¡Oh, no! ¡Eran
racistas!
Por Roberto Bardini
Rodelu, 12/02/06
Caramba, ¿por qué no
nos informaron antes? Recién ahora nos desayunamos con que el
Jyllands-Posten, el diario de Dinamarca que el 31 de septiembre de
2005 publicó las doce caricaturas que ridiculizaban a Mahoma -y
desataron un tsunami de indignación en el mundo musulmán- es una
publicación de derecha, racista y xenófoba. Y, además, pro israelí.
También nos tendrían
que haber avisado que Flemming Rose, el editor cultural del periódico,
había afirmado que "nunca publicaría una caricatura de Ariel
Sharon estrangulando a un bebé palestino, porque podría ser tomado
como racismo". Pobre Sharon, ¿verdad?, émulo de Mahatma Gandhi
y Teresa de Calcuta. Tampoco nos dijeron que hace tres años Rose se
negó a reproducir caricaturas sobre Cristo porque "podían ser
ofensivas para los lectores".
Si lo hubiéramos
sabido antes quizá nos hubiéramos ahorrado tanto discurso sobre la
libertad de expresión, la intolerancia fundamentalista, etcétera,
etcétera.
"Algunos opinan
que la libertad de expresión es un derecho absoluto, el único
derecho absoluto que existe, mientras que todos los demás son
relativos", declaró José Saramago, Premio Nobel de Literatura
1998, a El País, de Madrid. Y aclaró: "La cruda realidad impone
límites. Imaginemos que el dibujante danés en lugar de hacer una viñeta
ridiculizando a Mahoma, dibuja una diciendo que el director del periódico
es un imbécil. Sería muy valiente, pero al día siguiente
probablemente estaría en la calle".
Que me perdone Saramago
pero el ejemplo es un poco burdo. Seamos realistas y pidamos lo
imposible: ¿que sucedería si un medio impreso "políticamente
correcto" del mundo "occidental" publicara una docena
de caricaturas sobre gays, judíos o defensores de la minoría étnica
cacalúa de la isla de Pongo-Pongo? ¡Discriminación! ¡Racismo! Y
casi con certeza, demanda legal, a los tribunales e indemnización.
Pero, claro, con los árabes
no importa. Viven tan lejos, son tan atrasados.
De 47 años de edad,
licenciado en Literatura y ex corresponsal en Moscú y Washington,
Flemming Rose declaró al diario español El Mundo: "Veo en los
islamistas algo que veía en los bolcheviques: fanatismo, dogmatismo y
disposición a usar la violencia contra quienes no comparten su opinión".
Pero, bueno, la verdad es que esa definición también puede aplicarse
a muchos políticos que actualmente residen en la otra capital donde
estuvo como corresponsal. ¿Acaso Rose no escuchó hablar del
reverendo Pat Robertson?
El editor cultural del
Jyllands-Posten, después de todo, es simplemente un hombre. Como
escribió Mark Twain (1835-1910): "El hombre es la última
criatura que hizo Dios, al término de una semana de trabajo. Lo hizo
cuando ya estaba cansado". O como dijo Oscar Wilde (1854-1900):
"A veces pienso que Dios sobrevaloró su talento al crear al
hombre". Quizá no sea cuestión de sobrevaloración: entre tanta
manufactura en serie, es comprensible que alguna pieza salga fallada.
Como Rose, que ganó sus cinco minutos de fama. Pero, claro, ahora
tiene que ir a todas partes acompañado por guardaespaldas.
¿Y qué opina alguien
más serio que muchos políticos, opinólogos y paladines de la
libertad de expresión, alguien más creíble que varios reporteros,
corresponsales, editores y directores de periódicos? "Una cosa
es lo ideal y otra lo posible. Lo ideal sería una total libertad.
Pero la realidad es otra y hay que prestar atención a los rasgos de
bronca, de antagonismos, de creencias. Yo no hubiera hecho ese tipo de
chistes. Pero, además, por un lógico temor a lo que puede
desencadenar".
Lo dijo el dibujante,
humorista y escritor argentino Roberto "El negro"
Fontanarrosa, conocido por su personaje Boogie, el aceitoso. El 30 de
enero fue premiado y ovacionado de pie en Cartagena de Indias, en el
encuentro Hay Festival. En declaraciones al diario La Nación, de
Buenos Aires, Fontanarrosa explicó pocos días atrás que hay temas
que no se prestan para el humor:
"Yo y la mayoría
de mis colegas no hemos publicado chistes sobre desaparecidos. Hemos
hecho chistes sobre desaparecedores, en el momento en que se pudieron
hacer. Yo no hago chistes sobre discapacitados, que en algún momento
se hicieron. Fue muy difícil saber dónde ponerse con la Guerra de
Malvinas, para no parecer que uno se está riendo de una desgracia que
nos toca todos".
Es decir, hay límites
que uno se impone sin necesidad de un censor. Por humanidad, por
sentido común, por misericordia. O, como en el caso de Fontanarrosa,
por respeto a los "otros", a los "diferentes".
El reportero le preguntó
si se justifica la reacción de los musulmanes. Y Fontanarrosa
respondió: "Es difícil ponerse en el lugar del otro cuando el
otro tiene una cultura y un grado de conducción o de religiosidad
mayor, menor o diferente. Yo prefiero respetar eso".
Por fin una voz
sensata. Tenía que ser humorista para decir algo serio.
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