Israel-EEUU:
Los senderos de Bush
y Sharon se bifurcan
Análisis de Jim Lobe
Inter Press Service (IPS), diciembre 2005
Washington. A pesar de
que abrazaron con entusiasmo la tarea de precipitar la caída del
presidente iraquí Saddam Hussein, Estados Unidos e Israel muestran
cada vez más diferencias en torno de los futuros pasos a dar en Medio
Oriente.
El gobierno de George
W. Bush parece favorecer el colapso del régimen que encabeza en Siria
el presidente Bashar el-Assad. Mientras, altos funcionarios del
gobierno del primer ministro israelí Ariel Sharon advirtieron a fines
del mes pasado que no ven alternativas al joven líder sirio.
Al mismo tiempo,
Estados Unidos se muestra discretamente satisfecho de que Europa y
Rusia hayan asumido la conducción de las gestiones diplomáticas para
persuadir a Irán de abandonar su programa de desarrollo nuclear.
Pero Israel está
alarmada, porque pierde credibilidad las amenazas de sanciones
internacionales y hasta de ataques militares contra el régimen islámico
en Teherán pronunciadas por Washington. Y el gobierno de Sharon ve en
el potencial poderío nuclear iraní un peligro cierto.
Otra preocupación de
Sharon, cuyo nuevo partido Kadima ("Adelante") figura al
frente de las encuestas previas a las elecciones de marzo, es la retórica
prodemocrática estadounidense respecto de Medio Oriente.
Para el gobierno israelí,
la campaña estadounidense, anunciada cuando Bush inició su segundo
periodo presidencial el 20 de enero, podría fortalecer a partidos islámicos
ideológicamente más hostiles al estado judío que los regímenes
autoritarios hoy en el poder.
Esos temores se
consolidaron con el buen rendimiento de los candidatos afines a la
Hermandad Musulmana en las elecciones parlamentarias de Egipto, el
primer país árabe con el que Israel firmó la paz, en 1979.
La insatisfacción de
Sharon con el rumbo de la política estadounidense en Medio Oriente
pone en cuestión la idea de que Israel ejerce una influencia
dominante en Washington, en particular desde el ascenso dentro del
gobierno de Bush del ala neoconservadora.
Esa corriente interna
del gobernante Partido Republicano, que hace de la seguridad de Israel
una profesión de fe, se ubicó al volante de la política exterior
estadounidense tras los atentados terroristas que el 11 de septiembre
de 2001 dejaron 3.000 muertos en Nueva York y Washington.
Pero los
neoconservadores tienen una visión que les es muy propia sobre la
seguridad del estado judío, mucho más cercana a la del conservador
partido Likud --cuyas filas acaba de abandonar Sharon-- que a la del
actual gobierno israelí, al que consideran demasiado
"pacifista".
Muchos neoconservadores
aplaudieron la dura respuesta de Sharon a la segunda intifada
(insurgencia popular palestina contra la ocupación), iniciada en
septiembre de 2000, cuando él mismo provocó a la población árabe
como jefe de la oposición israelí al visitar la Explanada de las
Mezquitas de Jerusalén.
Pero muchos de esos
mismos neoconservadores dejaron de apoyar a Sharon cuando implementó,
esta vez desde el gobierno, el repliegue de tropas israelíes y
asentamientos judíos en el territorio palestino de Gaza, en agosto de
este año.
A pesar de a la gradual
reducción de la influencia neoconservadora en el gobierno de Bush
desde la invasión a Iraq, esta corriente presionó con fuerza en los
últimos dos años para imponer en Washington una política tendiente
al "cambio de régimen" en Siria.
Los impulsores de esta
política proponen, incluso, ataques militares limitados para humillar
a Assad y castigarlo por su supuesto fracaso en el desmantelamiento de
las supuestas operaciones de insurgentes iraquíes y
"combatientes extranjeros" (simpatizantes de Al Qaeda) en
territorio sirio.
Los neoconservadores
contaron con apoyo de otras corrientes del gobierno estadounidense que
postulan una política militarista de línea dura e impulsaron la
invasión a Iraq en marzo de 2003, entre ellas la surgida de la
maquinaria tradicional del Partido Republicano y representada por el
vicepresidente Dick Cheney y el secretario (ministro) de Defensa
Donald Rumsfeld.
Al mismo tiempo, sus
propuestas fueron rechazadas por los expertos de la Agencia Central de
Inteligencia (CIA) y del Departamento de Estado (cancillería).
Este año, los
neoconservadores también alegaron que la caída del régimen del
partido laico Baath en Damasco alentaría los esfuerzos
estadounidenses para propagar la democracia en Medio Oriente.
Esa concepción se
reforzó con la retirada de las tropas y agentes de inteligencia
sirios de Líbano --donde estaban apostados desde la guerra civil
(1975-1980)--, como consecuencia del asesinato en Beirut del ex primer
ministro Rafik Hariri el 14 de febrero.
La retirada, así como
la investigación de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) que
involucró a funcionarios sirios en el crimen, fortaleció a los
miembros del gobierno estadounidense que favorecen el "cambio de
régimen".
Pero Israel, cuyo
propio análisis de la situación en Siria se hace eco de los de los
expertos de la CIA, manifestó fuertes reservas, las más recientes el
mes pasado en la última instancia de "diálogo estratégico",
reuniones periódicas entre funcionarios israelíes y estadounidenses.
Según un informe del
servicio noticioso judío Jewish Telegraphic Agency sobre la
presentación de Israel, los delegados citaron tres posibles
escenarios tras la eventual caída de Assad, y "ninguno de ellos
bueno".
En ese caso, podrían
propagarse a Siria, e incluso a Líbano, los crecientes conflictos
entre comunidades religiosas islámicas de Iraq, y aumentarían las
posibilidades de que la Hermandad Musulmana tome el poder o de que
surja otro líder de la minoritaria secta alawita --a la que pertenece
Assad--, aunque mucho más autoritario.
Según el gobierno
israelí, tanto la oposición secular como los exiliados adversarios
de Assad, como Farod Ghadry --el favorito de los neoconservadores--,
son demasiado débiles y desorganizados como para convocar una adhesión
masiva o competir seriamente por el poder.
Para los israelíes,
Assad "es más que 'malo conocido': es el único sirio que puede
mantener el orden", según The Forward, el principal periódico
judío de Estados Unidos.
"A Israel le
parece que el statu quo en Siria, con un líder débil e impotente sin
ninguna carta que jugar, es el escenario menos malo", dijo León
Hadar, periodista liberal israelí con un doctorado en relaciones
internacionales, actual corresponsal en Washington del periódico
Singapore Business Times.
En "Sandstorm:
Policy Failure in the Middle East" ("Tormenta de arena:
Fracaso político en Medio Oriente"), su último libro, Hadar
propone una reducción del rol y la presencia de Estados Unidos en la
región.
"A corto y mediano
plazo, lo que más beneficiaría a Israel es, claramente, que no se
desate la anarquía y el caos ni en Líbano ni en Siria, dado el
desorden que deben afrontar en Cisjordania y Gaza", agregó.
Si el gobierno israelí
teme la posibilidad de insurgencia en Siria, mucho más le preocupa la
pasividad de Estados Unidos respecto del programa de armas nucleares
de Irán, que el régimen islámico de ese país del Golfo niega
desarrollar.
Esa preocupación se
agrava a la luz de las amenazas del Mahmoud Ahmadinejad, presidente de
Irán desde agosto, instando a borrar del mapa al estado judío. Y
también porque, según la inteligencia militar israelí, el supuesto
programa de armas nucleares iraní podría ser irreversible ya en
marzo próximo.
En el "diálogo
estratégico" del mes pasado, los funcionarios israelíes
reprocharon a sus interlocutores estadounidenses el alivio de la presión
sobre la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) para elevar
el caso de Irán al Consejo de Seguridad de la ONU.
Tanto Israel como
Estados Unidos pretendían que el Consejo considerara sanciones por la
reanudación del enriquecimiento de uranio en centrales nucleares iraníes
y el ocultamiento de información sobre esos programas.
Pero Estados Unidos dejó
que la Unión Europea y Rusia llevaran la voz cantante, y la AIEA no
remitió el caso al Consejo.
Las quejas de Israel
coincidieron con una inusual crítica al gobierno estadounidense por
parte del principal grupo de presión sionista en Washington, el Comité
Estados Unidos-Israel de Asuntos Públicos.
El Comité, que goza de
una gran influencia sobre los legisladores en Washington, advirtió
que una mayor demora en la formulación de sanciones a Irán
"plantea un peligro severo a Estados Unidos y a nuestros aliados,
y pone en riesgo a Estados Unidos y a nuestros intereses".
The Forward informó
que los israelíes fueron sorprendidos por la falta de vigor de
Estados Unidos para objetar la venta de Rusia a Irán de misiles antiaéreos,
una operación por más de 1.000 millones de dólares.
Esos misiles, afirmó
el periódico, "podrían ser usados para ayudar a Irán a
proteger sus instalaciones nucleares de un posible ataque aéreo".
También se mostraron
molestos por el anuncio de que el embajador de Estados Unidos en Iraq,
Zalmay Khalilzad, recibió a la autoridad presidencial para reanudar
conversaciones directas con Irán sobre sus intereses y actividades en
Iraq, detenidas en 2003 a instancias de los neoconservadores.
Washington necesita que
Teherán coopere en la estabilización de Iraq, con el objetivo de que
las fuerzas estadounidenses allí apostadas se retiraren el año próximo.
Los israelíes y sus
defensores en Estados Unidos temen que la necesidad de apaciguar Iraq
haya debilitado las presiones del gobierno de Bush respecto del
programa nuclear iraní.
Que Irán logre
desarrollar su capacidad para producir armas nucleares, insisten, es
inaceptable.
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