Medio Oriente

 

Jabotinsky, el fascismo judío

Por Roberto Bardini
Bambú Press / rodelu.net, 28/07/06

¿Se puede ser judío y fascista? Un recorrido a vuelo de pájaro por la agitada vida del ucraniano Vladimir Jabotinsky, nacido en Odessa en 1880 y muerto en Nueva York en 1940, quizá responda a esta pregunta. Periodista, escritor, orador, políglota, soldado y dirigente político, también fue, según como se mire, combatiente por la patria o terrorista.

Influenciado por El Estado Judío, libro de Theodor Herzl publicado en 1896, Jabotinsky adopta el sionismo en su expresión más extremista e impulsa una sociedad de “hombres obedientes hasta la muerte”. Se opone al socialismo y al movimiento obrero judío en Palestina. Funda el grupo Betar, milicias juveniles que visten camisas pardas como los miembros de las Secciones de Asalto nazis (Sturm Abteilungen o SA) y están organizadas al estilo de los squadristi fascistas.

Menagen Begin e Isaac Shamir, que llegarán a ser primeros ministros de Israel, son en su juventud seguidores de Jabotinsky. Il Duce Benito Mussolini lo considera uno de los suyos y lo llama “el ciudadano fascista”. El laborista David Ben Gurión, fundador del Estado Judío en 1948, lo compara con el führer y lo apoda “Vladimir Hitler”.

Una idea fija

Conocido como “Zeev”, Vladimir Jabotinsky habla fluidamente ruso, francés, inglés y alemán. La última lengua que aprende es el hebreo y lo primero que hace es traducir La divina comedia, de Dante Alighieri. Cuando en 1914 estalla la Primera Guerra Mundial, crea una Legión Judía al servicio de los aliados. Busca liberar a Palestina del dominio turco otomano y, después, lograr un lugar en las negociaciones de paz, con derecho a exigir el establecimiento de un Estado judío.

Al terminar la guerra en 1918, Jabotinsky se establece con su esposa e hijos en Palestina, que se halla bajo control de Gran Bretaña. En 1920, el descontento árabe por los festejos del Pesaj –una de las fechas sagradas judías, que conmemora la salida de los hebreos de Egipto– deriva en violentas protestas callejeras. Jabotinsky organiza la represión contra los nativos y no le tiembla la mano a la hora de apretar el gatillo. Los británicos lo arrestan y juzgan por posesión ilegal de armas. Sentenciado a quince años de prisión, es puesto en libertad unos meses más tarde.

Cuando en 1923 los ingleses adjudican tierras a los palestinos en Transjordania, Jabotinsky propone una “revisión” de las relaciones entre el movimiento sionista y el Reino Unido. Sus fines –tan agresivos como casi todas las decisiones que toma en su vida y las acciones que impulsa– incluyen la restauración de la Legión Judía y la llegada masiva de hasta 40 mil judíos por año hacia Palestina.

En 1925, Jabotinsky anuncia el establecimiento de la Alianza de Sionistas Revisionistas, con oficina en París, y la creación del Betar, encuadramiento juvenil nacionalsionista. Pasa los años siguientes dictando conferencias y colaborando en decenas de publicaciones para promover mundialmente su causa. Predica que la actividad económica del sionismo se concentrará en la economía privada, para financiar la inmigración masiva a Palestina. Retorna a Jerusalén en 1928, donde es gerente de una compañía de seguros y editor de un periódico.

En 1930, mientras se encuentra de viaje, las autoridades inglesas le prohíben el regreso a Palestina. Desde entonces y hasta su muerte, Jabotinsky impulsa el nacionalsionismo en varios países.

El “ciudadano fascista”

Jabotinsky no tiene reparos en establecer contactos con mandatarios antisemitas, como el mariscal polaco Jozef Pilsudski, un ex comunista que en 1926 dio un golpe de Estado e instauró un régimen cercano al nacionalsocialismo. Pero su ejemplo supremo es Benito Mussolini. Admira al fascismo y aspira a copiarlo en Palestina. “¿Qué queremos? Queremos un imperio judío, al igual que Italia”, declara.

Cuando Il Duce asume en 1922, Jabotinsky le hace llegar un mensaje con un enviado especial. Dos años después, un representante oficial del Partido Fascista Italiano visita Palestina para establecer relaciones con los seguidores del dirigente judío.

La agencia de noticias fascista, Avanti Moderno, aplaude la celebración del Congreso de los Sionistas Revisionistas en 1935 por el apoyo que este movimiento brinda a Italia durante la campaña de Etiopía. Ese año, Mussolini le comenta al Rabino de Roma: “Las condiciones necesarias para el éxito del movimiento sionista son poseer un estado judío con una bandera judía y lengua judía. Hay una persona que conoce esto muy bien y es el ciudadano fascista Jabotinsky”.

Lo cierto es que la persecusión de judíos no figura en las prioridades de Mussolini. Il Duce tiene varias amantes, entre ellas dos judías: Angelica Balabanov y Margherita Sarafatti. La primera, cuando milita en el socialismo; la segunda, luego de tomar el poder. Además, cinco judíos –entre ellos César Sarafatti, hermano de Margherita– participan en la creación de los Fasci de combattimento en 1919.

Mussolini, un ex socialista al que su padre le puso el nombre de Benito en honor al político liberal mexicano Benito Juárez (1806-1872), sólo aprueba leyes antisemitas en 1938. Para entonces ya lleva trece años en el poder e Italia comienza a transformarse en un Estado satélite de Alemania. Hasta ese momento, la comunidad judía italiana convive tranquilamente con el fascismo.

El escritor Daniel Muchnik asegura que el hecho de que un judío pueda ser fascista es tan comprensible como que pueda ser gángster. Y describe a Jabotinsky de la siguiente manera:

“Fue uno de los líderes sionistas más brillantes y fanáticos de la historia. Nadie le fue indiferente: todos lo amaron o lo odiaron. Enemigo mortal del socialismo, fue su crítico más feroz cuando el sionismo socialista ganó la hegemonía del sionismo mundial. [...] Hacia 1930, el partido de Jabotinsky, llamado revisionista, comenzó a asemejarse mucho a los movimientos fascistas de Europa, y Ben Gurión llegó a llamar a su líder ‘Vladimir Hitler’. El ideal de Jabotinsky, tal como él mismo lo describió, era el de una sociedad monolítica, de hombres todos iguales y todos obedientes hasta la muerte, capaces de actuar al unísono” (Mundo judío, Lumen/Mairena, Buenos Aires, 1984).

“Dispara y deja de charlatanear”

En 1934, “Zeev” firma un pacto con David Ben Gurión, jefe del sionismo laborista, secretario general de la poderosa Federación de Trabajadores y portavoz indiscutido de la principal tendencia sionista en Palestina. Pero el acuerdo, que busca disminuir las tensiones entre las dos tendencias, fracasa. Nacionalsionistas y laboristas continúan como encarnizados adversarios políticos durante décadas. La brecha se ahonda más con el asesinato, en una playa de Tel Aviv, de Jaim Arlozoroff, joven y prominente líder sionista moderado, que se atribuye a seguidores de Jabotinsky.

Cuando en 1936 una comisión británica recomienda la partición de Palestina en un Estado árabe y otro judío, Jabotinsky rechaza la propuesta y ordena incrementar los ataques contra los ingleses y los nativos árabes. Al año siguiente se transforma en comandante del Irgún, grupo paramilitar clandestino de los revisionistas. “Maldita es toda guerra, pero si no quieres tocar a un inocente, pereces. Y si no quieres perecer, dispara y deja de charlatanear”, escribe en julio de 1939.

Benoît Ducarme apunta en “Israel, Likud y el sueño sionista”:

“La primera etapa de la evolución del ‘revisionismo’ sionista es la de la constitución de la Nueva Organización Sionista, fundada en 1935, de cuyo seno surgieron dos grupos armados que, sustancialmente, no diferían políticamente en mucho: el Irgún y el Grupo Stern. Su diferencia se basó en la forma de combatir la presencia británica en Palestina [...]. ¿Había que acabar con los británicos o dialogar con ellos? La dirección del Irgún, bajo el impulso de Begin, era partidaria de una inmediata revuelta contra los británicos. [...] La cúpula del grupo Stern pretende provocar la revuelta antes incluso de que concluya el conflicto mundial. De hecho, dicha organización hizo proposiciones a Mussolini al final de los años treinta. Según los planes barajados, los sionistas deberían aliarse con Italia para acabar con los ingleses en Palestina, fundar un Estado hebreo de carácter corporativo satélite del Eje, y poner los lugares santos de Jerusalén a disposición del Vaticano. Estas propuestas no pudieron concretarse, ni siquiera el ofrecimiento hecho a Hitler de reclutar 40 mil soldados judíos procedentes de la Europa oriental con los que enfrentarse a los británicos en Palestina. Hitler prefirió jugar la carta árabe”.

Cuatro dólares y una pipa

El 4 de agosto de 1940, durante una visita a un campo de entrenamiento juvenil del Betar, en las afueras de Nueva York, Jabotinsky muere de un infarto. Le faltaba poco para cumplir 60 años y los diez últimos había permanecido fuera de Palestina. Sus partidarios relatan que sus únicos efectos personales eran una pipa y cuatro dólares.

Cinco años antes, el líder nacionalsionista había redactado su testamento. Solicitaba que su cadáver fuera trasladado a Israel “sólo por instrucción del gobierno judío que será establecido”. En 1965, sus restos son llevados e inhumados en el Monte Herzl, en Jerusalén.

En 1977, los herederos políticos de Vladimir “Zeev” Jabotinsky llegan al poder en Israel con Menagen Begin y la alianza de partidos “revisionistas” llamada Likud. En Mundo judío, Daniel Muchnik afirma que Begin seguramente pasará a la historia como “el primer jefe de gobierno judío y fascista”. Quizá no sea el único: Isaac Shamir, Ariel Sharon y Ehud Olmert también provienen de las filas del Likud.