Cachemira
La verdadera
calamidad
Por Txente Rekondo
La Haine, 15/10/05
“Una calamidad”:
Con esas palabras ha definido el primer ministro indio Manmohan Singh
el terremoto que ha asolado Jammu&Kashmir, la zona de Cachemira
ocupada por India. Sin embargo, la verdadera calamidad que lleva años
sufriendo el pueblo cachemir es la ocupación y división de su
territorio entre tres estados poderosos de la región, India, Pakistán
y China.
Durante años el eje
central de la situación en Cachemira, al menos para las fuentes
occidentales, se ha situado en un posible acuerdo entre las dos
potencias del sur de Asia, India y Pakistán. En este diagnostico se
cometen importantes errores de bulto de cara a una verdadera resolución
del conflicto. En primer lugar se da por hecho, a través de un olvido
intencionado, que la parte ocupada por China no entra en la ecuación
programada. En segundo lugar, se ciñe el supuesto problema a un
asunto entre los dos estados vecinos ya mencionados, otorgándoles
todo protagonismo a los mismos. Y en tercer lugar, el error más
importante, está la postura ante el propio pueblo cachemir, al que se
le niega la posibilidad de decidir libremente su futuro y ejercer el
derecho de autodeterminación que viene reivindicando desde hace décadas.
Las secuelas del
terremoto han puesto sobre la mesa estos días uno de los males endémicos
de estos estados, la corrupción. Cuando se analizan las causas
naturales de este tipo de catástrofes se suele omitir la parte de
responsabilidad que recae sobre los dirigentes y el sistema político
del país. En el caso de Pakistán, una visita a la zona afectada te
permite descubrir las dificultades geográficas del terreno, pero al
mismo tiempo también descubres los casos que han permitido cometer
errores en la construcción de viviendas.
En muchos de estos
pequeños pueblos las reglas básicas de respeto a las condiciones
orográficas se mantenían durante años, basados principalmente en la
experiencia que te proporciona vivir en lugares tan propensos a los
movimientos sísmicos. Sin embargo la intervención de especuladores,
con el visto bueno de funcionarios estatales, ha variado esa tónica.
Un ejemplo claro de ello es la capital de Azad Kashmir (la zona
ocupada por Pakistán), Muzaffarabad, donde el crecimiento urbanístico
se ha saltado todas las reglas habidas y por haber.
Otro aspecto que nos
está llegando estos días es el creciente rechazo a los militares,
los dirigentes políticos y demás VIPs de esos dos estados. La
población de Cachemira ha tenido la ocasión facilitada por las
terribles circunstancias de manifestarse directamente ante los medios
occidentales para que por primera vez en mucho tiempo nos lleguen las
opiniones y deseos de esa población. Probablemente esta situación no
durará mucho tiempo, los estados occidentales pronto acallarán esas
voces que no coinciden con la “realidad” que nos venden y sobre
todo con sus intereses en la región.
Seguramente, el rechazo
a esos actores tendrá una rápida extensión por todo el país. De
momento en las zonas del norte de Pakistán han mostrado su indignación
ante la petición del gobierno de ayuda extranjera en forma de helicópteros,
cuando sobre sus pueblos y aldeas el ejército pakistaní lleva meses
llevando ataques con helicópteros en su colaboración con estados
Unidos y la llamada “guerra contra el terror”.
Frente a esa situación
, destaca el papel que están jugando las fuerza locales, tildadas de
“terroristas” por los estados ocupantes. Tanto las organizaciones
de carácter islamista como las de tendencia laica están trabajando
sin descanso junto a su pueblo para intentar paliar, a pesar de sus
precarias condiciones ya que ellos también han sufrido los efectos
del terremoto, el sufrimiento de su pueblo.
Algunos analistas han
señalado la hora de crear ciertos paralelismos con el tsunami de
diciembre del 2004 y las situaciones que se produjeron posteriormente
en Aceh y en el conflicto entre Sri Lanka y los tamiles. En esas
zonas, los resultados no han sido idénticos. Mientras que de momento
en el primer caso parece que se ha encaminado hacia una vía de
resolución, el caso de los tamiles no permite hacer la misma lectura.
En Cachemira es evidente que cada vez son más las voces que se
levantan contra la ocupación y en demanda del derecho a decidir su
futuro, sin ingerencias de los estados ocupantes o de cualquier otra
potencias exterior. Las secuelas y las primeras imágenes del
terremoto subrayan una vez más “la verdadera calamidad que tienen
que soportar los pueblos bajo el dominio de estados extranjeros”,
según las palabras de un profesor cachemir que reside en la región.
(*) Analista de GAIN.
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