Lo que realmente está
en juego en la crisis iraní
Red Voltaire, París,
03/02/06
Prosigue la escalada de
tensión entre la República Islámica de Irán y las potencias
atlantistas deseosas de controlar las últimas reservas de
hidrocarburos. Bajo la presión británica, los miembros permanentes
del Consejo de Seguridad aceptaron redefinir las relaciones entre el
Organismo Internacional de Energía Atómica y la ONU. Este compromiso
debe facilitar la tarea de los partidarios de la confrontación
armada. Rusia y China apuestan, sin embargo, al factor tiempo. En
efecto, Vladimir Putin se dispone a revelar un proyecto de envergadura
que podría resolver definitivamente el problema de la proliferación
garantizando, al mismo tiempo, el derecho legítimo de cada nación a
utilizar la energía atómica con fines pacíficos.
Prosigue el
enfrentamiento sobre la cuestión de Irán entre las grandes
potencias. Desde diciembre de 2002, Estados Unidos acusa a Irán de
tratar de equiparse con la bomba atómica, lo que sería una violación
del Tratado de No Proliferación (TNP). Estados Unidos trata de
obtener así que el Consejo de Seguridad emita contra Irán una
condena oficial que pueda interpretarse como un cheque en blanco que
permita atacar a la República Islámica [1].
De establecer su
control sobre Irán, Washington adquiriría también el control
militar de la costa oriental del Golfo y de la costa sur del Mar
Caspio, de sus reservas petrolíferas y gasíferas, consideradas ambas
las segundas en importancia a nivel mundial [2]. Estados Unidos
dispone ya del control militar de una parte de la cuenca del Caspio y
del corredor que permite la comunicación de esa zona con el Océano
Índico (Afganistán y Pakistán). La mayor parte del Golfo (Arabia
Saudita e Irak) también se encuentra ya bajo el control militar de
EE.UU. Al término de esta operación, Washington sería por tanto dueño
y señor de las más importantes zonas actuales de explotación de
hidrocarburos y de las principales reservas aún por explotar. La
economía mundial estaría en manos de Washington que gozaría de un
poder total.
En la fase actual del
conflicto, las potencias se encuentran divididas en cuanto a las
acusaciones estadounidenses. El Reino Unido, Francia y Alemania están
convencidos del carácter militar del proyecto nuclear iraní. Su
convicción se basa en informes de los servicios de inteligencia
estadounidenses. Estos últimos afirman, en documentos confidenciales,
que Teherán lleva a cabo un Green Salt Project cuyo objetivo es el
desarrollo de un medio de lanzamiento y de cabezas de misiles
nucleares. Por el contrario, Rusia, China y la India consideran que el
programa nuclear iraní es puramente civil [3]. Basan esta certeza en
la fatwa pronunciada por el Guía Supremo, el ayatolá Ali Hoseini
Jamenei, que condena la fabricación, tenencia y uso de la bomba atómica
como contrarios a la ética islámica.
Objetivamente, la
diferencia que establece el TNP entre la tecnología nuclear civil
autorizada y la tecnología nuclear militar prohibida ha dejado de ser
adecuada en el estado actual de éstas. El conocimiento y las
instalaciones civiles pueden ser adaptados rápidamente con fines
militares. La estricta interpretación del TNP implicaría la
prohibición, para todos los Estados, del desarrollo de una industria
nuclear civil mientras que una interpretación liberal abriría la
puerta a la proliferación generalizada. Como este debate no ha sido
resuelto es imposible resolver con serenidad el caso iraní. Esa falta
de definición es el factor que Estados Unidos espera explotar para
desatar la guerra [4].
Existe, sin embargo, un
medio de esclarecer la situación. Un método específico de
enriquecimiento del uranio, hasta ahora conocido sólo de forma
parcial, permite al parecer restablecer nuevamente la diferencia entre
el uso civil y el militar. Rusia se esforzó por desarrollarlo y tiene
la intención, por consiguiente, de ponerlo a la disposición de Irán,
así como de toda la comunidad internacional. Esa parece ser una de
las tres grandes propuestas que llevará el presidente Putin a la
cumbre del G8, encuentro que él mismo presidirá este verano en San
Petersburgo.
Será necesario
demostrar la factibilidad de ese proyecto. Rusia fabricaría entonces
el combustible nuclear, en su propio territorio, en fábricas
construidas conjuntamente con los Estados beneficiados y bajo control
del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA). Sería
necesario elaborar protocolos detallados para garantizar los intereses
de las partes. La realización de ese proyecto implicaría un cambio
radical en el plano de las relaciones internacionales. La seguridad
energética que Rusia proporcionaría al mundo eclipsaría la
autoridad de Estados Unidos, país que satisface actualmente su propia
seguridad energética en detrimento del resto del mundo.
Irán ha hecho de su
proyecto de desarrollo nuclear civil el símbolo de su independencia
ante el colonialismo anglosajón que tanto sufrimiento ha significado
para su pueblo [5]. Contrariamente a una idea ampliamente difundida
por la prensa atlantista, ese proyecto no pertenece simplemente a un
grupo del poder iraní sino que es un factor de consenso de la
sociedad toda. Además, la República Islámica abandonó su sueño de
expandir la revolución jomeinista, hoy tiene en cambio la intención
de convertirse en el motor del Movimiento de Países No Alineados,
actualmente en fase de revitalización. Irán quiere compartir con
otros su actual reclamo y hacer triunfar el derecho a una industria
nuclear civil, no sólo para su propio pueblo, sino para todos los demás.
Lejos de estar ligado
exclusivamente al porvenir de Irán, el juego diplomático actual
tiene que ver por tanto con el equilibrio internacional y la ambición
estadounidense, reafirmada ayer en el discurso sobre el estado de la
Unión, de acaparar el liderazgo mundial.
A lo largo de los años
2004 y 2005, los diferentes protagonistas emprendieron numerosas
maniobras. Una troika europea (Francia, Reino Unido y Alemania)
desempeñó supuestamente el papel de intermediario entre Washington y
Teherán, pidió a los iraníes que congelaran la situación y acabó
inclinándose del lado estadounidense. Irán, luego de haber aceptado
una moratoria de dos años y medio para sus investigaciones, las retomó
el 10 de enero de 2006, estimando que había esperado lo suficiente
como para demostrar su buena voluntad sin que los europeos hicieran
ninguna proposición seria. Mientras tanto, la posición rusa se había
hecho indescifrable en la medida en que el ministro ruso de Relaciones
Exteriores dejaba entrever que se ponía del lado de sus homólogos
occidentales, antes de que el presidente Putin lo pusiera públicamente
en su lugar al recordar su interés en alcanzar una solución pacífica.
Finalmente, durante las últimas semanas, numerosos viajes diplomáticos
permitieron a los dirigentes rusos, chinos e iraníes elaborar una
estrategia común.
El asunto tuvo una
brusca evolución debido a la organización, por parte del Reino
Unido, el 30 de enero de 2006, de una «cena ministerial privada» que
reunió a los ministros de Relaciones Exteriores británico, francés,
alemán, ruso, estadounidense y chino. Durante la reunión, el británico
Jack Straw propuso que el OIEA presentara la cuestión al Consejo de
Seguridad de la ONU, primera etapa del proceso hacia la guerra. Sus
homólogos ruso y chino señalaron que, en la actual situación, una
decisión de ese tipo no tendría ninguna base jurídica. Dada su
confianza en la factibilidad de su propio proyecto para el
enriquecimiento de uranio, la Federación Rusa deseaba únicamente «dejar
correr el reloj» el tiempo necesario para preparar un protocolo de
acuerdo con Irán, cosa que tomaría un mes o dos según los expertos.
Los comensales concluyeron la cena estableciendo una agenda que ambas
partes interpretan como una victoria: la semana que viene. La Junta de
Gobernadores del OIEA no trasladará el expediente iraní al Consejo
de Seguridad ya que no cuenta con la autoridad para hacerlo, pero le
entregará un informe pidiendo la adopción de medidas que fortalezcan
su propia autoridad para poder hacerlo en el futuro.
Ese compromiso permite
a estadounidenses y europeos mantener la presión mientras que permite
a rusos y chinos ganar tiempo. Saber quién ganó aquella noche
depende de la idea que se tenga sobre si un vaso está medio lleno o
medio vacío cuando está por la mitad.
En la práctica,
suponiendo que el Consejo de Seguridad le otorgue la prerrogativa a la
Junta de Gobernadores del OIEA, este último no podría servirse de
ella hasta la próxima reunión, prevista para el 9 de marzo.
Los iraníes fingieron
interpretar la componenda como un posible abandono por parte de sus
amigos rusos. Es posible, sin embargo, que hayan obtenido de la
Federación Rusa un compromiso escrito de que esta recurrirá al veto
en el Consejo de Seguridad en caso de presentación de una resolución
tendiente a autorizar la guerra.
Como quiera que sea,
los iraníes recurrieron inmediatamente a sus colegas del Movimiento
de Países No Alineados. El presidente Mahmud Amadineyad obtuvo por
teléfono el apoyo de su homólogo sudafricano Thabo Mbeki (aunque el
régimen del apartheid fabricó la bomba atómica junto a Israel, África
del Sur renunció posteriormente a ella). Indonesia emitió múltiples
declaraciones de apaciguamiento mientras que Venezuela y Malasia
recibirán próximamente al presidente iraní.
Simultáneamente, Irán
prepara «un mundo sin Israel ni Estados Unidos». Teherán espera con
optimismo crear una bolsa petrolera que no aceptará el dólar. Esta
funciona ya de forma experimental. Aunque ningún Estado ha anunciado
oficialmente su participación, muchos estimularán la participación
de firmas que servirán de intermediarios. Siendo el dólar una moneda
ampliamente sobrevaluada que se mantiene principalmente porque sirve
como moneda de cambio ante el petróleo [6] una bolsa de ese tipo, si
llegara a funcionar y aún abarcando solamente la décima parte del
mercado del petróleo, provocaría un derrumbe del dólar comparable
al de 1939. El poderío estadounidense sería arrastrado entonces por
la devaluación y el propio Israel se vería condenado a la
bancarrota.
Washington no tiene por
tanto más remedio que utilizar toda su influencia sobre los actores
económicos internacionales para que rompan con Teherán. A falta de
una guerra, Estados Unidos tiene que lograr, como mínimo, aislar a Irán
en el aspecto económico.
Paradójicamente,
ninguna de esas opciones parece realista. Razonablemente, la fuerza aérea
estadounidense y el ejército israelí no pueden bombardear las
instalaciones nucleares iraníes debido a la presencia en estas últimas
de consejeros y técnicos rusos. Golpear a Irán implicaría declarar
también la guerra a Rusia. Por lo demás, a ese tipo de ataque seguiría
seguramente una respuesta de Irán que utilizaría contra Israel los
devastadores misiles Thor M–1 adquiridos en Rusia, además de que
los chiítas de Irak harían la vida todavía más difícil a las
fuerzas de ocupación. En caso de que Estados Unidos tratara de
utilizar el bloqueo económico, Irán podría burlarlo mediante su
acuerdo de socio privilegiado con China. Sin embargo, privaría a «Occidente»
de una parte de su abastecimiento de petróleo, provocando así un
alza de 300% en la cotización del barril y una amplia crisis económica.
En definitiva, el
resultado de esta prueba de fuerza depende de la capacidad de cada
participante para adaptar su propio calendario al de los demás
mientras que la administración Bush se obstina en tratar de
arrastrarlos a una confrontación para la que no dispone de los medios
necesarios y en la que corre el riesgo de perder su autoridad.
Notas:
[1]
Ver los artículos «Le duel Washington–Téhéran», por Thierry
Meyssan, Voltaire, 6 de septiembre de 2005, y las Tribunas y Análisis
«Iran: la diabolisation avant quoi?», Voltaire, 16 de enero de 2006.
[2]
Para más información sobre las reservas de hidrocarburos, ver
nuestros artículos «Le déplacement du pouvoir pétrolier» y «L’avenir
du gaz naturel».
[3]
Ver, en nuestra rúbrica «Tribunas y Análisis», «L’Iran et la
Russie souhaitent renouer avec l’Europe de l’Ouest», Voltaire, 22
de septiembre de 2005, y el artículo «Face aux États–Unis,
l’Iran s’allie avec la Chine», Voltaire, 17 de noviembre de 2004.
[4]
Ver el artículo «François Géré: «La position iranienne à propos
du nucléaire est légitime», por François Géré, Voltaire, 22 de
mayo de 2005.
[5]
Ver el artículo «BP–Amoco, coalition pétrolière anglo–saxonne»,
por Arthur Lepic, Voltaire, 10 de junio de 2004.
[6]
Ver el artículo «Le talon d’Achille des USA», por L.C. Trudeau,
Voltaire, 4 de abril de 2003.
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