Exitoso avance invasor contra un "centro
terrorista" se transforma casi en desastre
¿Será posible que Israel esté perdiendo la
guerra en Líbano?
Por Robert Fisk
The Independent / La Jornada, 27/07/06
Traducción de Gabriela Fonseca
Qlaya, Sur de Libano, 26 de julio.– ¿Será
posible –será concebible– que Israel esté perdiendo la guerra en
Líbano. Desde esta aldea en una colina al sur del país puedo ver las
nubes de humo café y negro que se levantan sobre el más reciente
desastre en la ciudad libanesa de Bin Jbeil; hasta 13 soldados israelíes
murieron y otros están rodeados después de una devastadora emboscada
de la guerrilla Hezbollah en lo que se suponía iba a ser un exitoso
avance militar israelí contra un "centro terrorista".
A mi izquierda también se ve el humo elevándose
sobre la localidad de Jiam, donde los restos del puesto de la
Organización de Naciones Unidas (ONU) despedazado permanecen como un
único monumento en memoria de cuatro soldados de ese organismo que
murieron el pasado martes, casi todos ellos decapitados por un misil
fabricado en Estados Unidos, durante un ataque aéreo israelí.
Soldados indios de la ONU apostados en el sur de
Líbano, visiblemente conmovidos tras el horror de recoger, en
pedazos, a sus compañeros de Canadá, Fidji, China y Austria de un
puesto de la organización mundial claramente marcado, depositaron la
mañana de este miércoles los restos en un hospital de Marjayoun.
En años anteriores pasé horas en compañía de
sus camaradas en esta posición de la ONU, justo frente a la frontera
de Líbano con Israel. Las instalaciones estaban pintadas de blanco y
azul y tenían a la entrada una bandera azul de Naciones Unidas. El
deber de estos soldados era reportar todo lo que vieran: los
despiadados lanzamientos de cohetes del grupo Hezbollah disparados
desde Jiam y la brutal respuesta israelí contra los civiles
libaneses.
¿Será que por esto tenían que morir, después
de ser objetivo de los israelíes durante ocho horas pese a que sus
superiores suplicaron a la Fuerza Israelí de Defensa que cesaran el
fuego? Fue un helicóptero de Israel, también fabricado en Estados
Unidos, el que se encargó de ello.
Mientras tanto, en Bint Jbeil tiene lugar otra
carnicería. Después de proclamar el "control" sobre esta
ciudad del sur de Líbano, los israelíes cayeron en la trampa de
Hezbollah. En el momento en que llegaron a un mercado desierto, fueron
emboscados desde tres flancos, y los soldados cayeron bajo un fuego
sostenido de rifle.
El resto de las tropas israelíes –rodeadas por
los "terroristas" a los que debían liquidar– hizo
llamados de auxilio desesperados, pero un tanque israelí Merkava y
otros vehículos blindados que fueron enviados como refuerzo al lugar
fueron también atacados e incendiados.
Hasta 17 soldados israelíes pudieron haber
muerto hasta ahora en esta desastrosa operación militar de Tel Aviv.
Durante la ocupación de Líbano, en 1983, más de 50 soldados de
Israel fallecieron en un solo atentado suicida.
Hezbollah ha esperado y entrenado por esta guerra
durante años y no va a renunciar al territorio que liberó del
territorio israelí tras 18 años de una guerra de guerrillas. El
asalto de este miércoles de la milicia chiíta contra el ejército
israelí en Bint Jbeil lo ha comprobado.
El problema es que Estados Unidos cree que la
matanza es una "oportunidad" para humillar a los
simpatizantes de Hezbollah en Teherán, y para ayudar a rediseñar el
"nuevo Medio Oriente", del que tan alegremente ha estado
hablando la secretaria de Estado, Condoleezza Rice.
Es a Israel al que se le está acabando el tiempo
en el sur libanés. Los más recientes ataques en contra de esta nación
han colocado a los israelíes, por quinta vez en 30 años, en el
banquillo de los acusados de crímenes de guerra. El saldo de civiles
muertos en Líbano ya alcanza los 400.
Pese a todo, Estados Unidos no está dispuesto a
intervenir para prevenir la carnicería; ni siquiera llamará a un
cese del fuego de 24 horas para permitir que huyan 3 mil civiles que aún
están atrapados entre Qlaya y Bint Jbeil, entre los que figuran
numerosos extranjeros de doble nacionalidad, al menos dos de ellos
canadienses.
Primero
las fuerzas de Tel Aviv les ordenan salir de sus vivendas y luego les
lanzan misiles
De
nuevo sacan israelíes a civiles libaneses de sus casas y los matan
Por Robert Fisk
The Independent / La
Jornada
Traducción de
Jorge Anaya
Están en
escuelas, en hospitales vacíos, en corredores y mezquitas, y en las
calles. Refugiados musulmanes chiítas del sur de Líbano, obligados a
salir de sus casas por los israelíes, llegan a Sidón por millares,
son atendidos por musulmanes sunitas y luego enviados al norte para
unirse a los 600 mil desplazados libaneses en Beirut. Más de 34 mil
han pasado por aquí en estos cuatro días, una oleada de miseria y
furia. Llevará años restañar sus heridas, y se necesitarán
millones de dólares para reparar los daños a sus propiedades.
¿Y a quién
pueden culpar de su éxodo? Este domingo, por segunda vez en ocho días,
los israelíes cometieron un crimen de guerra. Ordenaron a los
aldeanos de Taire, cerca de la frontera, salir de sus casas y luego
-cuando el convoy de autos y minibuses avanzaba obedientemente hacia
el norte- la fuerza aérea israelí lanzó un misil hacia el minibús
que iba a la zaga; perecieron tres refugiados y 13 sufrieron heridas
graves. Se cree que el cohete que les dio muerte era un Hellfire,
fabricado por Lockheed Martin en Florida.
Hace nueve días,
el ejército israelí ordenó salir de sus casas a los habitantes de
un pueblo vecino, Marwaheen, y luego disparó cohetes hacia uno de los
camiones que los transportaban; perecieron las mujeres y los niños
que iban dentro. Y ésta es la misma fuerza aérea israelí que fue
elogiada la semana pasada por uno de los más ardientes defensores de
Israel, el profesor de Harvard, Alan Dershowitz, porque "se
necesitan medidas extraordinarias para minimizar las bajas
civiles".
Tampoco a Sidón
la han perdonado los atacantes. En lo que queda de la mezquita Fátima
Zahra, institución de Hezbollah en el centro de la ciudad, se ve una
pila de escombros y muros aplastados; el alminar y el domo yacen en el
suelo, todavía con una bandera negra ondeando en la punta. Cuando los
aviones israelíes llegaron allí esta mañana, el velador, un anciano
de 75 años, no tuvo tiempo de salir corriendo; horas después murió
de las lesiones. Su silla de plástico blanco, volteada de lado, aún
se ve junto a la puerta. Es improbable que esa mezquita tuviera uso
militar: a un lado hay una escuela perteneciente a los Hariris, la
poderosa familia sunita; jamás habrían permitido armas en el
edificio.
No es que
Hezbollah -que mató a dos civiles israelíes más este domingo con
sus cohetes en Haifa- haya respetado a Sidón, cuya población es 95
por ciento sunita. La semana pasada trató de lanzar misiles de
fabricación iraní hacia Israel desde el malecón y desde el rastro
de la ciudad. En ambas ocasiones los pobladores lo impidieron por la
fuerza.
La multimillonaria
Fundación Hariri -creada por el ex primer ministro Rafiq Hariri,
asesinado el año pasado- ha ayudado a 24 mil refugiados chiítas a
salir del sur y trasladarse a Beirut, pero no siempre su generosidad
ha sido recibida con agrado. Unos refugiados en una escuela técnica
de Meheniyeh insultaron y dieron de puñetazos a trabajadores de la
fundación. En otras partes las familias que huyen han maldecido a los
empleados.
"Nos dicen
que trabajamos para los estadunidenses y que por eso los sacamos de su
tierra", señala Ghena Hariri, sobrina de Rafiq y egresada de
Georgetown. "Es algo que seca nuestra energía. Trabajamos 24
horas y al final del día nos maldicen. Pero me dan mucha pena; ahora
los israelíes les dicen que salgan de sus pueblos a pie y tienen que
caminar docenas de kilómetros con este calor."
No es difícil ver
cómo dañará esta guerra el delicado tejido sectario que existe en Líbano.
Un grupo de familias chiítas -albergadas en una escuela de las montañas
drusas del Chouf- trató de poner banderas amarillas de Hezbollah en
el techo y miembros del Partido Popular Socialista Druzo de Salid
Jumblatt tuvieron que rasgarlas en jirones. Ese acto tal vez salvó la
vida de los refugiados.
Con todo, muchos
de los chiítas de este bello puerto de la época de las cruzadas han
descubierto lo gentiles que pueden ser sus vecinos sunitas. "Aquí
estamos, ¿adónde más podríamos ir?", pregunta Nazek Kadnah,
sentada en un rincón de una mezquita que Rafiq Hariri construyó en
honor a su padre, Haj Baha'udin Hariri. "Pero nos cuidaron aquí
como si fuéramos sus hermanos y hermanas y ahora estamos
seguros."
Estos sentimientos
provocan algunas preguntas sombrías. ¿Por qué, por ejemplo, estas
infortunadas personas no pueden recibir de Tony Blair la misma compasión
que supuestamente sintió por los musulmanes de Kosovo cuando los
serbios los expulsaron de sus hogares? Estos miles de libaneses están
tan aterrorizados y privados de un hogar como los albaneses de Kosovo,
por quienes Blair decía estar librando una guerra moral. Pero para
los musulmanes chiítas que se refugian en Sidón no hay tal postura
moral ni sugerencia alguna de cese del fuego por parte de Blair, quien
se ha alineado con los israelíes y los estadunidenses.
¿Y cuál es
exactamente el propósito de sacar a más de medio millón de personas
de sus hogares? Muchos de estos infelices están sentados apretando en
la mano las llaves de su casa, como hacían los palestinos de Galilea
cuando llegaron a Líbano hace 58 años para pasar como refugiados el
resto de su vida. Sí, es probable que los musulmanes chiítas de Líbano
vuelvan a su casa. Pero, ¿qué encontrarán? ¿Una guerra entre
Hezbollah y alguna fuerza occidental de intervención? ¿O más
bombardeos israelíes?
Inocentes siguen muriendo
Los refugiados de
Sidón disponen ahora de 36 escuelas para albergarse... pero ellos son
los afortunados. En todo el sur de Líbano continúan muriendo
inocentes. Uno fue un niño de ocho años que pereció en un ataque aéreo
israelí en una aldea cercana a Tiro. En esta última ciudad, otros
ocho civiles resultaron heridos cuando un misil israelí impactó un
vehículo afuera del hospital Najem. Y por la mañana de este domingo,
una periodista libanesa, Layal Nejib, reportera gráfica de la revista
Al-Jaras, cuyas imágenes eran difundidas también por la
Agencia France Press, murió en un taxi durante un ataque aéreo
israelí cerca de Qana, el mismo poblado donde 106 civiles fueron
masacrados en una base de la ONU por proyectiles de artillería israelíes
en 1996. Tenía apenas 23 años.
En su casa de
muros de mármol, en la parte alta de Sidón, Bahia Hariri
-parlamentaria local, madre de Ghena y hermana del primer ministro
asesinado- se sienta con rostro severo; apenas si puede controlar la
rabia. "Estamos en esta situación terrible, pero no tenemos
ninguna salida -comenta-. Rafiq Hariri ya no está con nosotros. La
comunidad internacional no está con nosotros. ¿Quién está con
nosotros? Dios. Y los libaneses viejos. Y el mundo árabe; esperamos
que nos ayude. La única resistencia que podemos mostrar es ser un país
unido. Pero tenemos escaso margen para soñar."
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La batalla del Líbano esta lejos de un final
Caminando solo entre las bombas
Por
Robert Fisk
The
Independent / Página/12, 26/07/06
Traducción de Celita Doyhambéhère
Desde Qlaya, sur del Líbano.- La batalla en el
sur del Líbano es a escala épica, pero desde las alturas de Khiam,
los israelíes parecen estar en problemas. Sus F-16 vuelan bajo el
brillante sol –como pequeños peces plateados cuyos suspiros suben
en volumen cuando se zambullen– y sus bombas explotan sobre la
antigua prisión donde el Hezbolá se está resistiendo; pero más allá
de la frontera puedo ver los incendios a través de las laderas israelíes
y las nubes de humo del asentamiento judío de Metullah.
No debió ser así, 13 días después de los
ataques israelíes al Líbano. Los katyushas todavía salen disparados
de a dos desde Khiam, estelas blancas que golpean contra las laderas
de Israel y las ciudades fronterizas. De manera que ¿es por frustración
o por venganza que las bombas israelíes siguen cayendo sobre
inocentes? En las primeras horas de ayer, una tremenda explosión me
despertó, golpeando las ventanas y sacudiendo los árboles y un único
destello tiñó el cielo sobre Nabatea. Las vidas de los siete
miembros de una familia acababan de extinguirse.
¿Y cómo es que los israelíes bombardearon dos
ambulancias en Qana, matando a dos de los heridos e hiriendo a un
tercer civil por segunda vez en un día? Todos los del equipo
recibieron heridas, uno con un pedazo de esquirla en su cuello, pero
lo que preocupaba a la Cruz Roja libanesa era que los misiles israelíes
agujerearon claramente el centro de la cruz roja pintada en el techo
de cada vehículo. ¿Los pilotos usaron la cruz como su punto de mira?
El bombardeo de Khiam inició sus propios incendios en las laderas
debajo de Qlaya, cuyos habitantes cristianos maronitas están ahora
parados en una carretera en lo alto como los espectadores de una
batalla en el siglo XIX. Khiam es, o era, un lindísimo pueblo de
muros de piedra cortada y ventanas góticas, pero el blanco de Israel
es la famosa prisión en la cual –antes de su retirada del Líbano
en 2000– cientos de miembros de Hezbolá y en algunos casos sus
familias, estaban presos y fueron torturados con electricidad por la
milicia de Israel, el ejército del sur del Líbano (ESL).
Este era el mismo complejo carcelario
–convertido en Museo de la Tortura por Hezbolá después de la
retirada israelí– que fue visitado por Edward Said poco antes de su
muerte. Más importante aún, es que muchos de los hombres de Hezbolá
estuvieron presos aquí en celdas subterráneas debajo del antiguo
fuerte francés. Estos mismos hombres están ahora luchando contra los
israelíes, seguramente refugiándose de su fuego en las mismas celdas
subterráneas en las que una vez languidecieron, quizás hasta
guardando algunos misiles ahí.
En Marjayoun cerca de Qlaya –donde hace tiempo
estuvieron los cuarteles de ESL– las tropas libanesas tratan
desesperadamente de mostrar que la guerrilla Hezbolá usa las calles
de la ciudad grecocatólica para disparar más misiles sobre Israel.
Patrullas del ejército de siete hombres se mueven por la noche a través
de las callejuelas oscuras en ambas ciudades, en caso de que Hezbolá
atraiga más bombas sobre nuestras cabezas. En la guerra, todos los
sentidos se agudizan. La madrugada, los pájaros, la música, las
flores adquieren un nuevo significado. Una familia todavía vive en
una pequeña villa frente a mi casa y miro a la mujer al atardecer
recoger verdura de su jardín para la cena, ignorando el ruido de los
aviones israelíes en el cielo sobre ella y los cambios siniestros en
la presión del aire causados por sus bombas.
En Beirut, se observa la locura de las naciones
occidentales con gracia y con horror, en estos pueblos serranos,
escuchando cómo planea la secretaria de Estado de Estados Unidos,
Condoleezza Rice, reestructurar al Líbano, lo cual es claramente una
lección de autoengaño humano. De acuerdo con los corresponsales
estadounidenses que acompañan a Rice en su visita a Medio Oriente,
ella está proponiendo la intervención de una fuerza liderada por la
OTAN a lo largo de la frontera libanesa-israelí entre 60 y 90 días
para asegurarse un cese del fuego. Después de esto una fuerza más
grande liderada por la OTAN en todo el Líbano para asegurarse el
desarme de Hezbolá y luego el reentrenamiento del ejército libanés
para luego desplazarlo a la frontera.
Este plan –que como todas las propuestas
estadounidenses sobre el Líbano es exactamente lo que exige Israel–
contiene la misma presunción errónea que la del cónsul general
israelí en Nueva York, cuando dijo la semana pasada que “la mayoría
de los libaneses aprecian lo que estamos haciendo”. ¿Rice cree que
Hezbolá quiere que lo desarmen, aun bajo los términos de la resolución
1559 del Consejo de Seguridad de la ONU? ¿Por la OTAN? ¿No había
una fuerza de la OTAN en Beirut que huyó del Líbano después que un
grupo cercano a Hezbolá bombardeara la base de marines en el
aeropuerto de Beirut en 1983, matando a 241 tropas de Estados Unidos y
a docenas de tropas francesas unos pocos segundos después? ¿Alguien
cree que las fuerzas chiítas musulmanas no harán lo mismo nuevamente
ante cualquier “intervención” de las fuerzas de la OTAN? Hezbolá
ha estado esperando y entrenando y soñando con esta guerra durante años,
a pesar de lo crueles que podemos considerar sus acciones. No van a
devolver el territorio que liberaron del ejército israelí durante
una guerra de guerrillas de 18 años, y menos aún a la OTAN por
pedido de Israel.
El problema, seguramente, es que Estados Unidos
ve este baño de sangre como una “oportunidad” más que como una
tragedia, una oportunidad para humillar a los partidarios de Hezbolá
en Teherán y ayudar a formar el “Nuevo Medio Oriente” del que
Rice habló tan insípidamente ayer. En realidad, probablemente
resultará en un intento de Siria de humillar a Israel y a Estados
Unidos en el Líbano.
Por supuesto, Hezbolá ha traído la desgracia a
sus correligionarios.
Todo el trayecto del valle de Beka al sur del Líbano,
la larga, peligrosa carretera destruida por las bombas que tuve que
andar para llegar a Qlaya estaba desierta, salvo por automóviles
conducidos por hombres en estado de pánico, atiborrados con familias,
mostrando sábanas blancas por las ventanillas en la vana esperanza
–después de los ataques aéreos israelíes sobre civiles– de que
esto les dé protección. El único civil que caminaba por esos
terribles caminos era un cuidador de chivos, que arriaba a sus
animales alrededor de un gran cráter. Hablando con él, surgió que
era sordo como una tapia y no escuchaba las bombas. En esto, tenía
mucho en común con Condoleezza Rice.
Llueven mentiras y bombas sobre El Líbano
Por Robert Fisk, desde El Líbano
The Independent / La Jornada, 23/07/06
Traducción de Jorge Anaya
Ahora caen sobre Líbano tantas mentiras como
bombas. Las explosiones son fáciles de contar: tres en los suburbios
del sur de Beirut la mañana de este viernes y muchas en la carretera
principal a Siria, que destruyeron más el gran viaducto de Mdeirej
junto con tres autobuses que regresaban a Líbano después de llevar
extranjeros a Damasco. Las mentiras fueron obvias, pero igual de
poderosas.
La primera fue de Ehud Olmert. Horas después de
que el secretario general de la Organización de Naciones Unidas
(ONU), Kofi Annan, había llamado a un cese del fuego y solicitado que
se abrieran "corredores" para permitir el traslado de ayuda
humanitaria para la población civil atrapada, el primer ministro
israelí dijo a la prensa que autorizaría dicho "corredor
humanitario"... entre Chipre y Líbano.
La promesa, por supuesto, llegó a los titulares
matutinos. Pero ya existe un pasaje marino libre entre Chipre y
Beirut: lo que el secretario general demandaba eran
"corredores" entre Beirut y los poblados del sur de Líbano,
sujetos a un intenso bombardeo... y unas horas después, el ejército
israelí exigió el retiro de todos los civiles dentro de 36 kilómetros
de la frontera israelí, acto que los libaneses consideran
"limpieza étnica" pero que, por supuesto, Ehud Olmert no
mencionó.
Luego se informó que los israelíes planeaban
enviar una gran fuerza terrestre por el río Litani, en el sur de Líbano,
ofensiva que de ser cierta les costaría fuertes bajas y de todos
modos no evitaría que Hezbollah lanzara nuevos ataques de misiles de
largo alcance hacia territorio israelí. Los generales del comando
norte israelí eran capitanes y mayores durante la desastrosa invasión
y ocupación de Líbano, en 1982, y saben la insensatez de tal idea.
Y luego John Bolton, embajador estadunidense ante
la ONU, dijo otra mentira. Para evitar un cese del fuego y una votación
en el Consejo de Seguridad, preguntó cómo un "Estado electo
democráticamente" podía tener un cese del fuego con una
"banda de terroristas". Era imposible, dijo, pese a que su
postura causará sin remedio la matanza de más civiles.
La mayoría de los ministros del gabinete libanés
-y por lo menos un reportero occidental que se me viene a la mente-
creen que Bolton está un poco loco. O eso, o es totalmente ignorante
de la historia de Medio Oriente.
En 1980, después que katyiushas palestinos
fueron lanzadas al otro lado de la frontera, Israel -presumiblemente
el "Estado democráticamente electo" de Bolton- entró en un
cese del fuego con la Organización para la Liberación de Palestina
(OLP) de Yasser Arafat, a la cual Tel Aviv sin duda consideraba una
"banda de terroristas".
La tregua fue negociada por el teniente general
Bill Callaghan, comandante irlandés de la fuerza de la ONU en el sur
de Líbano, y garantizada por la organización mundial. El cese del
fuego fue roto dos años más tarde por Israel, cuando bombardeó la
OLP alegando que Arafat había ordenado un ataque al embajador israelí
en Londres, Shlomo Argot.
Los israelíes se equivocaban: fue Saddam
Hussein, fiero crítico del líder palestino, quien dio la orden, con
la esperanza de que Tel Aviv acusaría en falso a Arafat del crimen e
invadiría Líbano. Los israelíes lo complacieron.
Sin embargo, las mentiras continuaron hoy. Los
reporteros se afanaban en decir que Israel se disponía a levantar su
"bloqueo naval" a Líbano para permitir el ingreso de
suministros "humanitarios".
Tonterías. Los navíos que desalojan extranjeros
de Líbano han pedido cobardemente permiso a Tel Aviv para hacerlo
-nadie ha olvidado el ataque aéreo "accidental" de Israel
al barco estadunidense Liberty, en 1967-, pero de hecho los israelíes
retiraron todos sus buques de guerra de aguas libanesas después de
que Hezbollah impactó una nave cañonera con un misil de fabricación
iraní, hace una semana.
Si bien los israelíes no revelaron ese hecho -y
los periodistas dejaron perder la nota-, ahora se ha sabido que esa
nave casi se hundió en el Mediterráneo después de que el misil
incendió el cuarto de máquinas y dio muerte a cuatro marinos israelíes.
La conflagración ardió más de 15 horas mientras la tripulación
trataba con desesperación de salvar el barco.
Otra mentira, esta vez pequeña, se ha infiltrado
en los relatos sobre la forma en que empezó esta última guerra sucia
en Líbano. El 12 de julio, miembros de Hezbollah cruzaron hacia
Israel, mataron a tres soldados y capturaron a otros dos. Horas después,
un tanque israelí cruzó la frontera hacia Líbano y una mina lo hizo
volar en pedazos; murieron sus cuatro tripulantes.
Pero ahora los informes que salen de Tel Aviv,
recogidos por gobiernos extranjeros, hablan rutinariamente de que
Hezbollah "mató nueve soldados" en su ataque. Al fundir dos
incidentes separados, el asalto original del movimiento de resistencia
libanés -ya de por sí ilegal, despiadado y letal- se duplica en
salvajismo.
Una vez más, Olmert nos dice que no habrá
intercambio de prisioneros por los dos soldados israelíes capturados.
Pero de ser cierto, ¿por qué los israelíes contactaron a los
servicios de seguridad alemanes que han negociado todos los
intercambios de prisioneros entre Hezbollah e Israel durante los 20 años
pasados?
Fueron los alemanes, por ejemplo, los que
negociaron el canje del resto de los 123 miembros de Hezbollah y 45
prisioneros de la tristemente célebre prisión de Jaiam, en el sur de
Líbano, a cambio de los cuerpos de dos soldados israelíes, Rachamim
Alsheikh y Jossi Fink, en julio de 1996.
Es extraño que, si bien hoy se conocen los
nombres de los dos israelíes cautivos en Líbano, nadie ha mostrado
interés por los nombres de los tres principales prisioneros libaneses
cuya libertad ha sido demandada por Sayed Hassan Nasrallah, líder de
Hezbollah. La mentira de Hezbollah es que son rehenes a quienes se
mantiene en cautiverio sólo por simpatizar con la guerrilla.
Falso. El prisionero más importante -para
Nasrallah, claro- es Samir Kantar, de la aldea de Abey, en el sur de Líbano.
Los israelíes lo juzgaron por atacar la ciudad israelí de Nahariya,
en 1979, y dar muerte a tres israelíes, y le impusieron una sumamente
creativa condena a 542 años de prisión. Pero en 1979 Hezbollah no
existía.
Yahyia Skaff fue capturado por los soldados
israelíes en marzo de 1978, después de un ataque a la costa israelí
por guerrilleros palestinos que costó 35 vidas israelíes y provocó
la invasión de Tel Aviv de 1978 a Líbano, otro desastre militar que
tenía el objetivo de "erradicar el terrorismo" en el país
árabe.
Los informes dicen que Skaff murió en el
incidente, pero prisioneros liberados de cárceles israelíes insisten
en que lo encontraron en cautiverio. Una vez más, Hezbollah no existía
en 1978.
Nasim Nisr, israelí nacido en Líbano, fue
detenido por tener contacto con Hezbollah, si bien Nasrallah no ha
divulgado el hecho de que demanda la libertad de un ciudadano israelí.
De la misma forma, Hezbollah ha estado inventando
cifras de bajas israelíes: afirma que siete soldados perecieron en la
frontera cuando el número real es cuatro, y que ha destruido cuatro
tanques, cuando sólo ha sido uno.
La tasa de cambio de vidas libanesas por israelíes
se encuentra ahora apenas arriba de 10 libaneses por cada israelí.
Por lo menos 327 libaneses han perecido a manos de Israel, entre ellos
un puñado de hombres de Hezbollah, dos este viernes. Hezbollah ha
dado muerte a 34 israelíes, entre ellos 19 soldados y marinos.
Entonces, ¿qué probabilidad hay de un cese del
fuego? En 1996, durante el bombardeo israelí a Líbano, un vocero de
Tel Aviv se refirió a Hezbollah como "un cáncer que crece"
en Líbano. Una semana después se inició un cese del fuego. El
embajador de Israel ante Naciones Unidas, Dan Gillerman, calificó el
jueves pasado al grupo de resistencia islámico como "un cáncer
que crece" en Líbano. ¿Qué otra cosa ha cambiado?
Diario de una semana en la vida y muerte de
Beirut
Por
Robert Fisk, desde Beirut
The Independent / Página/12, 23/07/06
Traducción de Virginia Scardamaglia
Siete días en Beirut sobreviviendo al
infierno desatado por las bombas. El primer misil, los consejos para
no morir, los desplazamientos de tanques y camiones blindados, la
destrucción de fábricas de comida, el miedo de los recolectores de
basura y las acusaciones de antisemitismo, todo en una semana.
Domingo 16 de julio. Es la primera vez que
veo un misil en esta guerra. Pasan demasiado rápido –o uno está
demasiado ocupado intentando huir como para verlos–, pero esta mañana
Abed y yo vimos uno dejar su humo sobre nosotros. “¡Habibi (mi
amigo)!”, exclamó, y yo comienzo a gritar “Da la vuelta, da la
vuelta”, y huimos en el auto, saliendo de los suburbios del sur.
Lunes 17 de julio. Los teléfonos todavía
funcionan y mi celular emite chirridos. Muchas de las llamadas son de
amigos que quieren saber si deben irse de Beirut o de libaneses que
están fuera del país y quieren saber si deberían regresar. Puedo
escuchar las bombas detonando a lo largo del área de Hezbolá en los
suburbios del sur, pero no puedo responder estas preguntas. Si
aconsejo a amigos que se queden y mueren, soy responsable. Si les digo
que se vayan y mueren en sus autos, soy responsable. Si les digo que
vuelvan y mueren, soy responsable. Por eso les explico cuán peligroso
se ha vuelto el Líbano y les informo que es su decisión.
Martes 18 de julio. A las 3.45 de la mañana,
me despierto con los ruidos de un tanque y un gran motor militar
desapareciendo en la oscuridad. Me dirijo a la planta baja para
descubrir que el ejército libanés ha posicionado un vehículo
blindado en el estacionamiento frente a mi casa. Ha sido ubicado
estratégicamente debajo de algunas palmeras, como si esto fuera a
evitar que los aviones israelíes lo detecten. No me gusta para nada,
y lo mismo piensa mi casero, Mustafá, que vive en la planta baja.
Miércoles 19 de julio. Ahora que los
israelíes están destruyendo edificios de departamentos completos en
los suburbios chiítas del sur, decenas de miles de musulmanes chiítas
han llegado en busca de refugio a la parte intacta de Beirut, en los
parques y escuelas y junto al mar. Al igual que Hezbolá, los israelíes
están ahora tomando como objetivos fábricas de comida, camiones y
micros –sin mencionar 46 puentes– y los recolectores de basura son
reacios a recoger la basura cada noche por miedo a que su inocente
camión de residuos sea confundido con uno lanzamisiles.
Jueves 20 de julio. Un mal día para
mensajes. Recibo llamadas de Estados Unidos diciendo que soy
antisemita por criticar a Israel. Aquí vamos otra vez. Calificar a
gente decente de antisemita pronto convertirá el antisemitismo en
algo respetable, les digo a los que me llaman, y les pido que les
digan a las fuerzas aéreas israelíes que dejen de matar civiles.
Viernes 21 de julio. Los israelíes acaban
de bombardear la prisión de Khiam. Un objetivo interesante ya que ésta
era la cárcel en la que la anterior milicia ad hoc de Israel, el Ejército
Libanés del Sur (ELS), solía torturar a los prisioneros aplicando
electrodos a sus penes, y a las prisioneras electrocutando sus pechos.
Cuando el ejército israelí retrocedió en 2000, Hezbolá convirtió
la prisión en un museo. Ahora la evidencia de la crueldad del ELS ha
sido borrada.
Sábado 22 de julio. Tomo café en el jardín
de mi casero y él se trepa a una higuera con una escalera de madera y
me trae un plato de fruta. “Todos los días nos da nuestros
higos”, me dice. “Nos sentamos debajo de nuestro árbol por la
tarde, con la brisa del mar, que es como aire acondicionado.” Miro
su pequeño paraíso de plantas y bebo mi café árabe de una pequeña
taza azul. Vemos los barcos de guerra deslizándose hacia el puerto de
Beirut. “¿Qué ocurrirá cuando se vayan todos los extranjeros?”,
pregunta. Eso es lo que todos preguntamos. Lo descubriremos esta
semana.
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