Hezbollah,
la respuesta de los oprimidos
Por
Txente Rekondo La Haine, 26/07/06
La
ocupación militar israelí y el propio sistema libanés serán los
mayores impulsores de la materialización de Hezbollah como “la
respuesta de los oprimidos”, de ahí que su análisis surja de una
lectura de clase más que de una interpretación meramente islamista.
Esa lectura de clase le permite englobar dentro del aparado de
“oprimidos” a comunidades de otras religiones, al tiempo que
rechaza alianzas como las que se formaron en Afganistán entre los
mujahidines afganos musulmanes y las fuerzas estadounidenses.
La
demonización que algunos medios hacen de Hezbollah pretende evitar
cualquier análisis sosegado y profundo sobre la compleja realidad que
representa hoy en día dicho movimiento, sobre sus raíces ideológicas,
su realidad político social y sobre todo sobre su proyecto para el Líbano.
De ahí que las referencias a Hezbollah se presentan llenas de tópicos
malintencionados, “grupo terrorista, fundamentalismo islámico,
proyecto excluyente, iluminados chiítas, marioneta iraní” son
algunos de los epítetos que utilizan para distorsionar la realidad y
evitar un acercamiento académico al tema.
Como
bien han apuntado algunos analistas, la división del mundo entre
“opresores y oprimidos” es la clave central para entender la acción
política de Hezbollah. Tanto en su “carta abierta” de 1985, como
en su programa electoral de 1992, su discurso se dirigía a “los
oprimidos”. Sin embargo es necesario señalar que contrariamente a
lo que se presenta en ocasiones, esa división no guarda relación
directa con la división entre musulmanes y no musulmanes, sino que
los oprimidos lo son aquellos que “son marginados social y económicamente,
oprimidos políticamente y reprimidos culturalmente”,
independientemente de “su identidad religiosa”.
La
ocupación militar israelí y el propio sistema libanés serán los
mayores impulsores de la materialización de Hezbollah como “la
respuesta de los oprimidos”, de ahí que su análisis surja de una
lectura de clase más que de una interpretación meramente islamista.
Esa lectura de clase le permite englobar dentro del aparado de
“oprimidos” a comunidades de otras religiones, al tiempo que
rechaza alianzas como las que se formaron en Afganistán entre los
mujahidines afganos, musulmanes ellos, y las fuerzas estadounidenses.
Y
sin embargo no oculta su solidaridad ideológica con aquellos que
resisten la opresión en otras partes del mundo, bien sea contra el
apartheid sudafricano, contra la ocupación británica en Irlanda o
los palestinos contra el gobierno sionista. Y lejos de formar
“ejes” o alianzas, Hezbollah aboga, en línea con su argumentación
humanitaria, por la “unidad de la humanidad”.
Carácter
nacional
Sería
ingenuo no reconocer no obstante el peso religioso que también se
encuentra en Hezbollah. Desde su formación, la influencia ideológica
de la revolución islámica de Irán ha tenido un protagonismo
importante, de hecho las referencias hacia el país persa desde los
dirigentes libaneses de Hezbollah están en sintonía con una relación
profunda. Y si estas declaraciones se propagan sin cesar por los
medios occidentales, pretendiendo con ello articular un discurso que
pruebe la supuesta “dependencia y sumisión” hacia Teherán, también
han señalado los dirigentes chiítas libaneses que su movimiento
tiene una clara caracterización nacional, que no buscan “invadir
otros países” y que aquellos modelos que son válidos en otras
realidades, en clara referencia al velayat al–faqih iraní, no
tienen por qué ser aplicables directamente en el Líbano.
Hezbollah
ha sido definido en algunos medios como “un movimiento de
resistencia basado en una agenda de lucha nacional contra la ocupación
extranjera”, que representa Israel. De ahí que además de luchar
por la retirada de Israel de las granjas de Sheba y del Líbano, se ha
convertido en un poderoso actor de la escena libanesa y colateralmente
en una referencia para buena parte de la llamada “calle del mundo árabe”,
desde donde es vista simbólicamente como la única fuerza que derrotó
a Israel, cuando el gobierno sionista tuvo que abandonar Líbano.
En
estos momentos la dirección de Hezbollah está más fuerte que nunca,
paralelamente el movimiento es “más nacionalista y libanés que
nunca”. Su retórica nacionalista, las banderas del país ondeando
junto a las amarillas del partido en sus movilizaciones, la demanda de
excarcelación de los prisioneros libaneses en Israel o la
reivindicación de las granjas de Sheba, son recibidos por buena parte
de la población libanesa como demandas propias también.
Pero
además la intención del gobierno de Tel Aviv de acabar con Hezbollah
es inviable. El movimiento de masas que representa, según los cálculos
más reservados, a más de un millón de libaneses no puede ser
derrotado, a no ser que Israel busque la aniquilación completa de
toda esa población.
Errores
El
movimiento chiíta contra la ocupación lleva camino de alcanzar la
cuarta generación, y en todo este tiempo de enfrentamiento asimétrico,
el gobierno sionista ha sido incapaz de acabar con él. Buscar su
desarme en estos momentos es utópico, los dirigentes de Hezbollah
alegan que necesitan las armas para defenderse de posibles ataques
sectarios o de Israel, o por si alguna fuerza tiene la tentación de
desarmarlos y volverles a mandar al infierno que ya padecieron en el
pasado.
Tanto
Israel como EEUU deben aprender de sus errores y evitar volver a
cometerlos. Washington está tentado para utilizar a los movimientos
sunitas más radicales para desestabilizar a Hezbollah (lo que le
puede acabar por desestabilizar la zona en su conjunto), mientras que
Tel Aviv debería evitar sus esfuerzos para provocar una guerra civil
en el Líbano (como lo busca en Palestina) y lograr un régimen títere
en Beirut.
Las
acciones bélicas de Israel no tienen ninguna justificación legal, su
postura deshonesta alcanza un peldaño más cuando exige a los demás
que cumplan las resoluciones de Naciones Unidas, mientras ellos llevan
años ignorando las mismas y agrediendo e invadiendo países vecinos.
Israel lleva tiempo creyendo, en línea con su política unilateral,
que puede seguir masacrando a las poblaciones civiles sin recibir
ninguna respuesta. Ya lo señaló recientemente Hassan Nasrallah,
“nuestras casas no serán las únicas destruidas, ni nuestros niños
serán los únicos que mueran”.
Como
ha señalado estos días un profesor universitario libanés que vive
en París, “Israel es la mayor fuente de desestabilización en la
región, con su postura arrogante, similar a la actitud de EEUU en
Iraq”. La llamada comunidad internacional debe poner fin a esa política
“preventiva y criminal” que desde hace años practica impunemente
Israel, y debe hacerlo canalizando las negociaciones entre las partes,
pero impidiendo que éstas sean una concesión más al colonialismo
sionista en la región. Israel debe acabar con la ocupación en Líbano
y en Palestina, ambas partes deben acceder al intercambio de
prisioneros y buscar la vía que permita que la paz acabe instalándose
definitivamente en la región.
Si
EEUU e Israel deciden continuar con la guerra, Hezbollah utilizará la
misma dialéctica que éstos han utilizado hasta ahora, y afirmarán
que “no podemos desarmarnos porque Israel es todavía una amenaza
para el Líbano”. Y el tiempo siempre corre contra los ocupantes,
pues como señala un militante de Hezbollah, “nos costó veintidós
años expulsar a Israel del Líbano, tal vez cueste otros cuarenta
hacerlo de la Palestina ocupada”. Pero lo que es evidente que “esa
profecía” puede acabar por cumplirse.
La
politización de los chiítas libaneses
Por
Txente Rekondo
La Haine, 23/07/06
Los
estudios sobre el Líbano han dejado por lo general de lado las
actividades políticas de la comunidad chiíta, en línea con la
marginación que han sufrido en todas las esferas de la vida social y
política del país. Junto a ello, buena parte de los analistas
occidentales continúan defendiendo la falsa e interesada idea de que
el país es “fundamentalmente cristiano”, y por ello centran sus
estudios en la comunidad maronita de la región obviando la realidad
chiíta.
Históricamente
la organización política en el Líbano ha girado en torno al za´im
(zu´ama en plural), el líder que dirige a un grupo regional de
seguidores, muy unido todo ello al liderazgo de los clanes, donde la
lealtad familiar junto al clientelismo guiaban el orden político. La
organización moderna del chiísmo político va a romper en cierta
medida con esa tradición, ya que son una reacción a los líderes
tradicionales. También rompen con “la sucesión familiar” tan
incrustada en el sistema político libanés. Ni Nabih Berri ni Hassan
Nasrallah han “colocado” a sus familiares en las listas
electorales.
A
lo largo de las últimas décadas del siglo pasado la comunidad chiíta
ha estado presente en diferentes alternativas o partidos políticos.
En los partidos de izquierda, con un mensaje secular, han llegado a
formar en el pasado buena parte de las bases de los mismos, entre los
partidos pan–arabistas también es resaltable la presencia de chiítas…
sin embargo será con la creación de Amal, en primer lugar y
posteriormente con el desarrollo de Hezbollah cuando la comunidad chiíta
comience a jugar un importante papel en la escena política libanesa.
No es posible presentar esa realidad como un bloque homogéneo, las
diferencias de clanes, partidos y clérigos en ese sentido también
jugarán su papel en la articulación del movimiento político moderno
chiíta, pero probablemente hoy en día el protagonismo, cuantitativo
y cualitativo, de Hezbollah es irrebatible.
Concienciación
La
condición esencial para el avance del chiísmo político en se
vertiente más moderna está en la “libanización del movimiento islámico”,
más que en importar modelos culturales o políticos. De esta manera
prevalece la realidad del Líbano, donde se acomodan todas las
religiones y comunidades existentes. Y junto a ello se resalta otro
pilar, “la resistencia frente a la sumisión del pasado”. Para
ello se basan en la justificación jurídica del derecho a resistir un
sistema injusto, al tiempo que esa resistencia no pondría en peligro
la integridad del estado libanés.
A
lo largo del pasado siglo veinte, tres ideólogos políticos y
religiosos van a sustentar el futuro desarrollo del chiísmo político.
Muhammad Jawad Mughniyya, Muhammad Husayn Fadlallah y Shaykh Muhammad
Mahdi Shams al–Din. De éstos, probablemente el papel de Fadlallah
sea el más importante. Algunos le han señalado como el líder
espiritual de Hezbollah, pero él niega cualquier asociación formal
con la organización chiíta. Sus aportaciones son básicas para
entender el desarrollo de la concienciación política del chiísmo y
en 1985 sufrió un atentado en Bir al–´Abd que mató a cerca de
cien civiles, y del que escapó con vida. EEUU, Israel y sus aliados
falangistas han intentado acabar con su vida en diferentes ocasiones.
Tras
esos ideólogos destacan también dos líderes políticos, que
desarrollarán en cierto sentido los fundamentos políticos de los
anteriores, Musa As–Sadr y Hassan Nasrallah. La extraña desaparición
del primero hace más de veinte años fue un duro golpe para el
incipiente movimiento político chiíta. El respeto y admiración por
su figura sigue presente hoy en día a través de sus fotografías en
las calles de los pueblos y ciudades libanesas. As–Sadr supo
cultivar por primera vez los discursos en público, al tiempo que
mantuvo buenas relaciones con los medios de comunicación, lo que le
facilitó para que su mensaje llegara a la población chiíta.
Su
actividad política se materializó con la creación de Amal en 1974,
más como un movimiento de protesta de masas que como un partido político,
al tiempo que posibilitó el surgimiento de una importante red de
asistencia social para una comunidad “olvidada” por los gobiernos
de Beirut. Su defensa de una fórmula inclusiva para el Líbano será
un argumento ya permanente en todas las representaciones políticas
chiítas, incluido Hezbollah.
Nasrallah
El
actual secretario general de Hezbollah, Hassan Nasrallah, es un claro
ejemplo de liderazgo pragmático. A pesar de que su familia no tiene
antecedentes académicos religiosos, de hecho el será el primer clérigo
de la misma, no tardará en recibir el reconocimiento a su capacidad
política y dirigente. A los 14 años era miembro de Amal, y cuatro más
tarde dirigía le comité local de su ciudad. En 1982 fue expulsado de
Amal por sus llamamientos a la resistencia armada ante la invasión
sionista. Con 29 años recibirá el reconocimiento público del
Ayatollah iraní Khameini, quien vió en la figura de Nasrallah unas
“importantes cualidades de liderazgo y convicciones ideológicas”.
Siendo
ya jefe de las Operaciones Militares de Hezbollah, en 1992 es nombrado
Secretario General, tras la muerte en atentado de l anterior líder
del movimiento, Abbas Mussawi. A pesar de la propaganda que desde
Israel y EEUU se hace contra la figura del dirigente libanés, acusándole
de “terrorista” y de imponer por la fuerza su modelo político, ya
en 1994, Hassan Nasrallah señalaba que “no busco un estado islámico
por la fuerza o la violencia, prefiero esperar el día que lleguemos a
convencer a la población– por medio del diálogo y en una atmósfera
abierta– que la única alternativa es la creación del estado islámico”.
El
12 de septiembre de 1997, Nasrallah recibe un duro golpe. Su hijo
mayor, al–Sayyed Hadi, muere tras una acción de la resistencia
contra el ejército de ocupación israelí. Ese mismo día el
dirigente chiíta señaló en un acto público que no quiso suspender
para “no dar satisfacción o muestras de debilidad al enemigo”,
que “el martirio de al–Sayyed Hadi muestra que nosotros, los líderes
de Hezbollah, no reservamos a nuestros hijos y les salvamos para el
futuro. Nos enorgullecemos cuando nuestros hijos llegan al frente de
batalla, y mantenemos la cabeza alta cuando mueren como mártires”.
Sus
más acérrimos enemigos han tenido que reconocer la talla política
de Nasrallah, “que ha sabido dirigir un movimiento muy importante,
con un gran liderazgo, una clara visión de sus objetivos estratégicos
y una larga experiencia en la lucha de guerrillas”. El carismático
liderazgo de Nasrallah sigue fiel a los objetivos fundacionales de
Hezbollah, “expulsar a los invasores de su país, representar a la
comunidad chiíta en sus demandas y promover un gobierno islámico en
el Líbano”. A pesar de la importancia de los clérigos en este
movimiento, Nasrallah admite que el Líbano es un estado
multiconfesional y que la base a cualquier solución pasa por ese
reconocimiento, junto al reconocimiento que el modelo definitivo estará
basado en la experiencia libanesa y no en modelos importados desde el
exterior, que pudiendo ser válidos en otras coyunturas no lo son en
el Líbano.
De
ahí que se entienda mejor la línea de “no oponerse al gobierno per
se”, sino mostrar su rechazo en los asuntos donde los intereses de
los mahrumin (los necesitados) son amenazados por la política
gubernamental. El pragmatismo o “realpolitik” le ha llevado a
combinar los principios y los objetivos con las posibilidades y las
realidades actuales, utilizando para ello dos principios de la
jurisprudencia musulmana : “la necesidad permite lo que de otra
manera está prohibido” y “cuando dos derechos están compitiendo,
hay que centrarse en el principal”.
.–
Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN)
|