Entrevista
a Gilbert Achcar ()
Medio
Oriente tras la victoria electoral de Hamas
Revista
Sin Permiso, 26/03/06
Traducción de Jordi Mundó
La
siguiente entrevista fue realizada por el editor de State of Nature,
Cihan Aksan, en marzo de 2006.
State
of Nature: La reciente escalada de la
violencia partidista en Irak ha hecho crecer las sospechas de que
Estados Unidos esté alentando una contienda civil para demorar la
retirada de sus tropas. ¿Qué piensa usted de esto?
Gilbert
Achcar: En cierto sentido, esto es lo
que ha sucedido desde el inicio de la ocupación. Los Estados Unidos
eligieron lo que pensaban que sería una posición cómoda, esto es,
hacer de árbitro entre las distintas facciones en disputa de la
población iraquí. Esta elección se tradujo en la forma en que diseñaron
las instituciones, esencialmente basada en una distribución del poder
y de los escaños entre los tres grandes grupos: kurdos, chiítas árabes
y sunnitas árabes.
La
situación en el país ha empeorado en el último año,
particularmente desde que los Estados Unidos empezaron a perder el
control directo sobre las instituciones locales como resultado de la
elección de enero. Desde que la asamblea ha dejado de estar
completamente controlada por los Estados Unidos, hemos visto como
estos intentan desesperadamente sacar provecho de cualquier división
entre facciones iraquíes. Es la vieja fórmula imperial del “divide
y vencerás”.
¿Dónde
cree que nos lleva esto? ¿Estamos hablando de una tripartición del
país? ¿O cree usted que los Estados Unidos aún no están preparados
para una solución de este tipo?
Ciertamente
ésta no sería la mejor alternativa para los Estados Unidos, e
incluso dudo de que realmente pudiera ser su segunda mejor opción,
aunque sólo sea por que no es difícil vaticinar que desembocaría en
alguna variante de Estado chiíta con todo el control sobre la
producción de petróleo iraquí. Un Estado así sería un seguro
aliado de Irán y podría desencadenar una dinámica muy peligrosa en
todo el área, incluida Arabia Saudita, país en el que la zona de
mayor producción petrolífera está habitada por una mayoría chiíta.
Está claro que éste no es un escenario que convenga a Estados
Unidos. Algo así podría llegar a desestabilizar todo el área y
tener consecuencias muy peligrosas para la economía global, afectando
sobremanera el precio del petróleo, que en los últimos años se ha
puesto por las nubes. Aunque, ciertamente, en círculos
neoconservadores se sido propuesto como plan B para Irak, no es verosímil
que un escenario de partición sea algo que Washington considere como
una opción seria que pueda tener un resultado favorable para los
Estados Unidos.
¿Cómo
transformará a Hamás su victoria electoral en Palestina?
Es
difícil dar una respuesta tajante, puesto que depende de muchos
factores, incluida las reacciones oficiales de los Estados Unidos y de
Europa. En este momento están ponderando las opciones que tienen.
También depende de lo que haga Israel. Pero lo que sí puedo decir es
que sabiendo qué es Hamás, conociendo cómo ha edificado su victoria
y el tipo de programa que encarna, no soy capaz de vislumbrar las
perspectivas prometedoras que algunos que ponen los deseos por delante
de la realidad ven como posibles; esto es, que Hamás se adaptará a
lo que ellos estiman que es “la realidad” y que de algún modo se
sumará al llamado “proceso de paz”. No creo que esto vaya a
ocurrir porque no creo que Hamás desee perder sus señas de identidad
políticas tan rápidamente y sin recibir nada a cambio. Hoy por hoy
no creo que sea posible un escenario promisorio, básicamente porque
en Israel hay una especie de mayoría social y un gobierno muy
reaccionarios, muy derechistas y, en realidad, Sharon y quienes le
suceden en el poder son gente que en el fondo están contentos con la
situación actual. Esta situación les sirve un pretexto para ir más
allá en sus acciones unilaterales, y paso a paso van dando forma a la
“solución final” que más les conviene.
La
reacción de los Estados Unidos, de la Unión Europea y de Israel a la
victoria de Hamás ha consistido básicamente en una amenaza de
aislamiento diplomático y en una interrupción del flujo de fondos
destinados a la Autoridad Palestina. Irán ha reaccionado prometiendo
ayuda financiera y ha hecho un llamamiento a los demás países
musulmanes para que se sumen a la causa. Informaciones recientes en la
prensa árabe, desmentidas por Hamás, apuntan a que Irán donará 250
millones de dólares al Gobierno encabezado por Hamás. ¿Qué
significado tiene todo esto?
Bueno,
esto no hace más que mostrar que el intento de aislar a Hamás, que
en realidad no significa aislar a Hamás como tal, sino al Gobierno
elegido por el pueblo palestino, fracasará. Es evidente que la
victoria de Hamás en Palestina es también una gran victoria para Irán,
para Siria, para todos los adversarios de Estados Unidos en esa parte
del mundo. En general, todos estos países están muy contentos por la
victoria de Hamás. En el caso de Irán se explica por que se ha hecho
con otra carta política en la zona, y está en disposición de
utilizarla.
En
realidad, Irán estaba prestando apoyo a Hamás desde mucho antes de
las últimas elecciones y Hamás le ha devuelto el favor mostrando públicamente
su solidaridad después de las provocativas declaraciones del
Presidente iraní. Semanas antes de las elecciones, Hamás no tuvo
empacho en proclamar su apoyo al Presidente de Irán, y Khaled
Meshaal, el líder de Hamás que vive en el exilio en Damasco, visitó
Teherán para confirmar expresamente este apoyo.
El
Gobierno iraní dice que va a proporcionar a Hamás lo que el pueblo
palestino necesite en materia de fondos financieros, y es por esto que
incluso los clientes árabes de los Estados Unidos se ven entre la
espada y la pared. No pueden evitar entrar en competencia con Teherán,
puesto que sería muy perjudicial para sus intereses que Irán
puediera aparecer como el único apoyo de Hamás. Sienten que deben
apoyar a Hamás porque saben que en una confrontación entre Hamás
por un lado e Israel y Europa por el otro, la opinión pública árabe
siempre se va a poner del lado de Hamás.
La
organización libanesa Hezbollah aumentó mucho su crédito cuando
consiguió expulsar a Israel del Líbano. ¿En qué medida podría
decirse que su victoria alentó el apoyo que recibió Hamás en
Palestina?
El
impacto de la victoria de Hezbollah es palpable en el sentido de que
la lucha de Hezbollah contra la ocupación jugó un papel fundamental
en la retirada de Israel del sur del Líbano en el año 2000. Esta
victoria fue en sí misma
muy importante y coadyuvó a aumentar el atractivo político de Hamás,
especialmente cuando se recuerda el fracaso del proceso de Oslo y la
gran desilusión que conllevó, y más teniendo en cuenta que Arafat
había comprometido su liderazgo en ese proceso. En 2000 se producen
las negociaciones de Camp David con Clinton, Barak y Arafat, donde el
acuerdo debía basarse en el fin de los asentamientos, pero luego, en
septiembre de ese mismo año, la provocación de Ariel Sharon en
Jerusalem facilitó la victoria electoral de éste en febrero de 2001.
Todo esto precipitó una suerte de radicalización en los dos bandos;
en el lado palestino estalló la “Segunda Intimada”. La victoria
de Hamás es consecuencia directa de este marco político, aunque
deben añadirse otros factores obvios, como la profunda corrupción de
la Autoridad Palestina, en contraste con la reputación de Hamás como
organización dedicada a atender necesidades sociales del pueblo
palestino.
En
este sentido, podrías decirse que se parece mucho a lo que ocurrió
con Hezbollah.
Así
es, de nuevo muy parecido a Hezbollah. Lo cual no quiere decir, claro
está, que Hamás deba su victoria a Hezbollah. El factor Hezbollah
jugó un papel relevante en el refuerzo del atractivo de Hamás, pero
creo que de no haber existido Hezbollah, Hamás habría ganado
igualmente por la dinámica en la que había entrado el escenario
palestino-israelí.
Este
año, Condoleezza Rice ha recaudado 75 millones de dólares destinados
a financiar a grupos opositores en el interior de Irán. Ha afirmado
que Estados Unidos tiene un “menú de opciones” para tratar el
asunto de Irán. ¿Cuáles son esas opciones?¿Cuál es la que
finalmente elegirá Estados Unidos?
Mi
impresión es que Washington no está en condiciones de decidir cuál
es su última opción. Todas sus opciones conllevan riesgos y exigen
considerar un montón de factores: factores iraníes, factores iraquíes,
factores regionales más allá de Irán e Irak y factores
internacionales. Este asunto es muy complicado puesto que Irán es un
hueso más duro de roer de lo que lo fue Irak, al menos en lo que se
refiere al derrocamiento de Saddam Hussein, que constituyó de lejos
la parte más fácil de la jugada. Derrocar el régimen iraní es un
objetivo mucho más difícil, en primer lugar porque, simple y
llanamente, Washington no puede invadir Irán: este país es mucho más
extenso que Irak, y cuando recordamos el cenagal en el que andan
metidas las tropas de Estados Unidos en territorio iraquí entendemos
fácilmente que los americanos no se planteen seriamente esta opción.
Es impensable que en Irán pueda producirse un cambio de régimen como
el propiciado en Irak, y la razón fundamental radica en que el régimen
iraní sí tiene base social real. Las recientes elecciones en las que
triunfó Ahmedinejad no fueron ninguna farsa, no hubo trampa alguna.
Naturalmente, se enfrentaban dos personalidades muy destacadas dentro
del mismo régimen gobernante, y la variedad de fuerzas políticas
autorizadas a tomar parte en el proceso político era muy limitada,
pero al fin y al cabo se trató de una contienda en toda regla. El
resultado refleja que el régimen iraní sigue manteniendo una sólida
base social que puede movilizar mediante dosis adecuadas de populismo;
y también puede jugar la carta de apelar al sentimiento nacionalista
de la población.
Cuanto
más ataque Washington políticamente al régimen iraní, mejor van a
irle las cosas a éste. Esto explica por qué Ahmedinejad, que está
menos loco de lo que a menudo se piensa en Occidente, sigue provocando
a Estados Unidos y a Israel. Sabe perfectamente lo que está haciendo.
Sabe que esto le permite cohesionar sus huestes en el interior y en
todo el mundo musulmán, además de que por lo general esta clase de
afirmaciones reciben una aprobación popular generalizada. Si
Washington se viera en la tesitura de tener que pasar de las amenazas
verbales a la acción militar real sobre Irán, dejando a un lado el
grave problema de cómo asegurarse una posible vía de retirada, lo
que podría ocurrir es que se desatara una fuerte oleada de protestas
y una mayor radicalización de posturas en todo el área, no sólo en
Irán. Sin duda, ésta sería una situación muy delicada y que entrañaría
muchos riesgos para Estados Unidos.
Sin
embargo, Washington cree que si Irán obtuviera el arma nuclear, esto
constituiría una peligrosa amenaza para el desarrollo de los
intereses de Estados Unidos en todo el área, puesto que Irán tendría
en sus manos un arma disuasoria muy poderosa y, por eso mismo, una
mayor capacidad de maniobra para actuar políticamente en la región.
Por eso estoy convencido de que en Washington están tomando en
consideración todas las alternativas posibles, claro está, pero
saben que ninguna de las opciones que conlleve agresión militar
pueden tomarla a la ligera. Por ahora siguen utilizando la táctica
del palo y la zanahoria, y juegan a eso del policía bueno y malo con
Europa, Rusia y otros para por lo menos conseguir demoras en los
esfuerzos de los iraníes en el campo nuclear, con la esperanza de que
la situación interna en Irán cambie de nuevo y crezca algún tipo de
oposición contra el actual régimen iraní.
En
realidad lo que dice Condoleezza Rice va en esta dirección: que
Washington no es capaz de cambiar el régimen desde fuera como hizo
con Irak, de modo que su única alternativa es tratar de cambiarlo
desde dentro apoyando a las fuerzas de la oposición. Pero su gran
problema es que cualquier oposición que reciba el apoyo directo de
Estados Unidos queda desacreditada por completo. Carecen de
importancia los cambios que acaecieron en el interior de Irán antes
de la invasión estadounidense de Irak, puesto que desde entonces la
imagen de Estados Unidos en la zona se ha deteriorado a pasos
agigantados a la vista de cómo evoluciona el lodazal iraquí, y más
aún a partir de la confrontación sobre la cuestión nuclear con
Teherán.
¿Cómo
describiría la relación entre Irán y Rusia?
Irán
es un activo muy importante para los rusos. Moscú se ha quedado con
muy pocos aliados y clientes, y no ha recibido ninguna clase concesión
por parte de los Estados Unidos en pago por la buena disposición a
cooperar que Putin mostró a la Administración Bush después del
11-S. Viendo esto, Rusia trata de reconstruir su propia zona de
influencia y ha estrechado sus relaciones estratégicas con China. En
Asia central Rusia ha vuelto a la competición directa con Estados
Unidos, tratando de contener la influencia que los americanos
intensificaron con la excusa del 11-S y la invasión de Afganistán.
Recientemente hemos visto como han conseguido cancelar la base aérea
que Uzbekistán había cedido a Estados Unidos. En este marco, las
relación de Rusia con Irán cobra una gran importancia.
Sin
embargo, Rusia es económicamente dependiente de sus relaciones con
Alemania, y puesto que Alemania está muy preocupada por el asunto
iraní y está ejerciendo mucha presión, Putin y el Gobierno ruso
tratan de conciliar todos estos factores y presiones. Pero, en última
instancia, pienso que Irán tiene tal importancia estratégica para
Rusia que ésta no va a romper con Teherán, y menos en un momento en
el que el viento sopla con fuerza contra los intereses de Estados
Unidos en Oriente Medio.
Hace
unas semanas Khaled Meshaal, de Hamás, visitó Turquía. Le siguió
el Primer Ministro iraquí Ibrahim al-Jafari, y unos días más tarde
el clérigo chiíta Moqtada al-Sadr. ¿Cómo interpreta este tráfico
tan denso? ¿Qué papel está dispuesta a jugar Turquía en Oriente
Medio?
Bueno,
estas tres visitas o, dicho de otro modo, la cuestión iraquí y la
cuestión palestina, no tienen el mismo significado. Hamás hace
esfuerzos denodados por tejer una red de vínculos internacionales,
algo de lo que en realidad nunca se habían ocupado seriamente. Puesto
que sienten la amenaza del ostracismo al que pueden condenarles los países
occidentales, ponen mucho empeño en iniciar relaciones más allá de
las “naturales” que ya tienen con ciertos gobiernos, por ejemplo
con gobiernos que están enfrentados a Estados Unidos. De modo que la
visita a Turquía para ellos es importante porque Turquía pertenece a
la OTAN, es un aliado oficial de los Estados Unidos y, además, el
partido gobernante es islamista.
Estoy
convencido de que el gobierno turco recibió a Hamás con el visto
bueno de Washington, que está movilizando a sus aliados musulmanes
(particularmente a los saudíes, y también a otros) con la esperanza
de persuadir a Hamás para que haga las concesiones necesarias para
que pueda iniciarse el proceso de negociación política entre
palestinos e israelíes.
Para
Irak la cuestión es otra. Existe una seria confrontación entre chiítas
y kurdos. La alianza con los kurdos es el pacto más fiable que tiene
Washington en Irak. Pero en fechas recientes ha aumentado el grado de
enfrentamiento de los kurdos con la alianza chiíta, mayoritariamente
compuesta por la coalición entre Moqtada al-Sadr y Jaafari. Como es
sabido, Moqtada al-Sadr apoyó a Jaafari para que consiguiera ser
elegido primer ministro en representación de la alianza chiíta.
Por
segunda vez desde la elección de enero de 2005, los kurdos están
tratando por todos los medios de imponer la presencia de Allawi en el
próximo gobierno (Allawi es conocido por ser el otro gran aliado y
cabeza de turco de Estados Unidos en Irak, aunque hay que decir que
está en una posición mucho más débil que hace un año). Las
fuerzas kurdas lo están intentando, teniendo que hacer frente a la
oposición de la coalición chiíta, y contra de los deseos de Teherán,
que se cierra en banda a aceptar a Allawi.
Todos
estos juegos de poder están relacionados con las visitas de iraquíes
a Turquía. Como todos sabemos, Ankara está muy preocupada por la
alianza kurda en Irak, por lo que los chiítas tratan de que Turquía
ejerza presión sobre los árabes sunnitas para conseguir meter una cuña
entre ellos y los kurdos, puesto que el gran problema de los chiítas
estriba en que los sunnitas, para conseguir aumentar sus posibilidades
de acceder a una parte más grande de la tarta, suelen aliarse con los
kurdos. Este marco general explica por qué los kurdos han reaccionado
tan violentamente a la visita que ha realizado Jaafari a Turquía.
El
fundamentalismo islámico se ha convertido en la principal fuerza de
resistencia antiimperialista en Oriente Medio. ¿Existe alguna
posibilidad de que se produzca un renacimiento de un nacionalismo
antiimperialista de izquierda o progresista en la región?
En
primer lugar, yo no etiquetaría al fundamentalismo islámico como
“antiimperialista”. El antiimperialismo es una etiqueta que
reservo para fuerzas que analizan la realidad mediante estas categorías.
Pero los fundamentalistas islámicos, si entendemos por tales a las
ramas más fanáticas como las de Bin Laden, Zarqawi y demás, no
utilizan estos términos. Lo que dicen es que hacen frente a los
cruzados y a los judíos, utilizando un tipo de vocabulario que revela
una concepción del mundo racista y fanática. Y aunque estén
combatiendo al mayor opresor de los pueblos de esta parte del mundo,
eso no quita que podamos decir que se inscriben en una corriente muy
reaccionaria, particularmente en relación a sus concepciones
sociales.
Irak
es una excelente ilustración de esto. Zarqawi no sólo está librando
una guerra contra la ocupación (que, objetivamente hablando, podría
ser considerada una guerra legítima), sino que también está
desplegando un tipo de guerra desmedidamente sangrienta y sectaria,
que desde cualquier punto de vista debe ser vista como extremadamente
reaccionaria.
Naturalmente,
no podemos meter en el mismo cesto a este tipo de fanatismo sectario y
a organizaciones como Hamás, Hezbollah u otras que tienen una base
social real. Estas organizaciones de veras están encabezando las
luchas populares en contra de su principal agresor exterior, y eso a
pesar de que sus concepciones sociales y políticas son muy
reaccionarias, algo que califico de auténtica calamidad para los
verdaderos intereses a largo plazo de las clases populares.
Sin
duda, esto es resultado del fracaso histórico de las fuerzas
progresistas en esta parte del mundo, al tiempo que es la consecuencia
del hecho que el fundamentalismo islámico ha sido instrumentalizado
durante décadas –mayormente, por los Estados Unidos– para
combatir todas esas corrientes progresistas.
Entonces,
¿puede producirse algún tipo de cambio hacia la izquierda?
Bueno,
en primer lugar hay que tomar en consideración que una lucha
progresista contra el imperialismo aún es posible en muchos lugares
del mundo, y Latinoamérica es la mejor prueba de ello. Que sea
posible allí y por ahora no lo sea en Oriente Medio probablemente sea
debido a la presencia de una Cuba que aún tiene una orientación
popular. Gracias a Cuba, la idea de revolución y socialismo no se ha
desacreditado en Latinoamérica como sí ha ocurrido en el resto del
mundo occidental y en Oriente. El hecho de que la imagen de Cuba tenga
una proyección tan irresistiblemente positiva en Latinoamérica
contribuye a aumentar el margen de maniobra real para la revitalización
de las fuerzas de izquierda.
En
el caso de Oriente Medio, mucho me temo que tendrá que pasar mucho
tiempo hasta que podamos regresar a una situación en la que las
fuerza progresistas actúen de catalizadoras del resentimiento y
descontento populares. De ocurrir, habría un cambio en la trayectoria
de los dos proyectos que he mencionado con anterioridad. En primer
lugar, eso querría decir que el movimiento fundamentalista estaría
muy desacreditado y su fracaso se parecería al que actualmente
padecen las fuerzas nacionalistas progresistas y de izquierda. Pero a
día de hoy el fundamentalismo islámico está en plena expansión y
consiguiendo muchas victorias. Estoy seguro de que esto no durará
siempre, pero pueden pasar muchos años hasta que la tendencia se
revierta.
En
segundo lugar, es necesario renovar sobre nuevas bases el crédito de
cualquier alternativa izquierdista. A día de hoy, no veo ninguna
posibilidad de que a medio plazo haya alguna tendencia dentro de la
izquierda de esta parte del mundo que tenga margen para mejorar su
situación. Las experiencias ocurridas en otras partes del mundo podrían
ser de gran ayuda, claro. Lo que pasa en Latinoamérica es importante,
pero está muy lejos de lo que ocurre en Oriente Próximo. Sin
embargo, considero que lo que ocurra en Europa va a ser muy importante
en este sentido. Cualquier cosa que ocurra en la escena europea será
importante para la configuración de las condiciones políticas del
futuro en Oriente Medio y en el mundo musulmán. Esto significa que no
sólo es necesario que haya un avance importante de las fuerzas de
izquierda en Europa, sino que este avance sea de un tipo de fuerzas
izquierdistas que muestren un comportamiento correcto para con la
población musulmana o de origen inmigrante en Europa y que combatan
la islamofobia, un fenómeno que está creciendo rápidamente en los
países occidentales.
Todo
esto dibuja un conjunto de condiciones que mucho me temo que no
invitan a ser demasiado optimista. Pero diría, utilizando una fórmula
muy trillada pero que sigue siendo válida, que en esta parte del
mundo el optimismo de la voluntad sólo puede alcanzarse mediante la
convicción pesimista de que puede ocurrir algo aún peor y de que
debemos hacer algo para impedirlo.
.- Gilbert Achcar enseña
ciencia política en la Universidad París-VIII y es investigador
en el Centro Marc Bloch de Berlín. Escribe a menudo en
publicaciones como Le Monde Diplomatique, Monthly Review
y ZNet. Entre sus libros más recientes destacan: Eastern
Cauldron (2004), The Israeli Dilemma (2006) y The
Clash of Barbarisms (2ª edición ampliada, 2006).
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