Elecciones
israelíes: ¿más de lo mismo?
Por
Adrián Mac Liman
El Corresponsal de Medio Oriente y África, 30/03/06
La consulta popular
celebrada esta semana en Israel ha puesto de manifiesto el hartazgo
del electorado hebreo, su desconfianza en una clase política incapaz
de cumplir sus promesas, de buscar soluciones novedosas ¡y eficaces!
al conflicto palestino-israelí, de garantizar la seguridad y el
bienestar de los cinco millones y medio de ciudadanos del Estado judío.
Fueron éstas las elecciones con el menor índice de participación en
la historia de Eretz Israel.
Por muy extraño que
parezca, el auténtico ganador de los comicios fue Ariel Sharon, el
militar a la vez brillante y desobediente, el político inconformista
que logró romper los moldes de una sociedad anclada en un
bipartidismo obsoleto e imponer su ambiguo concepto de "paz
unilateral". Para muchos pobladores del Estado judío, el
agonizante general se ha convertido en un símbolo: en el político
hebreo más influyente que dirigió los destinos del Estado.
La jornada electoral
del 28 de marzo abre la vía a una nueva era. La era de las alianzas
coyunturales llamadas a sustituir los estratagemas de los partidos políticos
tradicionales. No en vano Kadima, la agrupación creada por el ex líder
del Likud, que se alza con la victoria en la consulta popular, se
enorgullece de ser algo más que un simple partido. Kadima es la
quintaesencia de los intereses estratégicos de la nación hebrea, una
corriente que pretende defender y preservar los múltiples intereses
de Israel en la región. Kadima es, ante todo, una opción pragmática,
en la que las preocupaciones del estamento castrense se entremezclan
con los designios hegemónicos de una clase política dispuesta a
impulsar el utópico proyecto del Nuevo Oriente Medio, ideado allá
por la década de los 80 por el laborista Shimon Péres. Se trata de
un ambicioso plan de desarrollo económico regional liderado por la
"locomotora" israelí. Una opción que los países árabes
no dudan en tachar de neocolonialismo económico.
No cabe la menor duda
de que la plana mayor de Kadima tratará de seguir la política
iniciada por Sharon con la retirada unilateral de la Franja de Gaza.
Mas la vieja idea de devolver a los palestinos "la mayor
parte" de Cisjordania cuenta con un sinfín de detractores tanto
en interior de la "línea verde" como en el campo palestino.
La derecha israelí no quiere oír hablar de nuevas concesiones; los
radicales palestinos exigen, por su parte, la devolución de la
totalidad de los territorios ocupados en 1967. Una opción ésta que
Sharon, al igual que la mayoría de sus correligionarios, había
descartado por completo. Más aún, el ex general tenía intención de
llevar a la práctica un viejo proyecto -el "plan Bracha"
(estrella, en hebreo)- presentado en 1990 por el Estado Mayor del Ejército,
que consistía en la cantonalización de una Cisjordania inconexa y,
por consiguiente, inviable a la hora de proclamar un Estado palestino.
Durante la última década, el propio Sharon esbozó una serie de
modificaciones, convirtiendo el proyecto en un elemento sine qua non
para la seguridad de Israel.
La nueva coalición
de gobierno deberá optar por la aplicación de este plan o por la búsqueda
de otras alternativas, más pragmáticas y, probablemente, mejor
acogidas por los palestinos. Parece poco probable que una retirada
unilateral (léase redespliegue militar) o la adopción de medidas
destinadas a preservar la seguridad de la población israelí,
haciendo caso omiso de los intereses palestinos, puedan ofrecer garantías
sólidas para la paz y la convivencia intercomunitarias. La paz nunca
ha sido ni puede ser unilateral.
Y si en el llamado
frente exterior (eufemismo empleado por los políticos hebreos para
designar el conflicto israelo-palestino) el interés se centra en el
establecimiento de fronteras definitivas entre el Estado judío y sus
vecinos palestinos, en el plano interno destaca la necesidad de hallar
soluciones válidas para reactivar la economía, reducir la tasa de
desempleo y tratar de colmar las deficiencias del sistema educativo.
En resumidas cuentas, hacer hincapié en el hasta ahora olvidado
bienestar social. En este contexto, Israel aún debe definir sus
objetivos prioritarios.
Fuente: el autor es
escritor y periodista, miembro del Grupo de Estudios Mediterráneos de
la Universidad de La Sorbona (París). Su artículo se reproduce por
gentileza del Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS), de Madrid.
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