Teorías
de choque para una política
Bondades
de la "inestabilidad constructiva"
Por
Walid Charara
Le
Monde Diplomatique, edición Cono Sur, julio 2005
Traducción de Patricia
Minarrieta
La
administración Bush funda sus decisiones para Medio Oriente en ideólogos
que' consideran al mundo árabe como un conjunto de minorías
incapaces de convivir en el marco de un Estado–Nación. El
islam –sostienen– es incompatible con la democracia. En su interés,
EE.UU. debería desestabilizar la región e incentivar el
comunitarismo. Corren el riesgo de liberar dinámicas incontrolables.
"Si usted quiere
conocer mi concepción de la política exterior, lea el libro de
Nathan Sharansky. Le ayudará a comprender muchas decisiones que serán
tomadas o que ya lo han sido." En esta entrevista acordada al
Washington Times, el presidente George Bush llega a admitir que ese
libro constituye "el ADN de su presidencia" (1). Escrito por
un ex disidente soviético emigrado a Israel y que fue durante un
tiempo ministro de Ariel Sharon, The Case for Democracy (2) se
presenta como un alegato a favor de la democratización urgente del
mundo árabe, planteada como condición indispensable de la firma de
una paz global en Medio Oriente y de la consolidación de la seguridad
mundial.
Para alcanzar ese
objetivo, Estados Unidos no vacilaría en revisar el statu quo
prevaleciente en Medio Oriente desde hace décadas, "sean cuales
sean los riesgos que se corran", según los términos de la
secretaria de Estado Condoleezza Rice.
Esta visión retorna en
lo esencial las tesis de cierto orientalismo (3) que describe al mundo
árabe como una suma de minorías religiosas y étnicas incapaces de
convivir dentro de entidades estatales–nacionales. Las soluciones
preconizadas para promover a la vez la democratización y los
intereses de Estados Unidos, que se supone indisociablemente ligadas,
se basan explícitamente en la instrumentación del comunitarismo en
el marco de una estrategia llamada de "inestabilidad
constructiva".
Cuando bautizan al
mundo árabe como "hombre enfermo del siglo XXI", los
inspiradores del presidente Bush apenas disimulan sus esperanzas de
verlo ,correr una suerte comparable a la de ese otro hombre enfermo
del siglo XIX que fue el Imperio Otomano, despedazado apenas concluida
la Primera Guerra Mundial.
La muerte del
"mundo árabe"
El islamismo, definido
como movimiento terrorista por naturaleza, es denunciado por Sharansky
como una amenaza no sólo para la existencia de Israel, sino también
para el conjunto del mundo occidental.
La erradicación del
terrorismo, sin embargo, no podrá resultar únicamente de una acción
puramente securitaria contra esas organizaciones o del agotamiento de
sus fuentes de financiamiento. Es imperativo actuar sobre las causas
profundas del terrorismo, producto exclusivo de las políticas de los
regímenes .árabes tiránicos y corruptos así como de la cultura de
odio que éstos difunden. Según el ex disidente, es evidente que la
estrategia estadounidense en Medio Oriente y la ocupación israelí de
los territorios palestinos no existen porque sí. Para ilustrar el
papel preponderante de los factores endógenos en la génesis del
"terrorismo", Sharansky no encuentra mejor ejemplo que el de
Palestina.
Según él, la
violencia armada antiisraelí y las operaciones kamikaze se generaron
por el lavado de cerebro que, a través de sus medios y en sus centros
educativos, ha orquestado la Autoridad Palestina. Esta última habría
vuelto contra Israel la cólera de la opinión pública palestina,
originada por la corrupción y el nepotismo de la Autoridad.
Por lo demás, y
mientras afirma su convicción en la universalidad de la aspiración a
la libertad y a la democracia, Sharansky hace suyos numerosos
argumentos esgrimidos por quienes defienden la tesis de la
incompatibilidad radical entre islam y democracia, como el rechazo de
los musulmanes a separar el Estado de la religión, su culto de la
violencia y de la guerra, el estatuto inferior de la mujer en el islam,
etcétera.
Este "combatiente
de la libertad" renunció a sus funciones ministeriales para
protestar contra el plan de retiro de la Franja de Gaza elaborado por
el gobierno israelí.
Aparte de esta fuente
de inspiración, Reuel Marc Gerecht, teórico neoconservador,
especialista en Irak y chiismo e investigador del American Enterprise
Institute, señala que la administración Bush concibió su proyecto
de "Gran Medio Oriente" (4) basándose en parte en los
trabajos de "historiadores influyentes como Bemard Lewis,de la
Universidad de Princeton, y Fouad Ajami, de la Universidad Johns
Hopkins" (5).
Proisraelí radical,
Bemard Lewis se dio a conocer como uno de los primeros especialistas
estadounidenses en decretar, tras la guerra de Kuwait de 1991, la
muerte del mundo árabe en tanto entidad política: junto a una
coalición occidental, varios Estados árabes habían combatido a otro
Estado árabe (Irak), y la Organización para la Liberación de
Palestina (OLP) había quedado marginada por su posición contra la
guerra (6).
Desde entonces, la
expresión "Medio Oriente" se propone como alternativa a "mundo árabe".
Haciéndose eco,
catorce años después, de las recomendaciones de Bemard Lewis, Robert
Satloff, director ejecutivo del influyente Washington Institute for
Near East Policy, aconseja, en un artículo presentado como carta a
Karen P. Hughes, subsecretaria de Estado en diplomacia pública,
"desterrar los términos 'mundo árabe' y 'mundo musulmán' del léxico
diplomático estadounidense. Defienda lo más posible un abordaje
específico para cada país, en palabras y en actos. Los islamistas
radicales quieren abolir las fronteras y crear un mundo supranacional
donde las líneas de demarcación separarán el campo del islam del
campo de la guerra. No les ceda el terreno antes de haberles dado
batalla" (7).
En cuanto a Fouad Ajami,
verdadero garante árabe de los partidarios del Likud y de los
neoconservadores de Washington, es el principal portavoz del análisis
comunitarista de la realidad sociopolítica árabe. En su último artículo
dedicado a las recientes transformaciones en el Líbano, estima que
"el País del Cedro siempre fue, esencialmente, un foco de
cristiandad". Y agrega que "muchos libaneses están
convencidos de que la falta de empatía (de los árabes respecto del Líbano)
deriva del hecho de que ese país es principalmente cristiano e
incluye, además, a otras comunidades heterodoxas que viven allí. Hay
gran parte de verdad en ese ataque" (8).
De Irán a Siria
La estrategia de
Estados Unidos no es precisamente una traducción mecánica de esos
puntos de vista. Muchos otros factores interfieren en su elaboración.
Pero según admiten el mismo Bush y sus colaboradores, sus
concepciones les ofrecen una visión global y líneas directrices.
Robert Satloff llama a
esta estrategia la "inestabilidad constructiva" y constata
que "históricamente", la búsqueda de la estabilidad ha
sido un rasgo característico de la política de Estados Unidos
respecto de Medio Oriente. "En otras regiones del mundo los
estrategas estadounidenses debatían la pertinencia de la estabilidad,
pero George W Bush fue el primer presidente en considerar que la
estabilidad en tanto tal era un obstáculo para el avance de los
intereses estadounidenses en Medio Oriente. (...) En su accionar,
Estados Unidos utilizó un abanico de medidas coercitivas o no
coercitivas, que van desde el uso de la fuerza militar para cambiar
los regímenes en Afganistán e Irak, pasando por una política de
incitación y amenaza (en un principio para aislar a Yasser Arafat y
estimular una dirección palestina nueva y pacífica), hasta los estímulos'
corteses' a Egipto y Arabia Saudita para que tomaran la senda de las
reformas." (9)
En otras palabras, el
modo fuerte se reserva a los adversarios de Estados Unidos, y el modo
suave a sus aliados. En el contexto regional actual, la contención de
la influencia iraní es una prioridad de Estados Unidos para volver a
Teherán más vulnerable a las presiones internacionales, con el
objetivo de llevarla a abandonar su programa nuclear o, al menos, a
limitar su capacidad de respuesta en caso de ataque contra sus
instalaciones.
Esta contención supone
forzar a Siria, último Estado aliado de Irán en Medio Oriente, a
romper esta alianza y a desarmar Hezbollah. Frente al rechazo sirio,
principalmente motivado por la ausencia de una contraparte consecuente
–como una reanudación de las negociaciones sirio–israelíes sobre
el Golan–, Washington, secundado por París, obtendrá del Consejo
de Seguridad de las Naciones Unidas la adopción, en septiembre de
2005, de la resolución 1559, que exige el retiro de las tropas sirias
del Líbano, el desarme de las milicias libanesas y no libanesas (Hezbollah
y organizaciones palestinas) y el despliegue del ejército libanés en
el sur del país (10).
La adopción de esa
resolución fue percibida por muchas fuerzas políticas y comunitarias
del Líbano como el anuncio, por parte de la "comunidad
internacional", del fin del mandato sirio sobre el Líbano,
aceptado quince años antes.
Para la oposición
libanesa fue un estímulo a movilizarse contra la presencia de las
tropas de Damasco en este país. El asesinato del ex primer ministro
Rafic Hariri, el 14/02/05, objeto desde entonces de una investigación
internacional, marcó el comienzo de manifestaciones masivas en contra
del poder libanés y a favor del retiro de las tropas sirias, sobre un
fondo comunitario, acompañado por una intensificación de las
presiones internacionales sobre ambos países.
Esta movilización,
verdadera "revolución naranja" semejante a las
"revoluciones democráticas" que tuvieron lugar en Serbia,
Georgia y Ucrania, logró alcanzar su objetivo principal, el retiro
sirio del Líbano, gracias a los apoyos estadounidense y francés.
Estas revoluciones
ilustran un nuevo modo de injerencia internacional, que Gilles
Dorronsoro califica de "estrategia de desestabilización democrática"
(11). Ésta consiste "en apoyarse en sectores de la sociedad
civil que reclaman el cambio, promover su actividad movilizando en su
favor a los medios locales e internacionales, inventar un héroe
unificador de la protesta y fortalecer la presión internacional sobre
los poderes cuestionados. En el Líbano, la aplicación de esta
estrategia agravó sin embargo el comunitarismo, alzando en mutuo
enfrentamiento a los componentes del país".
Debilitar los
Estados
En otros países de la
región blancos de la "inestabilidad constructiva", la
instrumentación del comunitarismo está a la orden del día. En
Siria, Estados Unidos habría decidido estimular un cambio de régimen,
ya que –como subraya Satloff– "los sirios no tienen interés
en la supervivencia del régimen de Assad, un régimen minoritario
cuyos frágiles fundamentos son el miedo y la intimidación. Los
resquebrajamientos del edificio del régimen pueden convertirse rápidamente
en fisuras y a continuación en temblores de tierra..." (12).
El analista afirma a
continuación que Estados Unidos debería concentrarse en tres
prioridades: a) recoger toda la información posible sobre las dinámicas
políticas, sociales, económicas y "étnicas" (el adjetivo
es de Satloff) internas de Siria; b) conducir una campaña en torno a
temas como la democracia, los derechos individuales y el Estado de
derecho, y , c) no ofrecer al sistema sirio ninguna salida de
emergencia, a menos que el presidente Bachar El–Assad esté
dispuesto a visitar Israel en el marco de una iniciativa de paz o a
expulsar del territorio sirio a todas las organizaciones anti–israelíes
y renunciar públicamente a la violencia, "lucha armada o
resistencia nacional en la jerga local".
En Irak, la
reconstrucción del sistema político –sobre la base de la
representación comunitaria y étnica bajo supervisión
estadounidense– avivó las tensiones entre los distintos componentes
de la sociedad.
La realización de
elecciones legislativas, pese al masivo boicot de los "árabes
sunnitas", no traducía simplemente el empeño estadounidense en
dotar al país de un gobierno relativamente representativo: correspondía
también a una estrategia comunitaria explicitada por Reuel Marc
Gerecht en un artículo publicado antes de esas elecciones: "Alaui
(primer ministro iraquí en ese momento) y los estadounidenses deben
mostrar claramente que los chiitas están llegando y que la elite árabe
sunnita tiene a lo sumo un año para unirse al nuevo Irak. Al mismo
tiempo, deberían afirmar abierta y regularmente que el nuevo ejército
iraquí estará mayoritariamente compuesto de chiitas y kurdos, porque
los sunnitas árabes no les dejaron alternativa... Los sunnitas árabes
deben saber, deben sentirlo en su carne, que están a punto de
perderlo todo en Irak." (13)
Una mayoría de
sunnitas árabes acabó por comprenderlo, cosa que explica la
radicalización de la resistencia antiestadounidense por un lado y,
por el otro, la multiplicación de los enfrentamiento s entre sunnitas
y chiitas, presagio de una sangrienta guerra civil.
Al querer jugar la
carta del comunitarismo para debilitar los Estados y las fuerzas
opuestas a su hegemonía; al imponerse como instigador y árbitro de
verdaderas guerras civiles de baja intensidad, Estados Unidos acaba
por liberar dinámicas centrífugas que difícilmente podrá
controlar.
Notas:
(*) Periodista. autor,
junto a Frédéric Domont, de “Hezbollah, un parti islamo–nationaliste”,
Fayard, Paris, 2004.
1.–
The Independent, Londres, 6–2–05.
2.–
Nathan Sharansky, “The Case for Democracy. The Power of Freedom to
Overcome Tyranny & Terror”, Public Affairs, Nueva York, 2004.
3.– Edward Said,
Orientalismo, Editorial Random House Mondadori, Barcelona, 2003.
4.– Gilbert Achcar,
"El proyecto de un 'Gran Medio Oriente"', Le Monde
diplomatique, edición Cono Sur, abril de 2004.
5.–
Reuel Marc Gerecht, "The struggle for the Middle East", The
Weekly Standard, Washington, 3–1–05.
6.–
Bernard Lewis, "Rethinking the Middle East ", Foreign
Affairs, Nueva York, otoño de 1992.
7.–
Robert Satloff, Memorándum a Karen P. Hughes, Washington Institute
for Near East Policy, 28–3–05.
8.–
Fouad Ajami, "The autumn of the autocrats ", Foreign Affairs,
Nueva York, 5–6–05.
9.–
Robert Satloff, Assessing the Bush administration's policy of
constructive instability, Washington Institute for Near East Policy,
15–3–05.
10.– Alain Gresh,
"El viejo Líbano se resiste al cambio", Le Monde
diplomatique, edición Cono Sur, junio de 2005.
11.–
Libération, París, 10–3–2005.
12.–
Robert Satloff, op. cit.
13.–
Reuel Marc Gerecht, op. cit.
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