Líbano, Gaza y la consecuente aplicación de la
norma
racista de USA
Por Ahmed Amr
Media Monitors / Rebelión, 02/07/06
Traducido por Germán Leyens
“Si Arabia Saudí
quisiera honestamente un cambio en la política de USA, tiene una
forma muy fácil de enviar un mensaje convincente a Washington. Basta
con que deje de aceptar dólares de USA a cambio de su petróleo. No
lo hará. Porque ese régimen en particular – junto con Kuwait y
otros países del Golfo – fue esencial en la organización de la
guerra contra Iraq en alianza plena con los agentes del Likud en el
lobby israelí.”
Más de lo mismo. Los árabes sopesan la reacción de USA
ante la agresión contra Líbano y Gaza y comienzan a acusar a
Washington de usar dobles raseros. Es una acusación sin mérito
alguno. La realidad más obscena es que USA ha implementado
consecuentemente una sola norma racista contra los pueblos indígenas
de Oriente Próximo.
Después de meses en los que ha atormentado a los
palestinos con toda clase de castigos colectivos, los israelíes han
invadido Gaza y sitiado Beirut. En la narrativa israelí, la escalada
del conflicto en Oriente Próximo comenzó con el secuestro de un solo
soldado del ejército israelí. Esta concatenación absurda y
manifiestamente falsa de los recientes acontecimientos ha sido
santificada por el gobierno Bush y los colaboradores de Israel en los
medios, en CNN y en The New York Times.
La reacción predecible de Washington ha sido su aplauso
para Olmert por actuar en “defensa propia.” Con su típica
caradura, Bush exige que “la comunidad internacional debe encarar
las causas en la raíz” de la violencia en Oriente Próximo. En su cínica
visión del conflicto, “éste comenzó porque Hezbolá secuestró a
dos soldados.”
Cuando Israel incineró a una familia de siete en una playa
de Gaza, USA ni siquiera se preocupó de comentar el ‘incidente’.
En Dweir, aldea del sur de Líbano, todo un clan de diez niños y sus
padres fueron asesinados por el ejército israelí. De nuevo, el
Departamento de Estado no tuvo nada que decir sobre el asunto. Dieciséis
libaneses – nueve de ellos niños, fueron incinerados en un convoy
que escapaba de la carnicería. Las víctimas habían evacuado su
aldea después que los israelíes les instruyeron por altavoces que se
fueran. La Casa Blanca no comentó sobre el incidente.
Mientras el ejército israelí desencadenaba un fuego
indiscriminado contra inocentes civiles libaneses y palestinos, Bush
dio carta blanca pública y desvergonzadamente a Ehud Olmert para que
continuara con la sucia tarea de destruir sistemáticamente la
infraestructura vital, plantas eléctricas y el aeropuerto
internacional de Beirut. Un bloqueo de consecuencias catastróficas ha
sido impuesto a Líbano y Gaza. En el caso de Gaza, el gobierno de USA
forzó a la Unión Europea y a los estados árabes a unirse en una
coalición internacional para forzar mediante el hambre a los
palestinos a aceptar los dictados de Israel.
Más recientemente, John Bolton – embajador
neoconservador ante Naciones Unidas – recibió instrucciones de
vetar una resolución de la ONU, ya atenuada, condenando la invasión
israelí de Gaza. Bolton vetó la resolución aunque ésta pedía la
liberación de ese ‘precioso’ prisionero de guerra israelí. En
otra manifestación pública de desprecio por el pueblo libanés, Bush
obstruyó descaradamente los esfuerzos del Consejo de Seguridad por
pedir un cese al fuego. Y Condi Rice deja en claro que quiere que las
hostilidades continúen.
Lejos de hacer algún intento por terminar con la campaña
de castigo colectivo de Israel, el presidente se ha tomado la libertad
de echar más leña al fuego. En una acción deliberada para dar mano
libre a Israel, Bush invitó a los israelíes a escalar el conflicto
expandiendo sus operaciones a Siria. Como dice Tony Snow: el
presidente “no va a tomar las decisiones militares para Israel.”
La reacción de Bush ante los eventos de las últimas dos
semanas no sólo fue predecible sino inequívoca. Se trata de un
presidente que bombardeó Faluya hasta convertirla en escombros para
vengar la muerte de cuatro mercenarios. Es el mismo que insistió en
imponer reglas de combate que aseguran a los soldados usamericanos
inmunidad para masacrar a inocentes en Haditha y para torturar a
detenidos en Abu Ghraib. La violación de una niña iraquí de 14 años
y el asesinato a sangre fría de su familia, no son más que un crimen
de guerra de los muchos que el Pentágono ha tratado de encubrir. Bush
es un individuo que no se preocupa por recuentos de víctimas –
especialmente si las anatomías que son desmembradas y asesinadas son
de la variedad árabe. No se requiere demasiada imaginación para
comprender que Bush podría estar agradecido de que la crisis actual
haya distraído la atención del cenagal en Iraq, donde otros
trescientos civiles iraquíes murieron la semana pasada.
Considerando sus antecedentes en Iraq, Bush no se halla
exactamente en condiciones de condenar públicamente los crímenes de
guerra de otra nación. Desde la perspectiva israelí, esta inmunidad
contra críticas usamericanas es uno de los legados duraderos y
ventajosos de la atroz conducta del Pentágono en Iraq. Esto podría
explicar por qué Douglas Feith, Paul Wolfowitz y la cabala
likudnik–neoconservadora en el Pentágono agitaron a favor de reglas
de combate licenciosas en Iraq.
A pesar de todo, es un error concluir que Bush esté
implementando una política que diverja sustancialmente de la de otros
ocupantes de la Casa Blanca. Aunque este comandante en jefe es
probablemente el presidente más psicópata desde Andrew Jasckson, sus
políticas no constituyen una aberración. Después de ser frustrado
en su busca del arsenal químico fantasma de Sadam, Bush autorizó a
sus generales para que desplegaran su propio arsenal de armas de
destrucción masiva en Faluya – incluyendo bombas de fósforo. En un
ligero contraste, el gobierno de Clinton favoreció el uso de uranio
empobrecido y sanciones genocidas.
La acusación de que Bush está implementando una política
que equivale a una especie de “dobles raseros” a favor de Israel
es una tontería. En realidad, ha sido consecuente en la implementación
enérgica de una sola norma que devalúa las vidas árabes en
comparación con las vidas israelíes. Las primeras no cuentan y estas
últimas son más preciosas que la sangre de su propia especie.
Por cuenta de un solo soldado israelí cautivo pueden
convertir la penitenciaria de Gaza en una barraca de tiro al blanco
para los terroristas de Tel Aviv. Por dos soldados israelíes
cautivos, el ejército israelí puede desencadenar una política de
tierras arrasadas contra Líbano.
Si George Bush llegara a darse la molestia de estudiar la
secuencia de los eventos que condujeron al estallido de la actual
crisis – podría darse cuenta de que la atrocidad en la playa de
Gaza tuvo lugar semanas antes de que Hamas aprehendiera al soldado
israelí. Alguie, en algún sitio del Departamento de Estado también
podría recordar que las medidas de castigo colectivo y la destrucción
deliberada de la infraestructura entraron en acción para vengarse de
los palestinos por sus malas costumbres electorales. Si los que hacen
la política en Washington se tomaran un instante para estudiar la
conducta israelí durante los últimos cuatro decenios, podrían
descubrir que las semillas del conflicto están arraigadas en la bien
documentada política beligerante de ocupación de Palestina para
apoderarse de sus tierras.
Respecto al conflicto israelí–palestino, la política
usamericana es tan clara como el agua: Israel puede matar y secuestrar
a su gusto a palestinos y libaneses. El gobierno de Olmert tiene
licencia del gran padre blanco en Washington para castigar
colectivamente a millones de árabes de los cuchitriles para
refugiados de Gaza o de la cosmopolita Beirut. Mientras nueve mil
palestinos – incluyendo a mujeres, niños y funcionarios elegidos
– se pudren en cárceles israelíes, familias enteras pueden ser
liquidadas para liberar a un solo soldado involucrado en la imposición
del cerco genocida del ejército israelí en Gaza.
Para los que se toman la molesta de prestar atención al
papel del gobierno de Bush en la promoción de la violencia en Oriente
Próximo, existe un método evidente en la demencia. Tel Aviv y
Washington ya han negociado y resuelto el conflicto israelí–palestino.
Matar de hambre y humillar a los palestinos es sólo una condición
necesaria para implementar el infame acuerdo “Rice/Weisglass” –
que fue finalizado en octubre de 2004. Esta solución final unilateral
del ‘problema’ palestino es ahora la política oficial – aunque
no declarada – de USA.
Por lo tanto, basta ya de quejas árabes sobre “dobles
raseros.” Durante seis décadas de historia bien documentada,
sucesivos gobiernos usamericanos han sido muy consecuentes en su trato
de la gente de Oriente Próximo de creencias no–judías. Los
gobiernos árabes no sólo conocen la consecuencia de la política de
USA – sino que han llegado a aceptarla como un hecho. Simplemente no
han descubierto un modo de informar a su propio pueblo sobre su
capitulación.
Es bastante simple comprender los elementos básicos de la
política exterior de USA en la región. En caso de algún conflicto
que involucre a los nativos de Oriente Próximo y a sus amos judíos,
el conflicto será juzgado a favor de Israel. En asuntos que tengan
que ver con la adquisición de tierras para más colonos judíos, se
alentará a los nativos para que se desplacen y encuentren otros
lugares donde vivir y morir. El asesinato de un nativo por un judío
no es considerado un crimen. Si un nativo se atreve a lanzar una
piedra que abolla un tanque israelí, Israel tiene derecho a
‘defenderse’ del modo que prefiera, siempre que no utilice armas
nucleares tácticas. Sólo Israel puede poseer y utilizar armas de
destrucción masiva. Los nativos que tengan sueños húmedos sobre las
ADM serán invadidos por las fuerzas armadas de USA. Los nativos tomarán
nota de que la “Relación Especial” entre USA e Israel tiene
prioridad por sobre la condición de esclavo/amo de sus propios países.
Sólo cabe esperar que Dios no haya terminado con la política
exterior de USA. En algún momento, un público usamericano más
informado hará lo que es decente y exigirá que las relaciones
exteriores no sean influencias por el fanatismo y el racismo del Lobby
Israel y sus cómplices en la Casa Blanca, el Congreso y los medios de
información de masas.
Llegado el momento los fanáticos extremistas como Cheney y
su pandilla neoconservadora se volverán tan anacrónicos como Jim
Crow. Futuras generaciones árabes podrán rebelarse contra su condición
impuesta como una raza inferior en Oriente Próximo. En ese momento
podrán iniciar medidas constructivas para exigir un trato justo por
parte de Washington.
La gente cambia. La historia se desarrolla para reflejar
esos cambios. Mientras tanto, es una locura pretender que no estamos
donde estamos. USA ha pasado seis decenios imponiendo una sola norma
racista en Oriente Próximo. Una de las definiciones de la demencia es
que se repite lo mismo y se esperan resultados diferentes. Y el pueblo
árabe tiene que ajustarse al programa y dejar de quejarse de dobles
raseros y encontrar una forma de encarar la alianza de USA con Israel
y la hostilidad racista y asesina del gobierno Bush hacia la gente de
la región.
En lugar de quejarse de dobles raseros, los árabes tienen
que tomar la iniciativa para convencer a sus seniles dirigentes
traidores de que ya basta. Si la Casa de Al Saud y otros custodios de
las instalaciones petrolíferas han tomado la decisión estratégica
de capitular ante Tel Aviv – hay que exigirles que lo hagan en público
y que inicien programas educativos para enseñar a sus pueblos a lamer
adecuadamente las botas usamericanas e israelíes.
Si Arabia Saudí quisiera honestamente un cambio en la política
de USA, tiene una forma muy fácil de enviar un mensaje convincente a
Washington. Basta con que deje de aceptar dólares de USA a cambio de
su petróleo. No lo hará. Porque ese régimen en particular – junto
con Kuwait y otros países del Golfo – fue esencial en la organización
de la guerra contra Iraq en alianza plena con los agentes del Likud en
el lobby israelí.
Cada árabe debiera ver con claridad que los cleptócratas
que operan las instalaciones petrolíferas en el Golfo desprecian a su
propio pueblo aún más que Washington o Tel Aviv. Si los árabes
comenzaran a exigir a sus gobiernos que cambien la política de
“petróleo por dólares y sólo dólares” – incluso los fanáticos
del gobierno Bush tendrían que rehacer sus cálculos políticos. No
cambiarán necesariamente su racismo profundamente arraigado – pero
se verán obligados a considerar el interés nacional antes de
permitir que los israelíes se salgan con la suya en todo lo que se
proponen.
Aunque los árabes no tienen opciones militares para
enfrentar al aventurerismo israelí – ciertamente poseen un poder
económico. El gobierno israelí ha declarado públicamente que
realiza la destrucción de la infraestructura para imponer medidas
económicas de castigo colectivo contra los palestinos y los
libaneses. Para cumplir su misión. Tel Aviv despliega tanques y
aviones financiados por USA. Los gobiernos árabes no requieren
semejantes implementos de muerte y destrucción. Todo lo que tienen
que hacer es colocar una señal de que ya no aceptarán el dólar
usamericano a cambio de su petróleo. Antes de que te des cuenta, los
que dominan en Washington tendrán una repentina revelación de que
deben establecer una nueva norma para evaluar el valor de una vida árabe.
.–
Miembro de los colectivos de Rebelión y Tlaxcala
(www.tlaxcala.es), la red de traductores por la diversidad lingüística.
Esta traducción es copyleft.
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