos de mayo del
mismo año, al regresar de su visita a Damasco, Colin Powell explicó
que el régimen sirio tenía tres dedos –uno en el Líbano, otro en
Irak y el tercero en Palestina– y que Estados Unidos había decidido
cortárselos.
En
realidad, Washington se interesaba poco en la democracia siria y nunca
activó las sanciones previstas contra los miembros del gobierno. En
cambio, el presidente George W Bush desestabilizó el Estado y la
economía sirias al imponer sanciones comerciales y acusar de blanqueo
de dinero al principal banco estatal del país, que posee la mayoría
de sus reservas en divisas. A raíz de eso el gobierno sirio hizo
–en vano– numerosas propuestas y gestos "de buena voluntad,
incluso desde el punto de vista de la seguridad, en dirección de
Estados Unidos, convencido de que sus autoridades estaban más
preocupadas por el aumento de la hostilidad islámica en Irak y en
tierras de sus aliados sauditas, egipcios y jordanos, de donde eran
originarios los kamikazes del 11 de septiembre.
Pero
la mayor sorpresa de Bachar El Assad vino de un aliado, Francia, que
realizó un giro espectacular respecto al problema libanés. Ya en
junio de 2004 Chirac propuso a su homólogo estadounidense una
resolución del Consejo de Seguridad exigiendo la inmediata retirada
de las tropas sirias del Líbano. A partir de ese momento los
acontecimientos se aceleraron en ese país, culminando con la
"revolución del Cedro" y la retirada de los soldados
sirios.
¿Obedecía
ese giro francés a una nueva lectura de la situación en Irak?; ¿a
un conflicto comercial con Damasco sobre un contrato de gas?; ¿a la
amistad con Rafic Hariri?; ¿o a un malestar más profundo del
Presidente francés respecto de su joven protegido sirio?
Chirac
podía esperar jugar el papel de mentor de la transformación económica
y democrática de Siria, como François Mitterrand lo había hecho
respecto de la España postfranquista. Chirac había recibido a Bachar
El Assad con pompa en 1999, mucho antes de que éste llegara a la
presidencia, y nuevamente en 2001 y 2002. También apoyó directamente
las reformas administrativas y jurídicas y la firma de un acuerdo de
cooperación euro–sirio. Pero ese deal de las reformas que
excluía el aspecto político, ¿no estaba viciado desde un principio
al ignorar la naturaleza misma del régimen de Damasco? .
En
Siria, como en casi todos los países árabes, el poder se convirtió
en una "institución" separada de! Estado: concentrado en
tomo de la Presidencia y de los jefes de los servicios de
informaciones, sólo puede funcionar a costa de debilitar el Estado,
en el que los ministros y las autoridades de regulación tienen un
margen de maniobra muy limitado. La vida pública se reduce a un
partido hegemónico, totalmente manejado por el poder, en función de
las luchas intestinas entre sus miembros. Ninguna reforma real es
posible si no se ataca directamente esa dualidad. y en Siria, fue ese
poder el que instaló a Bachar El–Assad en su cargo, haciendo de él
su rehén. Assad padre, sin saberlo, había dejado tendida una
verdadera trampa para su hijo.
Al
retirarse del Líbano –lo que significó perder su mayor carta
regional– el sistema quedó al descubierto. Hoy en día es
cuestionado públicamente por los sirios, en todos los niveles.
Voluntariamente o no, al asumir su cargo, Bachar EI–Assad volvió a
abrir la vida política. Durante un cierto tiempo reinó "la
Primavera de Damasco" que exigía el levantamiento del estado de
emergencia y el restablecimiento de las libertades públicas.
Pero el poder sirio se puso nervioso rápidamente, sobre todo cuando
el cuestionamiento alcanzó al propio Baas. La represión contra los
opositores fue ejemplar.
Desde
entonces, transcurrieron tres años que acabaron con toda ilusión de
realizar reformas económicas aceleradas que no estuvieran acompañadas
de reformas políticas e institucionales profundas (el famoso modelo
chino). Para tratar de superar la crisis, Bachar EI–Assad convocó a
un congreso del partido en junio de 2005, prometiendo un salto
cualitativo en las reformas.
Eso
despertó nuevas esperanzas: un cambio en la Constitución era
necesario para poner fin al monopolio del Baas sobre "el Estado y
la sociedad" (artículo 8) y al carácter "socialista"
de la economía, entendida como capitalismo de Estado (artículo 13).
La oposición buscó establecer alianzas a la vez con el propio Baas y
con los Hermanos Musulmanes, a condición de que ambos acepten las
reglas democráticas y laicas y reconozcan los errores cometidos en el
pasado: eso permitiría dejar atrás los años de plomo. Una
reconciliación nacional es necesaria.
Triple
decepción
El
resultado del congreso del partido fue ambiguo. Precedido por una
represión simbólica contra el último foro democrático (el salón
"Atassi", que toma su nombre de una antigua personalidad política
baasista que se negó a participar del Frente de Assad padre), y por
excepcionales esfuerzos para seducir a los medios de negocios, el cónclave
abordó la mayoría de los puntos discutidos en el debate interno:
leyes de emergencia, libertades públicas, separación de poderes,
orientación de la economía y ciudadanía de los kurdos de Siria.
Además, el congreso marginalizó a la vieja guardia del partido. Pero
decepcionó en tres puntos esenciales: el principio de una alternancia
en el poder, la reforma del Estado y el proceso de reconciliación
nacional. Para colmo, varios jefes de los servicios de seguridad
ingresaron en las instancias dirigentes del partido, mientras que el
diálogo con los Hermanos Musulmanes fue presentado como una línea
roja (4).
El
fin de ese proceso aún no está escrito, más aun si se tiene en
cuenta que la administración estadounidense prefiere que se perpetúe
el actual poder, debilitado. Cualquier tipo de transformación rápida,
democrática y secular, chocaría contra la voluntad de Estados Unidos
y entraría difícilmente en la concepción confesional y étnica de
la "democracia" sin Estado, tal como se la ve en Irak o en
el Líbano. Sin embargo, muchos sirios continúan creyendo que una
transformación es posible. Y ya tiene su símbolo: el jazmín.
Notas:
(*)
Economista, director general de A Concept Mafhoum.
1.-
Los alauitas son una comunidad musulmana, rama del chiismo
duodecimanista, que constituye el11 % de la población siria y que
vive mayoritaria mente en la montaña del mismo nombre.
2.-
La ley de estado de emergencia –aún en vigor– data de 1962, y fue
activada por el comunicado N° 2 del golpe de Estado del 08/03/1963.
3.-
Esa resolución autorizaba al presidente de Estados Unidos a promulgar
–en el momento en que lo considere oportuno– sanciones contra
Siria, correspondientes al peligro que ese país represente, a juicio
de Estados Unidos.
4.
Una ley de 1980 sanciona con la pena capital la pertenencia a la
organización de los Hermanos Musulmanes.
|