La próxima
guerra
Por
John Pilger (*)
Znet, marzo 2006
Traducido por Mirta López
y revisado por Alfred Sola
Tony Blair, el minúsculo
César, ¿ha cruzado por fin, su Rubicón? Habiendo subvertido las
leyes del mundo civilizado y acarreado una masacre sobre una población
indefensa y derramamiento de sangre a su propia gente, habiendo
mentido y mentido y utilizado la muerte de un centenar de soldados
británicos en Irak para entregarse a su obscena autocompasión, ¿está
dispuesto a tomar parte en un crimen más antes de irse?
Quizás ahora esté
seriamente inestable, como alguien sugirió. El poder trae algo de
locura a sus prodigiosos abusones, especialmente a aquellos de carácter
superficial. En "The March of Folly: from Troy to Vietnam"
("La marcha de la insensatez: de Troya a Vietnam"), la gran
historiadora norteamericana Barbara Tuchman describió a Lyndon B
Johnson, el presidente cuya política demencial le llevó a través
del Rubicón, en Vietnam. "Le faltaba la ambivalencia de [John]
Kennedy, nacida de un cierto sentido histórico y de, al menos, alguna
capacidad de pensamiento reflexivo," escribió. "Enérgico y
dominante, un hombre enamorado de sí mismo, Johnson se vio afectado,
en la conducción de su política en Vietnam, por tres elementos de su
carácter: un ego insaciable y nunca seguro; una insondable capacidad
de usar e imponer los poderes gubernamentales sin ninguna inhibición;
una profunda aversión, una vez establecido un curso de acción, a
cualquier contradicción."
Eso es lo que son,
probadamente, Bush, Cheney, Rumsfeld y el resto de la cábala que se
ha adueñado del poder en Washington. Pero hay una lógica en su
idiotez: la ambición de dominio. Lo que también se aplica a Blair,
para quien la única lógica es la vanagloria. Y, ahora, está
amenazando con arrastrar al Reino Unido a la pesadilla disponible en
Irán. Es improbable que sus mentores en Washington requieran tropas
británicas. No todavía. Al principio, preferirán bombardear desde
una altura libre de riesgos, como hizo Bill Clinton en su destrucción
de Yugoslavia. Son conscientes de que, como los serbios, los iraníes
son gente seria con una historia de autodefensa y que no están
golpeados por los efectos de un largo bloqueo, como lo estaban los
iraquíes en 2003. Cuando el ministro de defensa iraní promete
"una aplastante respuesta", intuyes que es eso exactamente
lo que quiere decir.
Escuchemos a Blair en
la Cámara de los Comunes: "Es importante que enviemos una señal
de fuerza" contra un régimen que ha "dado la espalda a la
diplomacia" y que está "exportando terrorismo" y
"despreciando sus obligaciones internacionales". Viniendo de
alguien que ha exportado terrorismo al vecino de Irán, que
escandalosamente renegó de las más sagradas obligaciones
internacionales británicas y que abandonó la diplomacia en favor de
la fuerza bruta, éstas son como palabras de Alicia a través del
espejo.
Sin embargo,
comienzan a tener sentido cuando lees los discursos de Blair sobre
Irak, en la misma Cámara, de 25 de febrero y 18 de marzo de 2003. En
ambos debates cruciales -el último condujo a la desastrosa votación
de la invasión- usó las mismas o similares expresiones para hacer
creer que permanecía comprometido con una resolución pacífica.
"Aún ahora, hoy, estamos ofreciendo a Sadam la perspectiva de un
desarme voluntario...", dijo. A partir de las revelaciones del
libro de Philippe Sands, "Lawless World" ("Mundo sin
ley"), la magnitud de su engaño queda clara. El 31 de enero de
2003, Bush y Blair confirmaron su prematura decisión secreta de
atacar a Irak.
Como la invasión a
Irak, un ataque a Irán tiene una agenda secreta que no tiene nada que
ver con las imaginarias armas de destrucción masiva del régimen de
Teherán. Que Washington haya maniobrado para coaccionar a los
suficientes miembros de la Agencia Internacional de Energía Atómica
para que participen en una charada diplomática, no es más que una
reminiscencia de la manera en que intimidó y sobornó a la
"comunidad internacional" para atacar a Irak en 1991.
Irán no representa
una "amenaza nuclear". No hay ni la más mínima evidencia
de que tenga las centrifugadoras necesarias para enriquecer uranio al
grado de material armamentístico. El director general de la AIEA,
Mohamed ElBaradei, ha dicho, repetidamente, que sus inspectores no
encontraron nada que respaldara las afirmaciones estadounidenses e
israelíes. Irán no ha hecho nada ilegal, no ha demostrado ambiciones
territoriales ni se ha implicado en la ocupación de un país
extranjero -a diferencia de los Estados Unidos, Reino Unido e Israel.
Ha cumplido con sus obligaciones bajo el Tratado de No Proliferación
Nuclear de permitir a los inspectores "ir a cualquier parte y ver
cualquier cosa"- a diferencia de los Estados Unidos e Israel. Éste
último se ha negado a reconocer el tratado y tiene entre 200 y 500
armas termonucleares apuntando a Irán y a otros estados de Oriente
Medio. Los que se burlan del TNP son amigos consagrados de
norteamericanos y británicos. Tanto la India como Paquistán han
desarrollado sus armas nucleares, secretamente y desafiando al
tratado. La dictadura militar paquistaní ha exportado, abiertamente,
su tecnología nuclear. En el caso de Irán, la excusa a la que el régimen
de Bush se ha aferrado es la suspensión de las medidas
"generadoras de confianza", puramente voluntarias, que Irán
acordó con el Reino Unido, Francia y Alemania con el objetivo de
aplacar a EEUU y demostrar que está "por encima de toda
sospecha". En el equipamiento nuclear fueron colocados precintos
de acuerdo a una concesión hecha -alguien diría que tontamente- por
los negociadores iraníes y que no tiene nada que ver con las
obligaciones de Irán bajo el TNP.
Irán, desde
entonces, ha reclamado su "inalienable derecho", bajo los términos
del TNP, a enriquecer uranio con propósitos pacíficos. No hay duda
de que esta decisión refleja el fermento de la vida política en
Teherán y la tensión entre las fuerzas radicales y las
conciliadoras, de las cuales el belicoso nuevo presidente, Mahmoud
Ahmadinejad, no es sino una voz. Como los gobiernos europeos parecen
comprender por momentos, esta situación exige auténtica diplomacia,
especialmente teniendo en cuenta la historia.
Durante más de medio
siglo, el Reino Unido y los Estados Unidos han amenazado a Irán. En
1953, la CIA y el MI6 derrocaron al gobierno democrático de Mohamed
Mossadeq, un nacionalista inspirado que creía que el petróleo iraní
pertenecía a Irán. Instalaron al venal Sha y, a través de una
monstruosa creación llamada Savak, construyeron uno de los más
depravados estados policiales de la era moderna. La revolución
islamista, en 1979, fue inevitable y muy repugnante aunque no fue
monolítica y, por presión popular y movimientos desde dentro de la
élite, Irán ha comenzado a abrirse al mundo exterior -a pesar de
haber soportado una invasión de Sadam Hussein, quien fue alentado y
respaldado por los EEUU y el Reino Unido.
Al mismo tiempo, Irán
ha vivido con la amenaza real de un ataque israelí, posiblemente con
armas nucleares, acerca de las que la "comunidad
internacional" ha guardado silencio. Recientemente, uno de los
principales historiadores militares israelíes, Martin van Creveld,
escribió: "Obviamente, no queremos que Irán tenga armas
nucleares y no sé si las están desarrollando pero, si no lo están
haciendo, están locos".
Difícilmente
sorprenderá que el régimen de Teherán haya aprendido la "lección"
de cómo Corea del Norte, que tiene armas nucleares, se ha deshecho
con éxito del depredador americano sin disparar un solo tiro. Durante
la guerra fría, los estrategas británicos de la "disuasión
nuclear" ofrecían la misma justificación para dotar a la nación
de armas nucleares: que venían los rusos, decían. Como ahora sabemos
a partir de documentos desclasificados, aquello era ficción, a
diferencia de la perspectiva de un ataque estadounidense a Irán, que
es muy real y, probablemente, inminente.
Blair lo sabe. También
sabe las verdaderas razones para un ataque y la parte que es
presumible que le toque desempeñar al Reino Unido. Para el próximo
mes, Irán tiene programada la conversión de sus petrodólares en
activos denominados en euros. El efecto sobre el valor del dólar será
significativo, si no desastroso, a largo plazo. Actualmente, el dólar
es, en teoría, una divisa sin valor que soporta el peso de una deuda
nacional que excede los $8 trillones y un déficit comercial de más
de $600 mil millones. Sólo el costo de la aventura de Irak, según el
premio nobel de economía Joseph Stiglitz, podría ascender a los $2
billones. El imperio militar norteamericano, con sus guerras y sus más
de 700 bases militares e intrigas sin límite, está financiado por
acreedores asiáticos, principalmente chinos. Que el petróleo se
comercie en dólares es crítico para mantener al dólar como la
divisa de reserva mundial. Lo que el régimen de Bush teme no es a las
ambiciones nucleares de Irán sino al efecto de que el cuarto mayor
productor y comerciante mundial de petróleo rompa el monopolio del dólar.
¿Empezarán, entonces, los bancos centrales a cambiar sus reservas y,
en efecto, a deshacerse del dólar?. Sadam Hussein estaba amenazando
con hacer lo mismo cuando fue atacado.
Aunque el Pentágono
no tiene planes de ocupar la totalidad de Irán, tiene puestos los
ojos sobre una franja de tierra que se extiende junto a la frontera
con Irak. Se trata de Khuzistán, donde se localiza el 90 por ciento
del petróleo iraní. "La primera medida a adoptar por una fuerza
invasora", se escribió en el Daily Star de Beirut, "sería
la de ocupar la provincia iraní de Khuzistán, rica en petróleo,
asegurándose el sensible estrecho de Ormuz y cortando el suministro
de petróleo al ejército de Irán". El 28 de enero, el gobierno
iraní dijo tener pruebas de ataques británicos encubiertos en
Khuzistán, incluyendo bombas, durante el año pasado. ¿Van a seguir
este tema los renovadamente animosos parlamentarios laboristas? ¿Van
a preguntar qué harán las tropas británicas estacionadas en las
proximidades de Basora - especialmente el SAS - en caso de que Bush
comience a bombardear a Irán?. Con el control del petróleo de
Khuzistán e Irak y, por delegación, del de Arabia Saudí, los EEUU
obtendrán lo que Richard Nixon llamó "la mayor recompensa de
todas".
Pero, ¿qué hay de
la promesa iraní de una "respuesta aplastante"? El año
pasado, el Pentágono envió 500 bombas "antibúnker" a
Israel. ¿Las utilizarán los israelíes contra un desesperado Irán?
La Revisión de la Postura Nuclear (Nuclear Posture Review: NPR) de
Bush, del año 2002, se refiere al ataque "preventivo" con
las, así llamadas, "armas nucleares de bajo rendimiento",
como una opción. ¿Serán utilizadas por los militaristas de
Washington, aunque sólo sea para demostrarnos al resto de nosotros
que, a pesar de sus problemas en Irak, son capaces de "combatir y
ganar en múltiples y simultáneos escenarios importantes de
guerra", tal como habían alardeado? Que un primer ministro británico
pueda tomar parte, aún módicamente, de este desvarío, es suficiente
motivo para una acción urgente de este lado del Atlántico.
(*)
Con gratitud a Mike Whitney. El nuevo libro de John Pilger,
"Freedom Next Time", será publicado por Bantam Press en
junio.
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