Islamofobia y
libertades
Por Ignacio Ramonet
Rodelú, 15/02/06
El asunto de las
caricaturas de Mahoma es típico de nuestro tiempo. Un gesto
irresponsable realizado en un rincón del planeta puede tener
consecuencias desastrosas al otro lado del mundo. Los ecologistas
llaman a eso el efecto mariposa. Porque, en ciertas circunstancias,
las alas de una
mariposa en Puerto Rico pueden provocar remolinos de aire que se
transforman en brisa, luego en ráfagas de viento para acabar en
violenta tempestad en las costas de Galicia.
En Europa, muchos
comentaristas -en nombre de la libertad de expresión- han reaccionado
con arrogancia ante las manifestaciones de cólera del mundo musulmán.
Y han considerado la ira de esas masas indignadas como una expresión
de oscurantismo arcaico y de intolerancia. En Francia, algunos periódicos
no han dudado en reproducir las caricaturas como para afirmar con más
contundencia, y hasta con voluntad de provocación, su apego a la
libertad de expresión.
Pero confunden el
debate. La libertad de expresión -pilar fundamental de la democracia-
no está amenazada hoy en Europa por el islam. Como se sabe, esa
libertad está en peligro por otras causas: la concentración mediática,
el poder del dinero y los consensos ideológicos.
Algunos se niegan a ver
que, en democracia, la libertad de expresión no lo autoriza todo, y
no constituye un derecho a la irresponsabilidad. La ley limita su uso.
En Francia, por ejemplo, la ley prohíbe y sanciona toda expresión de
racismo o de antisemitismo. En el Reino Unido, el Parlamento ha
aprobado hace dos semanas una ley contra la incitación al odio
religioso. Con esa ley, la prensa británica no hubiese podido
publicar las caricaturas de Mahoma.
Por otra parte, el
verdadero coraje, en materia de libertad de expresión, no consiste en
atacar la cultura de los demás, sino en usarla para criticar los tabúes
de nuestra propia cultura. De lo contrario habría que admitir que los
clichés racistas de la época del colonialismo, que se burlaban de
las costumbres de los pueblos de ultramar, eran muestras de infinita
valentía en materia de libertad de expresión.
Pocos se han
interrogado sobre el contexto político de Dinamarca, que ha
favorecido la publicación de las caricaturas en el diario de mayor
tirada, Jyllens-Posten. Éste se sitúa muy a la derecha, y apoya el
Gobierno minoritario liberal-conservador que sólo se mantiene gracias
al sostén del Partido del Pueblo Danés (PPD), de extrema derecha,
dirigido por Pia Kjaersgaard, cuyos discursos se caracterizan por la
xenofobia y la islamofobia y que compara a los musulmanes con un «tumor
canceroso».
El Jyllens-Posten
tiene, de modo sistemático, una tonalidad muy crítica con respecto a
los musulmanes, y publica a menudo artículos en los que el desprecio
y el racismo están muy presentes. Y tuvo, el verano pasado, la idea
lamentable de lanzar entre sus lectores un concurso de caricaturas
para ridiculizar a Mahoma, lo cual no podía más que humillar a la
comunidad musulmana.
Lo que ha ocurrido
después era más que previsible. En algunos países islámicos hoy día
presionados por razones diversas por la Unión Europea, como Siria
(que conserva una influencia importante en el Líbano), Irán (que
posee una gran capacidad de movilizar a las masas chiíes en Irak),
Afganistán (donde los talibanes y la red de Al Qaida mantienen una
presencia considerable) y Palestina (después de la victoria electoral
de Hamás, al que los europeos amenazan con suspender las ayudas),
este asunto y la indignación de los fieles han ofrecido el pretexto
ideal para una revancha. De ahí los saqueos de las representaciones
diplomáticas en esos países, y sólo en esos.
Lo cual confirma que
las intransigencias se nutren unas de las otras. Y que el choque de
civilizaciones es, sobre todo, el choque de los extremismos.
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