Estados Unidos–Irán:
La táctica del
bombardeo informativo
Análisis de Gareth
Porter (*)
Inter
Press Service (IPS), enero 2006
Washington. La prensa
turca y alemana informaron que Estados Unidos pide a Turquía apoyo
para un posible ataque a Irán y alerta a los aliados sobre los
preparativos, en lo que parece una estrategia de presión al régimen
islámico en Teherán más que una amenaza real.
Esos informes fueron
publicados en periódicos turcos y alemanes tras la reunión del 12 de
diciembre entre el director de la Agencia Central de Inteligencia
(CIA) de Estados Unidos, Porter Goss, y su contraparte turco.
El diario turco de
centroizquierda Cumhuryet informó que Goss había advertido a Ankara
de prepararse para la eventualidad de que de Estados Unidos usara su
poderío aéreo contra Irán y Siria.
El 23 de diciembre, la
agencia de noticias alemana DDP aseguró que, según "fuentes de
seguridad occidentales", Goss había pedido al gobierno turco
apoyo para un posible ataque contra instalaciones nucleares y
militares iraníes.
El periódico berlinés
Der Tagesspiegal citó a fuentes de inteligencia de la Organización
del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), según las cuales Estados
Unidos había informado a sus aliados en esa alianza occidental que
analizaba la opción militar contra Irán.
Los informes, que no
fueron recogidos por la prensa estadounidense, parecen sugerir que el
gobierno de George W. Bush está ahora más cerca que antes de una
guerra contra Irán.
Pero la evidencia
circunstancial apunta a la desinformación estratégica sembrada por
Washington ––tal vez con ayuda de amigables funcionarios de la
OTAN–– para incrementar la presión sobre Irán para que deje de
enriquecer uranio.
Si es esa la intención,
es improbable que el cabildeo mediático resulte efectivo. Ninguno de
los informes de prensa sugiere que la opción militar sea nada más
que una posibilidad.
Y eso no representaría
nada nuevo, porque la postura pública del gobierno de Bush desde
agosto de 2005 es que la "opción militar" está sobre la
mesa.
Los informes de prensa
se refieren a posibles ataques aéreos sobre Irán, pero desde el otoño
de 2004 los planes del gobierno de Bush para una posible acción
militar contra instalaciones nucleares iraníes parecen haberse
referido más bien a operaciones comando de sabotaje.
Joshua Kurlantzick, del
periódico The New Republic, escribió en Gentleman's Quarterly en
mayo pasado que, según un informante del gobierno, se había adoptado
una nueva estrategia de "disuasión y desbaratamiento" hacia
Irán, consistente en operaciones encubiertas de fuerzas especiales
contra centros nucleares.
Según un informe
anterior escrito por Seymour Hersh para la revista The New Yorker, el
gobierno había aprobado la realización misiones de reconocimiento
encubiertas en Irán para identificar potenciales blancos de ataque
militar en instalaciones nucleares.
Pero las fuentes de
Hersh sugirieron que cualquiera de esos ataques sería efectuado por
equipos comando más que desde el aire.
"Uno empezará a
ver informes sobre un 'escape accidental de gas' en Natanz", dijo
el funcionario consultado, en referencia a una central nuclear en el
sur de Irán.
La elección de
operaciones encubiertas en lugar de ataques aéreos en los planes del
gobierno reflejaron los serios inconvenientes que se asocian con un
ataque abierto contra Irán.
Altos funcionarios políticos
del gobierno se muestran preocupados ante la posibilidad de una
represalia iraní ––en Iraq, Afganistán o cualquier otra parte
del Medio Oriente–– a un eventual ataque militar aéreo y abierto
contra objetivos iraníes.
A tal punto están
preocupados que ni siquiera consideran la posibilidad de un ataque aéreo
israelí. En ese caso, "los iraníes seguramente nos
responsabilizarían (a Estados Unidos) y tomarían represalias contra
intereses estadounidenses", escribió Thomas Donnelly, defensor
incondicional del gobierno desde el centro académico conservador
American Enterprise Institute,
Los funcionarios que
elaboran las políticas del gobierno esperan, al parecer, que Estados
Unidos e Israel esquiven la responsabilidad por una operación
encubierta, con lo que reducirían así la probabilidad o intensidad
de la respuesta iraníes, así como la oposición de los gobiernos
amigos.
Entrevistado por Hersh
a fines de 2004, Patrick Clawson, subdirector del Instituto para Políticas
de Medio Oriente de Washington y simpatizante tanto del gobierno de
Bush como del de Ariel Sharon, sugirió que una acción militar contra
Irán sería "mucho más de interés israelí" y que a
Estados Unidos le convendría una "acción encubierta".
La opción militar
estadounidense se mantuvo como telón de fondo al inicio del segundo
periodo de gobierno de Bush, en enero de 2005.
Al mes siguiente, la
secretaria de estado (canciller) Condoleezza Rice dijo en conferencia
de prensa en Londres que un ataque contra Irán por su programa
nuclear no estaba entonces "en la agenda".
Pero luego que Irán
anunció en agosto su intención de avanzar en su programa de
enriquecimiento de uranio, el gobierno revirtió ese discurso. El 11
de agosto, Bush declaró a la prensa que "todas las opciones están
sobre la mesa".
Desde entonces, la
"opción militar" fue parte integral de la estrategia de
Estados Unidos para ejercer presión diplomática sobre Irán. Pero
esa decisión agudizó el conflicto con Europa.
Al entonces canciller
(jefe de gobierno) de Alemania, Gerhard Schroeder (1998–2005), le
tomó apenas unas horas responder a Bush que debería "sacar de
la mesa" la opción militar.
El subsecretario de
Estado para Asuntos Políticos, Nicholas Burns, fue luego enviado a
Alemania, Francia y Gran Bretaña para "comenzar a discutir
maneras de incrementar la presión sobre Teherán", según informó
la periodista Carla Anne Robbins el 6 de octubre desde las páginas
del diario The Wall Street Journal.
La prioridad de Burns
era poner la opción militar "sobre la mesa" de los aliados
europeos en sus negociaciones con Irán.
Posteriormente, el
primer ministro británico Tony Blair comenzó a hacerse eco de la
posición de Bush, pero la nueva jefa del gobierno alemán, Angela
Merkel, y el presidente francés Jacques Chirac evitaron cualquier
respaldo a esa postura.
Al fracasar en su
intento de lograr el acuerdo de los tres países europeos para
explotar la opción militar, el gobierno de Bush aparentemente sintió
que necesitaba dar otros pasos para aumentar la presión.
No sería la primera
vez que el gobierno de Estados Unidos usa filtraciones a la prensa
sobre una posible acción militar como parte de una campaña para
presionar a sus adversarios a hacer concesiones diplomáticas.
El presidente Dwight D.
Eisenhower (1953–1961) y su secretario de Estado, John Foster Dulles,
amagaron una intervención militar en Indochina en la época de la
crisis de Dien Bien Phu, en 1954, y el comienzo de la conferencia de
Ginebra sobre un acuerdo que pusiera fin a la guerra.
En privado, sin
embargo, ambos se opusieron a la intervención estadounidense en
Indochina e insinuaron que las sugerencias de intervención eran una
trampa para influir sobre la Unión Soviética y China en Ginebra. La
estratagema funcionó en 1954, induciendo a los soviéticos y a los
chinos a presionar a sus aliados vietnamitas a hacer concesiones de
largo alcance.
Es mucho menos probable
que esas tácticas tengan éxito con Irán, a quien se le está
pidiendo que sacrifique sus propios intereses de seguridad, más que
los de un aliado.
(*) Gareth Porter es
historiador y experto en políticas de seguridad nacional de Estados
Unidos. "Peligro de dominio: Desequilibrio de poder y el camino
hacia la guerra en Vietnam", su último libro, fue publicado en
junio de 2005.
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