Vauro Senesi es,
probablemente, el caricaturista más famoso de Italia. Estas son sus
reflexiones sobre la avalancha de dibujos de Mahoma
El enemigo
Por Vauro
Peace
Reporter / Rebelión, 09/02/06
Traducido para por Gorka
Larrabeiti
La sátira no es cosa
de soldados viriles y valerosos sino de alegres y socarrones
desertores. Lo otros es el retrato mugriento y asqueroso de los austriacos en las
imágenes de la propaganda italiana en la Primera Guerra Mundial;
luego, los americanos negroides y salvajes de la propaganda alemana en
la Segunda Guerra Mundial, hasta los judíos ceñudos de nariz adunca
de la iconografía nazi y fascista.
Donde hay guerra, hay
propaganda de guerra. Sirve para ennoblecer a una parte, deshumanizando
a la otra. Para crear, y que resulte de sentido común aceptar, la
terrible categoría de “enemigo”, que lo es, precisamente por ser
deshumano y por el cual no se puede sentir ninguna piedad humana.
Hace falta una fuerte
dosis de banalización para que una gran cantidad de personas acabe
interiorizando la categoría “enemigo”.
Sesenta años de brutal
ocupación israelí en Palestina, bombardeos, decenas y decenas de
miles de muertos en Afganistán así como en Iraq, guerras libradas
con el pretexto de un no bien especificado monopolio de los valores de
libertad y democracia occidentales respecto a los pueblos que las
sufren.
Pero es difícil
identificar el “enemigo” de estas guerras, y cuando se provocan
tanta muerte y destrucción, es insuficiente darles el rostro del Ben
Laden o el Saddam de turno. Hay que banalizar, se debe crear una categoría
más amplia y más genérica: “la amenaza islámica”, bien
enfatizada por unos medios igualmente atentos a borrar de la memoria
las matanzas, los horrores de la guerra real.
El dibujo de un Mahoma
feo y barbudo, con una bomba lista para explotar por turbante, es nada más
y nada menos que la representación gráfica de esta banalidad de un
lugar común hábilmente construido e inducido en el imaginario
colectivo de una opinión pública a la que se quiere convencer de la
“justeza” de la guerra, para que así no se oponga a ella. En fin:
es propaganda bélica conciente o “inconscientemente” producida y
usada por estar, como estamos, en guerra. No tiene nada que ver con la
libertad de expresión, ni mucho menos con la sátira. Banalidad,
lugares comunes y sátira son términos inconciliables. La propaganda
de guerra es negra, tétrica, mortífera; la sátira es juego y también
escándalo, pero porque se mofa de la sacralidad del poder; no porque
comulgue con los delirios militares y los homicidios.
Claro que no se puede
prohibir la propaganda bélica, si no se prohíben las guerras. Pero
tampoco es para sorprenderse ni indignarse si ciertos mensajes
violentos obtienen y provocan reacciones violentas en el
“enemigo”, más aún si para éste último, el enemigo somos
nosotros, la “amenaza de Occidente”, categoría tan banal y genérica
como la “islámica” en una absurda pero mortal lógica que no
puede sino perpetrar odio y violencia.
Entonces, a los
queridos opinion–makers, políticos, periodistas, y hasta dibujantes
de viñetas a los que les gustaría que todos los periódicos
publicasen los dibujos de Mahoma para demostrar lo liberales que
somos, pero también, se sobreentiende, para mostrar los músculos de
nuestra “libertad”, yo les digo que no.
La sátira no está
hecha para exhibiciones de fuerza, la sátira está hecha para dar por
el saco, para desinflar los músculos, no para mostrarlos.
Vamos, que no me
alisto.
La sátira no es cosa
de soldados viriles y valerosos, sino de alegres y socarrones
desertores y yo quiero seguir siéndolo.
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