La
hostilidad EE.UU.-Irán
Una
contradicción política, los amigos estadounidenses de Israel y la
provocación de un conflicto
Por Caise
D. Hassan
Shamireaders
/ Rebelión, 07/09/05
Traducido
por Germán Leyens
La
hostilidad de la administración Bush hacia Irán contradice los
intereses estadounidenses en la región – incluso si Bush las define
como “promoción de la democracia” y “lucha contra el
terrorismo”. Al comprender el historial de diplomacia y política de
Irán, se hace evidente que corresponde a los intereses de Estados
Unidos que se normalicen las relaciones con la República Islámica.
Incluso antes de Bush, los partidarios estadounidenses de Israel
anularon los esfuerzos iraníes hacia un acercamiento con EE.UU. Los
estadounidenses pro-israelíes despertaron la hostilidad de EE.UU.
hacia Irán para fortalecer el poder de Israel en Medio Oriente.
La
diplomacia y la política iraníes durante los últimos 15 años
sugieren que Irán no representa una amenaza ni para Estados Unidos ni
para los estados en Medio Oriente y Asia Central. Se puede deducirlo
después de investigar la actual conducta de la política extranjera
de Irán; esto exige que se cuestione el mantra, tan generalizado en
el debate estadounidense, de que Irán es un estado delincuente cuyo
principal interés es el apoyo del “terrorismo internacional”. (i)
Una comparación de la conducta de Irán con la de tres aliados
estelares de EE.UU. en la región –Israel, India y Pakistán, todos
potencias nucleares – pone a prueba la sinceridad y validez del
argumento de Bush de que Irán representa una amenaza inminente para
la civilización.
Desde
el fin de su guerra con Irak en 1989, Irán ha mejorado las relaciones
con sus principales adversarios en el mundo árabe. El gobierno del
presidente Muhammad Khatami reanudó las relaciones diplomáticas con
Arabia Saudí después de casi dos décadas de rompimiento después de
la revolución iraní. Desde 1999, Irán y Egipto han abierto
comunicaciones tendientes a reanudar las relaciones diplomáticas.
(ii) Irán ha trabajado con estos países para terminar la lucha
divisiva que ha perjudicado las relaciones árabe-iraníes desde el régimen
del shah Reza Pahlavi.
Irán
también ha evitado las guerras de EE.UU. en Irak y Afganistán, a
pesar de que las bases de EE.UU. que rodean las fronteras de Irán
podrían amenazar a Teherán. Es probable que las consecuencias de las
invasiones hayan complacido a Irán. Las guerras eliminaron a Sadam
Husein y a los talibán, dos adversarios de Irán que mataron a
civiles chiíes y afganos durante las guerras de los años ochenta y
noventa. Desde la perspectiva de una guerra estadounidense para
“erradicar el terrorismo”, Irán ha sido un espectador
benevolente. Ambas naciones tenían enemigos comunes ante de las
guerras de Afganistán e Irak. Y, desde el punto de vista de la política
histórica de EE.UU. de mantener a los monarcas de la península árabe
en el poder, Irán ha ayudado a los objetivos de esa política; ha
mejorado sus relaciones con los aliados árabes de EE.UU.
Mientras
Irán ha mantenido una política extranjera moderada, los aliados
clave de EE.UU. en la “guerra contra el terror” cuentan con un
serio historial de conquistas, ocupaciones, apoyo para Bin Laden, y
desarrollo de armas nucleares.
Israel
recibe la mayor ayuda externa dada por EE.UU. a pesar de que ha
causado mucha destrucción y sufrimientos a los pueblos de Medio
Oriente. Su ocupación de territorios palestino y sirio entra a su
cuarta década. Es un período en el que Israel invadió a cada uno de
sus vecinos: Egipto, Jordania, Siria, y Líbano; bombardeó el reactor
nuclear de Irak en Osirak; y violó el espacio aéreo saudí con un
provocador vuelo sobre Tabuk. Israel ha causado desde entonces que más
de un millón de personas pierdan un techo bajo el cual vivir y ha
utilizado armas de guerra modernas, a veces prohibidas, para masacrar
a decenas de miles de civiles en los territorios bajo su control.
A
pesar de los discursos altruistas sobre los peligros de la proliferación
nuclear, el presidente Bush ha guardado silencio sobre la capacidad
nuclear de Israel. Israel se ha convertido en una de las cinco
principales potencias nucleares del mundo; su arsenal de más de 200
ojivas nucleares es suficientemente poderoso para arrasar toda capital
árabe de Trípoli a Doha, desde la tierra, el mar, o el aire. La
posesión de un arsenal tan amplio de armas debería ser una
preocupación más seria para la seguridad del mundo que el programa
de enriquecimiento de uranio de Irán, que no puede fabricar una
bomba. Pero, para Washington, tiene más sentido dirigir los aviones
estadounidenses hacia Teherán que censurar a un aliado con
antecedentes de inicio de guerras y con el poder de fuego para
incinerar a sus vecinos.
De
la misma manera, India y Pakistán reciben el apoyo estadounidense
aunque poseen armas nucleares. India, en realidad, se ha asociado con
Israel para colocar misiles crucero en submarinos. (iii) A pesar de
los peligros de esas armas en funcionamiento para Asia y el Oriente Próximo,
Bush no ha presionado a la ONU y a sus agencias de inspección para
que inicien el desarme en Asia del Sur.
Los
gobiernos de India y Pakistán también han manejado sus asuntos
exteriores así que, si EE.UU. los midiera con los mismos raseros que
la retórica de Bush sobre una presunta perfidia de Siria e Irán, los
misiles Hellfire lloverían sobre Delhi y Karachi. Tropas indias que
ocupan Cachemira han tratado a los civiles con mucha más brutalidad
que los sirios a los libaneses bajo su régimen. La mano de Pakistán
en la conducción de las relaciones militares no es mejor. Si Bush
quiere dar una batida mundial contra los que financian el
“terror”, debería orientar su atención hacia Peshawar. En esta
ciudad en la frontera entre Afganistán y Pakistán, los Servicios
Paquistaníes de Inteligencia [ISI, por sus siglas en inglés] fueron
un distribuir clave de la ayuda de EE.UU. y Arabia Saudí a la Oficina
de Servicios de Bin Laden; los ISI también presentaron a Osama Bin
Laden a los talibán en 1996. (iv) Desde luego, los aliados en la
“guerra contra el terror” de EE.UU. evitan hasta la más ligera
reprimenda por el financiamiento de Bin Laden, cuyo asesinato en masa
es la supuesta razón para la guerra. El dictador militar de Pakistán,
Pervez Musharraf, se ha convertido en uno de los “aliados clave en
la guerra contra el terror” de Bush – una mención de honor que
sería comparable a que se nombrara a Ariel Sharon, fiscal adjunto en
un tribunal sobre el genocidio.
Estas
flagrantes inconsecuencias entre el trato dado por EE.UU. a sus
aliados y su hostilidad hacia Irán son desconcertantes, si se
consideran los intentos de Irán de mejorar sus relaciones con Estados
Unidos.
Segmentos
moderados de la dirección de Irán han tratado de mejorar las
relaciones formales con Washington desde mediados de los años
noventa. Es un logro que podría ser mutuamente provechoso. La economía
iraní podría beneficiarse del levantamiento de las sanciones
estadounidenses. Asimismo, Washington podría tener acceso a vitales
recursos iraníes que necesita, como ser el gas natural. El presidente
reformista Mohammed Khatami inició contactos diplomáticos con la
administración Clinton durante su segundo período. Khatami trató de
levantar las sanciones económicas que afectaban a la economía de Irán;
también esperaba recuperar activos iraníes que fueron congelados en
los bancos estadounidenses después del derrocamiento en 1979 del Shah.
Si Washington hubiera aceptado los gestos de Khatami, los
estadounidenses habrían recibido a cambio un copioso suministro de
gas natural. Igualmente, Irán podría haber sido un gran mercado para
productos estadounidenses; es una perspectiva lucrativa para EE.UU.
por el crecimiento de la clase media de Irán y de las áreas urbanas.
El deshielo de las relaciones trae mutuos beneficios económicos y
diplomáticos para ambos países.
Incluso
algunos partidarios de la “línea dura” dentro del establishment
iraní están a favor de una mejora de las relaciones EE.UU.-Irán. El
ex presidente iraní Akbar Hashemi Rafsanjani prometió este paso en
su campaña electoral. Finalizó segundo en las recientes elecciones
presidenciales. Aparte del recuerdo del pueblo iraní de la endémica
corrupción y los pobres antecedentes de derechos humanos de su régimen,
su posición flexible hacia EE.UU. puede haber contribuido a la
derrota de Rafsanjani, particularmente cuando los iraníes prevén
ataques aéreos estadounidenses contra su país. El abogado de
derechos humanos iraní Shirin Ebadi informa que “muchos iraníes”
temen que la elección de los “partidarios de la línea dura”
llevaría a “importantes concesiones a Occidente a cambio de tener
mano libre en la dirección de Irán”. (v) Ebadi es un abogado de
los derechos humanos que obtuvo el Premio Nobel y destacado opositor a
los gobernantes clericales de Irán. Que un elocuente disidente frente
al gobierno iraní diga que el establishment iraní está dispuesto a
negociar con EE.UU. sugiere que existe un espacio para negociaciones
estadounidenses-iraníes respecto al tema nuclear iraní.
Pero
en estas circunstancias, vemos los esfuerzos de los partidarios de
Israel – lobbyistas e intelectuales neoconservadores convertidos en
estadistas – por crear un estado de guerra entre EE.UU. e Irán. La
inconsecuencia del trato de Washington hacia un Estado relativamente
neutral como si fuera un criminal, mientras ignora al mismo tiempo los
crímenes de sus próximos aliados se hace evidente al considerar el
papel israelí en el sabotaje de las relaciones entre EE.UU. e Irán.
Calificados frecuentemente de “agentes de Israel en EE.UU.” o
“la cabala”, esos personajes pro-israelíes enfocan la política
iraní de EE.UU. con dos preocupaciones generales: En primer lugar,
quieren discapacitar a todo gran Estado o entidad política en Medio
Oriente que pueda ser una barrera contra los asentamientos y la
expansión de Israel en los países árabes; segundo, quieren instalar
en el poder en el gobierno iraní a una autoridad que sea dócil ante
las necesidades de Israel – aliada con Israel como el difunto shah
Reza Pahlavi.
Los
amigos estadounidenses de Israel sabotearon el intento de acercamiento
de Irán durante las administraciones de Clinton y Bush. Clinton firmó
una orden ejecutiva imponiendo sanciones económicas contra Irán y
castigando a compañías estadounidenses que realicen negocios de
grandes proporciones con ese país. Las sanciones y el rechazo de
Clinton a la diplomacia de Khatami ocurrieron después de que el lobby
de Israel, el Comité EE.UU.-Israel de Asuntos Públicos [AIPAC por
sus siglas en ingles], presionó a la Casa Blanca. Después del
11–S, el discurso del “Eje del Mal” del presidente Bush asestó
otro golpe a la reconciliación entre EE.UU. e Irán; identificó a Irán
como enemigo, aunque Irán era en realidad un adversario de Al-Qaeda.
Una carta que recibió después de los ataques del 11-S de destacados
likudniks, partidarios neoconservadores de Israel, provocó el
discurso de Bush. Urgieron a Bush a atacar a Irán y Siria a menos que
terminaran con su apoyo a Hizbolá –– un partido político sin
conexión con Al-Qaeda, pero que derrotó la ilegal ocupación del sur
de Líbano por Israel. (vi)
La
alianza entre Irán y Hizbolá no representa una amenaza aparente a
los intereses a largo plazo de EE.UU. en Medio Oriente. En realidad,
la relativa estabilidad que Líbano ha logrado desde que Hizbolá
expulsó al ejército israelí es mejor para los inversionistas
occidentales, que podrían beneficiarse con la educada población de Líbano
y su fácil acceso al mar Mediterráneo.
La
preocupación por la alianza iraní con Hizbolá podría residir en el
deseo de destruir la resistencia más efectiva a su expansión en
Medio Oriente.
Parte
de la razón para la hostilidad hacia Irán es la estrategia de Tel
Aviv de debilitar a su principal adversario en el norte. El control
sobre el sur de Líbano ha sido hace tiempo una prerrogativa del
establishment israelí, tanto Mapai–laborista como del Likud.
Durante la guerra árabe-israelí de 1948, David Ben-Gurion discutió
con su gabinete planes para instalar un gobierno cristiano pro-israelí
en Líbano. (vii) Hizbolá, desde luego, fue responsable de la derrota
de los planes de Ariel Sharon de establecer este gobierno cliente
falangista en Líbano durante la guerra de los años ochenta. El
retiro final de Líbano en 1999 durante una administración laborista
israelí no resolvió el problema en la frontera norte para Israel.
Miembros del partido Likud de Sharon han exigido que Hizbolá sea
destruido y los likudniks en Washington han reaccionado políticamente
con la aprobación de la Ley de Responsabilidad Siria – legislación
que establece sanciones estadounidenses contra Hizbolá y Siria por su
supuesta participación y auspicio en “actos de terror”. El santo
grial para Israel y sus apoyos estadounidenses es destruir el sostén
del apoyo financiero y militar iraní para Hizbolá. Un Hizbolá
desarmado y debilitado creará un vacío del poder en el sur de Líbano
que permitirá la reanudación de la influencia israelí en la política
del área.
Los
likudniks en la Casa Blanca creen que la eliminación de Hizbolá y de
sus protectores del tablero de ajedrez de Medio Oriente llevará a una
resolución final del conflicto israelí-palestino – favorable al
movimiento de colonización de Israel, desde luego. Varios de los
principales colaboradores de Bush que además trabajan para Israel –
incluyendo a Richard Perle, firmante de la carta a Bush, y Douglas
Feith — concibieron la estrategia para el partido Likud de Israel en
un documento de 1997 llamado “Una ruptura limpia”. Escribieron que
el primer ministro Benjamin Netanyahu debería abandonar las
negociaciones de paz israelíes-árabes y obligar a los palestinos a
aceptar la colonización israelí de Jerusalén y de Cisjordania. Los
palestinos serían obligados a entregar su tierra después que Israel,
con apoyo militar de EE.UU., despedace grandes, populosos, estados
musulmanes que se oponen a la anexión israelí de tierra palestina y
los reemplace por gobiernos amistosos. Partes cruciales de esta
estrategia incluía el derrocamiento de Sadam Husein y el ataque
contra “Hizbolá, Siria e Irán”. [viii] Privada del apoyo diplomático
y financiero de Irán, argumentan los neoconservadores, la resistencia
palestina a la ocupación israelí pasará a ser historia. William
Kristol, editor neoconservador de The Weekly Standard, agrega que la
liquidación del gobierno de Irán por EE.UU. “mejorará
considerablemente” la posibilidad de terminar el conflicto israelí-palestino.
[ix] En pocas palabras, un Israel libre de resistencia musulmana a sus
objetivos puede “trascender” a sus vecinos e imponer la “paz”
bajo sus propias condiciones, como lo recomienda “Una ruptura
limpia”.
La
segunda, y no menos importante, parte del plan de los likudniks
neoconservadores israelíes y estadounidenses para Irán es resucitar
el estado de las relaciones iraníes-israelíes que prevalecía antes
de la revolución de 1979. Las amistosas relaciones iraníes-israelíes
en esa época facilitaron los intereses de Israel en la región,
considerando su pequeño tamaño y su posición hostil hacia el área
que lo rodeaba.
El
Shah de Irán suministró a Israel la mitad de su petróleo; esto fue
crucial para la economía de Israel en una época en la que los
estados árabes se negaban incluso a mantener relaciones diplomáticas
con Israel y cuando aumentaban los precios globales del petróleo. La
recepción del petróleo iraní se hace aún más importante en la
actualidad por la rebelión en Irak. Los planes estadounidenses para
la posguerra sobre el petróleo iraquí incluían la construcción de
un oleoducto que transportara crudo de los ricos campos de Kirkuk a la
ciudad-puerto de Haifa. Esto habría sido una gran ayuda para los
israelíes debido a los bajos costos de transporte del petróleo. Pero
la resistencia iraquí sigue saboteando los oleoductos en Kirkuk,
debilitando las perspectivas de que Israel reciba el material.
Irán
también fue un estrecho aliado político y militar de Israel antes de
1979. Como informara la CIA, la estrecha relación de Israel con Irán
tuvo el propósito de “desarrollar una política favorable a Israel
y contraria a los árabes entre los funcionarios iraníes”. [x] El
esfuerzo rindió dividendos para Israel. El Shah y su establishment
gobernante reconocieron tácitamente a Israel y favorecieron la
colonización israelí de tierras palestinas, a pesar de la oposición
de la mayoría de los iraníes. Los militares iraníes también
sirvieron como policías para Israel, combatiendo a los movimientos árabes
de liberación en el Golfo. A cambio de esta cooperación, el Mossad
entrenó a la tristemente célebre policía secreta del Shah, el
SAVAK, en el arresto y la tortura de disidentes iraníes que
desafiaban las políticas del Shah. El movimiento disidente ganó
tanta fuerza debido a la brutal represión del Shah, que el Shah, sus
partidarios monarquistas, y el Mossad, se vieron obligados a huir de
Irán. [xi]
Los
neoconservadores y las organizaciones judías estadounidenses
colaboran con los partidarios del difunto Shah Reza Pahlavi en
California para preparar el derrocamiento de la República Iraní y
restaurar la monarquía Pahlavi. Su sucesor elegido es Reza Pahlavi,
hijo del Shah. Mostró poco interés en suceder a su padre antes de
los ataques del 11-S; pero las cosas cambiaron cuando la administración
Bush clasificó a Irán como parte del “eje del mal”. Como revela
Pooya Dayanim, monarquista y presidente del Comité Iraní-Judío de
Asuntos Públicos en Los Ángeles: “Hay un pacto que emerge entre
los halcones en la administración, grupos judíos y partidarios iraníes
de Reza Pahlavi para impulsar un cambio de régimen” [xii] en Teherán.
Desde el 11-S, Pahlavi se ha reunido con Ariel Sharon, Benjamin
Netanyahu, y el presidente de Israel Moshe Katsav, y también se ha
dirigido a varios grupos judíos, incluyendo un think tank pro-israelí
cercano al Pentágono, el Instituto Judío de Asuntos Nacionales de
Seguridad [Jinsa, por sus siglas en inglés]. Estos grupos “le darán
apoyo privado y ayudarán a organizar reuniones con funcionarios de
EE.UU.” para trabajar hacia su “restauración” [xiii]
Michael
Ledeen, miembro del American Enterprise Institute, un think tank
neoconservador, ha organizado reuniones entre Reza Pahlavi II y
funcionarios del gobierno estadounidense favorables a un “cambio de
régimen” en Irán. Ledeen y los monarquistas iraníes presentaron a
la Casa Blanca un plan de guerra para utilizar la acción clandestina
y bombardeos de las instalaciones nucleares de Irán. Los
neoconservadores esperan que esta guerra limitada provoque una rebelión
popular contra el gobierno iraní. Para inspirar esta revuelta,
“disidentes” iraníes en Los Ángeles también emitieron
propaganda por satélite a Irán, llamando a los iraníes a rebelarse.
Ledeen tiene asimismo antiguas conexiones con exiliados del
establishment iraní, incluyendo al traficante de armas Manuchehr
Ghorbanifar. Ghorbanifar y Ledeen fueron organizadores esenciales del
“fiasco Irán Contra”, el negocio de armas israelí para Irán que
obtuvo la liberación de los rehenes estadounidenses en Líbano
durante el período de Ronald Reagan. Los neoconservadores y Ledeen
esperan utilizar los contactos de Ghorbanifar dentro de las fuerzas
armadas iraníes como palanca para un levantamiento contra el gobierno
iraní.
Puede
ser que el plan ya se haya hecho realidad. Scott Ritter, antiguo
inspector de armas de la ONU y miembro de la inteligencia militar de
EE.UU. ha afirmado que la guerra contra Irán ya ha comenzado. Señala
que los vuelos teledirigidos de EE.UU. sobre Irán y las actividades
de la CIA en ese país representan una violación de la soberanía
iraní; por lo tanto constituyen actos de guerra. Agentes de la CIA y
Fuerzas Especiales de EE.UU. “están entrenando junto con fuerzas
azerbaijanas para formar unidades especiales capaces de operar dentro
de Irán para reunir inteligencia, entrar en acción directa, y
movilizar a la oposición local contra los ulemas en Teherán”.
Desde su base aérea en Azerbaiján, aviones estadounidenses pueden
atacar Teherán más rápido que desde bases en los estados árabes
del Golfo. Ritter concluye que “el poder aéreo de EE.UU. debería
estar en condiciones de mantener una presencia de casi 24 horas al día
sobre el espacio aéreo de Teherán una vez que comiencen las
hostilidades militares”. [xiv] Esto convierte la invasión en una
posibilidad real – a pesar de los problemas que las fuerzas armadas
estadounidenses tienen actualmente en Irak y su escasez crónica de
tropas.
Sea
cual sea la disposición o capacidad de EE.UU. de invadir Irán, los
intereses de Israel habrán sido servidos incluso por un bombardeo
limitado de Irán. La estrategia a largo plazo de Israel en Medio
Oriente es mantener a sus mayores adversarios en un estado de
debilidad militar y, en última instancia, dependientes de un orden
regional dirigido por Israel. [xv] Los ataques aéreos contra Irán lo
obligarían a desviar sus energías del desarrollo económico y el
refuerzo de sus fuerzas armadas, a la defensa contra la guerra con un
leviatán estadounidense. Esto drena recursos del apoyo a su aliado al
norte de Israel, Hizbolá. Con un gran Estado de Medio Oriente, Irak,
reducido a escombros, y otro, Irán, combatiendo la subversión
estadounidense, la posibilidad es poco prometedora de que un poderoso
Estado musulmán o árabe emerja para apoyar los derechos palestinos
en la región. Israel puede expandir su empresa colonizadora en
Jerusalén y en Cisjordania y dedicarse sin impedimentos a sus
ambiciones regionales.
Esto,
desde luego, perjudica al pueblo estadounidense que paga la cuenta e
incurre el riesgo por la agenda israelí. Tiene que financiar otra
guerra contra un Estado que no posa una amenaza para EE.UU. y que sólo
podría beneficiar a la economía de EE.UU. en tiempos de crecientes
costes de energía. Los estadounidenses también sufrirán víctimas
en una guerra con Irán; igual que los costes y consecuencias que
seguramente afectarán a ciudadanos estadounidenses a medida que
ataques aéreos estadounidenses matan a civiles chiíes iraníes. Si
Irán puede tomar represalias contra una embajada israelí fuertemente
protegida en Argentina por la destrucción por Israel de un avión
civil iraní, no les será difícil tomar represalias contra civiles e
intereses empresariales estadounidenses en Medio Oriente.
El
despertar del público estadounidense hacia la supina demencia política
en Irak debe ser ampliado a una amplia oposición a la agenda
neoconservadora para la reestructuración de Medio Oriente. Una guerra
que dure décadas y la ocupación de países musulmanes es una
aventura en la que los estadounidenses no pueden vencer, a pesar de
que sus dirigentes se lo digan. El 11 de septiembre fue la primera y
trágica señal de la derrota de esa política. Las víctimas
estadounidenses en Irak y Afganistán parecen ser la segunda. La
derrota final vendrá cuando la política estadounidense hacia Medio
Oriente cambie bajo la fuerza de la resistencia local en el área, más
que por el debate en EE.UU.; entonces veremos a los soldados, las
empresas y las embajadas estadounidenses huyendo del Norte de África,
de Asia y de Medio Oriente más rápido que lo que Bush tarda en decir
“cambio de régimen”. Entonces, el gran proyecto imperial de
Washington y Tel Aviv habrá traído, en retrospectiva, aislamiento y
miseria económica al pueblo de Estados Unidos. La desactivación de
la crisis iraní es un primer paso para evitar esa tragedia.
Notas:
[i]
Como comparación: una declaración de la Casa Blanca del 16 de junio
de 2005, en la que Bush observa: “En la actualidad Irán está
gobernado por hombres que reprimen la libertad en el interior y
difunden el terror en todo el mundo”. Citado por Jim Lobe en “Bush and Hawks Try Pre-Emptive Strike Vote VS. Iran,”
Interpress Service, 20 de junio de 2005.
[ii]
Zvi Barel, “East Faces West,” Haaretz, 26/12/2003.
[iii]
Timur Moon, “Anti-Islam Axis Goes Nuclear,” english.aljazeera.net,
22/9/2003.
[iv]
Ahmed Rashid, Taliban: Militant Islam, Oil, & Fundamentalism in
Central Asia. London: Yale Nole Bene, 2001. pp. 180-187.
[v]
Shirin Ebadi and Muhammed Sahini, “In the Mullahs’ Shadow,” Wall
Street Journal, 15 de junio de 2005, p. A14.
[vi]
William Kristol, et al, “Letter to President Bush on the War on
Terrorism,” www.newamericancentury.org/bushletter,htm. Project for a
New American Century, 20/9/2001.
[vii]
Cited in Tom Segev, 1949: The First Israelis, New York: Henry Holt
& Co, 1998, p. 10.
[viii]
Richard Perle, James Colbert, Charles Fairbanks, Jr., Douglas Feith,
Robert Loewenberg, David Wurmser, y Meyrav Wurmser. “A Clean Break:
A New Strategy for Securing the Realm.” Jerusalem: The Institute for
Advanced Strategic and Political Studies, 1997. Los
autores han servido en posiciones destacadas en el Pentágono, el
Consejo Nacional de Seguridad, la Casa Blanca, y la Inteligencia de la
Casa Blanca después de cocinar este documento para el gobierno de
Netanyahu en Israel.
[ix]
“The End of the Beginning,” The Weekly Standard, 12/5/2003.
[x]
Citado por James Bill en “The Eagle and the Lion: The Tragedy of
American-Iranian Relations”. New Haven: Yale UP, 1988. P.430.
El capítulo de esta cita contiene una discusión detallada de la
estrecha relación de Israel con funcionarios del gobierno iraní
durante el reino del Shah.
[xi]
C.F., Bill, The Eagle and the Lion; Amin Saikal, The Rise and Fall of
the Shah, Princeton: Princeton UP, 1980.
[xii]
Marc Perelman, “New Front Sets Sights on Toppling Iran Regime,”
The Forward 17 de mayo de 2003.
[xiii]
Ibid,
[xiv]
Scott Ritter, “The U.S. War with Iran Has Already Begun,”
english.aljazeera.net, 20 de junio de 2005.
[xv]
C.F. Israel Shahak, “The Continuing Aims of Zionist Policies in the
Middle East,” Journal of the Middle East Policy Council, Spring
1986, No. 16; Noam Chomsky, The Fateful Triangle: The United States,
Israel, and the Palestinians. Cambridge: South End Press, 1999, pp.
455-463.
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