EEUU
espera que los Saud se comprometan con las reformas
Las
complejas relaciones con el aliado estadounidense
Por
Andy Robinson, corresponsal en EEUU
La
Vanguardia, Barcelona, 02/08/05
La
continuidad será la tónica de las relaciones entre Arabia Saudí y
EEUU, según diversos analistas, en espera de que la familia saudí se
comprometa con las reformas democráticas. Según el analista Craig
Unger, "nadie dice lo obvio, que parte de la herencia de Fahd es
la infraestructura para el terrorismo de Bin Laden".
Representantes
de la Administración estadounidense insistieron ayer en que todo
sigue igual en las relaciones con su histórico aliado y suministrador
estratégico de petróleo Arabia Saudí tras la muerte del rey Fahd.
El presidente Bush, cuya familia ha mantenido estrechas relaciones
personales con la familia saudí, llamó al hermano del rey fallecido,
el príncipe Abdallah Bin Abdulaziz Al Saud –que sería nombrado
horas después nuevo rey– para dar su pésame. Pero el presidente no
asistirá al funeral de Fahd, mañana en Riad, según informó un
portavoz de la Casa Banca.
Mientras,
fuentes del departamento de Estado minimizaron el impacto geopolítico
de la muerte. Abdallah es jefe de Estado de facto desde que Fahd
enfermó gravemente hace diez años, y "dada a larga enfermedad
del rey, hace tiempo que gestiona la política Saudí, y estamos
acostumbrados a trabajar con él".
Fahd
mantuvo e intensificó la histórica "relación especial"
entre Estados Unidos y Arabia Saudí, basada en un intercambio de
seguridad por petróleo. Analistas saudíes y estadounidenses
aseguraron que esta relación no se modificará y que se mantendrá el
programa de reformas adoptadas tímidamente por el régimen en los últimos
años bajo presión estadounidense: "Por supuesto, Abdullah
seguirá las reformas; si no, no las habría iniciado", manifestó
a la CNN el analista saudí Nawaf Obaid. "Con la muerte del rey
Fahd, el príncipe Abdallah estará más empeñado en las reformas,
como la liberación de las mujeres y el progreso hacia instituciones
democráticas", coincidió David Mack, ex embajador en los
Emiratos Árabes, en declaraciones a La Voz de América. Sin embargo,
como todo lo concerniente a las relaciones con Arabia Saudí, detrás
de una monolítica fachada oficial se encuentran dudas y desconfianza.
Analistas
independientes consultados dijeron que Abdallah –que tiene 81 años–
intensificará el cambio que ya había iniciado antes del 11–S en la
relación con Washington. "Abdullah jamás ha estado tan cerca de
Estados Unidos como Fahd; ha sido mucho más problemático para
Washington", dijo Craig Unger, autor de Los Bush y los Saud, en
entrevista con La Vanguardia. Aunque el 11–S –perpetrado por 18
terroristas, 15 de los cuales eran de nacionalidad saudí– ha
forzado una colaboración más fuertes en política antiterrorista,
"Abdallah quiere tener vínculos más estrechos con China y hasta
se puede especular que se plantea encontrar otro aliado militar",
dijo Unger. Respecto a los numerosos homenajes al rey Fahd en
Washington, en Europa y los países árabes, Unger comentó que
"nadie dice lo obvio, que parte de la herencia del rey Fahd es la
infraestructura para el terrorismo de Ossama Bin Laden".
Para
otros analistas, la edad avanzada de Abdallah y su propio delfín,
Sultan Bin Abdulaziz, es motivo de inquietud. "Tienen unos 80 años,
así que no se puede esperar que estén al mando más de cinco años,
lo que deja claro que hay un problema de sucesión y una oportunidad
para que Al Qaeda cree problemas", dijo Bill O´Grady, analista
de la casa de corretaje A. G. Edwards & Sons. Simon Henderson,
especialista en Arabia Saudí del Washington Institute, afirmó que
"por mucho que se haya crispado la relación entre EEUU y Arabia
Saudí, desde el 11–S sigue siendo un componente vital de la política
exterior de Riad".
Desde
los atentados del 2001 en EEUU y los de Riad de marzo de 2003,
Abdallah ha lanzado una dura campaña contra las redes de apoyo a Bin
laden yAl Qaeda en Arabia Saudí. Pero el régimen, al estar basado en
la misma clase de islamismo integrista que defiende Bin Laden, siempre
ha mostrado una esquizofrenia en su relación con los terroristas
islamistas, afirma Craig Unger.
La
Administración Bush se ha visto forzada a distanciarse en cierta
medida de la dinastía saudí. Las revelaciones de Unger sobre los
lazos entre los Bush y los Saud –popularizadas por Michael Moore en
su película Fahrenheit 9/ 11– siguen generando desconfianza.
Importantes neoconservadores han instado a Bush a presionar más a
favor de la democratización y la supresión del fanatismo wahabi. Por
tanto, todo indica que la relación especial seguirá sufriendo
profundos cambios, desde aquellos años ochenta en que el enviado de
Fahd, el príncipe Bandar, iba a cenar a la residencia veraniega de la
familia Bush en Maine y cazaba ciervos con Bush padre.
Los
petrodólares financian mezquitas y grupos radicales
Exportadores
de integrismo
Por
Isabel Ramos Rioja
La
Vanguardia, 02/08/05
¿Cuántos
países no habrán maldecido que en Arabia Saudí converjan tres
elementos: albergar los dos primeros lugares santos del islam –La
Meca y Medina–, tener las mayores reservas de petróleo del mundo y
estar regido por el wahabismo? Cada cosa por su lado podría ser
irrelevante pero las tres juntas han resultado explosivas, a veces en
el sentido más literal del término. Con el prestigio que le daba ser
la cuna del último profeta del islam, Mahoma, nacido en La Meca, con
el dinero que manaba a espuertas de los yacimientos petrolíferos y
con una interpretación del islam que los expertos califican de
"rigorista" han financiado la propagación por el mundo de
unas ideas que han dado lugar a movimientos islamistas, muchos de
ellos violentos.
Terrenos
abonados han sido los países árabes, con el Frente Islámico de
Salvación (FIS) argelino como mayor exponente en los años ochenta y
noventa y el régimen integrista de Sudán, hasta el Afganistán de
los talibanes y Pakistán. Su penetración también resulta
in–dudable en el África subsahariana, en las repúblicas asiáticas
de una URSS que se desmoronaba e incluso en Europa.
La
reforma de la comunidad islámica de finales del siglo XVIII de
Mohamed Abdelwahhab se inspiraba en la de Ibn Tamiyya (siglo XIII),
"uno de los pensadores más retrógrados del mundo musulmán",
según explica la arabista Dolors Bramon en Obertura al islam.En un
primer momento – añade Bramon– sus propuestas sociales, que no
las religiosas, como la fundación de cooperativas agrícolas, podían
considerarse avanzadas para los beduinos de la península arábiga
pero pronto quedaron desvirtuadas por la política oligárquica de la
familia saudí.
En
su afán por volver a un islam puro,el wahabismo se ha llevado por
delante igual los derechos más elementales de las mujeres que todo
rastro arqueológico de los primeros tiempos del islam que pueda hacer
de ellos lugares de peregrinación herética. El arquitecto saudí
Sami Angawi denunciaba ante The Wall Street Journal la destrucción,
entre otros muchos vestigios, de la antigua mezquita de Abu Bakr (el
primer califa tras la muerte de Mahoma) y las tumbas de los familiares
de éste.
En
Estados Unidos, Australia y Europa en general, Arabia Saudí se ha
hecho visible mediante las mezquitas que ha financiado. La mayor de
Europa, la de Roma; la mayor de España, la conocida como la de la
M–30 en Madrid, y otras tantas han sido construidas con sus petrodólares.
En
Catalunya, como en los toros, hay división de opiniones: mientras
alguna comunidad ha pedido financiación parcial, otras muchas han
dicho que prefieren que Barcelona no tenga gran mezquita antes que
tenerla pagada por los saudíes.
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