EEUU–Irán:
La hora del realismo
Por
Jim Lobe
Inter Press Service (IPS), 29/11/05
Washington. El anuncio
del influyente embajador de Estados Unidos en Iraq, Zalmay Khalilzad,
de que iniciaría negociaciones directas con Irán constituye una
nueva y clara señal de que el equilibrio de poderes dentro el
gobierno de George W. Bush se vuelca a favor de los llamados
"realistas".
El anuncio, hecho en
una entrevista publicada el domingo por la revista estadounidense
Newsweek, marca un importante cambio en la política exterior de la
administración Bush, que ahora se ve obligada a buscar la colaboración
iraní para estabilizar Iraq.
Washington y Teherán
no han mantenido conversaciones directas desde mayo de 2003, poco
después de que la coalición británico–estadounidense derrocó al
presidente iraquí Saddam Hussein y cuando la influencia de los
neoconservadores estaba en su cenit.
Por entonces, la
administración de Bush afirmaba que atentados atribuidos a la red
terrorista internacional Al Qaeda en Araba Saudita habían sido
preparados en territorio iraní. Esta acusación interrumpió de
inmediato el diálogo diplomático bilateral que se desarrollaba en
Ginebra, dirigido por el propio Khalilzad y que tenía como asuntos
centrales Afganistán e Iraq.
"He sido
autorizado por el presidente (Bush) para entablar un diálogo con los
iraníes como lo hice en Afganistán directamente. Habrá reuniones, y
eso es también una novedad y un ajuste" en la política
exterior, dijo el diplomático a Newsweek.
La decisión de
reiniciar conversaciones directas con Teherán, que aún no ha
reaccionado al anuncio de Khalilzad, desencadenó un acalorado debate
dentro de la administración Bush, abonado por los temores al programa
de desarrollo nuclear iraní.
Algunos políticos de línea
dura, incluyendo a los neoconservadores vinculados al independiente
Comité sobre el Peligro Presente, creado para combatir el terrorismo
islámico, quieren que la administración se acerque a Teherán para
así ganar un mayor acceso a los grupos opositores iraníes.
Los neoconservadores
sostienen que, con suficiente apoyo de Estados Unidos, esos grupos
podrían subvertir el régimen teocrático iraní, así como el
respaldo al sindicato polaco Solidaridad contribuyó a crear las
condiciones para poner fin al sistema comunista en ese país europeo
en 1990.
Pero otros creen que
sería un error dar cualquier paso que le otorgue legitimidad
internacional al gobierno iraní, sobre ante la desafiante postura del
nuevo presidente, Mahmoud Ahmadinejad.
"Por un lado, creo
que es una buena idea mantener contactos con adversarios", dijo
Raymond Tanter, ex integrante del Consejo de Seguridad Nacional, quien
llegó a proponer a Washington que utilizara contra Teherán al grupo
iraquí Mujahadin–e Khalq, incluido en la lista de organizaciones
terroristas elaborada por el Departamento de Defensa (cancillería).
"Por otro lado,
cuando oigo que Ahmadinejad propone borrar a Israel del mapa, me
parece que establecer contactos sería premiar la beligerancia iraní.
No sé por qué lo hacen", añadió.
Los realistas, bando
que dominó en el último medio siglo la política exterior de Estados
Unidos pero fue relegado por los neoconservadores en el primer periodo
de Bush, prefieren la acción multilateral y priorizan el
fortalecimiento de las alianzas tradicionales de Washington, en
especial la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
En cambio, los
neoconservadores son hostiles a los procesos multilaterales en general
y a la Organización de las Naciones Unidas en particular. Sus
postulados sobre política exterior rechazan el pragmatismo y formulan
los conflictos en términos morales.
Para el historiador
Juan Cole, experto en Medio Oriente de la Universidad de Michigan
(noreste), el anuncio de Khalilzad tiene un mensaje claro.
"Es una señal de
desesperación y un reconocimiento de que (el gobierno de Bush)
necesita la buena voluntad de Irán para salir de Iraq", dijo a
IPS.
De hecho, Khalilzad
explicó que la decisión es parte de una estrategia general desde
hace tiempo requerida por realistas como el ex consejero de Seguridad
Nacional Brent Scowcroft y algunos miembros del opositor Partido Demócrata,
incluyendo a su principal portavoz en asuntos de política exterior,
Joseph Biden, quienes subrayan la necesidad de buscar la cooperación
de los países vecinos a Iraq para un eventual repliegue
estadounidense.
Ese objetivo se volvió
más urgente el mes pasado, cuando el respaldo de la población
estadounidense a la ocupación cayó drásticamente, así como la
confianza en la "guerra mundial contra el terrorismo"
liderada por Bush.
Mientras el apoyo
popular al presidente cae a niveles no vistos desde la administración
de Richard Nixon (1969–1974), los demócratas intensifican sus
demandas de un viraje hacia el realismo en la política exterior, y
los integrantes del gobernante Partido Republicano se impacientan.
La Casa Blanca fue
sacudida a inicios de este mes cuando una mayoría de senadores
republicanos votó junto a los demócratas un pedido al gobierno para
que presente informes periódicos sobre las perspectivas de replegar
un número sustancial de soldados de Iraq en 2006 y entrenar a
efectivos locales para reemplazarlos.
El Departamento de
Defensa tiene planes para retirar gran parte de los casi 160.000
soldados en Iraq. La idea sería reducir ese número a 140.000 después
de las elecciones parlamentarias iraquíes previstas para el mes próximo,
a 115.000 para julio de 2006 y a unos 100.000 o menos para noviembre
de ese año.
Pero estos proyectos
están condicionados no sólo a la capacidad del ejército para
entrenar y equipar a decenas de miles de integrantes de las fuerzas de
seguridad iraquíes, sino también a una estrategia política efectiva
para reducir la violencia de la insurgencia sunita.
Al mismo tiempo, es
clave asegurar que los grupos chiitas, en especial el Consejo Supremo
para la Revolución Islámica en Iraq, el más vinculado a Teherán,
estén dispuestos a aceptar cualquier medida destinada a pacificar el
país.
Es a la luz de todo
esto que se deben analizar los intensos contactos diplomáticos de las
últimas semanas en Medio Oriente, sobre todo la cumbre de la Liga Árabe
en El Cairo, donde chiitas y sunitas iraquíes se reunieron para hacer
un llamado por la reconciliación del país y exigir el repliegue de
todas las tropas extranjeras.
El presidente iraquí
Jalal Talabani también dio una señal clara al realizar una visita a
Teherán inmediatamente después de la cumbre árabe.
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