Los
planes para Irán
¿Irá
a la guerra Bush?
Por Seymour M. Hersh (*)
The New Yorker / Rebelión, 14/04/06
Traducido
por S. Seguí
Aunque
públicamente siga optando por la diplomacia para impedir que Irán
consiga el arma nuclear, el Gobierno Bush ha potenciado sus
actividades clandestinas en el interior de Irán a la vez que ha
intensificado la planificación de un posible ataque aéreo a gran
escala. Funcionarios militares y de los servicios secretos
estadounidenses, tanto en activo como en la reserva, han señalado que
los grupos de planificación de la US Air Force (Fuerza Aérea de EE
UU) están elaborando una lista de objetivos militares, y que equipos
de soldados estadounidenses han recibido órdenes de introducirse en
Irán, en misiones clandestinas, a fin de recoger información y
entrar en contacto con grupos antigubernamentales pertenecientes a
grupos étnicos minoritarios. Dichos funcionarios afirman que el
presidente Bush está decidido a impedir que el gobierno iraní pueda
iniciar su programa piloto de enriquecimiento de uranio, previsto para
esta primavera.
Los
servicios secretos de los países europeos y de Estados Unidos, así
como el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), coinciden
en que Irán está decidido a desarrollar sus capacidades de producción
de armas nucleares. No obstante, hay opiniones ampliamente divergentes
respecto a cuánto tiempo requiere este programa y a cuál sería el
medio más efectivo para impedirlo: la diplomacia, las sanciones o la
intervención militar. Irán insiste en que sus actividades de
investigación están orientadas únicamente a usos pacíficos, con
arreglo al Tratado de No Proliferación Nuclear, y que dichas
actividades no se retrasarán ni se anularán.
Entre
los miembros del estamento militar de Estados Unidos y de los
servicios secretos internacionales, existe el convencimiento creciente
de que el objetivo último del presidente Bush en esta confrontación
nuclear es el “cambio de régimen” en Irán. El presidente de este
país, Mahmud Ahmadineyad, ha puesto en duda la realidad del
holocausto judío, y ha afirmado que Israel debe “ser borrado del
mapa.” Bush y algunos de sus asesores en la Casa Blanca lo
consideran un Hitler potencial, según afirmó un ex alto cargo de los
servicios secretos: “Ese es el nombre que le han puesto. Y se
preguntan: ¿conseguirá Irán armas estratégicas y amenazará con
otra guerra mundial?”
Un
consultor gubernamental estrechamente vinculado con los responsables
civiles del Pentágono ha afirmado que Bush “está totalmente
convencido de que Irán va a conseguir su bomba” si no se le paran
los pies. Dicho asesor ha afirmado también que el presidente debe
hacer lo que “ningún demócrata o republicano que resulte elegido
en el futuro tendrá el valor de hacer” y que “salvar a Irán será
su legado político.”
Un
ex alto cargo de la defensa, que sigue teniendo responsabilidades en
temas delicados del Gobierno Bush, me dijo que la planificación
militar parte de la premisa de que “una campaña de bombardeos
sostenidos en Irán humillará a los líderes religiosos del país y
producirá un levantamiento popular y el derrocamiento del
gobierno.” Y añadió: “No daba crédito a mis oídos cuando me lo
dijeron; por un momento me pregunté: ¿que habrán estado fumando éstos?”
El
razonamiento en que descansa la idea del cambio de régimen fue
elaborado a comienzos de marzo por Patrick Clawson, un experto en
asuntos iraníes que tiene el cargo de director adjunto de investigación
del Washington Institute for Near East Policy, institución que ha
apoyado al presidente Bush. “Mientras Irán siga siendo una república
islámica, seguirá teniendo un programa de armas nucleares, al menos
secretamente”, afirmó Clawson ante el Comité de Relaciones
Exteriores del Senado el 2 de marzo. “Por consiguiente, la pregunta
clave es: ¿cuánto durará el actual régimen iraní?”
Cuando
pregunté a Clawson, éste hizo hincapié en que “nuestro gobierno
está haciendo un gran esfuerzo diplomático.” No obstante, añadió
que Irán no tenía otra opción que acceder a las demandas del
gobierno de Estados Unidos o hacer frente a un ataque militar. Clawson
me dijo que, en su opinión, Ahmadineyad “considera que Occidente no
tiene coraje y piensa que en algún momento cederemos. Hemos de estar
dispuestos a hacer frente a Irán si la crisis sufre una escalada.”
Clawson afirmó que él preferiría una campaña de sabotajes y otras
actividades clandestinas, presentadas como “accidentes
industriales.” No obstante, dijo, sería prudente prepararse para
una guerra más amplia “teniendo en cuenta el modo de actuación de
los iraníes. Esto no es como planificar la invasión de Quebec.”
Un
planificador militar me dijo que las críticas de la Casa Blanca hacia
Irán y el avanzado estado de la planificación y las actividades
clandestinas equivalen a una campaña de “coacción” dirigida a Irán.
“Hay que estar listos para seguir adelante, y veremos cómo
responden”, dijo este oficial. “Hay que estar preparados para
presentar una amenaza a fin de hacer que Ahmadineyad dé marcha atrás.”
También dijo que “la gente considera que Bush se ha centrado únicamente
en Irak después del 11 de septiembre, pero (...) en mi opinión, si
hubiera que nombrar un país central en su estrategia durante todo
este tiempo sería Irán “ (En respuesta a mi petición de
explicaciones detalladas, la Casa Blanca afirmó que no haría
comentarios sobre la planificación militar, pero añadió que “tal
como ha indicado el presidente, estamos haciendo lo posible por
conseguir una solución diplomática”. El Departamento de Defensa
afirmó también que los tratos con Irán seguían los “canales
diplomáticos”, pero no quisieron extenderse en este concepto; la
CIA por su parte afirmó que había “inexactitudes” en todo esto,
pero sin especificar cuáles.)
“Esto
es mucho más que un asunto nuclear”, me dijo un diplomático de
alto nivel en Viena. “Lo nuclear es el punto de partida, y hay
tiempo suficiente para solucionarlo. Pero el gobierno estadounidense
cree que no habrá solución si no controla los corazones y las mentes
del pueblo de Irán. La cuestión real es quién va a controlar
Oriente Próximo y su petróleo en los próximos diez años.”
Un
alto asesor del Pentágono especialista en cuestiones de terrorismo me
dio una opinión similar: “Esta Casa Blanca cree que el único modo
de resolver el problema es modificar la estructura de poder en Irán,
y eso significa la guerra.” El peligro, dijo, “es que al mismo
tiempo, esta opinión refuerza la creencia de los iraníes de que el
único modo de defender su país es disponer de capacidad nuclear.”
Un conflicto militar que desestabilizase la región podría potenciar
también el riesgo de ataques terroristas: “Hezbolá entra en
juego”, afirmó el citado asesor, en referencia a ese grupo
terrorista considerado como uno de los más efectivos del mundo, que
actualmente es un partido político libanés vinculado estrechamente a
Irán. “Y también entra en juego Al Qaeda.”
En
estas últimas semanas, el presidente ha iniciado con discreción una
serie de conversaciones sobre planes relativos a Irán con algunos
senadores y miembros clave del Congreso, entre ellos al menos un demócrata.
Un alto cargo del Comité de gastos de la Cámara de Representantes,
que no participó en las reuniones pero que discutió su contenido con
sus colegas, me dijo que “no hay informaciones oficiales” porque
“dudan ante informar a la minoría. Están dedicándose al Senado,
aunque de un modo bastante selectivo.”
Este
miembro de la Cámara de Representantes afirmó que en estas reuniones
nadie “pone realmente objeciones” a las propuestas de guerra.
“Esa gente a la que están informando son los mismos que dirigieron
la carga contra Irak. Como máximo, las preguntas que se plantean son
del tipo: ¿cómo piensan golpear todos los objetivos a la vez?, o ¿cómo
van a conseguir la necesaria penetración? (Irán está construyendo
instalaciones subterráneas.) “No hay ninguna presión del Congreso
para que no se tomen medidas militares”, añadió el diputado. “La
única presión política proviene de los tipos que están a favor de
la acción.” Y respecto al presidente Bush, este diputado añadió:
“Lo más preocupante del asunto es que este tipo tiene una visión
mesiánica.”
Determinadas
operaciones, aparentemente dirigidas a intimidar a Irán, están ya
realizándose. Aviones militares de uso táctico de la marina de
Estados Unidos, que operan desde portaaviones situados en el mar de
Arabia, han estado realizando operaciones simuladas de bombardeo con
armas atómicas –maniobras de ascenso rápido conocidas como
“bombardeos por encima del hombro”– desde el pasado verano,
afirmó el ex militar citado anteriormente. Y todo ello dentro del
radio de acción de los radares costeros iraníes.
El
pasado mes, en una intervención en una conferencia sobre seguridad en
Oriente Próximo celebrada en Berlín, el coronel Sam Gardiner, un
analista militar que fue profesor de la Escuela de Guerra de Estados
Unidos antes de retirarse de la Fuerza Aérea en 1987, presentó una
estimación de la fuerza necesaria para destruir el programa nuclear
de Irán. A juzgar por las fotografías realizadas desde satélites de
las instalaciones conocidas, Gardiner estimó que debería atacarse un
mínimo de cuatrocientos objetivos. Y añadió: “No creo que ningún
planificador militar estadounidense vaya a detenerse ahí. Irán
probablemente tiene dos plantas de producción química. Tendríamos
que atacarlas también. Y también los puntos de lanzamiento de
misiles de alcance medio, que acaban de emplazar más cerca de Irak.
Hay también catorce aeropuertos que disponen de refugios para
aviones... habría que acabar con esa amenaza. Y luego están los
puestos que amenazan el tráfico marítimo del Golfo Pérsico, que
también habría que atacar, es decir, las instalaciones de misiles
crucero y los submarinos convencionales iraníes movidos por diesel...
Algunas de estas instalaciones pueden ser de difícil acceso incluso
utilizando armas de penetración. Estados Unidos deberá utilizar
unidades de operaciones especiales.”
Los
planes correspondientes a una de las opciones militares iniciales,
presentados por el Pentágono a la Casa Blanca el pasado invierno,
prevén el uso de armas nucleares tácticas tipo B61–11 [1] ,
“revienta–bunkers”, contra los emplazamientos nucleares subterráneos.
Uno de los blancos es la planta de centrifugado de Natanz, a unos
trescientos kilómetros al sur de Teherán. Natanz, que ya no se halla
dentro de las salvaguardias del OIEA, que se cree que dispone de una
planta subterránea que puede acoger hasta cincuenta mil
centrifugadoras, así como laboratorios y lugares de trabajo
enterrados a unos 23 metros bajo tierra [2] . Con ese número de
centrifugadoras, podría conseguirse suficiente uranio enriquecido
para aproximadamente veinte cabezas nucleares por año. (Irán ha
admitido que al principio mantuvo su programa de enriquecimiento de
uranio escondido a los ojos de los inspectores del OIEA, pero afirma
que ninguna de sus actuales actividades está prohibida por el Tratado
de No Proliferación). La eliminación de Natanz sería un duro golpe
a las ambiciones nucleares de Irán, pero las armas convencionales del
arsenal estadounidense no pueden asegurar la destrucción de
instalaciones que se hallen sepultadas bajo veinte metros de tierra y
rocas, especialmente si están reforzadas con cemento.
Hay
un antecedente, durante la Guerra Fría, de planificación para
destruir refugios subterráneos con armas nucleares. A comienzos de la
década de los ochenta, los servicios de espionaje de Estados Unidos
se percataron de que los soviéticos estaba construyendo un enorme
complejo subterráneo a las afueras de Moscú. Los analistas llegaron
a la conclusión de que esta instalación subterránea tenía por
objeto garantizar la “continuidad del gobierno”, es decir, la
supervivencia de los líderes políticos y militares a un ataque
nuclear. (Hay instalaciones similares en Virginia y Pennsylvania
destinadas a la jerarquía estadounidense). Esa instalación soviética
sigue existiendo y gran parte de lo que Estados Unidos conoce sobre
ella sigue siendo material secreto. “La pista que llevó a su
descubrimiento fueron los conductos de ventilación, algunos de ellos
camuflados”, me dijo el citado alto cargo de los servicios de
espionaje. En esa época, me dijo, se pensaba que “sólo bombas
nucleares” podrían destruir ese refugio. Y afirmó que algunos
analistas estadounidenses creen que los rusos han ayudado a los iraníes
a diseñar su instalación subterránea. “Vemos similitudes de diseño,
en particular en los conductos de ventilación”, afirmó.
Un
ex algo cargo del Departamento de Defensa me dijo que, en su opinión,
incluso un bombardeo limitado permitiría a Estados Unidos “entrar
ahí y hacer suficiente daño como para retrasar la infraestructura
nuclear; lo creo factible.” Afirmó también que “los iraníes no
tienen amigos, y podemos hacerles saber que si es necesario volveremos
a atacarles sus infraestructuras. Estados Unidos debería actual como
si estuviera dispuesto a hacerlo.” Y añadió: “Ni siquiera
tenemos que destruir todas sus defensas aéreas; nuestros aviones
furtivos y misiles ... dan muy buen resultado y somos capaces de
destruir blancos fijos. También podríamos actuar por tierra, aunque
es difícil y muy peligroso; meterles, por ejemplo, algo por los
conductos de ventilación que los dejase fuera de combate.”
No
obstante, los que están familiarizados con el búnker soviético, me
dijo el alto cargo de los servicios secretos, afirman que no es
posible. “Ni hablar; hay que saber lo que hay debajo, qué
ventiladores suministran oxígeno a las personas, cuáles a los
generadores diesel y cuáles son falsos. Y hay muchas cosas que
desconocemos.” La falta de información fiable no deja a los
planificadores militares otra opción, para conseguir la total
destrucción de las instalaciones, que pensar en el uso de armas
nucleares tácticas. “Toda otra opción, en opinión de los
especialistas en ese tipo de armas, dejaría un margen”, afirmó
dicho algo cargo. “La planificación de la Fuerza Aérea maneja el
concepto clave de “decisivo”, lo que conduce a una decisión drástica.
La misma que adoptamos en Japón.”
Y
continuó: “Los planificadores nucleares reciben un entrenamiento
completo y aprenden los detalles técnicos sobre destrucción y
radiación: estamos hablando aquí de nubes radioactivas, radiación,
muertes masivas y contaminación durante años. No se trata de una
prueba nuclear subterránea, en la que lo único perceptible es un
ligero levantamiento del terreno. Estos políticos no tienen ni idea,
y cada vez que alguien intenta excluirla –descartar la opción
nuclear— lo callan a puro griterío.”
La
atención que recibe la opción nuclear ha creado serios problemas en
el interior de las oficinas de la Junta de Jefes de Estado Mayor, añadió,
y algunos oficiales están sopesando la posibilidad de dimitir. A
finales del pasado invierno, la Junta de Jefes de Estado Mayor intentó
retirar la opción nuclear de la preparación de planes para Irán...
sin éxito, me informó. “La Casa Blanca les dijo que por qué
cuestionaban esta opción, “después de todo vino de ustedes””
El
asesor del Pentágono especialista en terrorismo confirmó que algunos
miembros del Gobierno tenían en mente con toda seriedad esta opción,
que el asesor vinculaba con el resurgimiento, entre los miembros del
Pentágono y los círculos que elaboran las políticas, del interés
en las tácticas basadas en el uso de armas nucleares. En opinión de
mi informante, se trata de un “monstruo al que hay que poner coto
como sea”. También me confirmó que algunos oficiales de alta
graduación y funcionarios asimismo importantes estaban estudiando la
posibilidad de presentar su dimisión en relación con este asunto.
“Hay sentimientos muy encontrados entre los militares, contrarios a
amenazar a otros países con el uso del arma nuclear”, me dijo este
asesor, “y el asunto está llegando a altos niveles.” En su opinión,
este asunto pronto llegará a niveles decisivos, ya que la Junta de
Jefes de Estado Mayor ha resuelto transmitir al presidente Bush una
recomendación formal decididamente contraria a considerar la opción
nuclear para Irán. “El debate interno en torno a este asunto se ha
enconado en las últimas semanas”, me dijo el asesor, “ y si los
altos oficiales del Pentágono manifiestan su oposición al uso de
armas nucleares ofensivas, entonces nunca tendrá lugar.”
Sin
embargo, el asesor manifestó que la idea de utilizar armas nucleares
tácticas en una situación parecida ha ganado adeptos en el seno de
la Defense Science Board (Junta de ciencias de defensa), un grupo
asesor cuyos miembros los escoge el secretario de Defensa, Donald
Rumsfeld. “Esta gente está diciéndole al Pentágono que podemos
construir una bomba tipo B61 dotada de más poder explosivo y menos
radiación,” dijo.
El
presidente de la citada Defense Science Board es William Schneider,
Jr., subsecretario de Estado con el gobierno Reagan. En enero de 2001,
cuando el presidente Bush se preparaba la toma de posesión del
presidente Bush, Schneider tuvo un cargo en un grupo especial dedicado
a las armas nucleares patrocinado por el National Institute for Public
Policy, un think–tank conservador. El informe de su grupo
recomendaba tratar las armas nucleares como parte esencial del arsenal
estadounidense, y destacaba su idoneidad “en aquellas ocasiones en
que es fundamental destruir total e inmediatamente objetivos
prioritarios, y ello no puede conseguirse con las armas
convencionales.” Algunos signatarios del informe son ahora miembros
destacados del Gobierno Bush, entre otros Stephen Hadley, consejero de
seguridad nacional; Stephen Cambone, subsecretario de Defensa para
asuntos de inteligencia; y Robert Joseph, subsecretario de Estado de
control de armamentos y seguridad internacional.
El
asesor del Pentágono cuestionó el valor de los bombardeos aéreos.
“Los iraníes han dispersado su actividad nuclear muy bien, y no
tenemos la menor idea de dónde se encuentran los elementos
principales. Podrían estar incluso fuera del país”, afirmó. En su
opinión, y en la de otros muchos, el bombardeo de Irán podría
provocar una “reacción en cadena” de ataques sobre instalaciones
y ciudadanos estadounidenses en todo el mundo. “¿Qué van a pensar
1.200 millones de musulmanes si atacamos Irán?”
Con
o sin la opción nuclear, la lista de objetivos militares puede
inevitablemente ampliarse. Un funcionario de alto nivel del Gobierno
Bush, recientemente retirado, que es también un experto en la
planificación bélica, me dijo que él estaba rotundamente en contra
de un ataque aéreo contra Irán, porque “Irán es un objetivo mucho
más difícil que Irak”. Y añadió que “si nos ponemos a
bombardear para neutralizar las armas nucleares, también es posible
hinchar la mentira y hacerla abarcar todo el panorama, incluyendo el
bombardeo de campos de entrenamiento, para liquidar otros
problemas.”
El
asesor del Pentágono afirmó que, en caso de ataque, la Fuerza Aérea
tiene previsto atacar muchos centenares de objetivos iraníes, pero
que “el 95% de ellos no tienen nada que ver con la proliferación
nuclear. “Hay gente que cree que esa es la manera de hacer las
cosas”, es decir que el gobierno estadounidense puede conseguir sus
objetivos en Irán mediante una campaña de bombardeo, una idea que ha
contado con el apoyo de los neocons.
En
caso de orden de ataque, las tropas que actualmente operan ya en Irán
podrían señalar los objetivos principales con rayos láser, para
conseguir bombardeos de precisión y minimizar las bajas civiles.
Desde comienzos de este pasado invierto, me informó el consultor del
gobierno bien relacionado con personal civil del Pentágono, las
unidades militares están operando ya con grupos minoritarios iraníes:
aceríes en el Norte, beluchis en el Sudeste, kurdos en el Noreste.
Nuestras tropas, me dijo, “están estudiando el terreno y
repartiendo dinero entre los grupos étnicos, y están también
reclutando ojeadores y pastores pertenecientes a tribus locales.”
Uno de los objetivos es conseguir “ojos sobre el terreno”; y
citando un verso de Otelo, dijo: “Dadme la prueba ocular”. El
objetivo más general, según este consultor, es “exacerbar las
tensiones étnicas” y socavar el régimen iraní.
La
nueva misión de las unidades de combate es producto de las ya viejas
intenciones del secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, de ampliar el
papel del personal militar a las operaciones encubiertas. Esta visión
se oficializó en el Quadrennial Defense Review (Revisión cuatrienal
de defensa), que publicó el Pentágono en febrero. Si estas
actividades fueran llevadas a cabo por la CIA, sería preciso contar
con una autorización presidencial y debería informarse de ellas a
algunos miembros clave del Congreso.
“Protección
de las fuerzas” es el nuevo eslogan, me dijo el ex alto cargo de los
servicios secretos. Se refería a la posición del Pentágono de que
las actividades clandestinas que pueden clasificarse, en sentido
amplio, como una preparación del campo de batalla o una protección
de las tropas, son operaciones militares, no de espionaje, y no están
por consiguiente sujetas a la supervisión del Congreso. “Estos tíos
de la Junta de Jefes de Estado Mayor dicen que Irán está lleno de
incertidumbres”, me dijo. “Necesitamos más que lo que teníamos
sobre Irak. Ahora tenemos luz verde para hacer todo lo que
queramos.”
La
desconfianza que Ahmadineyad despierta en Bush ha reforzado la decisión
de éste de enfrentarse a Irán. Esta opinión se ha visto reforzada
por algunas opiniones según las cuales, el presidente iraní, que
formó parte de una brigada de fuerzas especiales de los Guardianes de
la Revolución en 1986, puede haber estado implicado en actividades
terroristas a finales de los ochenta. (Hay algunos puntos oscuros en
la biografía oficial de Ahmadineyad en ese periodo.) Se dice que
puede haber estado relacionado con Imad Mughniyeh, un terrorista
implicado en los mortíferos ataques con explosivos a la Embajada de
Estados Unidos y los cuarteles de los marines en Beirut en 1983.
Mughniyeh era en esos momentos jefe de seguridad de Hezbolá, y sigue
estando en la lista de terroristas más buscados del FBI.
Robert
Baer, funcionario de la CIA en Oriente Próximo y otros lugares
durante dos décadas, me informó que Ahmadineyad y sus colegas de los
Guardianes de la Revolución en el seno del gobierno iraní “son
capaces de construir una bomba, esconderla y lanzársela a Israel. Se
trata de chiitas apocalípticos. Si usted se encuentra en Tel Aviv y
considera que los otros tienen bombas nucleares y misiles, entonces
tiene que quitarles ese material de las manos. Estos tíos están
chalados y no hay razón alguna para retroceder ante ellos.”
Bajo
la presidencia de Ahmadineyad, los Guardianes de la Revolución han
ampliado su base de poder en toda la burocracia iraní: a finales de
enero habían ya reemplazado a miles de funcionarios civiles por sus
propios miembros. Un ex funcionario de las Naciones Unidas, experto en
Irán, ha descrito este cambio de situación como un “golpe de
guante blanco”, con ominosas implicaciones para Occidente. “Los
profesionales del ministerio de Asuntos Exteriores están en la calle
y hay otros que van a estarlo pronto”, dijo. “Quizás sea ya
demasiado tarde. Estos tipos consideran que ahora tienen más fuerza
que nunca desde la revolución.” Y afirmó que, principalmente
teniendo en cuenta la emergencia de China como superpotencia, la
actitud de Irán es de decir: “Al diablo con Occidente. Pueden hacer
lo que les dé la gana.”
Muchos
expertos consideran que el líder religioso supremo de Irán, el
ayatolá Khamenei, está en una posición de mayor fuerza que
Ahmadineyad. “Ahmadineyad no tiene el control”, me dijo un diplomático
europeo. “El poder en Irán es difuso. Los Guardianes de la Revolución
están entre los principales defensores del programa nuclear, pero, en
última instancia, no creo que esté en sus manos el control del
programa. El Líder Supremo tiene la última palabra al respecto, y
los Guardianes no harán nada sin su aprobación.”
El
asesor del Pentágono especialista en terrorismo me dijo que
“permitir que Irán tenga la bomba es para nosotros inadmisible: no
podemos aceptar que haya armas nucleares que puedan ir a parar a manos
de una red terrorista, es demasiado peligroso.” Y añadió: “El
debate interno está en qué camino seguir,” en cuanto a parar el
programa iraní. Y añadió que es posible que Irán renuncie
unilateralmente a sus planes nucleares y se adelante con ello a la
acción estadounidense. “Puede ser que Dios nos sonría, pero no lo
creo. A fin de cuentas, se trata de que Irán no puede convertirse en
una potencia nuclear. El problema es que los iraníes son conscientes
de que sólo convirtiéndose en un Estado nuclear pueden defenderse
contra los Estados Unidos. Algo malo va a suceder.”
Si
bien casi nadie discute las ambiciones nucleares de Irán, el debate
se centra en cuándo van a conseguir la bomba y en qué hacer al
respecto. Robert Gallucci, antiguo experto gubernamental en materia de
no proliferación de armas nucleares, actualmente decano de la Escuela
de Relaciones Exteriores en la Universidad de Georgetown ha dicho:
“A juzgar por lo que sé, Irán podría estar a ocho o diez años”
de desarrollar armas nucleares efectivas. Y ha añadido: “Si tienen
un programa nuclear secreto y podemos probarlo, y somos incapaces de
pararlo por medio de negociaciones, diplomacia o amenazas de
sanciones, yo sería favorable a terminar con él. Pero si lo hacen
–bombardear Irán— sin haber sido capaces de demostrar que hay un
programa secreto, entonces van a estar en un buen lío.”
El
jefe del Mossad, servicio de espionaje israelí, Meir Dagan, afirmó
ante el Parlamento de su país en diciembre que “Irán esta a uno o
dos años, como mucho, de disponer de uranio enriquecido. A partir de
ese momento, la elaboración de su propia bomba atómica es sólo una
cuestión técnica.” En una conversación que tuve con un alto cargo
del servicio de espionaje israelí, éste subrayó la duplicidad de Irán:
“Hay dos programas nucleares paralelos en Irán: el programa
declarado al OIEA y un operativo distinto, gestionado por los
militares y los Guardianes de la Revolución”. Funcionarios israelíes
han mantenido esta opinión repetidamente, pero Israel no ha
presentado ninguna prueba que la respalde. Richard Armitage,
subsecretario de Estado en el primer mandato de Bush como presidente,
me dijo lo siguiente: “Creo que Irán tiene un programa secreto de
armas nucleares; lo creo, pero no lo sé con certeza.”
En
estos últimos meses, el gobierno de Pakistán ha permitido a Estados
Unidos el acceso a A.Q. Khan, el llamado padre de la bomba atómica
pakistaní. Kahn, que se halla bajo arresto domiciliario en Islamabad,
ha sido acusado de organizar un mercado negro de material nuclear, y a
finales de los ochenta del siglo pasado realizó al menos una visita
clandestina a Teherán. En los interrogatorios más recientes, Kahn ha
facilitado información sobre el diseño armamentístico de Irán y su
calendario de fabricación de la bomba atómica. “El cuadro es sin
duda el de un peligro incuestionable”, ha afirmado el ex alto cargo
de los servicios secretos. (El asesor del Pentágono ha confirmado
también que Kahn ha “cantado como un canario.”) La preocupación,
afirmó el ex alto cargo, es que “Kahn tiene un problema de
credibilidad: se deja sugestionar y está contando a los
neoconservadores lo que éstos desean oír”... o quizás lo que
pueda ser de utilidad al presidente de Pakistán, Pervez Musharraf,
que está siendo presionado para que ayude a Estados Unidos en su
guerra contra el terrorismo.
“Creo
que Khan nos está llevando lejos,” afirmó el ex alto cargo. “No
conozco a nadie que esté diciendo: “ahí tienen la pistola
humeante”. Sin embargo, las luces están comenzando a parpadear. Nos
está pasando información sobre el calendario, y la información
sobre los objetivos nos está llegando de nuestras propias fuentes:
sensores y equipos clandestinos. La CIA, que se quemó con el asunto
de las armas de destrucción masiva en Irak, está dirigiéndose al
Pentágono y a la oficina del vicepresidente diciendo: “Todo esto es
nuevo”. Y los del gobierno asienten: “Ya tenemos suficiente.””
Los
motivos que invoca el Gobierno Bush contra Irán se enfrentan a una
atmósfera de incredulidad, fruto de la manipulación de informaciones
falsas sobre las armas de destrucción masiva de Irak. En un reciente
artículo colgado en el sitio de Internet de la revista Foreign
Policy, titulado “Fool Me Twice” (“Embárquenme otra vez”),
Joseph Cirincione, director de no proliferación del Carnegie
Endowment for International Peace, escribía: “La estrategia que el
gobierno está desplegando ante nuestros ojos parece un intento de
repetir su exitosa campaña en favor de la guerra contra Irak.” Y señalaba
varios paralelismos:
El
vicepresidente de Estados Unidos pronuncia un importante discurso
centrado en la amenaza que supone un país rico en petróleo del
Oriente Próximo. El secretario de Estado le dice al Congreso que ese
mismo país es nuestra mayor amenaza global. El secretario de Defensa
afirma que ese país es también el mayor defensor del terrorismo
internacional.
Cirincione
calificó varias de las afirmaciones del gobierno de
“cuestionables” o faltas de pruebas. Cuando lo entrevisté planteó
las siguientes preguntas: “¿Qué sabemos? ¿Cuál es la amenaza? ¿Qué
urgencia hay en todo esto?” La respuesta, en su opinión, “está
en manos de los servicios de inteligencia y del OIEA.” (En agosto,
The Washington Post informó de que el más reciente National
Intelligence Estimate predecía que Irán estaba todavía a un decenio
de convertirse en una potencia nuclear.)
El
año pasado, el Gobierno Bush informó a funcionarios del OIEA de lo
que calificó como nueva y alarmante información sobre el programa
armamentista iraní, que había sido conseguida de un ordenador portátil
iraní. Los nuevos datos incluían más de mil páginas de esquemas técnicos
de sistemas de armas. The Washington Post informó de que había también
esquemas de una pequeña instalación que podría utilizarse para el
proceso de enriquecimiento de uranio. Las filtraciones relativas al
citado ordenador portátil se convirtieron en el núcleo de numerosas
informaciones publicadas en The New York Times y otros medios. Todos
los artículos hacían hincapié en que podría tratarse de material
falsificado, aunque también citaban a funcionarios estadounidenses de
alto nivel que afirmaban que parecía legítimo. El titular del Times
decía así: “CONFIANDO EN UN ORDENADOR, EE UU PRETENDE PROBAR
INTENCIONES NUCLEARES DE IRAN”.
En
entrevistas que celebré con oficiales de los servicios secretos
estadounidenses y europeos, sin embargo, me informaron de que la
historia del ordenador portátil era más sospechosa y menos
reveladora de lo que nos habían hecho creer. El iraní propietario
del ordenador había sido reclutado inicialmente por agentes secretos
estadounidenses y alemanes, en una operación conjunta. Los primeros
dejaron de interesarse en el iraní poco después; los alemanes, por
su parte, mantuvieron el contacto, pero el iraní fue apresado por los
servicios de contraespionaje de su país, y en estos momentos se
desconoce su paradero. Algunos miembros de su familia consiguieron
salir de Irán con su ordenador portátil y lo entregaron en una
embajada de Estados Unidos, aparentemente en Europa, en una clásica
operación de “entrega a domicilio.”
Un
funcionario de un servicio de inteligencia europeo afirmó: “Por
nuestra parte, hubo dudas” sobre lo que ese material podía probar,
“y seguimos sin estar convencidos.” Los dibujos no eran
meticulosos, como afirmaban algunos diarios, “sino que tenían carácter
de esbozos” afirmó el citado funcionario europeo. “No era una
“pistola humeante” fuera de toda duda.”
La
amenaza de un ataque militar de Estados Unidos ha provocado decepción
en la sede del OIEA, en Viena. Los funcionarios de dicha organización
opinan que Irán desea ser capaz de fabricar armas nucleares, pero que
“nadie ha presentado ni remotamente pruebas de que Irán tenga un
programa paralelo de fabricación de armas nucleares”, me informó
el diplomático de alto nivel. Las estimaciones más fiables del OIEA
son que los iraníes están a cinco años de la construcción de una
bomba nuclear. “Ahora bien, si Estados Unidos realiza cualquier tipo
de acción militar, los iraníes van a hacer de la bomba una cuestión
de orgullo nacional”, afirmó el diplomático. “Todo se resume a
una evaluación de riesgos por parte de Estados Unidos sobre las
futuras intenciones de Irán, y no confían en su gobierno. Irán es
una amenaza para la política estadounidense.”
En
Viena, me hablaron de una entrevista, particularmente áspera, entre
Mohamed El Baradei, director general del OIEA y ganador del Premio
Nobel de la Paz del año pasado, y Robert Joseph, subsecretario de
Estado de control de armamentos. El mensaje de Joseph fue muy directo,
recuerda un diplomático: “No podemos aceptar ni siquiera una
centrifugadora iraní en funcionamiento. Irán es una amenaza directa
para la seguridad nacional de Estados Unidos y nuestros aliados, y no
lo toleraremos. Queremos que ustedes nos hagan llegar su acuerdo de
que no van a decir nada en público que pueda socavar nuestra posición.”
La
dureza de Joseph era innecesaria, afirma el diplomático, puesto que
el OIEA ya tenía la intención de adoptar una posición firme contra
Irán. “Todos los inspectores están furiosos por la confusión
inducida por los iraníes, y algunos de ellos consideran que los líderes
iraníes están mal de la cabeza, o incluso que están locos de atar
sin ningún género de duda”, afirmó el diplomático. Asimismo, me
dijo que la principal preocupación de El Baradei consiste en que los
líderes iraníes “buscan la confrontación, del mismo modo que la
buscan los neocons del otro lado, en Washington. A fin de cuentas, la
cosa sólo funcionará si Estados Unidos está dispuesto a conversar
con los iraníes.”
La
cuestión central –si Irán va a ser capaz de continuar con sus
planes para enriquecer uranio—se halla ahora ante las Naciones
Unidas, donde Rusia y China son reticentes a imponer sanciones a Teherán.
Un decepcionado ex funcionario del OIEA me dijo a finales de marzo
que, en este momento, “no hay nada que puedan hacer los iraníes
para provocar una salida positiva. La diplomacia de Estados Unidos no
lo permite. Aun cuando los iraníes anunciaran el alto al proceso de
enriquecimiento de uranio, nadie los creería. Están en un callejón
sin salida.”
Otro
diplomático de Viena me hizo esta pregunta: “¿Por qué debería
Occidente arriesgarse a una guerra contra un país como ése sin dar
la oportunidad al OIEA de verificar? Nuestras actividades son de bajo
coste y podemos crear un programa que obligue a Irán a poner sus
cartas sobre la mesa.” Un embajador occidental en Viena expresó la
misma decepción por el descarte del OIEA por parte de la Casa Blanca.
Me dijo: "Si somos incapaces de creer que el OIEA puede
establecer un sistema de inspección... si somos incapaces de confiar
en el Organismo... entonces la única opción es bombardear.”
El
OIEA suscita pocas simpatías entre el Gobierno Bush o sus aliados
europeos. “Estamos bastante frustrados por su director general”,
me dijo el diplomático europeo. “Su enfoque básico ha consistido
en describir la situación como una disputa entre dos partes de igual
peso. Y no es así. ¡Nosotros somos los buenos de la película!” El
Baradei ha venido vendiendo la idea de permitir a Irán que disponga
de un pequeño programa de enriquecimiento de uranio, lo que es ridículo.
No está ahí para proponer cosas que planteen riesgos graves de
proliferación.”
Los
europeos, por su parte, están inquietos; cada vez más, entienden que
tanto el presidente Bush como el vicepresidente Cheney creen en la
necesidad de una campaña de bombardeos, y en el cambio de régimen
como objetivo real. “Todos estamos en la misma onda en lo que se
refiere a la bomba iraní, pero Estados Unidos quiere un cambio de régimen”,
me confesó un asesor diplomático europeo. Y añadió: “Los
europeos tienen un papel en esto, siempre y cuando no tengan que
escoger entre alinearse con rusos y chinos o alinearse con Washington
en un asunto que no desean. Su política es mantener a los
estadounidenses implicados en algo que los europeos puedan asumir.
Puede resultar insostenible.”
“Los
británicos consideran que es una idea pésima”, me dijo Flynt
Leverett, ex miembro del National Security Council y ahora profesor
del Saban Center de la Brookings Institution, “pero están realmente
preocupados por que llevemos adelante nuestros plantes.” El asesor
diplomático europeo reconoció que el ministerio de Exteriores británico
estaba al corriente de los planes de guerra de Washington, pero que
“de no hallar una pistola humeante, va a ser muy difícil conseguir
la colaboración de los europeos sobre Irán.” También afirmó que
a los británicos “les pone nerviosos que los estadounidenses se
lancen a toda máquina contra Irán, sin compromiso alguno.”
El
diplomático europeo afirmó que ve con escepticismo que Irán, con
sus antecedentes, haya confesado todas sus actividades, pero “por
todo lo que sabemos, la capacidad iraní no ha llegado al punto de
poder poner en funcionamiento con éxito sus centrifugadoras” para
enriquecer uranio en grandes cantidades. Una razón que recomienda
proseguir la vía diplomática es, dijo, el pragmatismo esencial de Irán.
“El gobierno iraní persigue sus propios intereses”, dijo. Los líderes
iraníes “adoptan un enfoque duro en la cuestión nuclear, y quieren
desenmascarar el “farol” de Occidente” porque entienden que
“cuanto más duros se muestren, más probable será que Occidente se
repliegue.” Pero, dijo, “Por lo que hemos visto de Irán, van a
mostrarse superconfiados hasta el momento en que den marcha atrás.”
Y
el diplomático continuó: “Nunca hay que recompensar el mal
comportamiento, y no es el momento ahora de ofrecer concesiones. Hemos
de hallar el modo de imponer unos costes suficientes para hacer entrar
en vereda al gobierno iraní. La cosa se va a decidir por los pelos,
pero creo que si hay unidad en la oposición y el precio que se les
imponga –en sanciones— es suficiente, pueden dar marcha atrás. Es
demasiado temprano para abandonar la vía de las Naciones Unidas.” Y
afirmó: “Si el proceso diplomático no funciona, no hay una
“solución” militar. Puede haber una opción militar, pero las
consecuencias serían catastróficas.”
El
primer ministro británico, Tony Blair, fue el aliado más fiel de
Bush durante el año anterior a la invasión de Irak en 2003. Pero él
y su partido están sufriendo una serie de escándalos financieros y
su popularidad está en mínimos. Jack Straw, ministro de Exteriores,
dijo el año pasado que una acción militar contra Irán era
“inconcebible”. Blair ha sido menos comunicativo, y lo único que
ha dicho en público es que no debe nunca descartarse ninguna opción.
Otros
altos cargos europeos han expresado un escepticismo similar en relación
con una campaña de bombardeo en Irán. “La economía iraní está
en mal estado, y Ahmadineyad también lo está, políticamente”, me
aseguró el funcionario europeo de los servicios secretos. “Se
beneficiará políticamente de un bombardeo estadounidense. Se puede
hacer, pero los resultados serán peores.” En su opinión, un ataque
estadounidense pondría al iraní de a pie en contra nuestra, incluso
a los que puedan simpatizar con EE UU. “Irán no vive en la Edad de
Piedra; los jóvenes tienen acceso a películas y libros
estadounidenses, y les encantan,” afirmó. “Si se produce una
ofensiva basada en la simpatía, los ayatolás tendrían problemas a
largo plazo.”
Otro
funcionario europeo me confirmó que Washington está deseando entrar
en acción. “Siempre son los mismos tipos,” me dijo encogiéndose
de hombros. “Creen que la diplomacia está condenada al fracaso. Los
plazos son cortos.”
Un
aliado clave, con voz importante en este debate, es Israel, cuyos líderes
han pedido desde hace años que cualquier intento de Irán de comenzar
a enriquecer uranio fuese considerado como un punto sin retorno.
Algunos funcionarios me dijeron que el interés de la Casa Blanca por
impedir un ataque israelí a un país musulmán, que provocaría
fuertes reacciones en la región, era un factor en su decisión de
iniciar la actual planificación de operaciones. En un discurso
pronunciado en Cleveland el 20 de marzo, el presidente Bush describió
la hostilidad de Ahmadineyad contra Israel como “una amenaza grave;
una amenaza a la paz mundial.” Y añadió: “Lo he dicho ya antes
pero lo voy a decir claramente una vez más: utilizaremos nuestra
fuerza militar para proteger a nuestro aliado Israel.”
Si
Estados Unidos decide bombardear, me dijo Richard Armitage, antes habría
que responder a estas preguntas: “¿Qué va a suceder en otros países
islámicos? ¿Qué capacidad tiene Irán para alcanzarnos y golpearnos
globalmente: es decir, terrorismo? ¿Aumentará la presión de Siria y
Líbano sobre Israel? ¿Qué efectos tendría el ataque sobre nuestra
situación internacional, ya tan decaída? ¿Y qué significaría todo
ello para Rusia, China y el Consejo de Seguridad de las Naciones
Unidas?”
Irán,
que produce en la actualidad cerca de cuatro millones de barriles de
petróleo diarios, ni siquiera tendría que cortar su producción para
desbaratar los mercados de petróleo mundiales. Podría bloquear o
minar el estrecho de Ormuz, ese paso de poco más de cincuenta kilómetros
a través del cual el petróleo de Oriente Próximo sale al océano Índico.
Sin embargo, el ex funcionario de defensa recientemente retirado restó
importancia a las trágicas consecuencias de estas acciones. Me dijo
que la US Navy era capaz de mantener la vía abierta mediante misiones
de rescate y el uso de dragaminas. “Es imposible bloquear ese
paso”, afirmó. El consultor del gobierno vinculado al Pentágono
afirmó también que en su opinión el problema del petróleo es
manejable, y señaló que EE UU tiene suficientes reservas estratégicas
para mantener el país en funcionamiento durante sesenta días. No
obstante, las personas del negocio del petróleo con quienes hablé
eran menos optimistas. Un experto del sector estima que el precio del
barril subiría inmediatamente hasta 90 ó 100 dólares, o quizás más,
dependiendo de la duración y el alcance del conflicto.
Michel
Samaha, un veterano político cristiano–libanés y ex ministro en
Beirut, me dijo que las represalias iraníes podían ir dirigidas a
los campos petrolíferos y de gas de Arabia Saudí, Qatar, Kuwait y
los Emiratos Arabes Unidos, que están indefensos. “Esas zonas estarían
amenazadas,” afirmó, “y ese podría ser el comienzo de la auténtica
yihad de Irán contra Occidente. El mundo se convertiría en un lugar
muy caótico.”
Irán
podría también lanzar una oleada de ataques terroristas en Irak y
otros lugares, con ayuda de Hezbolá. El 2 de abril, The Washington
Post informó que la planificación dedicada a contrarrestar ataques
de ese tipo “está ocupando mucho tiempo” de los organismos
estadounidenses de espionaje. “La mayor red terrorista del mundo se
ha mantenido neutral en la guerra contra el terrorismo de estos últimos
años,” afirmó sobre Hezbolá el asesor del Pentágono especialista
en terrorismo. “Un ataque la movilizaría y nos encontraríamos
frente al grupo que expulsó a Israel del sur del Líbano. Si atacamos
a Irán, Hezbolá no va a quedarse quieto. A menos que los israelíes
acaben con ellos, se movilizarán contra nosotros.” (Cuando pregunté
al consultor del gobierno sobre esa posibilidad me dijo que si Hezbolá
comenzaba a lanzar misiles contra la zona norte de Israel, “Israel y
el nuevo gobierno libanés los liquidarían.”)
El
asesor prosiguió: “Si atacamos, toda la mitad meridional de Irak se
inflamará como una bengala.” Las tropas estadounidenses, británicas
y de otros países miembros de la coalición en Irak correrían
riesgos aún mayores de ataque por parte de tropas iraníes o de
milicias chiitas siguiendo órdenes de Irán. (Este país,
predominantemente chiita, mantiene estrechos vínculos con los
principales partidos de esta confesión en Irak.) Un general de cuatro
estrellas retirado me confesó que, a pesar de los ocho mil soldados
británicos desplegados en la región, “los iraníes podrían tomar
Basora con diez mullahs y un equipo de sonido montado en un camión.”
“Si
ustedes atacan,” me dijo el alto diplomático de Viena,
“Ahmadineyad será el nuevo Sadam Hussein del mundo árabe, pero con
más credibilidad y poder. Tienen ustedes que morder la bala y
sentarse a negociar con los iraníes.” Y prosiguió: “Hay personas
en Washington que lamentarían que hallásemos una solución. Su
propuesta sigue siendo el aislamiento y el cambio de régimen. Pero
eso son quimeras.” Y añadió: “La oportunidad se nos presenta
ahora.”
*
Seymour M. Hersh es el periodista que destapó los abusos de Abu
Graib.
Notas:
[1]
http://www.globalsecurity.org/wmd/systems/b61–11.htm
[2]
75 pies.
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