Repliegue en entredicho
Por
Jim Lobe
Inter
Press Service (IPS), 30/05/06
Washington.– Mayo fue un mes malo para Estados
Unidos en Afganistán, desde cualquier punto de vista. Comenzó con la
advertencia de un comerciante del sur afgano al comandante de las
fuerzas estadounidenses, general Karl Eikenberry, registrada por el
diario The New York Times: "Talibán y Al Qaeda están por todas
partes."
En las últimas semanas, casi 400 personas
murieron en una ofensiva sin precedentes, diseñada por Talibán, según
el experto en asuntos afganos Ahmed Rashid, para impedir el despliegue
de 6.000 soldados de la Organización del Tratado del Atlántico Norte
(OTAN).
Esos efectivos deberían reemplazar a unos 3.000
de Estados Unidos en el sur de Afganistán en el próximo verano
boreal.
Los combatientes talibanes cargaron con la mayoría
de las bajas, en particular por los ataques aéreos estadounidenses
que también acarrearon "daños colaterales": la muerte de
muchísimos civiles.
Eso obligó al presidente afgano Hamid Karzai a
reiterar sus exhortaciones a las fuerzas extranjeras a la contención
y la cautela.
El mes terminó con los peores episodios de
violencia en Kabul desde la invasión encabezada por Estados Unidos a
fines de 2001, en buena medida dirigidos contra tropas de ese país y
sus aliados.
Al menos 11 personas murieron en enfrentamientos
de fuerzas extranjeras y afganas con quienes participaban en protestas
por el choque de un camión del ejército de Estados Unidos contra una
fila de automóviles en Kabul, accidente que se cobró la vida de
cinco personas.
Washington atribuyó el accidente a fallas en el
freno del camión y se comprometió a compensar a las víctimas y sus
familias, lo que no impidió la reacción violenta de cientos de
personas que apedrearon a soldados estadounidenses y saquearon
comercios, hoteles y oficinas de organizaciones internacionales de
asistencia.
Esos incidentes confirmaron que Estados Unidos y
sus aliados no han logrado ganar la adhesión de una parte importante
de la población afgana.
"Hay un gran bolsón de descontento, y la
gente está buscando excusas para manifestar su ira", dijo un
diplomático occidental en Kabul al diario estadounidense Christian
Science Monitor este martes.
"Hay una furia subyacente en Afganistán",
sostuvo Mark Schneider, director en Washington del centro académico
Grupo Internacional de Crisis (ICG). Los extranjeros en este país de
Asia central no lograron "poner fin a la insurgencia ni dar a la
población señales de una mejora en sus vidas."
"Hay muchísima gente insatisfecha por
muchos motivos diferentes", agregó Schneider. Particularmente
frustrante es la amplia brecha entre pobres y ricos (especialmente los
que aprovechan el auge del narcotráfico), la persistente corrupción
y la continua inseguridad, en especial en el sur de Afganistán, donde
los viejos señores de la guerra controlan la situación con la
aquiescencia del gobierno de Karzai.
El hecho de que el gobierno central no haya
logrado desarmar o desmovilizar las milicias de los señores de la
guerra también puede haber alentado el resurgimiento de Talibán, el
movimiento islamista que controló el país con mano de hierro entre
1996 hasta la invasión de 2001.
Talibán selló, según diversas versiones, una
alianza con narcotraficantes con los que estuvo enfrentado durante su
régimen, lo que permitió mejorar su situación financiera y su
arsenal.
Pero la "cuestión clave", según
Schneider, es el apoyo pakistaní a los talibanes. "La razón
principal por la que la insurgencia se sostiene es que cuenta con un
lugar para reagruparse, descansar y reabastecerse para reinfiltrarse
luego en Afganistán", dijo el experto del ICG a IPS.
Los bastiones de Talibán parecen ubicarse en
Quetta, ciudad bajo control de las fuerzas armadas pakistaníes en la
provincia de Balochistán, agregó.
Talibán ha logrado reunir varias brigadas de
combate de hasta 300 hombres y una frecuencia sin precedentes de
atentados contra objetivos estadounidenses mediante suicidas y
artefactos explosivos improvisados.
El resurgimiento islamista parece haber obligado
al gobierno de George W. Bush a revisar sus planes de repliegue de
Afganistán, según los cuales las tropas estadounidenses deberían
reducirse de un promedio de 20.000 efectivos en los dos últimos años
a 16.500.
Pero el involucramiento de la OTAN en Afganistán
también es motivo de controversia en los países de origen de las
futuras tropas.
Talibán y la red terrorista Al Qaeda "han
seguido de cerca los debates en los parlamentos de toda Europa sobre
el despliegue de tropas en Afganistán", sostuvo Ahmed.
"Descuentan que infligir unas pocas bajas y
forzar el envío de bolsas de cadáveres a capitales europeas desatará
una escalada de protestas contra el despliegue", agregó.
Como consecuencia, el repliegue estadounidense
podría retrasarse. De hecho, la presencia militar estadounidense en
Afganistán se elevó de 19.000 a 23.000 efectivos desde marzo.
Cualquier reducción de las tropas
estadounidenses será asumida como un signo de debilidad o como la
primera señal de una retirada total que abandonará a su suerte al
gobierno de Karzai, según funcionarios y expertos en Washington.
"Hemos hecho grandes avances en Afganistán,
y nadie quiere ponerlos en peligro para satisfacer algún plazo o
agenda externos", dijo un "alto funcionario del
gobierno" al diario The New York Times la semana pasada.
Para colmo, eventuales avances de Talibán en las
próximas semanas podrían dejar en una mala posición al gobierno, ya
sacudido en las encuestas de opinión pública realizadas en Estados
Unidos por una evaluación negativa de su eficacia en Iraq.
"Afganistán es una gran victoria de la
'guerra contra el terror'", dijo a IPS un diplomático
estadounidense retirado. "Si esta victoria también se desploma,
las consecuencias políticas para Bush y para su Partido Republicano
serán devastadoras. Afrontémoslo: estamos bloqueados."
Para Schneider y varios analistas en Washington,
la clave para el gobierno es presionar en serio al presidente pakistaní
Pervez Musharraf para que cierre las bases de Talibán en el
territorio de su país.
Los talibanes quizás tengan cierto apoyo militar
entre los conservadores religiosos de la etnia pashtun (patana), pero
"no creo que la mayoría de ellos quieran ver la restauración de
su régimen" en Afganistán, dijo el experto.
Pero Rashid consideró que, para Musharraf y el
ejército pakistaní, "Talibán es una fuerza aliada de largo
plazo en Afganistán", por lo que resulta improbable que impidan
que opere en territorio pakistaní.
Estado de sitio en
Kabul
La capital de un Afganistán
cada vez más rebelde
La Haine,
01/06/06
El Kabul «liberado» hace ya cinco años
está ocupado por los tanques y bajo toque de queda. Las tropas
colaboracionistas tratan así de reprimir la ira de los afganos, que
tienen en su punto de mira a los extranjeros, incluida la cohorte de
ONG presentes en la capital. La ofensiva de la guerrilla se hace cada
vez más visible lejos de sus feudos, en el sur y este del país. La
historia del indómito Afganistán se repite. No quieren ser ocupados.
A punto de cumplirse cinco años de la agresión
militar estadounidense que provocó el derrocamiento del Gobierno
talibán, los vecinos de la capital afgana sufrían un estado de sitio
total, con los tanques en las calles y un toque de queda que el régimen
de Kabul decidió extender varios días.
Las milicias colaboracionistas estaban apostadas
en las principales calles e intersecciones de Kabul, después de que
la mayoría de sus puestos de control fueran destruidos la víspera
por una multitud enfurecida.
La ira popular estalló después de que un convoy
estadounidense embestiera contra una docena de vehículos y matara a
cinco de sus ocupantes. La represión a tiros de las protestas dejó
un saldo de otros once civiles muertos y un largo centenar de heridos,
la mayoría de ellos de bala.
El Pentágono insistía ayer en asegurar que el
origen del suceso estuvo en un fallo de los frenos del camión.
Justificación que seguía lejos de convencer a los indignados
afganos, mientras la milicia afgana proseguía con sus redadas (una
docena de detenidos ayer) e imponía la «paz» en una ciudad
fantasma, con los comercios y las escuelas cerradas.
No es la primera vez que los afganos se
manifiestan públicamente en las calles de la capital contra la
presencia ocupante y sus títeres. Gritos como «Abajo América» y «Muerte
a Karzai», el líder del régimen títere de Kabul, se repitieron
esporádicamente –como con las crisis de la profanación del Corán
y de las caricaturas de Mahoma–.
Pero destaca, en las protestas de estos días,
que los extranjeros, y especialmente las ONG, se han convertido en los
destinatarios de la ira popular.
Temor entre los extranjeros
Representantes de empresas estadounidenses han
recogido su dinero en previsión de una eventual estampida. Las
embajadas han aconsejado a sus funcionarios mantener un «perfil bajo».
Medio centenar de personas se refugiaron el lunes en la embajada
francesa y fueron trasladados a una base del Ejército galo en las
afueras.
Las sedes de las ONGs Care International, Oxfam y
Acted fueron saqueadas e incenciadas. Un empleado de esta última ONG
francesa resultó herido por la multitud al ser identificado en su
coche. «Atacaban a todo lo que estuviera escrito en inglés», narra
el director de Acted, Frederic Roussel. Ayer mismo, tres empleados y
el chófer de la ONG alemana Action Aid murieron en una emboscada en
la provincia de Jawzjan, en el norte de Afganistán. Esta provincia,
de mayoría uzbeka aunque con minorías pastún y tayika, está
situada en una zona hasta ahora considerada «segura» por las tropas
ocupantes, lejos del sur y del este del país, bastiones de la
resistencia talibán e islamista, e incluso del oeste (Herat)
escenario habitual de escaramuzas y atentados.
Que la situación afgana se le complica a la «comunidad
internacional» por momentos es ya un hecho incuestionable. La
creciente ubicación de las ONG en el punto de mira de la ira de los
ocupados viene a dar la razón a los que, desde hace años, vienen
denunciando la interesada confusión, alimentada por los ejércitos
occidentales, de la ocupación militar y la intervención humanitaria.
Y obliga a mirarse en el espejo a esa miríada de
ONG que, como los monjes en la época de la conquista de América,
siguen a las tropas sustituyendo la cruz por el nuevo icono de la «ayuda
a los necesitados», aunque estén ocupados.
Visión paternalista
En este sentido, los responsables de buena parte
de estas ONG insisten en su visión paternalista y justifican las
protestas por la grave penuria económica de los afganos. Roussel
(Acted) compara este estallido con las protestas de las barriadas
francesas. Paul Barker (Care International) las relaciona con la falta
de progresos desde el derrocamiento de los talibán. «Pero las
esperanzas eran tan grandes que era imposible satisfacerlas», apela a
la resignación.
Sin obviar el factor económico, Waheed Wujda,
analista político afgano, apunta al desprecio de los estadounidenses
a la vida y a la cultura de los afganos. Nader Nadery, portavoz de la
Comisión de Derechos Humanos, coincide en que «la ignorancia y la
agresividad de los estadounidenses no hace sino atizar el fuego».
Un fuego que arde desde hace años y se extiende
hacia el norte –ayer había combates en Gazni, en el centro–. Una
llama, la de la lucha contra la ocupación extranjera, que late en el
corazón de cada afgano desde los albores de la historia de este hoy
atribulado país.
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