El protagonismo de
Afganistán
Por Txente Rekondo (*)
Rebelión, 18/08/05
La muerte de varios
soldados españoles en Afganistán ha permitido a ese país asiático
recuperar el protagonismo de los medios de comunicación. Los
acontecimientos en otras partes del mundo habían convertido a la
situación afgana en una especie de “víctima colateral”, haciendo
pasar desapercibida la grave situación que allí se está viviendo, y
probablemente rompiendo con la imagen de “control casi absoluto de
la situación” que se nos vende desde Estados Unidos y sus aliados.
Desde la invasión
norteamericana a finales del año 2001 se ha intentado presentar el país
afgano como un amino hacia la normalización, y una ruptura con el
anterior régimen del Taliban. Sin embargo, las cosas lejos de mejorar
están empeorando cada día para los intereses hegemonistas y de
control mundial de Washington.
De momento, la formación
del nuevo ejército afgano está llena de obstáculos. Sus fuerzas
tiene una moral muy baja como consecuencia de los continuos ataques de
la resistencia afgana y día a día el número de víctimas entre sus
filas aumenta. Algunos militares han expresado en privado su
disconformidad con la táctica norteamericana, que les hace sentirse
como “carne de cañón”. Además, la llamada Policía Nacional
afgana, otro de los pilares de la nueva propuesta de seguridad de EEUU,
tiene una más que fundada fama de cuerpo corrupto e indisciplinado.
Por otra parte, las
denuncias de torturas y malos tratos por parte de los soldados de Bush
en las cárceles afganas, unido a las imágenes despectivas hacia el
Corán en Guantánamo, han incrementado las protestas populares, uniéndose
a éstas y bajo el grito de “muerte a EEUU” numerosas personas que
no entrarían en los círculos de la resistencia.
Tampoco la industria en
torno al opio ha disminuido, al contrario según fuentes locales, se
encuentran en todo su esplendor, con unas fuerzas de narcotraficantes
que están extendiendo su poder y sus redes por todo el país, e
incluso por los países vecinos.
Lo cierto es que
Estados Unidos no ha pretendido nunca establecer un régimen democrático
o progresista en Afganistán, ni acabar con los males endémicos de
esa sociedad. Sus pretensiones tiene que ver con la importancia
geoestratégica que tiene ese país para poder asentar sus intereses
en esa región. Y dentro de esta línea de actuación juega un papel
muy importante la construcción de bases militares. Una de éstas, la
de Harat tiene el protagonismo central. Considerada como la mayor de
todas y eje de la estrategia de la OTAN, su ubicación junto a la
frontera de Irán hace subir enteros a su papel dentro de esa “hoja
de ruta” norteamericana. Por eso, no deja de ser curioso cómo se
nos quiere presentar la presencia de tropas extranjeras en Afganistán
bajo la excusa de la colaboración de cara al buen desarrollo de las
elecciones parlamentarias del próximo 18 de septiembre. Cualquier
observador neutral puede descubrir sin ningún problema, cuál es la
verdadera intención de EEUU y sus aliados al mantener las tropas en
la región.
La resistencia
Los esfuerzos
norteamericanos por acabar con la resistencia se centran en le
movimiento Talibán y en el grupo de Gulbuddin Hekmatyar, Hezb–e
Islami. En el pasado se ha hablado de alguna alianza de esas
organizaciones para combatir la presencia extranjera, no obstante en
la actualidad, a pesar de acciones esporádicas conjuntas, ambos
grupos parecen mantener sus propias agendas.
De los dos el
movimiento talibán sería el más fuerte en estos momentos. Tras la
invasión de EEUU, no fue hasta el año 2002 cuando se produjeron los
primeros ataques del Talibán contra las tropas extranjeras y el
gobierno local, pero su imagen era la de una fuerza desorganizada y
sin una estructura central. Ya a comienzos del 2003, el movimiento
hizo público un comunicado en forma de fatua, firmado por millar y
medio de líderes religiosos. En el documento destacan dos artículos,
el primero recordaba “la obligación de los musulmanes para
practicar la jihad” y el segundo señalaba que “cualquier
colaboración con los infieles se pagaría con la muerte”.
En junio de ese mismo año
se hizo pública la formación de un consejo dirigente de diez
miembros, bajo la dirección del Mullah Omar. En la actualidad, y al
parecer tras la experiencia iraquí, la resistencia afgana se ha
dotado también de algunas células operativas al margen de las
estructuras tradicionales de la resistencia, con un carácter muy
clandestino y que confiere mucha más seguridad a sus miembros.
Estados Unidos ha
intentado contrarrestar este auge de la resistencia a través de la
operación “Lealtad”. Así, ha logrado algunas deserciones de líderes
apoyados por los servicios secretos de Pakistán (ISI) y el
arrepentimiento de otros que estaban en prisión. No obstante
cuantitativa y cualitativamente no representan gran cosa a tenor de
los acontecimientos.
Los movimientos de la
resistencia están ejecutando una estrategia que constaría de dos
fases, la primera es el acoso al gobierno local y a sus aliados
extranjeros, y la segunda giraría en torno a la movilización de las
masas bajo la bandera del Islam.
Complejidad
Algunos señalan que la
escalada de estas organizaciones como un movimiento a corto plazo,
destinado a condicionar las elecciones de septiembre. Sin embargo,
otras fuentes apuntan una serie de acciones que darían más peso a
los argumentos de quienes apuestan por que la ofensiva es una táctica
a medio o largo plazo, que buscaría acabar con el actual gobierno y
con la expulsión de las tropas extranjeras del país.
En esta línea se
situaría el ataque y toma temporal del distrito de Mian Nishin en
Kandahar y la captura de varias decenas de agentes gubernamentales, el
control talibán de áreas de la provincia de Helmand, los
enfrentamientos directos con tropas estadounidenses en las provincias
de Urozgan y Kunar.
El escenario afgano
cada vez se parece más a la historia del país cuando la guerra
contra los soviéticos en la década de los ochenta, pero aderezado
con otra similitud, la actual situación iraquí (de hecho, los
secuestros y atentados junto a mezquitas también se están
produciendo en Afganistán en estos momentos). Los combates y ataques
se suceden todos los días y por todo el país. El gobierno local, con
el apoyo extranjero a penas puede salir de sus refugios en la capital.
En los tres últimos meses han muerto más de quinientas personas. La
situación es más complicada que nunca, con el gobierno central
combatiendo junto a EEUU y sus aliados contra el movimiento talibán y
otras organizaciones de la resistencia, contra el descontento de la
etnia mayoritaria, los Pashtunes, haciendo frente a la oposición de líderes
religiosos, gobernadores regionales, señores de la guerra o redes de
narcotraficantes. Por todo ello, cuando se nos pretende presentar la
situación en Afganistán como relajada y bajo control occidental,
debemos poner todos nuestros sentido en guardia, y evitar caer en esa
lecturas simplistas e interesadas que nos ocultan la verdadera
realidad afgana.
(*) Txente Rekondo
pertenece al Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN)
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